¡Bienvenidos!

Bienvenidos a nuestro blog de fanfics acerca de "El Internado". Aquí podréis encontrar textos en todas las categorías posibles, desde los puramente románticos a aquellos que resuelven parte de la trama, pasando por los minifics o el humor.

El blog ha sido diseñado para haceros la navegación por él lo más sencilla posible. Por ello, en la columna de la derecha podéis encontrar todos los fics disponibles, con una breve sinopsis, la categoría o categorías a la que pertenece el texto y los personajes en los que se centra, además del autor del mismo.

Debajo podéis encontrar enlaces directos a todos los capítulos de la historia, de modo que podéis leer a vuestro ritmo y sin necesidad de buscar la entrada por donde os quedasteis, ya que se puede acceder a ella directamente. Así, cuando clickeis en un capítulo, ésa entrada aparecerá justo debajo de esta cabecera que estáis leyendo.

En cuanto a las categorías, vais a encontrar un código que os dirá de qué tipo es el texto que vais a leer. Dentro de estos diferentes tipos, encontraréis:

[ROM] Estos fanfics se centran en el desarrollo de una relación amorosa y los sentimientos de los personajes.

[ANGST] Fanfics para sufrir, para pasarlo mal con nuestros personajes favoritos.

[RES] El Proyecto Géminis y Ottox están más presentes que nunca en estos fics, centrados en resolver parte de la trama.

[HUM] Fanfics para reír.

Encontraréis también los tag [WIP] O [COMPLETO]. El primero hace referencia a "Work in Progress", es decir, que el fic está en fase de publicación, mientras que los fanfics con el segundo término ya se pueden leer enteros.

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Las Apariencias Engañan (PARTE XII)


A Carlos le era casi imposible tomar oxigeno. Hacía mucho frío. Empapado de agua y sudor, no podía dejar de temblar. Sentía como la sangre brotaba de su pecho, como la vida se le iba escapando con cada latido de su corazón.

* * * * * *

50 MINUTOS ANTES
BOSQUE “LAGUNA NEGRA”

En escasamente una hora comenzaría a amanecer. La niebla había escampado un poco y Carlos podía intuir el camino con más seguridad. Estaba convencido de que Iván había ido a buscar la entrada de los quirófanos por la laguna. Sólo esperaba que no se hubiesen topado con Camilo y compañía por el camino.

Sacando el móvil de su bolsillo, Carlos marcó el número que tenía programado para casos de emergencia o circunstancias extenuantes. Una voz familiar respondió al otro lado de la línea.

_ Caso resuelto, _ dijo Carlos escuetamente sin romper su rumbo. _ Quirófanos y sala del tesoro ubicados. Llevo el buscador.

Carlos colgó el teléfono tras entregar ese críptico mensaje, y se apresuró hacia la laguna. La noche no había fallecido todavía, pero ya se podía percibir el despertar del nuevo día tras las montañas. Era una mañana fría para la época del año. Parecía mas invierno que primavera. Carlos comenzó a correr, sus botas de campaña casi no hacían ruido sobre la alfombra de agujas de pino. Tenía que llegar a la laguna cuanto antes.

Bajando por el terreno rocoso de esa zona del bosque, Carlos escuchó las voces antes de estar suficientemente cerca como para ver la escena.

_ . . . señorita Medina, siempre metiéndose donde no la llaman.

Era Camilo. Su voz, aunque sosegada, ocultaba una latente furia. Carlos escuchó un sollozo, y luego:

_ ¡Julia!

Iván.

Prácticamente a galope, Carlos llegó hasta la cima de una roca desde donde pudo observarlo todo sin ser visto. Horrorizado, vio como Camilo arrastraba a Julia por la orilla de la laguna, su brazo inmovilizando a la chica por el cuello, mientras su otra mano le apuntaba la cabeza con una pistola. Noiret estaba detrás de Camilo a poca distancia. Sujetaba a María con un brazo, agarrándola por la espalda, el cañón de su pistola contra su sien. El pánico en la cara de ella era indudable. Carlos apostaría que temía más por la vida de su hijo que por la suya propia.

Iván estaba frente a ellos, intentando acercarse lenta y cuidadosamente como si se estuviese acercando a un animal salvaje. Su rostro estaba tan pálido que relucía en la oscuridad. Una tercera persona les observaba desde las rocas de la entrada a los pasadizos. Por su físico, Carlos pudo determinar que se trataba del guardabosques. Tenía un dóberman a cada lado, cada uno de ellos en plena posición de ataque. Los perros gruñían y mostraban los dientes, y el hombre los tenía firmemente sujetos por el collar.

Carlos contemplaba la escena mientras su mente analizaba rápidamente todas sus opciones. Eran tres hombres armados y dos perros asesinos. En el momento que Carlos disparase a Camilo, Noiret sin duda dispararía a María. Si, por otro lado Carlos disparaba a Noiret, Camilo no dudaría en matar a Julia. Si disparaba contra los perros o el guardabosques, entonces tanto Julia como María estarían muertas, y posiblemente Iván también.

