Ya a la noche. Héctor se encontraba dibujando con lápiz en un cuaderno. Desde pequeño le había gustado dibujar y, fuera de ser modestos, se le daba muy bien. Llamaron a la puerta. Héctor miró su carísimo reloj, eran pasadas las 11. “¿Quién será?” Se preguntó.
- Adelante- invitó a entrar.
- Buenas noches Héctor- María saludó asomando la cabecita tras la puerta- ¿ puedo pasar?
- Sí,como no, adelante, María. ¿sucede algo?
- No, nada, quería pasar a darte las buenas noches. ¿ Me puedo sentar?- dijo señalando la cama de Héctor.
-Si, claro.
María vestía un blanco camisón de raso de tirantes muy finos. Su melena suelta y despeinada.
- ¿qué tal el día, Héctor?- comenzó María.
- Bien. Sin novedades.. la verdad es que me sorprende que vengas a visitarme.
- ¿Una amiga no puede visitar a un amigo?- dijo acariciando la mano de Héctor apoyada en la cama.
- Si, claro que sí. Pero sabes que mis sentimientos no son de amigo.
- Lo sé, quizá los míos tampoco lo sean.
Héctor tembló. Tanta valentía esos días, dominando el terreno y ahora se sentía un pequeño corderito. María parecía ser una leona, atrevida. Eso le gustaba. Ardía en deseos. La tenía allí, en su cama, con un minúsculo vestido de raso que le hacían marcar su cuerpo desnudo debajo.
- Estás con Fermín y seguro que ahora anda buscándote.
- Fermín está en su habitación haciendo a saber el qué. No creo que me eche de menos en una hora- dijo tumbándose en el otro lado de la cama. Se sentía más bella que nunca. Seductora. Héctor se había hecho el indiferente el día anterior después de haberla provocado constantemente, era el momento de devolverle “el favor”. Pero algo le hizo fijar su mirada. Era un blog. Había una mujer dibujada. Era ella. “¿Héctor dibuja?” pensó- ¿ qué es eso?- dijo señalando el blog.
- Es un blog.
- Sí, ya –rió- no sabía que dibujaras... y muy bien, por cierto- dijo observando el dibujo- ¿soy yo verdad?
- Sí- dijo sonrojado- no pretendía que lo vieras.
- ¿Por qué no? Es precioso, muchísimas gracias.
- La preciosa eres tú. Eres mi musa, como puedes comprobar.
María no encontró respuesta. Solo le sonrió.
-Si quieres, te lo regalo.
-¡¡¡Sí!!!, muchas gracias.
- No, no, espera, te lo dedicaré- “ Para la musa de mis sueños, mi inspiración”
- Muchas gracias, de verdad, Héctor, me hace muchísima ilusión
Héctor se tumbó junto a María. Frente a frente. Apoyados ambos en sus manos, mirándose como dos adolescentes enamorados. Sin declararse, pero sabiendo, ambos, lo que sentían y sin atrevimiento para demostrarlo. Como la noche en la cocina, comenzaron a hablar. Las horas iban pasando sin darse cuenta. Ni tan solo el cansancio de toda la semana podía hacerles rendirse. Mientras María le explicaba cómo había sido su día de faena esquivando a Jacinta, él la escuchaba con toda su atención prestada a sus labios. Sí, loco de deseo una vez más. La tenía ahí, a pocos centímetros de él, en su cama, hablándole como si no hubiera pasado nada entre ellos, como si el tiempo no hubiera pasado, como si no fueran profesor y empleada, como si no estuvieran en un internado rodeados de gente. “Ayúdame Freud, ¿será que el chaleco de fuerza aún sigue atando mi cordura?. Pensaba que alguien como ella solo podía existir en mi mente y nada más. ¿Sigo cuerdo o estoy totalmente loco?.”
María seguía hablando. Héctor la miraba muy atento. Se sentía muy a gusto, en una cama y una habitación muy acogedora. Héctor hacía todos los momentos acogedores, el mundo se paraba. Ellos viajaban a través del espacio a un mundo donde no existían más que ellos dos, nadie más.“Héctor, ¿por qué hablamos? ¿Por qué hablamos y no usamos ese tiempo en darnos besos? Dedicar este tiempo en pintarnos con las manos las caricias que queremos. Pero solo hablamos, de lo tuyo y de lo mío, del pasado y del presente y, mientras tanto, muere otro minuto. Tu me quieres y yo te quiero pero somos más idiotas que sensatos.” Héctor había conseguido despertarle de nuevo ese amor que tenía enterrado en su memoria.
- ¡Es muy tarde! Debo irme que sinó Fermín…
- “Maldita sea Fermín” pensó-Es verdad, es muy tarde, cómo pasa el tiempo cuando se está a gusto, ¿cierto?
- Sí, muchas gracias por la velada- y le dio un insinuante beso en la comisura del labio.- Buenas noches Héctor dijo separándose muy lentamente y con voz susurrante y sensual.
- Buenas noches, María, que descanses.
