
Tras preparar el desayuno para los alumnos del internado, Carlos se dirigió a su habitación. Necesitaba estar a solas. Pensar en lo que acababa de hacer. Por un lado sentía haber traicionado a María, sintió haberla traicionado como nunca lo había hecho, pero a su vez, sentía la necesidad de olvidarla y Rebeca y él podrían llegar a quererse algún día. María había decidido alejarse de él y de todos los peligros que la rodeaban cuando estaba con él. Lo iba a intentar, intentaría empezar algo con Rebeca.
Cuando bajaba al comedor a recoger el desayuno, se encontró con Rebeca:
- Fermín.
- ¿Ahora me llamas Fermín?
- En lugares públicos es mejor que lo haga ¿no?
-Hem… sí supongo. - Rebeca soltó una carcajada.
- ¿Nos vemos luego?
Carlos simplemente le guiñó un ojo y se quedó mirando cómo se alejaba hacia el aula de cuarto.
- ¿Qué pasa? ¿Ya te has olvidado de mi madre?
A Carlos, aquello le sentó como una puñalada. Cuando se volvió, allí estaba Iván, mirándole sarcásticamente, nada nuevo.
- Iván ¿qué dices?- Carlos no le iba a pasar ni una más. No estaba dispuesto a que le tratase mal. Él había estado todo el verano luchando por sacar a María del psiquiátrico y cuando lo consiguió, fue ella la que se marchó sin darle explicaciones.
- No por el buen rollito ¿no? Con Rebeca digo.
Cuando Carlos iba a contestarle, Iván se le adelantó, pero esa vez en un tono más serio, preocupado:
- Bueno, no he venido para decirte eso. Necesito que me ayudes. Es mi madre: está en peligro.
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