¡Joder! ¿Y ahora qué?

Lo único que tenia a su favor era el elemento sorpresa, pero ¿de qué le servía eso si le superaban en número? Negociar con ellos sería una auténtica pérdida de tiempo. Y arriesgarse a atacar primero podría tener consecuencias nefastas.

No tuvo mucho más tiempo para pensárselo. Cuando vio que el guardabosques estaba a punto de soltar a los perros contra Iván, Carlos decidió actuar al instante.

_ ¡Bajad las armas y soltad a las chicas! _ gritó Carlos levantando su revolver y delatando su posición. Bajó la empinada inclinación con gran agilidad, acercándose a la laguna mientras apuntaba a Camilo. _ Estáis rodeados. Tenemos a varios francotiradores en distintos puntos de la laguna y, creedme, no suelen fallar.

_ Fermín. . . ._ dijo Camilo.

Su expresión era una mezcla entre sorpresa y desdén.

_ Baja el arma, Camilo, _ repitió Carlos. _ Sólo necesitan una señal mía y sois hombres muertos.

Carlos estaba evitando mirar a María a toda costa. Temía derrumbarse al ver el miedo en sus ojos. El mismo temor que estaba viendo en los de Julia.

Tanto Camilo como Noiret parecían haberse tragado la mentira. Mejor. Puede que incluso cometiesen un error, y entonces Carlos aprovecharía la oportunidad. El guardabosques dio varios pasos hacia atrás con los perros, mirando los alrededores de la laguna. Camilo fue el único que no parecía haber sido afectado por las amenazas de Carlos.

_ Nadie va a salir de aquí con vida, _ dijo con ojos delirantes. Arrogantemente, intentó por alguna incomprensible razón justificar sus actos. _ Pretendíamos salvar vidas. Estamos a punto de encontrar la cura de innumerables enfermedades crónicas. ¿Tienes idea lo que eso significaría para la comunidad científica? ¿El trabajo que nos ha costado llegar hasta donde hemos llegado? ¿Crees que vamos a dejar que un par de mocosos lo echen todo a perder?

Camilo arrastró a Julia unos cuantos pasos más, y la chica dejó escapar un chillido.

_ ¡Hijo de puta! _ gritó Iván, su cuerpo tenso y sus ojos fulminantes.

_ ¡Iván! _ llamó Carlos cuando vio que el chico estaba a punto de abalanzarse sobre el profesor de latín.

Pero Iván estaba totalmente concentrado en los pasos de Camilo.

_ Si le haces daño, _ amenazó Iván con una tranquilidad peligrosa. _ Te juro que te mato.

_ No hagas ninguna tontería, hijo, _ dijo Noiret con voz temblorosa, claramente nervioso. Aun así, estaba agarrando a María con tal fuerza que sus pies casi no llegaban al suelo. Cuanto mas forcejeaba ella, más agresivos eran los movimientos de Noiret.

_ ¡Cállate! _ saltó Iván. _ ¡Tu no eres mi padre!

Iván cerró los puños, encarando a su padre adoptivo. Estaba ciego de la ira, y Carlos temía que sus emociones pudiesen llevarle a hacer algo estúpido en cualquier momento.

Si Carlos consiguiese seguir entreteniendo a Camilo, puede que encontrase la oportunidad de salir de esta situación evitando que ninguno de los chicos ni María resultasen heridos. Tal y como estaban las cosas, aquello parecía una batalla perdida.

_ ¿Y a qué precio? _ preguntó Carlos dirigiéndose a Camilo. _ ¿La tortura de niños y niñas inocentes?

_ ¿Crees que somos los únicos? El proyecto Géminis lleva en existencia desde que tus padres usaban pañales. Diferentes sedes en distintas partes del mundo. Te parecerá que has ganado esta ronda, Fermín. Pero el juego no ha hecho más que empezar.

_ Puede que tengas razón, _ dijo Carlos, sus ojos fijos en los de Camilo. _ Pero los experimentos en ESTE internado terminan hoy.

Carlos no supo exactamente qué es lo que pasó a continuación. Ocurrió todo tan rápido que una acción desencadenó una serie de turbulentas reacciones.

Primero uno de los perros se soltó, y se abalanzó contra Iván. Antes de que el perro cayese sobre el chico, Carlos había apretado el gatillo matando al animal en el acto. Aprovechando la breve conmoción, Iván empujó a Noiret, arrojando tanto a María como a su padre al suelo. Julia logró escapar de los brazos de Camilo y evitar el primer disparo del profesor de latín por los pelos. Camilo nunca tuvo la oportunidad de apretar otra vez el gatillo. El disparo de Carlos le dio entre ceja y ceja, matándole en el acto. Camilo calló a la orilla de la laguna, sus ojos miraban a Julia con expresión vacía. Ella intentó levantarse, apartarse del cadáver lo más rápido posible, pero los nervios impedían que se pudiese poner en pie.

