¡Bienvenidos!

Bienvenidos a nuestro blog de fanfics acerca de "El Internado". Aquí podréis encontrar textos en todas las categorías posibles, desde los puramente románticos a aquellos que resuelven parte de la trama, pasando por los minifics o el humor.

El blog ha sido diseñado para haceros la navegación por él lo más sencilla posible. Por ello, en la columna de la derecha podéis encontrar todos los fics disponibles, con una breve sinopsis, la categoría o categorías a la que pertenece el texto y los personajes en los que se centra, además del autor del mismo.

Debajo podéis encontrar enlaces directos a todos los capítulos de la historia, de modo que podéis leer a vuestro ritmo y sin necesidad de buscar la entrada por donde os quedasteis, ya que se puede acceder a ella directamente. Así, cuando clickeis en un capítulo, ésa entrada aparecerá justo debajo de esta cabecera que estáis leyendo.

En cuanto a las categorías, vais a encontrar un código que os dirá de qué tipo es el texto que vais a leer. Dentro de estos diferentes tipos, encontraréis:

[ROM] Estos fanfics se centran en el desarrollo de una relación amorosa y los sentimientos de los personajes.

[ANGST] Fanfics para sufrir, para pasarlo mal con nuestros personajes favoritos.

[RES] El Proyecto Géminis y Ottox están más presentes que nunca en estos fics, centrados en resolver parte de la trama.

[HUM] Fanfics para reír.

Encontraréis también los tag [WIP] O [COMPLETO]. El primero hace referencia a "Work in Progress", es decir, que el fic está en fase de publicación, mientras que los fanfics con el segundo término ya se pueden leer enteros.

CONTACTO

Si tienes alguna duda o te apetece publicar tu fanfic en este blog, sólo tienes que ponerte en contacto con nosotras a través del Blog de Marta Torné o bien a través del Blog de Raúl Fernández, en las direcciones de correo que encontraréis en las mencionadas páginas.

Blog no oficial de Marta Torné

Amistades peligrosas (Capítulo XIV)



Una puerta enorme de rejas dio paso a un camino iluminado por pequeños faroles. Era ya de noche, pero al final se podían ver las luces encendidas tras las ventanas de una casa enorme. Carlos le había dicho al taxista que anunciasen su llegada por el portero automático.

La simple mención de su nombre les había dado acceso al lugar sin explicaciones ni preguntas. No tuvieron ni que llamar al timbre. Al llegar a la puerta, un hombre con cara sonriente les estaba esperando. Su postura era relajada, una mano apoyada sobre el filo de la puerta y la otra en el bolsillo de sus dockers. Lo primero que dijo debió ser una broma, porque Carlos soltó una leve carcajada y extendió su mano para saludarle. El hombre tomó su mano y tiró de ella, acercándose a Carlos para darle un abrazo y un par de palmadas en la espalda. Cuando su mirada aterrizó en María, levantó las cejas con una mueca y dijo algo en inglés, aunque ella sólo pudo pillar “pretty lady”.

_ Dempsey, ésta es María, _ dijo Carlos asentando su mano en el arco de la espalda de ella. _ María, te presento a Leslie Dempsey.

_ Encantado de conocerla, my lady, _ dijo con un ligero acento.

Con gran delicadeza acercó sus labios a la mano de María. Carlos le dijo algo en inglés y esa vez le tocó al otro hombre soltar una carcajada.

_ No me atrevería, _ respondió con una amplia sonrisa e invitándoles a entrar con un gesto de su mano.

La casa era todavía más bonita por dentro que lo que se podía apreciar por fuera. El estilo era moderno, con líneas rectas y espacios abiertos. La simplicidad en la decoración denotaba una gran elegancia.

_ ¿Qué te trae por aquí, Almansa? _ preguntó Dempsey, su tono cordial, juguetón.

Carlos y María se sentaron en un amplio sofá de cuero. Era cómodo, agradable, y María estaba tan cansada del viaje que le empezaron a pesar los párpados. Una acogedora chimenea chisporroteaba a su lado. Dempsey se sentó en el sillón opuesto. Sus ojos azules brillaban al reflejarse la luz del fuego.

_ Es algo complicado, _ dijo Carlos. _ Necesito tu ayuda.

_ Vaya, debe tratarse de algo muy serio. El Carlos Almansa que yo conozco no solía aceptar ayuda de nadie.

Carlos se pasó la mano por la mejilla restregándose la barba, claramente incómodo. Dempsey seguramente acababa de dar en el clavo.

