3x09. La noche del fuego. Durante las hogueras.
¿Por qué uno no se enamora siempre de quién quisiera?
Me ha pasado media vida al lado de un hombre que no amo. No bastante con eso, insistí en permanecer a su lado a pesar de que la rutina me ahogaba, de que me sentía fría como el hielo bajo su abrazo. Sabía que sólo me sentía viva, y me estremecía, en los brazos del otro, que siempre lo fue y nunca protesto por serlo: “el otro”. Suena demasiado despectivo teniendo en cuenta lo que él ha significado.
Ahora mismo, viendo su mirada ahí, al otro lado de la hoguera, orgullosa, valiente, quizá desafiante, y a la vez tan llena de amor, me doy cuenta de cuánto desearía lanzarme a sus brazos, escapar de lo que hecho, contarle que me siento rota por dentro. Algo en lo más hondo de mi se ha hecho añicos, y desde entonces, no encuentro alivio. Quizá sólo fui feliz ése segundo en que él me llamo “mi vida, mi amor”… Quizá fue sólo la incredulidad que me provocó oírle hablar así, no acostumbra a hacerlo y ése día… todavía lo recuerdo y me estremezco.
A mi alrededor, la gente va y viene. Los niños lanzan papeles con deseos a la hoguera, los más mayores saltan por encima de las fogatas. Y yo aquí, petrificada, sin poder más que mirarte y sintiendo que tú, como acostumbras, puedes hacerme el amor con la mirada. No es la primera vez que lo hacemos, ¿verdad Pedro?
Me ha pasado media vida al lado de un hombre que no amo. No bastante con eso, insistí en permanecer a su lado a pesar de que la rutina me ahogaba, de que me sentía fría como el hielo bajo su abrazo. Sabía que sólo me sentía viva, y me estremecía, en los brazos del otro, que siempre lo fue y nunca protesto por serlo: “el otro”. Suena demasiado despectivo teniendo en cuenta lo que él ha significado.
Ahora mismo, viendo su mirada ahí, al otro lado de la hoguera, orgullosa, valiente, quizá desafiante, y a la vez tan llena de amor, me doy cuenta de cuánto desearía lanzarme a sus brazos, escapar de lo que hecho, contarle que me siento rota por dentro. Algo en lo más hondo de mi se ha hecho añicos, y desde entonces, no encuentro alivio. Quizá sólo fui feliz ése segundo en que él me llamo “mi vida, mi amor”… Quizá fue sólo la incredulidad que me provocó oírle hablar así, no acostumbra a hacerlo y ése día… todavía lo recuerdo y me estremezco.
A mi alrededor, la gente va y viene. Los niños lanzan papeles con deseos a la hoguera, los más mayores saltan por encima de las fogatas. Y yo aquí, petrificada, sin poder más que mirarte y sintiendo que tú, como acostumbras, puedes hacerme el amor con la mirada. No es la primera vez que lo hacemos, ¿verdad Pedro?
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