Parapetado en un ángulo entre el tabique y la cortina que daba a la recepción David esperaba sin dejar desmayar sus extremidades. La pistola que continuaba empuñando era una extensión más allá de su organismo. Reflejado por su peligro Joaquín había recibido con agrado que el reclamo llegase de la zona de servicio.
- Pase. Mi prometida le está esperando. – dijo con voz suave.
Algo iba mal. Él nunca sería tan considerado. David torció sin descuidar la vista a la ranura entre los goznes. Su espíritu se rindió al localizar a Sara allí. Zarandeó la pistola en la dirección de Joaquín silenciosamente para que la alejase de allí.
- ¡He dicho que entre!- le llevó la contraria.
- Sí, es que he traído unos platos que la señorita Alicia me…- Al pasar y ver lo que mantenía el escondido y de quien se trataba, Sara dejó escaparlos y yacieron hechos añicos a sus pies. El duro trabajo se había perdido en polvo desperdigado. Dirigió a David un gesto de aflicción porque habían sido realizados por ella minuciosamente con su propia voluntad durante semanas. Él creyó deshacerse por dentro, y Joaquín lo aprovechó propinándole un sonoro puñetazo en el estómago que le hizo desestabilizarse.
Lo que no se esperaba este último es que una fuerza descomunal le agarrase del cabello hacia atrás.
- ¡Suéltele!- chillaba Sara conteniéndole mientras David tanteaba para recuperar el artefacto con tan mala fortuna que una bala escapó de ella al haber perdido en el forcejeo el seguro agujereando la pared a tan solo unos centímetros de Sara.
Más adentro los pasos precipitados se escuchaban al tener la única salida de la mansión taponada por los otros tres individuos enzarzados.
- ¡Ya viene la policía! ¡Ya llega!- se oía gritar a Alicia Campos entre el nerviosismo reinante. Sara, mientras, sollozaba asustada por el impacto teniendo los brazos de Fernández rodeados a ella.- ¡Déjala en paz!- chillaba fuera de si David de nuevo preparado sin creer la desgracia que había estado a punto de cometer- ¡¿Yo?!- se burló Joaquín.- ¡¿Quién es el peligro aquí?!
- ¡Te descerrajaré si no la sueltas!
- Ella no me interesa, eres tú. ¡Asesino! Me tienes harto. Pero pagarás por ello, toda la vida en la cárcel y si no ya me ocuparé yo.
- ¡¡Que la dejes!!¡¡He dicho que la liberes!!¡¡Esto es entre tú y yo!! ¿Qué eres tú entonces?- Decía alejando el cañón de ella siempre que Joaquín se exigía en enfocarla a él.
- ¡No, no, no! Has venido a mi casa, a por mi prometida. Esto es lo que más te importa, ¿no?- dijo mirando a Sara.- Una carta por la otra. Pero voy a darte todo tu rencor devuelto, esto no ha terminado aquí después de que la justicia se haga cargo de ti. No te entra en la cabeza no querer rematarme, pues ya ajustaremos cuentas. Pero toma tu primer regalo, a ver como reacciona ella.- y lanzó a Sara a sus brazos a la vez que el sonido de la autoridad empezaba a hacer presencia en una manzana vecina. Al contacto del cuerpo de él Sara lo rehuyó comenzando a correr saliendo de allí y pisoteando sus propios trabajos seguida de David a duras penas por su cojera mientras Joaquín daba unas palmadas reuniendo a la gente y calmándola. Ese sería el penúltimo enfrentamiento de uno y otro.
- ¡¡Sara!!¡¡Sara!!¡¡Sara!!- gritaba él.
Se la encontró en medio del camino con la actitud más furibunda que nunca le conocería.
- ¿Qué haces? Yo no te haría daño. No sabía como manejar esto. Te tenía cogida y tenía miedo a perderte.- se explicaba David.
- Yo no… yo no esta…ría segura de nada. No te vuelvas a acercar a mí, por favor.- dijo ella sin saber que su hijo pronunciaría exactamente lo mismo muchos años después. La diferencia es que a ella le hicieron caso.