_ No te lo pido por mí, _ respondió Carlos con gravedad. Por primera vez desde que salieron del internado María pudo ver lo preocupado que estaba realmente. Era como si Dempsey le hubiese arrebatado ese disfraz de fingida indiferencia que llevaba como segunda piel. Existía una clara desesperación entrelazada en sus palabras. _ Estamos metidos en un buen lío.

_ Sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras, _ dijo Dempsey, su voz tranquilizadora. Su sonrisa empezó a diluirse, y habló después de un breve silencio.

_ Is she worth it?

María no pudo entenderlo, pero notó la tensión en el cuerpo de Carlos. Por el rabillo del ojo pudo ver como se mojaba los labios. Esa reacción nerviosa tan innata.

_ Yes, she is.

Recuperando ese aura tan cordial, su anfitrión se levantó del sillón.

_ Pero, ¿dónde están mis modales? No os he ofrecido nada para tomar. Podéis coger lo que queráis del bar o de la nevera. . . Tengo a Doris de vacaciones, así que hoy me toca cocinar a mí.

Carlos le dio las gracias con un leve asentimiento de cabeza. Estaba claro que su agradecimiento iba mucho más allá de la cálida muestra de hospitalidad que acababa de mostrar su amigo.

Exhaustos, siguieron a Dempsey al segundo piso. Lo único que María quería era darse una ducha caliente, comer algo y meterse en la cama. No tenía casi energía ni para subir las escaleras. Dempsey abrió una puerta y encendió la luz.

_ Hay toallas limpias dentro de la cómoda y—

Carlos murmuró algo en inglés y Demsey se dio la vuelta para mirarle con cara de confusión. Sus ojos viajaron de Carlos a María y de vuelta a Carlos.

_ Está bien, _ dijo cautelosamente. _ My lady, ésta va a ser su habitación. Siéntase como en su casa. Carlos, la tuya es esa de enfrente, _ dijo con tono indiferente, señalando con la barbilla. _Ya sabes dónde está todo.

Una vez a solas, María se sentó en la cama y miró a su alrededor. El cuarto tenía su propio baño, un escritorio y una ventana enorme, aunque no podía apreciar las vistas a esas horas de la noche. Se desnudó y entró en la ducha, dejando que el agua caliente arrastrase la tensión acumulada durante el día hasta que perdió la noción del tiempo. El cuarto de baño no tardó en convertirse en una nube de vapor.

Carlos había entrado en su habitación mientras se duchaba y había colocado su ropa limpia sobre la cama. Tuvo el detalle de incluir una de sus propias camisetas sabiendo lo mucho que le gustaba a María ponérselas para dormir. Ella no pudo frenar una sonrisilla al verla. Se puso los pantalones grises de chándal, la camiseta negra de Carlos y bajó al primer piso, siguiendo el murmullo de voces hasta la cocina.

Nunca había visto una cocina privada tan enorme. Era casi igual de grande que la del internado, pero mucho más moderna. Carlos estaba apoyado contra una mesa de madera rústica ubicada en un rincón de ventanales. Tenía una copa de vino tinto en la mano mientras hablaba con Dempsey. Se había afeitado y el golpe de la mejilla no parecía tan siniestro. Tenía el pelo mojado y el flequillo le caía revoltoso sobre los ojos. Parecía más relajado, más joven. Volvía a ser aquel Fermín despreocupado que María recordaba con afecto.

_ Espero que vengáis con apetito, _ dijo Dempsey colocando una tartera sobre la mesa.

Lo de María no era apetito, era ya un hambre voraz. No sabía muy bien lo que Dempsey había hecho de cena, pero se le estaba haciendo la boca agua sólo de olerlo.

_ ¿Os gusta el pastel de carne?

Dempsey hablaba un español perfecto. De vez en cuando se detectaba un ligero e indescriptible acento. Era la forma en que las erres se resbalaban al pronunciar ciertas palabras, o la manera que silbaban sus eses.

_ Hombre, yo me quedo con la tortilla de patata, _ respondió Carlos sentándose a la mesa con un guiño y una sonrisa sarcástica.

María por su parte podría haberse comido dos tortillas de patata y dos pasteles de esos de carne. El hambre que tenía no era normal. Se habían comido un bocata en el viaje, pero se sentía como si llevase días sin comer.

_ Bueno, Almansa. Es que no todos tenemos esa mano para la cocina que tienes tú, _ señaló Dempsey sirviéndose ensalada. _ Te habrá cocinado algo alguna vez, ¿no?

_ Sí, _ dijo María, mirando a Carlos de reojo. _ Se mete en la cocina de vez en cuando.

