Dicen que el mar no conoce más quietud que la que existe en el momento previo a una gran tormenta. Así era aquella paz tranquila, arrasadora, con curiosos escondidos señalando con el índice desde la seguridad de su posición no culpable mientras David Almansa se arrastraba literalmente sintiendo una punzada en la rodilla a cada paso que daba.
Francisca se había dado de baja voluntariamente, así que al entrar en el piso no solo la humedad del abandono se apoderó de la nariz de David. Allí había alguien más. No llevaba pistola encima, ni ninguna protección; era hombre muerto. La mano del intruso le apretó el índice, el medio y el anular al ir a tocar el interruptor y sabiendo que tenía forma femenina supo a la perfección quien era. No estaba preparado para aquello, ya que al saber de él todo el mundo había renunciado a seguir a su lado, así que giró el cuerpo rápidamente encendiendo la luz, con el inconveniente de olvidar momentáneamente su handicap a la vez que la claridad se hacía en la habitación habiendo de apoyar su espalda en la puerta mientras el padecimiento le recorría todo su ser en forma de aguijones por falta de sueño, por la herida, por estar hambriento, dolido y por qué no enamorado.
Por eso al confrontar a Sara enfrente, se sintió el hombre más desafortunado del mundo al no estar en condiciones de dialogar, ni quizás de nada más.
- Quiero que me digas algo bonito ahora.- soltó por sorpresa ella.
- ¿Cómo?... Digo… Ay, dios mío. ¿No crees que es un mal momento?
Sara se levantó llena de furia y cogió con firmeza la mandíbula de David sin ni siquiera percibir todavía la herida de su pierna. Sara se preparó para un desafío pero solo se encontró con el muro de su dulzura escupida de una, impregnada en cada marca de su rostro, sabiendo David que ella era su espejo. Él frenó para no dejar de salir el torrente que dormía peligrosamente en sus entrañas, no fuera a ser que el envite la acobardara. Ella que estaba cansada de llevar en la mochila la fuerza que necesitara sola, subiendo y bajando y siendo el bastón guía en todas sus empresas, no estaba dispuesta a abandonar en esta por cabezonería y por darle explicación a la sinrazón de algo bello no identificable que le había arrastrado. Quizás su definición fuese amor.
- Asesino y mentiroso. Vaya joya. Solo estaba tonteando, ¿qué frase es esa? Y yo creyendo ser la dueña de aquellos fuegos esa noche.
David torció la cara sorprendido sonriendo. Buena memoria. Era el momento de enterrar para siempre la pasión o de dejarse empujar por ella. Y lo cierto es que él siempre había sido de los segundos, aunque la caída fuese el doble de gorda.
- ¡Mis palabras no mintieron! ¡Ni mis labios lo hicieron! ¡Ni mis ojos! Esto es lo que soy. Esto es lo que hay. Esto es lo que siento por ti – En un instante de delicadeza estuvo a punto de tambalearse milagrosamente sin descubrir su estado.- Solo disimular, pero creo que lo hice bastante mal, porque lo cazaste al vuelo.
Sara de una se dio cuenta que le rodeaba la cintura con los brazos, y así lo soltó no fuera a derribar su última muralla para sucumbir, cayendo él como un saco de patatas al parqué. Entonces la realidad en forma de grito doloroso la sorprendió.
- Solo había venido a darte…- dijo apresuradamente. Quería marcharse de allí antes de que él la condenase para bien en su mismo tren. Pero ya había fracasado. De arriba abajo David ya sabía que estaba perdida por lo que sentía y que el causante de ello era él. Solo hizo falta que se lo confirmara.
- ¿Por qué cuando una menos cree que va a ser conquistada ese hombre se convierte en “él”? En ti.
David sacó la potencia de dentro, en un último esfuerzo no calculado, porque vino sin pensar ser dado y solo le había sucedido con quien tenía que sucederle y en el momento que tenía que pasarle, por ella, que había tocado hablando las teclas adecuadas. Creyendo Sara que lo que iba a recibir era brusquedad se convirtió en dulzura no antes probada al chocar con él. ¿Quiénes eran para negar lo que nacía a pesar de sus vidas? No existía nada alrededor que no fuese ellos confirmándose en contemplaciones, roces, hasta que un pequeño punto brilló en la penumbra recuperada y David vio la joya de su familia. A pesar de la confesión que ella le había hecho en aquel tipo de cárcel, fue como si no se lo esperara allí, y al notar su pequeña pausa contraatacó con fiereza siendo respondido con la misma pasión reafirmando ella por su mirada lo que había sucedido. El vendaval de sus sentidos ya no se pudo parar.
