La noticia de la rotura del compromiso se extendió igual que una madeja desenrollada por el zarpazo de un gato, pero sin esa misma ingenuidad. De boca en boca David pasó a ser un déspota millonario que había jugado suciamente con el honor de la candidez de la señorita Errera por una complicidad exigida por esta a alguien que no se llegó a dar, pero sí a exagerar.
Antes de que llegase a su casa, el nombre de Almansa estaba ensuciado como el hollín de las chimeneas a excepción de los labios de Sara. Pero quizás solo era cuestión de tiempo que estos titubearan ante conciencias más maestras que siempre le habían aconsejado teniendo razón hasta entonces.
Pero hablando de gatos, había uno mucho más fiero esperando a David. Repitiéndose a si mismo después de recuperar la memoria olvidada a la fuerza su nuevo objetivo, siempre dejándose acompañar como maestro por el disimulo. Joaquín había investigado hasta la saciedad, volviendo locas las ideas de su subordinado hasta convertirlas prácticamente en neuras. Y así ciento ochenta minutos antes de que David fuera camino a casa no cesaba de repetir
- Ya sé de donde proviene tu nombre. Ahora te recuerdo y serás mío.- y aquel acceso de prepotencia se mezclaba sin rubor además con la inseguridad- ¿No me habrá…? A lo que su sombra le respondía – No, señor, no creo que le conozca. Su anonimato está seguro.- El motivo de tal reconocimiento había sido casual, una simple pequeña rendija le había hecho ver el huevo de fabergé, y Joaquín podía olvidar las caras de los que pisoteaba pero no aquello que no les pudo robar.
Recordaba perfectamente la casa, lo que había sucedido en ella, tanto como en las demás, como una revuelta de ira por su fracaso de imponer sus ideas y de que le prohibieran imponerlas. Ahora aquel hombre tenía nombre y apellido por su piel, por sus orígenes, así hacía el su reconocimiento, conciso, seguro y sin fallo. Y él no dejaba a nadie sin rematar.
Suelen decir que los golpes más duros son aquellos que suceden cuando nadie los espera y así en la habitación oscura no reconocible una sombra esperaba con la ventaja de ir por delante.
- Buenas tardes, David.- dijo Joaquín Fernández cuando encendió la luz.- Espero no haberle importunado. Francisca ha sido muy amable conmigo.
- Debió haber avisado antes de venir, pero bienvenido ya que está aquí.- le dijo David.
- Es curioso, diría que sé quien es usted pero creo que no sabe quien soy yo.- dijo Joaquín. Su voz sonaba dulcemente aterradora y a la vez atrayente.
- A la hora de la verdad yo no pertenezco a ningún sitio. Sírvase algo, ya que está aquí.
- Yo no sirvo, a mí me sirven.
David no estaba preparado para aquella confrontación, al menos en ese momento.
- ¿Crees que soy idiota? Que no te iba a reconocer, con semejante carta de presentación yendo de frente.- siguió Don Joaquín.
- Usted sí que se expone.- dijo David- No sé de qué me habla, es más fácil reconocer al pastor que a una de las ovejas.
El otro sonrió al comprobar que su estrategia había sido la acertada pues su contrincante ya sabía quien era.
Pero Joaquín había preparado toda la artillería en caso de que su identidad hubiese sido descubierta, pues a él no le gustaba perder el tiempo.
- Te encontraré y cuando lo haga quizás te mate. Lejos de aquí. Podrás huir, ir a miles de sitios, la justicia podrá juzgarte pero un día en que no me recuerdes caerá aquel a quien hayas protegido. Y entonces bajo el peso de tu desgracia desearías haber sido tú. Pues ese es tu mayor miedo, que la historia se repita. Esa es mi carta, denúnciame, descúbreme, ¿van a molestarse en probarlo si tú me delatas?, pues ¿quién va a creer a un asesino?
David disminuyó en el sillón como si hubiese mutado en tela
Antes de que llegase a su casa, el nombre de Almansa estaba ensuciado como el hollín de las chimeneas a excepción de los labios de Sara. Pero quizás solo era cuestión de tiempo que estos titubearan ante conciencias más maestras que siempre le habían aconsejado teniendo razón hasta entonces.
Pero hablando de gatos, había uno mucho más fiero esperando a David. Repitiéndose a si mismo después de recuperar la memoria olvidada a la fuerza su nuevo objetivo, siempre dejándose acompañar como maestro por el disimulo. Joaquín había investigado hasta la saciedad, volviendo locas las ideas de su subordinado hasta convertirlas prácticamente en neuras. Y así ciento ochenta minutos antes de que David fuera camino a casa no cesaba de repetir
- Ya sé de donde proviene tu nombre. Ahora te recuerdo y serás mío.- y aquel acceso de prepotencia se mezclaba sin rubor además con la inseguridad- ¿No me habrá…? A lo que su sombra le respondía – No, señor, no creo que le conozca. Su anonimato está seguro.- El motivo de tal reconocimiento había sido casual, una simple pequeña rendija le había hecho ver el huevo de fabergé, y Joaquín podía olvidar las caras de los que pisoteaba pero no aquello que no les pudo robar.
Recordaba perfectamente la casa, lo que había sucedido en ella, tanto como en las demás, como una revuelta de ira por su fracaso de imponer sus ideas y de que le prohibieran imponerlas. Ahora aquel hombre tenía nombre y apellido por su piel, por sus orígenes, así hacía el su reconocimiento, conciso, seguro y sin fallo. Y él no dejaba a nadie sin rematar.
Suelen decir que los golpes más duros son aquellos que suceden cuando nadie los espera y así en la habitación oscura no reconocible una sombra esperaba con la ventaja de ir por delante.
- Buenas tardes, David.- dijo Joaquín Fernández cuando encendió la luz.- Espero no haberle importunado. Francisca ha sido muy amable conmigo.
- Debió haber avisado antes de venir, pero bienvenido ya que está aquí.- le dijo David.
- Es curioso, diría que sé quien es usted pero creo que no sabe quien soy yo.- dijo Joaquín. Su voz sonaba dulcemente aterradora y a la vez atrayente.
- A la hora de la verdad yo no pertenezco a ningún sitio. Sírvase algo, ya que está aquí.
- Yo no sirvo, a mí me sirven.
David no estaba preparado para aquella confrontación, al menos en ese momento.
- ¿Crees que soy idiota? Que no te iba a reconocer, con semejante carta de presentación yendo de frente.- siguió Don Joaquín.
- Usted sí que se expone.- dijo David- No sé de qué me habla, es más fácil reconocer al pastor que a una de las ovejas.
El otro sonrió al comprobar que su estrategia había sido la acertada pues su contrincante ya sabía quien era.
Pero Joaquín había preparado toda la artillería en caso de que su identidad hubiese sido descubierta, pues a él no le gustaba perder el tiempo.
- Te encontraré y cuando lo haga quizás te mate. Lejos de aquí. Podrás huir, ir a miles de sitios, la justicia podrá juzgarte pero un día en que no me recuerdes caerá aquel a quien hayas protegido. Y entonces bajo el peso de tu desgracia desearías haber sido tú. Pues ese es tu mayor miedo, que la historia se repita. Esa es mi carta, denúnciame, descúbreme, ¿van a molestarse en probarlo si tú me delatas?, pues ¿quién va a creer a un asesino?
David disminuyó en el sillón como si hubiese mutado en tela
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