Para ser soltero Dempsey prestaba bastante atención a minuciosos detalles que cualquier otro hombre hubiese pasado por alto. Desde el conjunto de servilletas y mantel azul a juego hasta las copas de cristal fino sobre la mesa. María comenzó a devorar el pastel de carne y la ensalada de su plato mientras observaba el vaivén de fuentes y comida. Estaba casi desvanecida. Sólo se dio cuenta de que Carlos y Dempsey la estaban mirando con sonrisas incrédulas cuando el silencio de la mesa se le hizo extraño.

_ ¡Joder, qué saque tiene tu chica! _ dijo Dempsey con una carcajada.

Avergonzada, María se limpió la boca con la servilleta y tomó un poco de vino, sintiendo como sus mejillas se ponían al rojo vivo.

_ No te achantes, mujer, _ la animó Carlos ofreciéndola un pedazo de pan. _ Si da gusto verte comer.

Ella aceptó la oferta en silencio, bajando la mirada al plato. Odiaba ser el centro de atención.

_ Siempre has tenido muy buen gusto, Almansa, _ opinó Dempsey levantando una ceja. _ Y las agallas para conseguir lo que quieres. Se te echa de menos por la agencia. Fue una pena perderte.

_ ¿Trabajasteis juntos? _ preguntó María intrigada. Cualquier oportunidad que tuviese para averiguar más sobre el pasado de Carlos era buena.

_ Fuimos compañeros hace mucho tiempo, _ dijo Dempsey cortando su pastel cual señorito inglés. _ Carlos podría haber llegado muy lejos si hubiese querido.

María sabía que se estaba refiriendo a su trabajo con INTERPOL.

_ ¿Y qué pasó?

_ Acabé en la cárcel por gilipollas, _ respondió Carlos llevándose la copa de vino a los labios. _ Y perdí a un montón de amistades dentro y fuera de la agencia debido a ello.

_ Yo siempre estuve de tu parte, _ dijo Dempsey con una seriedad que María aún no había visto en él. _ Aunque ya sabía yo que tarde o temprano acabarías metiéndote en problemas por una mujer.

La mirada de advertencia que Carlos le envió a Dempsey no pasó desapercibida por María. Ella intentó disimular la desazón que sintió al oír el comentario, siguió comiendo casualmente como si la punzada que acababa de sentir en la boca del estómago no hubiese terminado con su apetito.

_ Eso fue hace mucho tiempo, _ dijo Carlos.

_ ¿Dónde aprendiste a hablar tan bien el español, Dempsey? _ preguntó María.

Estaba desesperada por cambiar de tema. Sabía que la mujer en cuestión era Aurora. También sabía que ella y Carlos eran sólo buenos amigos (de eso estaba convencida). Aun así, no pudo evitar sentir ese inesperado arrebato de celos tan irracional. Él había estado dispuesto a renunciar a una prestigiosa posición con INTERPOL, había puesto en juego su propia libertad por ayudarla. Estaba claro que la tal Aurora ocupaba un lugar importante en el corazón de Carlos.

_ A través de la agencia, _ contestó Dempsey. _ Debemos hablar por lo menos cinco idiomas para llegar a ser agentes. Son programas bastante intensivos _. La estaba estudiando con una sonrisa vivaracha. _ Veo que te gusta la comida inglesa. ¿Quieres más?

_ No, gracias. Está todo muy bueno, _ respondió María tímidamente. Dirigiéndose a Carlos, añadió: _ Mañana te tocará a ti cocinar algo ¿no?

La mirada de Dempsey aterrizó sobre Carlos.

_ ¿No se lo has dicho todavía?

Carlos estaba haciendo todo lo posible por evitar los ojos de María. Desconcertada, ella alternaba su mirada entre los dos hombres.

_ ¿Qué es lo que no me ha dicho?

Pero antes de que su anfitrión pudiese decir nada, Carlos se aclaró la garganta.

_ Vas a quedarte con Dempsey unos días, _ dijo masticando metódicamente.

_ Cómo que me voy a quedar, _ repitió María. _ ¿Y tú?

_ Yo salgo mañana. Regresaré en un par de días.

_ Pero—

_ María, _ interrumpió Carlos con voz tajante. _ Aquí estarás a salvo ¿vale? Te prometo volver lo antes posible.

María no podía creer lo que estaba oyendo. ¿A eso era a lo que habían venido? ¿Para soltarla aquí? ¿De verdad pretendía dejarla sola en una casa extraña, en un país extraño, mientras él se iba dios sabe dónde?

_ Pero, ¿Qué vas a hacer tú? _ El hambre que la había poseído hacía apenas veinte minutos se convirtió en nausea. _ Y si te ocurriese algo, ¿entonces qué?

Carlos no dijo nada. Dempsey se levantó discretamente de la mesa y llevó los platos al fregadero.

_ Bueno, yo os dejo para que podáis hablar tranquilos, _ dijo señalando la salida con el pulgar.

