¡Bienvenidos!

Bienvenidos a nuestro blog de fanfics acerca de "El Internado". Aquí podréis encontrar textos en todas las categorías posibles, desde los puramente románticos a aquellos que resuelven parte de la trama, pasando por los minifics o el humor.

El blog ha sido diseñado para haceros la navegación por él lo más sencilla posible. Por ello, en la columna de la derecha podéis encontrar todos los fics disponibles, con una breve sinopsis, la categoría o categorías a la que pertenece el texto y los personajes en los que se centra, además del autor del mismo.

Debajo podéis encontrar enlaces directos a todos los capítulos de la historia, de modo que podéis leer a vuestro ritmo y sin necesidad de buscar la entrada por donde os quedasteis, ya que se puede acceder a ella directamente. Así, cuando clickeis en un capítulo, ésa entrada aparecerá justo debajo de esta cabecera que estáis leyendo.

En cuanto a las categorías, vais a encontrar un código que os dirá de qué tipo es el texto que vais a leer. Dentro de estos diferentes tipos, encontraréis:

[ROM] Estos fanfics se centran en el desarrollo de una relación amorosa y los sentimientos de los personajes.

[ANGST] Fanfics para sufrir, para pasarlo mal con nuestros personajes favoritos.

[RES] El Proyecto Géminis y Ottox están más presentes que nunca en estos fics, centrados en resolver parte de la trama.

[HUM] Fanfics para reír.

Encontraréis también los tag [WIP] O [COMPLETO]. El primero hace referencia a "Work in Progress", es decir, que el fic está en fase de publicación, mientras que los fanfics con el segundo término ya se pueden leer enteros.

CONTACTO

Si tienes alguna duda o te apetece publicar tu fanfic en este blog, sólo tienes que ponerte en contacto con nosotras a través del Blog de Marta Torné o bien a través del Blog de Raúl Fernández, en las direcciones de correo que encontraréis en las mencionadas páginas.

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Amistades peligrosas (Capítulo XXII)


María estaba sentada en la cocina con una sonrisa risueña. Era ya bastante tarde y el servicio se había retirado a sus habitaciones hacía ya un par de horas. Carlos acababa de terminar de preparar una bechamel para el día siguiente, y le estaba pasando un paño al mostrador, tratando de dejarlo todo impecable para no tener que escuchar los gritos de Jacinta a la mañana siguiente.

María le observaba en silencio mientras él se desplazaba por la cocina guardando los cacharros en su sitio. Ya había pasado casi un mes desde que regresaron a la rutina del internado, y el nuevo curso estaba a punto de empezar. Parecían haberse incorporado sin problemas, pero de vez en cuando pillaba a Carlos mirando por la ventana con ojos glaseados. Sabía que en esos momentos, que ocurrían con desgarradora frecuencia, estaba pensando en su madre, en Dempsey, en Gloria. . . Con el corazón partido María había intentado abrazarle un par de veces durante esos primeros días, pero él se apartaba de ella con una sonrisa forzada y un ahogado “dame un poco más de tiempo”. Seguía negándose a hablar del tema y María no quería forzarle.

Un viernes que desapareció toda la mañana sin dar explicaciones María pensó, con gran pesar, que había vuelto a las andadas, que volvía a ocultarle cosas “por su bien”. Carlos llegó por la tarde, muy serio y contestando a sus preguntas de esa forma tan críptica que siempre utilizaba cuando no quería que ella supiese donde había estado. María conocía el tono bien. Pero cuando él vio la abierta decepción en su cara, la miró con ojos tristes y murmuró su breve explicación.

_ He ido a visitar la tumba de mi madre.

Luego se entregó a sus brazos, dejó que María le consolase por primera vez desde su regreso. Podría ser que necesitase su apoyo, aunque seguramente lo hizo para ocultar las lágrimas que su voz no había podido esconder. Ella no dijo nada, no hizo preguntas, dejó que encontrase consuelo en su regazo, aceptando con abrumadora impotencia que las cosas no iban a cambiar de la noche a la mañana.

Envuelta en el silencio de esa cocina que se había convertido en su hogar, María sacó de su bolsillo por enésima vez la copia de la ecografía que le habían dado en la clínica esa mañana.

_ ¡Es preciosa! _ comentó con una amplia sonrisa cuando vio acercarse a Carlos.

Él la abrazó por detrás, rodeando su cintura con los brazos y ojeando la ecografía por encima de su hombro.