Mientras tanto Iván forcejeaba con su padre, tratando de conseguir la pistola, mientras Carlos luchaba con el guardabosques. El segundo perro yacía herido por una de las balas que se había disparado de la pistola de Noiret con el forcejeo. El guardabosques había arrastrado a Carlos hasta dentro de la laguna. Era una suerte que el hombre no fuese armado. Por desgracia, Carlos había soltado su pistola tras el primer golpe, y ahora sería imposible encontrarla en el agua.

María estaba junto a Julia. Había encontrado el arma de Camilo y la estaba apuntando hacia Noiret, pero Iván también estaba en el punto de mira y no terminaba de apretar el gatillo por miedo de pegarle a su hijo.

El guardabosques era un tanque de hombre y luchaba como tal. Su trabajo le costó a Carlos llegar a pegarle lo suficientemente fuerte como para dejarle inconsciente. Sabiendo exactamente dónde y cómo asestar el golpe, Carlos por fin aprovechó el momento adecuado y el hombre cayó en las frías aguas de la laguna, que se lo tragaron en segundos.

Calado de agua y con una sobredosis de adrenalina, Carlos se apresuró a ayudar a Iván, pero fue demasiado tarde. El chico estaba en el suelo, al pie de su padre quien le estaba apuntando de lleno con la pistola. Fue entonces cuando María apretó el gatillo, pero para su sorpresa, a la pistola no le quedaban balas.

Noiret le dirigió una sonrisa diabólica.

_ ¿De verdad pensabas matar al padre de tu hijo?

Iván intentaba alejarse poco a poco, arrastrando su cuerpo hacia atrás sin quitarle ojo a su padre.

_ ¿Adónde crees que vas, Iván?

_ ¿Qué vas a hacer, papá? ¿Matarme? _ dijo Iván con desafió y desprecio.

_ ¡No! _ gritó Julia entre sollozos.

Carlos se iba acercando a ellos gradualmente. Sabía que Noiret le estaba vigilando. Poco a poco, Iván se puso de pie. Noiret seguía apuntándole con la pistola.

_ ¿Piensas matarnos a todos, Noiret? _ preguntó Carlos, acercándose más al grupo.

Noiret dejó de apuntar a Iván y dirigió la pistola hacia Carlos.

_ Haría lo que fuera por no volver a esa mierda de cárcel, _ dijo el francés. _ ¡Lo que fuera!

_ Matarías a tu hijo por salvar tu propio pellejo. Eres un cabrón, Noiret.

_ Mi hijo, _ Noiret soltó una carcajada sarcástica. _ Lo único que ha hecho “mi hijo” a lo largo de los años es holgazanear y darme dolores de cabeza. Si no hubiese sido por él—

Noiret no tuvo la oportunidad de terminar esa frase. Iván estuvo a punto de abalanzarse sobre él, pero cuando Carlos lo vio, anticipó la reacción de Noiret.

_ ¡Iván, no! _ gritó Carlos, interponiéndose entre el chico y su padre.

Noiret no dudó un segundo en apretar el gatillo. La explosión de la pistola hizo eco en toda la laguna. Carlos sintió la entrada de la bala por su espalda y la salida por su pecho. Un segundo disparo se escuchó como un trueno por todo el bosque. Noiret se desplomó, la herida de bala en la sien había sido mortal. Iván había caído al suelo, arrastrado por el peso de Carlos. María y Julia corrieron a su encuentro.

A Carlos le era casi imposible tomar oxigeno. Hacía mucho frío. Empapado de agua y sudor, no podía dejar de temblar. Sentía como la sangre brotaba de su pecho, como la vida se le iba escapando con cada latido de su corazón.

Cuando María se arrodilló junto a él, Carlos intentó calmarla con una sonrisa, pero su cuerpo no respondía a las órdenes que trataba de enviar su cerebro. María intentaba desesperadamente parar la sangre.

_ ¡Fermín! Por favor no me hagas esto. ¡Fermín!

Y por mucho que Carlos quisiese responder, lo único que conseguía era atragantarse con su propia sangre. Quería decirla que la quería, que sentía haberla hecho daño, que le gustaría haberse despedido de otra manera, pero las palabras eran absorbidas por ese sabor húmedo y metálico. Las manos de María, empapadas con su sangre, acariciaban su pelo, apartaban el flequillo de sus ojos, embadurnando su frente de rojo carmín. Ella susurraba palabras dulces en su oído, le suplicaba que no se diese por vencido, que aguantase un poco más. Pero su voz cada vez se oía más lejos.

De pronto, detrás de la figura borrosa de María, Carlos pudo discernir la silueta de su padre.

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