¡Bienvenidos!

Bienvenidos a nuestro blog de fanfics acerca de "El Internado". Aquí podréis encontrar textos en todas las categorías posibles, desde los puramente románticos a aquellos que resuelven parte de la trama, pasando por los minifics o el humor.

El blog ha sido diseñado para haceros la navegación por él lo más sencilla posible. Por ello, en la columna de la derecha podéis encontrar todos los fics disponibles, con una breve sinopsis, la categoría o categorías a la que pertenece el texto y los personajes en los que se centra, además del autor del mismo.

Debajo podéis encontrar enlaces directos a todos los capítulos de la historia, de modo que podéis leer a vuestro ritmo y sin necesidad de buscar la entrada por donde os quedasteis, ya que se puede acceder a ella directamente. Así, cuando clickeis en un capítulo, ésa entrada aparecerá justo debajo de esta cabecera que estáis leyendo.

En cuanto a las categorías, vais a encontrar un código que os dirá de qué tipo es el texto que vais a leer. Dentro de estos diferentes tipos, encontraréis:

[ROM] Estos fanfics se centran en el desarrollo de una relación amorosa y los sentimientos de los personajes.

[ANGST] Fanfics para sufrir, para pasarlo mal con nuestros personajes favoritos.

[RES] El Proyecto Géminis y Ottox están más presentes que nunca en estos fics, centrados en resolver parte de la trama.

[HUM] Fanfics para reír.

Encontraréis también los tag [WIP] O [COMPLETO]. El primero hace referencia a "Work in Progress", es decir, que el fic está en fase de publicación, mientras que los fanfics con el segundo término ya se pueden leer enteros.

CONTACTO

Si tienes alguna duda o te apetece publicar tu fanfic en este blog, sólo tienes que ponerte en contacto con nosotras a través del Blog de Marta Torné o bien a través del Blog de Raúl Fernández, en las direcciones de correo que encontraréis en las mencionadas páginas.

Blog no oficial de Marta Torné

La Visita



Abrió los ojos y se le llenaron de un verde pálido. No era la primera vez. Sus sueños estaban cincelados con ese mismo verde artificial que cubría las claustrofóbicas paredes de ese lugar. Un color ya difícil de divorciar del olor a antiséptico y sábanas sucias. El servicio de limpieza dejaba mucho que desear y en el escaso tiempo que la regalaban para ducharse sólo conseguía mojar sus inquietudes, para luego secarse de nuevo con la toalla de la angustia. Esa misma angustia que la abría camino a través de pasillos angostos hasta esas cuatro paredes que poco a poco la iban sumergiendo en una profunda soledad.

Si había existido en una vida anterior, esas borrosas imágenes yacían enterradas en el cementerio de su memoria. Su única realidad ahora consistía en ese diminuto espacio y ese colchón que crujía estrepitosamente bajo el más mínimo movimiento. Todas las mañanas a la misma hora una bata blanca aparecía con un vasito de plástico y tres píldoras: dos blancas y una roja, que se tomaba sin rechistar porque su fuego interior se había extinguido hacía ya tiempo.

La noche llegó devorando los últimos rayos de sol como una bestia hambrienta. Las perpetuas luces halógenas que se infiltraban por la ventana de su puerta desde el pasillo se adherían al tono verdoso de las paredes, daban al cuarto un aspecto tétrico. Y, como cada madrugada, una ola de nausea le estrujaba el esófago cuando durante esas efímeras horas antes del sueño su mente desenterraba imágenes descoyuntadas desde algún lugar remoto en su memoria.

Al principio no se percató de la figura que estaba sentada en el sillón de la esquina. Se materializó cual espectro cuando sus párpados, pesados por los narcóticos, espantaron el sopor con una ráfaga de rápidos guiños. Una extraña penumbra ocultaba su cara.

- ¿Te conozco?

Se sorprendió al oír su propia voz por primera vez desde hacía varios días. Sonaba ronca, ajena a sus oídos.

La sombra que envolvía a su huésped se fue disipando tan imperceptiblemente que incluso se sorprendió al ver la enigmática sonrisa que poco a poco se fue formando en el rostro frente a ella. Habló con voz tenue, templada.

- ¿Acaso no te acuerdas de mí?

Ella titubeó un instante, negó lentamente con la cabeza. El individuo se inclinó hacia delante, descansó los codos sobre las rodillas con un movimiento fluido, casi felino. Sus manos jugueteaban con un pequeño objeto afilado. Largos dedos recorrían la superficie metálica.

El aire entre ellos caía pesado, como una manta invisible y sofocante.

- Respira.

Fue la orden más tranquilizadora que hubiese recibido jamás.

El timbre de su voz la hacia vibrar, no estaba muy segura por qué. Lo había oído alguna vez en palabras calculadas, en comentarios burlones, en arrebatos de ira, en susurros íntimos…

En sus propias oraciones.

Algo dentro de su pecho se estremeció. Su mirada, tan tímida y sumisa ante las amenazadoras batas blancas, acariciaba ahora la figura casi inmóvil frente a ella. Quiso levantarse. Quiso acercarse.

- Ahora no, - escuchó.

Esa voz, profunda y pausada, era como un arma letal contra su inquietud. El cuarto se transformó en un borrón verdoso, húmedo. Había estado convencida de que ya no le quedaban lágrimas por derramar. Pero esa corta distancia que les separaba había conseguido arrancárselas a traición. Una vez más se sintió absorbida por ese vacío tan familiar, tan aterrador.

- ¿Cuándo?

La pregunta emergió del abismo en un sollozo desesperado. Los dedos metódicos que continuaban jugueteando con el pequeño objeto se detuvieron en seco. Los ojos del visitante oscurecieron, su mirada tan intensa que terminó por hipnotizarla. Un escalofrió le recorrió la espalda y se arrepintió de inmediato por su impaciencia.

- Lo siento… No sé—
- Sí, sí lo sabes.

Ella bajó la cabeza incapaz de sostener la mirada que la mantenía clavada en el sitio. Su corazón latía al compás de una orquesta frenética, parecía querer escapar de su pecho. La voz de su acompañante se disipó en el aire sin llegar a sus oídos. O puede ser que su cerebro no hubiese podido descifrar las palabras. Confusa, se aventuró a levantar la mirada una vez más. Esta vez la voz flotaba a su alrededor, sedosa.

- … Y no quiero hacerte daño.

Otra vez esa sonrisa. ¿Cuál era el misterioso poder que ejercía sobre ella? Sus labios se curvaron levemente hacia arriba, por voluntad propia. . Era una mentira que estaba dispuesta a creerse. Al fin y al cabo aquí dentro a nadie le importaba lo que pensase. Aquí a nadie le importaba nada.

- A mí sólo me importas tú.

Y mientras la mentira iba en aumento, inexplicablemente más ganas tenía de correr a sus brazos.

La luz del pasillo parpadeó de forma lúgubre. El verde de las paredes parecía haberse apagado, ahuyentado por un rojo carmín. Alarmada, se incorporó súbitamente haciendo crujir el colchón. Pero antes de que pudiese decir nada, vio como su acompañante le ofrecía el pequeño objeto metálico. Se trataba de unas pinzas de depilar.

- ¿Te atreves?

Se despertó empapada en sudor, jadeando. Un nombre escapó de sus labios antes de que pudiera evitarlo, llegó a sus oídos en un par de sílabas rotas. Y lo más triste de todo era que ni siquiera estaba segura de que ese fuese su verdadero nombre.

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