¡Bienvenidos!

Bienvenidos a nuestro blog de fanfics acerca de "El Internado". Aquí podréis encontrar textos en todas las categorías posibles, desde los puramente románticos a aquellos que resuelven parte de la trama, pasando por los minifics o el humor.

El blog ha sido diseñado para haceros la navegación por él lo más sencilla posible. Por ello, en la columna de la derecha podéis encontrar todos los fics disponibles, con una breve sinopsis, la categoría o categorías a la que pertenece el texto y los personajes en los que se centra, además del autor del mismo.

Debajo podéis encontrar enlaces directos a todos los capítulos de la historia, de modo que podéis leer a vuestro ritmo y sin necesidad de buscar la entrada por donde os quedasteis, ya que se puede acceder a ella directamente. Así, cuando clickeis en un capítulo, ésa entrada aparecerá justo debajo de esta cabecera que estáis leyendo.

En cuanto a las categorías, vais a encontrar un código que os dirá de qué tipo es el texto que vais a leer. Dentro de estos diferentes tipos, encontraréis:

[ROM] Estos fanfics se centran en el desarrollo de una relación amorosa y los sentimientos de los personajes.

[ANGST] Fanfics para sufrir, para pasarlo mal con nuestros personajes favoritos.

[RES] El Proyecto Géminis y Ottox están más presentes que nunca en estos fics, centrados en resolver parte de la trama.

[HUM] Fanfics para reír.

Encontraréis también los tag [WIP] O [COMPLETO]. El primero hace referencia a "Work in Progress", es decir, que el fic está en fase de publicación, mientras que los fanfics con el segundo término ya se pueden leer enteros.

CONTACTO

Si tienes alguna duda o te apetece publicar tu fanfic en este blog, sólo tienes que ponerte en contacto con nosotras a través del Blog de Marta Torné o bien a través del Blog de Raúl Fernández, en las direcciones de correo que encontraréis en las mencionadas páginas.

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Un amor inesperado. Capítulo IV.

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El Internado a esas horas estaba desierto, en silencio, los pasillos parecían aún más largos, apenas había luces encendidas, de no ser porque Héctor agarraba con fuerza mi mano, estaría temblando de miedo.
Entonces escuchamos unos pasos acercarse, luego el tarareo de una melodía, “ayayayay ayay amor ay mi morena de mi corazón”, Héctor ya había conocido la voz, nos apartamos del pasillo, y puso su dedo en los labios, indicándome que estuviera callada. La verdad es que debíamos ser discretos. Entonces vimos a Pedro, seguía cantando, iba borracho, últimamente no era de extrañar verlo así, se estaba destrozando, dando traspiés logró llegar a su habitación y cerró la puerta de un portazo.

-“Sigamos”- dijo Héctor sin soltar mi mano, y continuamos hasta llegar a la puerta de su habitación, me invitó a que pasara y eso hice, él me siguió y cerró la puerta.
Me senté en su cama, él soltó el vino y las copas en la mesilla de noche y se sentó a mi lado. Empezó a hablar, yo le escuchaba con completa atención, ensimismada en su voz, sus cálidas palabras, sus labios, su boca:
-María ya te advertí que esto es muy difícil de creer, y que era un gran peso en mi corazón. Una vez dicho esto comienzo contándote que no me llamo Héctor en realidad, me llamo Samuel Espí.

En esos momentos, sabía que todo lo que me diría era cierto, su aspecto era tenso y serio, sino fuera porque esas palabras salieron de sus labios, me hubiera echado a reír, pensando en que todo era una broma. Tan sólo me limité a escucharle y asentir con la cabeza.

-Hace mucho tiempo, yo era un alumno, aquí había un orfanato, mi hermana y yo estábamos internos aquí, todo iba bien la verdad es que estando cerca de mi hermana Irene, y mi grupo de amigos, no quería nada más. Pero un día, mis amigos y yo encontremos algo debajo del orfanato, eran unos pasadizos, cuya entrada estaba en el bosque, así que nos decidimos a bajar y ver que había allí. Tan sólo éramos seis críos curiosos, con ganas de aventuras. Nos metimos en esos extraños pasadizos y de repente dos hombres con pasamontañas nos atraparon, yo logré escapar y Jacinta me ayudó a huir, aquí corría peligro. Me separé de mi hermana, y me adoptaron, como estaba en peligro cambié mi identidad, desde ese día me llame Héctor De la Vega, nombre de uno de mis amigos desaparecidos.