María abrió sigilosamente la puerta de la habitación de Fermín. La luz estaba ya apagada así que debería de estar durmiendo. Entró de cuclillas con mucho apuro de no hacer ruido y poco a poco se introdujo en la cama de su chico.
- Adelante- invitó a entrar.
- Buenas noches Héctor- María saludó asomando la cabecita tras la puerta- ¿ puedo pasar?
- Sí,como no, adelante, María. ¿sucede algo?
- No, nada, quería pasar a darte las buenas noches. ¿ Me puedo sentar?- dijo señalando la cama de Héctor.
-Si, claro.
María vestía un blanco camisón de raso de tirantes muy finos. Su melena suelta y despeinada.
- ¿qué tal el día, Héctor?- comenzó María.
- Bien. Sin novedades.. la verdad es que me sorprende que vengas a visitarme.
- ¿Una amiga no puede visitar a un amigo?- dijo acariciando la mano de Héctor apoyada en la cama.
- Si, claro que sí. Pero sabes que mis sentimientos no son de amigo.
- Lo sé, quizá los míos tampoco lo sean.
Héctor tembló. Tanta valentía esos días, dominando el terreno y ahora se sentía un pequeño corderito. María parecía ser una leona, atrevida. Eso le gustaba. Ardía en deseos. La tenía allí, en su cama, con un minúsculo vestido de raso que le hacían marcar su cuerpo desnudo debajo.
- Estás con Fermín y seguro que ahora anda buscándote.
- Fermín está en su habitación haciendo a saber el qué. No creo que me eche de menos en una hora- dijo tumbándose en el otro lado de la cama. Se sentía más bella que nunca. Seductora. Héctor se había hecho el indiferente el día anterior después de haberla provocado constantemente, era el momento de devolverle “el favor”. Pero algo le hizo fijar su mirada. Era un blog. Había una mujer dibujada. Era ella. “¿Héctor dibuja?” pensó- ¿ qué es eso?- dijo señalando el blog.
- Es un blog.
- Sí, ya –rió- no sabía que dibujaras... y muy bien, por cierto- dijo observando el dibujo- ¿soy yo verdad?
- Sí- dijo sonrojado- no pretendía que lo vieras.
- ¿Por qué no? Es precioso, muchísimas gracias.
- La preciosa eres tú. Eres mi musa, como puedes comprobar.
María no encontró respuesta. Solo le sonrió.
-Si quieres, te lo regalo.
-¡¡¡Sí!!!, muchas gracias.
- No, no, espera, te lo dedicaré- “ Para la musa de mis sueños, mi inspiración”
- Muchas gracias, de verdad, Héctor, me hace muchísima ilusión
Héctor se tumbó junto a María. Frente a frente. Apoyados ambos en sus manos, mirándose como dos adolescentes enamorados. Sin declararse, pero sabiendo, ambos, lo que sentían y sin atrevimiento para demostrarlo. Como la noche en la cocina, comenzaron a hablar. Las horas iban pasando sin darse cuenta. Ni tan solo el cansancio de toda la semana podía hacerles rendirse. Mientras María le explicaba cómo había sido su día de faena esquivando a Jacinta, él la escuchaba con toda su atención prestada a sus labios. Sí, loco de deseo una vez más. La tenía ahí, a pocos centímetros de él, en su cama, hablándole como si no hubiera pasado nada entre ellos, como si el tiempo no hubiera pasado, como si no fueran profesor y empleada, como si no estuvieran en un internado rodeados de gente. “Ayúdame Freud, ¿será que el chaleco de fuerza aún sigue atando mi cordura?. Pensaba que alguien como ella solo podía existir en mi mente y nada más. ¿Sigo cuerdo o estoy totalmente loco?.”
María seguía hablando. Héctor la miraba muy atento. Se sentía muy a gusto, en una cama y una habitación muy acogedora. Héctor hacía todos los momentos acogedores, el mundo se paraba. Ellos viajaban a través del espacio a un mundo donde no existían más que ellos dos, nadie más.“Héctor, ¿por qué hablamos? ¿Por qué hablamos y no usamos ese tiempo en darnos besos? Dedicar este tiempo en pintarnos con las manos las caricias que queremos. Pero solo hablamos, de lo tuyo y de lo mío, del pasado y del presente y, mientras tanto, muere otro minuto. Tu me quieres y yo te quiero pero somos más idiotas que sensatos.” Héctor había conseguido despertarle de nuevo ese amor que tenía enterrado en su memoria.
- ¡Es muy tarde! Debo irme que sinó Fermín…
- “Maldita sea Fermín” pensó-Es verdad, es muy tarde, cómo pasa el tiempo cuando se está a gusto, ¿cierto?
- Sí, muchas gracias por la velada- y le dio un insinuante beso en la comisura del labio.- Buenas noches Héctor dijo separándose muy lentamente y con voz susurrante y sensual.
- Buenas noches, María, que descanses.
María abrió sigilosamente la puerta de la habitación de Fermín. La luz estaba ya apagada así que debería de estar durmiendo. Entró de cuclillas con mucho apuro de no hacer ruido y poco a poco se introdujo en la cama de su chico.
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