
Sintió como la mano de ella buceaba hasta la suya y juntas, emergían a la superficie. Ella volvió la cabeza para mirarle un instante, y volvió a fijarse en sus manos, unidas más allá de los dedos que se entrelazaban.
- Me gusta mirarla. El día que me interrogaron… fue horrible. Me sentía vacía, desnuda… Me preguntaban por Toni, por Iván, y yo sólo quería pedirles que me dejaran verte… Tuve que revivirlo todo, otra vez, el odio de Iván… lo que le pasó a Toni, y no te tenía…
La entendió más de lo que ella podía llegar a imaginarse, porque él no pudo cumplir con su parte del trato y quitársela. Esa alianza había sido su fuerza para mantenerse firme y protegerla a cambio de su propia existencia.
Él apoyó la cabeza en su hombro y la estrechó aún más contra sí. Se acercó a su oído y le pidió silencio con un susurro.
- Se acabó María, ya estoy aquí. No quiero que pienses más…
- No te vuelvas a ir nunca…
Él sonrió y la besó con suavidad en el hombro desnudo.
- No me voy a ir. Ni volveré a quemar ningún cuadro, ni a irme de cañas con los amigotes… - No la veía, pero sabía que estaba sonriendo. – Y te dejaré hurgar en mis cosas, y no me olvidaré nunca más de tu cumpleaños.
En un gesto traidor, ella barrió la superficie del agua con la palma de la mano y le salpicó de espuma, obligándole a sumergirse. Cuando su rostro emergió, abrió mucho los ojos y la miró.
- Me lo merezco. Pero me vengaré.
Ella se dio la vuelta con rapidez bajo el agua y se echó boca abajo encima de él, riendo a carcajadas, apoyando el rostro en su pecho y dejándose acariciar el pelo y la espalda, convencida de que estaba en el lugar donde quería pasar el resto de su vida.
Lejos del Polo Norte, de ésa maldición que alguien parecía haber escrito en la estrellas para ella. Lejos de unicornios y fantasmas.
Solo con él.
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