_ No, Dempsey, _ dijo María poniéndose de pie. _ Al parecer no hay nada más que hablar, _ y dirigiéndose a Carlos, añadió con desdén: _ ¿Verdad?

Se dejó caer en la cama nada mas entrar en la habitación. Una vacía impotencia la carcomía. ¿Cómo pudo haberse complicado su vida de semejante manera? María echaba de menos a Iván, al internado, a esa vida que por muy complicada que pareciese hace unos meses habían sido los días más felices de su vida. Por mucho que intentase culpar a Carlos de todo, la mera realidad es que la culpa caía solamente sobre ella. Por su cabezonería. Por su ingenuidad. Y por haberse cegado a sus constantes advertencias.

No llevaba en la habitación ni cinco minutos cuando alguien llamó a la puerta.

_ ¿María?

Carlos.

_ María, ¿puedo pasar?

Antes de que ella pudiese responder, la puerta se deslizó lentamente derramando la luz del pasillo en la oscuridad del cuarto. Aun así, María no se inmutó. Siguió acostada boca abajo, haciendo caso omiso de su presencia. Sólo sintió su presencia junto a ella cuando el colchón se hundió ligeramente bajo su peso.

_ ¿Estas enfadada conmigo? _ preguntó en voz baja.

María no se dignó a contestar. Su lenguaje corporal lo decía todo. Ese era el único castigo que podía otorgarle. Por el momento tendría que conformarse con su silencio.

_ Sabes que lo hago por tu bien.

Su tono era apacible, íntimo. Comenzó a acariciar la cadera de María con ternura.

_ Lo sabes, ¿verdad?

El rencor de María comenzaba a desmoronarse. Nunca había conseguido enfadarse con él durante mucho tiempo. Siempre sabía qué decir, cómo tratarla para fulminar sus defensas.

_ ¿Por qué no me lo dijiste antes? _ preguntó ella tras una larga pausa. _ ¿Qué ibas a hacer? ¿Irte mañana por la mañana sin decirme nada?

_ No, claro que no.

_ ¿Entonces a qué estabas esperando?

_ No lo sé, _ respondió él con un largo suspiro. _ Tienes razón, debería habértelo dicho antes. Perdóname.

_ Sigues ocultándome cosas, Fermín, _ dijo María dándose la vuelta y mirándole a los ojos. La mano de Carlos se deslizó al compás de su súbito movimiento, aterrizando en el valle de su cintura. _ ¿Es que todavía no confías en mí?

_ No es eso, _ susurró Carlos escalando las curvas de su cuerpo con delicados dedos. _ No quiero preocuparte.

María se incorporó, sintió la violenta necesidad de abrazarle.

_ Prométeme que vas a volver, _ suplicó con lágrimas en los ojos. _ Prométeme que no te va a pasar nada.

Carlos la abrazó con fuerza. Era obvio que no quería romper lo que podría convertirse en su última promesa. Permanecieron abrazados en silencio hasta que el cansancio terminó apoderándose de María. Se quedó dormida en sus brazos.

Esa noche su sueño fue demasiado profundo para que esas pesadillas que la iban persiguiendo pudiesen dar con ella. Cuando se despertó a la mañana siguiente lo hizo con el estómago revuelto. Eran ya pasadas las nueve y media cuando llegó a la cocina en vaqueros y camiseta. Demsey había hecho café y estaba friendo unos huevos con beicon. El olor de la comida golpeó a María de lleno provocándola una fuerte ola de nausea.

_ ¡Buenos días, my lady!

_ ¿Y Fermín? _ preguntó María, intentando no vomitar.

Dempsey frunció el ceño. _ ¿Quién?

_ Carlos, _ dijo ella dejándose caer sobre una de las sillas. _ ¿Se ha marchado ya?

_ Salió temprano, todavía era de noche. Oye, ¿estás bien? _ Preocupado, Dempsey se arrodilló frente a ella. _ Tienes mala cara.


* * * * *

Dempsey tenía instrucciones estrictas de no dejar salir a María de la casa, de no perderla de vista. Pero ella se las había apañado para engatusarle con la excusa de que necesitaba “productos femeninos”. No necesitó decir mucho más para que Dempsey la llevase a la farmacia más cercana. Y aunque María de alguna forma intuía la respuesta, aun necesitaba una prueba sólida para eliminar toda duda.

Sentada al filo de la bañera, observaba perpleja esas dos líneas rosas tan inconfundibles. Esas dos mismas líneas que habían cambiado su vida para siempre a los trece años.

No hay comentarios:

AFILIADOS

Natalia Millán Fans - NMF Image and video hosting by TinyPic

Nuestro Botón