-Desde entonces hasta ahora, he estado buscando a mi hermana, María más de treinta años, buscándola y cuando la encuentro, tiene un accidente en un barco y muere.
Una lágrima salió de sus dulces ojos, acaricié su rostro con mi mano, secando su lágrima, y mirándole directamente a los ojos.
-Pero entonces, ¿tú hermana es?-dije.
-Sí, María sí, mi hermana es la madre de Marcos y Paula.
-Entonces, Marcos y Paula son ¡tus sobrinos!-exclamé.
-Exacto, ellos son la única familia que me queda en este mundo.
-Ahora te entiendo perfectamente, entiendo como miras a Paula, lo mal que lo pasaste cuando Marcos fue al Hospital, tu dolor desconsolado tras el entierro de tu hermana.

Era tanta información, que mi mente aún tenía que procesarla, ahora me ponía en el lugar de Héctor, y sentía parte de su dolor como mío. Se levantó de mi lado y cogió la botella de vino, la abrió y sirvió las dos copas diciéndome: “Esta noche he compartido contigo mi pasado, ahora quisiera compartir contigo esta copa de vino”. Se acercó a mí ofreciéndome la copa, la cogí y se volvió a sentar a mí lado.
Continuamos charlando hasta bien entrada la madrugada, ahora me daba cuenta de que teníamos más cosas en común, él luchaba por sus sobrinos sin ellos saber su existencia, y yo lo hacía por mi hijo. Cuando miré el reloj y vi que eran las tres de la mañana, le miré, su rostro había cambiado, estaba aliviado, liberado y una sonrisa emanaba de su boca:

-Héctor, mañana hay que madrugar- le dije, cortando el tema que ahora estábamos debatiendo, Pedro.
-Es cierto, la verdad es que contigo las horas parecen segundos.

Su mano acarició la mía, tan sólo quería recoger la copa, pero ese movimiento involuntario, hizo que mi corazón se acelerara. Me levanté de la cama deseando que mis piernas no empezaran a temblar, era extraño, hacía mucho tiempo que no me pasaba eso con un hombre, sólo había sido una caricia, una leve caricia.

-Bueno Héctor, ha sido un placer, pasar este rato contigo- le dije acercándome a la puerta.
-Gracias por escucharme María. Espero que tengamos más conversaciones así de vez en cuando, siempre es bueno tener una buena amiga dentro de este Internado- contestó Héctor.

Asentí una vez más con la cabeza, y salí de la habitación sin hacer ruido, me dirigía a la habitación de Fermín, quería comprobar algo. En mi cabeza resonaban esas últimas palabras, “amiga”, quizás Héctor ya se había cansado de luchar por mí. Además era yo la que estaba con otro hombre, así que sí, seríamos amigos, ¿porque no?
Llegué a la puerta de la habitación de Fermín casi siempre la tenía cerrada, pero yo tenía llave, así que la abrí, mi sorpresa fue que no había nadie en ella, ¿dónde estaría Fermín?, era ya muy tarde, me acerqué a su cama y pude ver unos extraños mapas encima de ella, en uno de ellos había una zeta subrayada, ¿pero de donde provenían esos mapas?, ¿qué me ocultaba Fermín?, me asomé a la ventana, con la esperanza de verle llegar, y entonces le vi corriendo con la misma mochila, saltó la verja de una forma impresionante y se acercó a la entrada.

No podía quedarme allí parada, así que salí corriendo de su habitación y me escondí, desde donde estaba le vería entrar a la habitación, pero él no me vería a mí. Llegó tal y como se fue, con largos pasos, con prisa, pero esta vez estaba lleno de tierra, despeinado y sucio, entro sigilosamente en su habitación mirando a ambos lados y cerró lentamente la puerta.

Salí de mi escondite y casi de puntillas me fui a mi habitación, ese día ya había tenido suficiente, tenía ganas de meterme en la cama y reflexionar sobre todo lo que me había pasado, horas antes mi curiosidad era por Héctor, pero ahora me centraba en Fermín. Me dormí pensando de nuevo en esa furtiva caricia, que para él sólo fue un gesto, pero que en mí despertó nuevas y hermosas sensaciones.

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