- ¡¿Cómo que no la…?!¡¿Dónde está?! ¿A qué vivienda tenía que ir?- preguntó angustiado.
- Que yo sepa a ninguna. Pensé que estaría aquí con usted, como últimamente la visitaba tanto.
David anduvo deseando serenarse. Si había algo que se le diese peor era esencialmente eso y pareció idear un procedimiento como una locomotora.
- ¿Cuánta gente hay en el pueblo?
- Unos doscientos
- ¡¿De confianza?!
- No sé decirle, David.
- No podemos entretenernos. ¿Desde cuando no la ve?- inquiría atolondradamente mientras ante la incredulidad del otro levantaba unas tablas y sacaba un arma preparada rellenándola de proyectiles en tres pestañeos suyos.
El hombre pareció avergonzarse antes de contestar.
- ¡No piense más! ¡Tenemos que movernos! Hay que llamar a todos los que se pueda y rastrear de arriba abajo.
- Tres horas.- dijo como si no se lo acabara de creer. David se quedó helado. Cualquier tipo de barbarie podría haber sido llevada a cabo ya. Se exigió no dejarse vencer.
- Además hemos llamado a la policía…- y movió negativamente la cabeza. David se preparó para lo peor. Como podía haber sido tan torpe de exponerla sola, sin protección a sicarios de postín que no se rendían.
- Vale, vale, vale… ¡Calma! Toque llamador a llamador en la parte oeste, a todos los hombres que pueda reunir. Yo iré al otro lado haciendo lo mismo y buscándola mientras. No se preocupe, la encontraremos a tiempo, esta vez sí.- Pero se dio cuenta de que se trataba más de auto convencimiento para mitigar su propio terror.
- ¡¿No tiene más de esas?!- David negó.
- Créame, no le gustaría tener que depender de una.- contestó con el resuello echado ya y preparándose para la última parada.
Un bastonazo seco, zancadas que se apresuraban, instrumentos que se agarraban. Gente querida dejada atrás procurándoles no regalarles preocupaciones. Codos que le daban sin pretenderlo en las costillas, tobillos que decidían virar para otro sitio sin preparación previa porque no había tiempo para anticipaciones. En un suspiro David vio sombras pasar como relámpagos golpeándole como un sonido raspante y como en una caza o una batalla el ansia era el motor que a él engranaba. Sus ganas habían cogido el testigo de sus piernas, mientras algo luminoso se abría en las profundidades del infinito. Y de pronto una sustancia poderosamente fría empezó a formar parte de su yo. Otra vez la lluvia.
- ¡¡¡ No...!!! ¡¡¡Hoy no!!! ¡¡¡ Con ella no! – chilló desesperado.
- Hemos visto algo. – dijo una voz femenina para sorpresa de todos porque pocas mujeres habían querido exponerse a la furia del enemigo de alguien que podía hoy convertirse en el suyo. David localizó al padre de Sara lejos y supo que le correspondería a él examinarse al demonio de su mayor miedo y comprobar si saldría vencedor o derrotado a perpetuidad.
- Que yo sepa a ninguna. Pensé que estaría aquí con usted, como últimamente la visitaba tanto.
David anduvo deseando serenarse. Si había algo que se le diese peor era esencialmente eso y pareció idear un procedimiento como una locomotora.
- ¿Cuánta gente hay en el pueblo?
- Unos doscientos
- ¡¿De confianza?!
- No sé decirle, David.
- No podemos entretenernos. ¿Desde cuando no la ve?- inquiría atolondradamente mientras ante la incredulidad del otro levantaba unas tablas y sacaba un arma preparada rellenándola de proyectiles en tres pestañeos suyos.
El hombre pareció avergonzarse antes de contestar.
- ¡No piense más! ¡Tenemos que movernos! Hay que llamar a todos los que se pueda y rastrear de arriba abajo.
- Tres horas.- dijo como si no se lo acabara de creer. David se quedó helado. Cualquier tipo de barbarie podría haber sido llevada a cabo ya. Se exigió no dejarse vencer.
- Además hemos llamado a la policía…- y movió negativamente la cabeza. David se preparó para lo peor. Como podía haber sido tan torpe de exponerla sola, sin protección a sicarios de postín que no se rendían.
- Vale, vale, vale… ¡Calma! Toque llamador a llamador en la parte oeste, a todos los hombres que pueda reunir. Yo iré al otro lado haciendo lo mismo y buscándola mientras. No se preocupe, la encontraremos a tiempo, esta vez sí.- Pero se dio cuenta de que se trataba más de auto convencimiento para mitigar su propio terror.
- ¡¿No tiene más de esas?!- David negó.
- Créame, no le gustaría tener que depender de una.- contestó con el resuello echado ya y preparándose para la última parada.
Un bastonazo seco, zancadas que se apresuraban, instrumentos que se agarraban. Gente querida dejada atrás procurándoles no regalarles preocupaciones. Codos que le daban sin pretenderlo en las costillas, tobillos que decidían virar para otro sitio sin preparación previa porque no había tiempo para anticipaciones. En un suspiro David vio sombras pasar como relámpagos golpeándole como un sonido raspante y como en una caza o una batalla el ansia era el motor que a él engranaba. Sus ganas habían cogido el testigo de sus piernas, mientras algo luminoso se abría en las profundidades del infinito. Y de pronto una sustancia poderosamente fría empezó a formar parte de su yo. Otra vez la lluvia.
- ¡¡¡ No...!!! ¡¡¡Hoy no!!! ¡¡¡ Con ella no! – chilló desesperado.
- Hemos visto algo. – dijo una voz femenina para sorpresa de todos porque pocas mujeres habían querido exponerse a la furia del enemigo de alguien que podía hoy convertirse en el suyo. David localizó al padre de Sara lejos y supo que le correspondería a él examinarse al demonio de su mayor miedo y comprobar si saldría vencedor o derrotado a perpetuidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario