Mientras caminaba por los largos pasillos del Internado, recordaba el rostro de aquel hombre, frágil, casi sin fuerzas, mi hombro continuaba húmedo, mi hombro que sirvió de consuelo, para esas lágrimas desconsoladas. Había algo que no lograba entender, ¿qué le había ocurrido?, ¿qué motivos tenía para estar así?
Estaba tan ensimismada en mis pensamientos, que no me percaté de que alguien me seguía y entonces escuché como me llamaban:
- ¡Pitu!, ¡Pitu!, nena, ¿qué te has fumado hoy?
- Hola, Toni- dije sin apenas ganas, mientras él acercaba su mano a mi rostro.
- Nena, ¿qué te pasa?, estás muy seria, no estés triste Pitu que yo cuidaré de ti y de nuestro retoño.
- Toni, déjame en paz vale, limítate a terminar tu trabajo y lárgate de aquí.
- Pitu, ese también es mi hijo sabes, y ya es hora de que sepa la verdad, si no se lo dices tú se lo diré yo.
- Mira Toni, escucha esto porque no lo repetiré, ni él ni yo te pertenecemos, nunca has querido a nadie, sólo amabas las drogas, así que lárgate de aquí y si alguna vez has sentido algo por mí, deja que por una vez sea feliz, ya que a tu lado nunca lo fui.
Seguí andando hasta la cocina, Toni se había quedado paralizado después de escuchar mis palabras, pero no permitiría que le dijera nada a Iván, se que las cosas con mi hijo iban bastante bien, y encontraría el momento adecuado para contarle toda la verdad.
En la cocina estaba Jacinta terminando unos informes para Elsa y Fermín haciendo la comida, cuando llegue ambos se quedaron mirándome sin decir nada. Le pregunté a Jacinta que cuales eran mis tareas en ese día y me comentó que tenía problemas para acabar los informes, que le echara una mano. Así que me senté a su lado y empecé a ayudarle.
Fermín se despidió de mí dándome un beso en la mejilla, iba a llevar la comida, ya era hora del almuerzo, Jacinta, Fermín y yo comeríamos más tarde como cada día.
De repente, llegó Elsa con esa superioridad que le caracteriza, llamando a Jacinta a voces:
- Jacinta, para cuando los informes que te pedí.
- Mira chica, ahora mismo no los tengo, pero si doña perfecta quiere tenerlos antes, no vendría mal una ayudita, ya que la veo tan desocupada y aburrida.
- Bueno Jacinta no empieces, cuando los tengas tráelos a mi despacho.
- Como la señora ordene.
Cuando Elsa se marchó, Jacinta empezó a burlarse de ella, imitando a la señorita elegante y perfecta, cosa que me hizo bastante gracia. Mientras Jacinta seguía con su imitación, Héctor llegó con mejor aspecto, pero ni se percató de Jacinta, se acercó a la mesa y se sentó sin más. Jacinta al verlo se sentó a su lado y le preguntó que si había comido, él con voz apagada le dijo que no tenía mucho apetito. Yo por mi parte, seguía haciendo el informe y de vez en cuando miraba a Héctor con disimulo, me hubiera gustado preguntarle que le pasaba, pero no era el momento ni el lugar adecuado.
Se escuchaban voces, que se acercaban a la cocina, entonces aparecieron Evelyn y Paula, llamando a Jacinta. Paula se había cortado en el dedo por culpa de Javier Holgado. De repente Héctor se levantó, se acerco al botiquín cogió agua oxigenada y algodón, y mientras curaba a Paula sus ojos se iluminaron, parecía que estaba feliz cuidando de la niña. Paula le pregunto que si la tendrían que operar por el corte, Héctor sonrió y le dijo que por esta vez se iba a librar, que sólo era un rasguño y que él la curaría, le dio un beso y las niñas se fueron tan contentas.
No sé si fue imaginación mía, pero Jacinta después de observar fijamente la escena, miró a Héctor y una lágrima salió de sus ojos, Jacinta la dura gobernanta se emocionó, ahora me daba cuenta de lo mucho que le quería.
Acabé el informe y se lo di a Jacinta, que suspiró aliviada, por fin habíamos acabado los dichosos informes para Elsa, así que fue a llevárselos. De nuevo estábamos solos, Héctor y yo, le notaba tan cercano, tan débil, estaba de pie, apoyado en el fregadero, me acerqué despacio, cuando estaba a sólo un metro, levantó la cabeza y me miró, su mirada pedía a gritos un gesto de cariño por mi parte. Me acerqué aún más y lo abracé, le dije al oído que podía contar conmigo, que si quería hablar que me buscase, que no me gustaba verle así.
La voz de Fermín llegando a la cocina, hizo que me separase de Héctor de forma brusca, pero ¿por qué lo hice?, realmente no estaba haciendo nada malo. Fermín vio como me despegaba del Jefe de Estudios, dudó por un momento, nos miró y luego dijo:
- Bueno, ¿María vienes a comer no?, que mi deliciosa sopa fría pierde mucho.
- Ehhh, si claro, sírveme que ya voy.
- Héctor si quieres unirte no te vamos a echar- dijo sonriente Fermín.
- No, gracias, pero no tengo hambre, que aproveche dijo mientras se retiraba.
- ¿Y a este que le pasa?, ¿tú sabes algo María?
- Yo, que va Fermín, no sé nada, pero lo que sea le está afectando bastante.
- Bueno, no te preocupes, ya se le pasará, vente aquí a mi lado.
Me senté al lado de mi chico a tomarme esa deliciosa sopa, pero en mis pensamientos sólo le tenía a él, algo me inquietaba, no podía esperar a que se le pasara, lo que fuera le estaba destruyendo, y yo no lo permitiría, ese hombre no se merecía tanto dolor.
Estaba tan ensimismada en mis pensamientos, que no me percaté de que alguien me seguía y entonces escuché como me llamaban:
- ¡Pitu!, ¡Pitu!, nena, ¿qué te has fumado hoy?
- Hola, Toni- dije sin apenas ganas, mientras él acercaba su mano a mi rostro.
- Nena, ¿qué te pasa?, estás muy seria, no estés triste Pitu que yo cuidaré de ti y de nuestro retoño.
- Toni, déjame en paz vale, limítate a terminar tu trabajo y lárgate de aquí.
- Pitu, ese también es mi hijo sabes, y ya es hora de que sepa la verdad, si no se lo dices tú se lo diré yo.
- Mira Toni, escucha esto porque no lo repetiré, ni él ni yo te pertenecemos, nunca has querido a nadie, sólo amabas las drogas, así que lárgate de aquí y si alguna vez has sentido algo por mí, deja que por una vez sea feliz, ya que a tu lado nunca lo fui.
Seguí andando hasta la cocina, Toni se había quedado paralizado después de escuchar mis palabras, pero no permitiría que le dijera nada a Iván, se que las cosas con mi hijo iban bastante bien, y encontraría el momento adecuado para contarle toda la verdad.
En la cocina estaba Jacinta terminando unos informes para Elsa y Fermín haciendo la comida, cuando llegue ambos se quedaron mirándome sin decir nada. Le pregunté a Jacinta que cuales eran mis tareas en ese día y me comentó que tenía problemas para acabar los informes, que le echara una mano. Así que me senté a su lado y empecé a ayudarle.
Fermín se despidió de mí dándome un beso en la mejilla, iba a llevar la comida, ya era hora del almuerzo, Jacinta, Fermín y yo comeríamos más tarde como cada día.
De repente, llegó Elsa con esa superioridad que le caracteriza, llamando a Jacinta a voces:
- Jacinta, para cuando los informes que te pedí.
- Mira chica, ahora mismo no los tengo, pero si doña perfecta quiere tenerlos antes, no vendría mal una ayudita, ya que la veo tan desocupada y aburrida.
- Bueno Jacinta no empieces, cuando los tengas tráelos a mi despacho.
- Como la señora ordene.
Cuando Elsa se marchó, Jacinta empezó a burlarse de ella, imitando a la señorita elegante y perfecta, cosa que me hizo bastante gracia. Mientras Jacinta seguía con su imitación, Héctor llegó con mejor aspecto, pero ni se percató de Jacinta, se acercó a la mesa y se sentó sin más. Jacinta al verlo se sentó a su lado y le preguntó que si había comido, él con voz apagada le dijo que no tenía mucho apetito. Yo por mi parte, seguía haciendo el informe y de vez en cuando miraba a Héctor con disimulo, me hubiera gustado preguntarle que le pasaba, pero no era el momento ni el lugar adecuado.
Se escuchaban voces, que se acercaban a la cocina, entonces aparecieron Evelyn y Paula, llamando a Jacinta. Paula se había cortado en el dedo por culpa de Javier Holgado. De repente Héctor se levantó, se acerco al botiquín cogió agua oxigenada y algodón, y mientras curaba a Paula sus ojos se iluminaron, parecía que estaba feliz cuidando de la niña. Paula le pregunto que si la tendrían que operar por el corte, Héctor sonrió y le dijo que por esta vez se iba a librar, que sólo era un rasguño y que él la curaría, le dio un beso y las niñas se fueron tan contentas.
No sé si fue imaginación mía, pero Jacinta después de observar fijamente la escena, miró a Héctor y una lágrima salió de sus ojos, Jacinta la dura gobernanta se emocionó, ahora me daba cuenta de lo mucho que le quería.
Acabé el informe y se lo di a Jacinta, que suspiró aliviada, por fin habíamos acabado los dichosos informes para Elsa, así que fue a llevárselos. De nuevo estábamos solos, Héctor y yo, le notaba tan cercano, tan débil, estaba de pie, apoyado en el fregadero, me acerqué despacio, cuando estaba a sólo un metro, levantó la cabeza y me miró, su mirada pedía a gritos un gesto de cariño por mi parte. Me acerqué aún más y lo abracé, le dije al oído que podía contar conmigo, que si quería hablar que me buscase, que no me gustaba verle así.
La voz de Fermín llegando a la cocina, hizo que me separase de Héctor de forma brusca, pero ¿por qué lo hice?, realmente no estaba haciendo nada malo. Fermín vio como me despegaba del Jefe de Estudios, dudó por un momento, nos miró y luego dijo:
- Bueno, ¿María vienes a comer no?, que mi deliciosa sopa fría pierde mucho.
- Ehhh, si claro, sírveme que ya voy.
- Héctor si quieres unirte no te vamos a echar- dijo sonriente Fermín.
- No, gracias, pero no tengo hambre, que aproveche dijo mientras se retiraba.
- ¿Y a este que le pasa?, ¿tú sabes algo María?
- Yo, que va Fermín, no sé nada, pero lo que sea le está afectando bastante.
- Bueno, no te preocupes, ya se le pasará, vente aquí a mi lado.
Me senté al lado de mi chico a tomarme esa deliciosa sopa, pero en mis pensamientos sólo le tenía a él, algo me inquietaba, no podía esperar a que se le pasara, lo que fuera le estaba destruyendo, y yo no lo permitiría, ese hombre no se merecía tanto dolor.
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