Cuando por fin los guardias llegaron David no opuso ninguna resistencia enfrentado al horizonte como si le fuese a devolver lo que había perdido. Su bien más preciado, su razón de ser, había desaparecido.
- Pase. Mi prometida le está esperando. – dijo con voz suave.
Algo iba mal. Él nunca sería tan considerado. David torció sin descuidar la vista a la ranura entre los goznes. Su espíritu se rindió al localizar a Sara allí. Zarandeó la pistola en la dirección de Joaquín silenciosamente para que la alejase de allí.
- ¡He dicho que entre!- le llevó la contraria.
- Sí, es que he traído unos platos que la señorita Alicia me…- Al pasar y ver lo que mantenía el escondido y de quien se trataba, Sara dejó escaparlos y yacieron hechos añicos a sus pies. El duro trabajo se había perdido en polvo desperdigado. Dirigió a David un gesto de aflicción porque habían sido realizados por ella minuciosamente con su propia voluntad durante semanas. Él creyó deshacerse por dentro, y Joaquín lo aprovechó propinándole un sonoro puñetazo en el estómago que le hizo desestabilizarse.
Lo que no se esperaba este último es que una fuerza descomunal le agarrase del cabello hacia atrás.
- ¡Suéltele!- chillaba Sara conteniéndole mientras David tanteaba para recuperar el artefacto con tan mala fortuna que una bala escapó de ella al haber perdido en el forcejeo el seguro agujereando la pared a tan solo unos centímetros de Sara.
Más adentro los pasos precipitados se escuchaban al tener la única salida de la mansión taponada por los otros tres individuos enzarzados.
- ¡Ya viene la policía! ¡Ya llega!- se oía gritar a Alicia Campos entre el nerviosismo reinante. Sara, mientras, sollozaba asustada por el impacto teniendo los brazos de Fernández rodeados a ella.- ¡Déjala en paz!- chillaba fuera de si David de nuevo preparado sin creer la desgracia que había estado a punto de cometer- ¡¿Yo?!- se burló Joaquín.- ¡¿Quién es el peligro aquí?!
- ¡Te descerrajaré si no la sueltas!
- Ella no me interesa, eres tú. ¡Asesino! Me tienes harto. Pero pagarás por ello, toda la vida en la cárcel y si no ya me ocuparé yo.
- ¡¡Que la dejes!!¡¡He dicho que la liberes!!¡¡Esto es entre tú y yo!! ¿Qué eres tú entonces?- Decía alejando el cañón de ella siempre que Joaquín se exigía en enfocarla a él.
- ¡No, no, no! Has venido a mi casa, a por mi prometida. Esto es lo que más te importa, ¿no?- dijo mirando a Sara.- Una carta por la otra. Pero voy a darte todo tu rencor devuelto, esto no ha terminado aquí después de que la justicia se haga cargo de ti. No te entra en la cabeza no querer rematarme, pues ya ajustaremos cuentas. Pero toma tu primer regalo, a ver como reacciona ella.- y lanzó a Sara a sus brazos a la vez que el sonido de la autoridad empezaba a hacer presencia en una manzana vecina. Al contacto del cuerpo de él Sara lo rehuyó comenzando a correr saliendo de allí y pisoteando sus propios trabajos seguida de David a duras penas por su cojera mientras Joaquín daba unas palmadas reuniendo a la gente y calmándola. Ese sería el penúltimo enfrentamiento de uno y otro.
- ¡¡Sara!!¡¡Sara!!¡¡Sara!!- gritaba él.
Se la encontró en medio del camino con la actitud más furibunda que nunca le conocería.
- ¿Qué haces? Yo no te haría daño. No sabía como manejar esto. Te tenía cogida y tenía miedo a perderte.- se explicaba David.
- Yo no… yo no esta…ría segura de nada. No te vuelvas a acercar a mí, por favor.- dijo ella sin saber que su hijo pronunciaría exactamente lo mismo muchos años después. La diferencia es que a ella le hicieron caso.
Cuando por fin los guardias llegaron David no opuso ninguna resistencia enfrentado al horizonte como si le fuese a devolver lo que había perdido. Su bien más preciado, su razón de ser, había desaparecido.
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