Francisca se había dado de baja voluntariamente, así que al entrar en el piso no solo la humedad del abandono se apoderó de la nariz de David. Allí había alguien más. No llevaba pistola encima, ni ninguna protección; era hombre muerto. La mano del intruso le apretó el índice, el medio y el anular al ir a tocar el interruptor y sabiendo que tenía forma femenina supo a la perfección quien era. No estaba preparado para aquello, ya que al saber de él todo el mundo había renunciado a seguir a su lado, así que giró el cuerpo rápidamente encendiendo la luz, con el inconveniente de olvidar momentáneamente su handicap a la vez que la claridad se hacía en la habitación habiendo de apoyar su espalda en la puerta mientras el padecimiento le recorría todo su ser en forma de aguijones por falta de sueño, por la herida, por estar hambriento, dolido y por qué no enamorado.
Por eso al confrontar a Sara enfrente, se sintió el hombre más desafortunado del mundo al no estar en condiciones de dialogar, ni quizás de nada más.
- Quiero que me digas algo bonito ahora.- soltó por sorpresa ella.
- ¿Cómo?... Digo… Ay, dios mío. ¿No crees que es un mal momento?
Sara se levantó llena de furia y cogió con firmeza la mandíbula de David sin ni siquiera percibir todavía la herida de su pierna. Sara se preparó para un desafío pero solo se encontró con el muro de su dulzura escupida de una, impregnada en cada marca de su rostro, sabiendo David que ella era su espejo. Él frenó para no dejar de salir el torrente que dormía peligrosamente en sus entrañas, no fuera a ser que el envite la acobardara. Ella que estaba cansada de llevar en la mochila la fuerza que necesitara sola, subiendo y bajando y siendo el bastón guía en todas sus empresas, no estaba dispuesta a abandonar en esta por cabezonería y por darle explicación a la sinrazón de algo bello no identificable que le había arrastrado. Quizás su definición fuese amor.
- Asesino y mentiroso. Vaya joya. Solo estaba tonteando, ¿qué frase es esa? Y yo creyendo ser la dueña de aquellos fuegos esa noche.
David torció la cara sorprendido sonriendo. Buena memoria. Era el momento de enterrar para siempre la pasión o de dejarse empujar por ella. Y lo cierto es que él siempre había sido de los segundos, aunque la caída fuese el doble de gorda.
- ¡Mis palabras no mintieron! ¡Ni mis labios lo hicieron! ¡Ni mis ojos! Esto es lo que soy. Esto es lo que hay. Esto es lo que siento por ti – En un instante de delicadeza estuvo a punto de tambalearse milagrosamente sin descubrir su estado.- Solo disimular, pero creo que lo hice bastante mal, porque lo cazaste al vuelo.
Sara de una se dio cuenta que le rodeaba la cintura con los brazos, y así lo soltó no fuera a derribar su última muralla para sucumbir, cayendo él como un saco de patatas al parqué. Entonces la realidad en forma de grito doloroso la sorprendió.
- Solo había venido a darte…- dijo apresuradamente. Quería marcharse de allí antes de que él la condenase para bien en su mismo tren. Pero ya había fracasado. De arriba abajo David ya sabía que estaba perdida por lo que sentía y que el causante de ello era él. Solo hizo falta que se lo confirmara.
- ¿Por qué cuando una menos cree que va a ser conquistada ese hombre se convierte en “él”? En ti.
David sacó la potencia de dentro, en un último esfuerzo no calculado, porque vino sin pensar ser dado y solo le había sucedido con quien tenía que sucederle y en el momento que tenía que pasarle, por ella, que había tocado hablando las teclas adecuadas. Creyendo Sara que lo que iba a recibir era brusquedad se convirtió en dulzura no antes probada al chocar con él. ¿Quiénes eran para negar lo que nacía a pesar de sus vidas? No existía nada alrededor que no fuese ellos confirmándose en contemplaciones, roces, hasta que un pequeño punto brilló en la penumbra recuperada y David vio la joya de su familia. A pesar de la confesión que ella le había hecho en aquel tipo de cárcel, fue como si no se lo esperara allí, y al notar su pequeña pausa contraatacó con fiereza siendo respondido con la misma pasión reafirmando ella por su mirada lo que había sucedido. El vendaval de sus sentidos ya no se pudo parar.
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