_ Si tú lo dices, _ susurró en su oído. Ella detectó una sonrisa en su voz, soltó una suave carcajada y le pegó un codazo cariñoso, girándose en el círculo de sus brazos para poder mirarle a los ojos.

_ Es perfecta, _ murmuró colgando los brazos de su cuello. Carlos esbozó una media sonrisa, pero no dijo nada. _ ¿Sigues preocupado por lo que pudiese pasar si. . . si ellos descubriesen la verdad?

_ Lo único que podemos hacer es confiar en Saúl, _ dijo encogiéndose de hombros.

Su expresión delataba lo preocupado que estaba, la falta de confianza que en realidad tenía, y lo poco que acostumbraba a dejar su propia seguridad, y ahora la de su familia, en manos de otra persona.

María entrelazó los dedos en el pelo de su nuca, suaves movimientos diseñados para asegurarle que ella estaba ahí, siempre a su lado. Que esto era algo a lo que tenían que enfrentarse juntos. Carlos a su vez dibujaba pequeños círculos en sus caderas, su mirada perdida en un punto de la cocina.

_ ¿Se lo has dicho a Iván?_ preguntó tras un largo silencio.

María bajó la mirada, negó con la cabeza.

_ No vas a poder guardar el secreto para siempre, _ dijo Carlos deslizando sus nudillos por ese vientre que empezaba a desafiar las costuras del uniforme. _ ¿A qué esperas?

Dejando escapar un profundo suspiro, María se pasó las manos por la cabeza, apartándose el pelo de la cara. _ Es que todavía no he encontrado el momento, _ titubeó con torpeza.

Carlos la miró con un gesto burlón, uniendo sus cuerpos con un ligero movimiento de sus manos. Acopló a María entre sus piernas, reclinándose contra el filo de la mesa para igualar un poco más sus estaturas. _ ¿Dónde habré escuchado yo eso antes?

_ No te rías de mí, _ dijo ella incapaz de frenar su propia sonrisa. _ Además, bastante chungas están las cosas entre vosotros dos como para encima echarle más leña al fuego.

_ O sea, que no le ves llamándome “papi” en la vida.

Carlos la besó a medida que ella soltaba una sonora carcajada. María se aferró a sus hombros, rompió el beso para trazar sus labios por su mejilla, deslizándolos suavemente por su pronunciada mandíbula, rozando sus labios de nuevo sin profundizar el beso. Carlos sonreía, la acariciaba el pelo mientras sus bocas jugaban al ratón y al gato. Breves roces cargados de electricidad entre palabras susurradas con cariñosa incoherencia.

Una áspera voz rompió el hechizo de forma abrupta.

_ ¡Que bonito! La chacha y el cocinero.

Carlos se retiró de la mesa, apartándose de María de inmediato.

_ Iván _. María pudo sentir como sus mejillas se sonrojaban al verle apoyado contra la columna de piedra. Parpadeó un par de veces, recuperando un poco su compostura. _ Es muy tarde. ¿Qué haces aquí?

_ Al parecer algo mucho menos entretenido que vosotros, _ respondió el joven con ese aire de arrogancia que le rodeaba con tanta frecuencia. Dirigiéndose hacia Carlos, añadió: _ ¿Qué pasa, que es aquí donde la tiras todas las noches?

_ ¡Ya te vale! _ saltó María indignada. Inhaló profundamente, tomando fuerzas para ponerle en su lugar, pero Carlos se adelantó.

_ Mira Iván, ya te he pasado demasiadas gilipolleces por alto, pero me estoy empezando a hartar de tu falta de respeto hacia María. Así que a partir de ahora, vas a ahorrarte todos esos comentarios absurdos, ¿me oyes?

Iván, claramente sorprendido ante la serenidad de Carlos, dejó escapar una leve carcajada.

_ ¿Ah, sí? _ sonrió, levantando las cejas, desafiante. _ Porque tu lo digas, Fermín.

Carlos se acercó a él con lentitud y María pudo ver un destello de intimidación en la cara de su hijo. Con la espalda tensa, el muchacho dio un instintivo paso hacia atrás. ¿Acaso pensaba que Carlos sería capaz de hacerle algún daño? Hubo un tenso silencio entre ellos que a María le resultó interminable.

_ No, _ dijo Carlos al fin con voz firme. _ Porque en el fondo los dos queremos a tu madre por encima de todo.

No dijo más. Iván parecía haberse quedado de piedra, parado junto a la columna con esa lengua tan afilada sin desenfundar. Carlos se dirigió hacia la puerta, pero no sin antes enviarle a María una mirada de advertencia: Tienes que decírselo.

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