¡Bienvenidos!

Bienvenidos a nuestro blog de fanfics acerca de "El Internado". Aquí podréis encontrar textos en todas las categorías posibles, desde los puramente románticos a aquellos que resuelven parte de la trama, pasando por los minifics o el humor.

El blog ha sido diseñado para haceros la navegación por él lo más sencilla posible. Por ello, en la columna de la derecha podéis encontrar todos los fics disponibles, con una breve sinopsis, la categoría o categorías a la que pertenece el texto y los personajes en los que se centra, además del autor del mismo.

Debajo podéis encontrar enlaces directos a todos los capítulos de la historia, de modo que podéis leer a vuestro ritmo y sin necesidad de buscar la entrada por donde os quedasteis, ya que se puede acceder a ella directamente. Así, cuando clickeis en un capítulo, ésa entrada aparecerá justo debajo de esta cabecera que estáis leyendo.

En cuanto a las categorías, vais a encontrar un código que os dirá de qué tipo es el texto que vais a leer. Dentro de estos diferentes tipos, encontraréis:

[ROM] Estos fanfics se centran en el desarrollo de una relación amorosa y los sentimientos de los personajes.

[ANGST] Fanfics para sufrir, para pasarlo mal con nuestros personajes favoritos.

[RES] El Proyecto Géminis y Ottox están más presentes que nunca en estos fics, centrados en resolver parte de la trama.

[HUM] Fanfics para reír.

Encontraréis también los tag [WIP] O [COMPLETO]. El primero hace referencia a "Work in Progress", es decir, que el fic está en fase de publicación, mientras que los fanfics con el segundo término ya se pueden leer enteros.

CONTACTO

Si tienes alguna duda o te apetece publicar tu fanfic en este blog, sólo tienes que ponerte en contacto con nosotras a través del Blog de Marta Torné o bien a través del Blog de Raúl Fernández, en las direcciones de correo que encontraréis en las mencionadas páginas.

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El reconocimiento (Capítulo único)

La calma era tensa, como si estuviese avisada de que allí podrían volver a encenderse odios pasados, planes latentes durante años. El olor a quemado se quedaría pegado a la esencia de los árboles durante mucho tiempo, pero él afortunadamente podría irse para no volver no como la indignación. Esta vivía dentro de la piel de Aurora Bernal, un mensaje cruel sin marcha atrás de esos que dejan la frialdad instalada en lo más hondo de nuestro ser.

El esqueleto del edificio que se le presentó era el vacío de emociones que había sentido tras la noticia. El escalofrío que la recorría en ese momento por un futuro no escrito por la mano de Saúl. Odiaba y quería a la vez al viejo, por no confiar en ella, haber dado lo que fuese para amar como Carlos, porque no era justo marcharse cuando lo tienes todo y ella nada. Su chaqueta debería haberle cubierto a ella.
–Estas paredes me han robado tu compañía.- se dijo más a si misma que a su amigo.

Cuando una muchacha llamada Julia se puso en contacto con ella supo que estaba preparada. Y también que esa disposición no le serviría de nada. Llevaba mucho tiempo esperando ese testamento. El de su infancia, el de lo más querido y lo más olvidado. Carlos corría delante de la vida, era su valentía, la mano que la levantaba de sus lloros enfocados a cosas insignificantes que eran un mundo para ella. Ella era el freno de él y él el que la impulsaba. Pensó que no sentiría nada cuando dejase de ver a su compañero tanto tiempo, pero se equivocó pues el silencio a veces le hablaba con sus palabras. Él, que siempre es testigo de lo que anhelamos y de a quien echamos de menos. Y es la goma que difumina lo que ha transcurrido. Ahora ese mutismo se había extendido sin fecha de caducidad y algún día se comería su voz.

Ella no le tenía miedo a la muerte si no a la eternidad de su vacío. Los que sienten además son los que se quedan. Y esa certeza absoluta se equivocó con las sonrisas de los presentes que le sirvieron de salida para valorar más lo que había hecho su amigo. Porque él no habría estado contento si no les hubiese ayudado. Y su forma de ser le decía que así había sido. Era el camino que ella se obligaba a llevar hacia el verbo conformarse. Un hombre intentó salirle al paso pero lo esquivó con frialdad. La sensibilidad no hacía falta mostrarla, ya le salía por los temblores involuntarios de la mano a causa de los nervios. La gasolina que había encendido en su interior se consumió peligrosamente conforme se acercaba a su objetivo porque nada de lo que se hubiese podido imaginar le habría preparado para eso.

Respeto sin embargo por sorpresa fue lo que sintió ante la imagen de aquel hombre tumbado, que había logrado un objetivo que para ella se encontraba ahora en las estrellas, cazar entre los brazos a la felicidad. Y así lo tradujeron sus dedos que se paralizaron antes de poder ni siquiera acariciarlo y sus dientes apretados que deberían disimular su dolor, o aprender al menos a hacerlo aunque resultase en vano por los que estaban allí y no podían contenerse. Pero también es verdad que deseó sacar su pena para prestársela a otros.
- Mira que te dije que te fueses. Que salieses de aquí.- y sonrió, pero dulcemente, llena como estaba de melancolía y de orgullo porque el sacrificio estaba presente delante de ella. Y en un mundo de egoísmo Carlos jamás necesitaría una copia. Porque él era único. Y le calmaba la seguridad de que algún día habría alguien más como él, diferente pero con sus cualidades y sus fallos.

Aurora podría sentirse triste, podría decirle aunque ya no le escuchase que ella tenía la culpa por haber tirado aquel candelabro y haber cerrado torpemente la puerta. Pero había aprendido hace mucho que sentirse mal no servía de nada. Y quizás por eso estaba allí para darle esa lección a María, la que ella no había aprendido, que si ahora lloraba era porque había querido, porque había sido feliz y que habría muchas cosas que podría cambiar, todas menos Carlos. Afortunadamente. Decidió acercarse primero a una muchacha morena que estaba destrozada. Ya sabía quien era.
- Tienes que ayudarme. Yo ya no puedo hacerlo ni a él ni a mí misma.
Julia asintió y entre las dos levantaron a María y a su hijo sin apenas resistencia. Y esta vez los dedos de Aurora con permiso de los tres se despidieron. Los subió al coche para llevárselos de allí, físicamente pero no psicológicamente, siendo consciente de no ser parte de ellos pero estaría ahí para contarle a María si ella quería todo lo que sabía de él cuando no eran todavía dos, o para escucharla si ella creía que debía comentar algo de lo vivido y así él se haría más grande y más y más en su recuerdo. No al revés. Porque sí, había valido la pena.

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