¡Bienvenidos!

Bienvenidos a nuestro blog de fanfics acerca de "El Internado". Aquí podréis encontrar textos en todas las categorías posibles, desde los puramente románticos a aquellos que resuelven parte de la trama, pasando por los minifics o el humor.

El blog ha sido diseñado para haceros la navegación por él lo más sencilla posible. Por ello, en la columna de la derecha podéis encontrar todos los fics disponibles, con una breve sinopsis, la categoría o categorías a la que pertenece el texto y los personajes en los que se centra, además del autor del mismo.

Debajo podéis encontrar enlaces directos a todos los capítulos de la historia, de modo que podéis leer a vuestro ritmo y sin necesidad de buscar la entrada por donde os quedasteis, ya que se puede acceder a ella directamente. Así, cuando clickeis en un capítulo, ésa entrada aparecerá justo debajo de esta cabecera que estáis leyendo.

En cuanto a las categorías, vais a encontrar un código que os dirá de qué tipo es el texto que vais a leer. Dentro de estos diferentes tipos, encontraréis:

[ROM] Estos fanfics se centran en el desarrollo de una relación amorosa y los sentimientos de los personajes.

[ANGST] Fanfics para sufrir, para pasarlo mal con nuestros personajes favoritos.

[RES] El Proyecto Géminis y Ottox están más presentes que nunca en estos fics, centrados en resolver parte de la trama.

[HUM] Fanfics para reír.

Encontraréis también los tag [WIP] O [COMPLETO]. El primero hace referencia a "Work in Progress", es decir, que el fic está en fase de publicación, mientras que los fanfics con el segundo término ya se pueden leer enteros.

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Amistades peligrosas (Capítulo XV)



Habían pasado ya dos días desde la partida de Carlos y María existía en una burbuja surrealista. Las horas se disolvían en una cascada de segundos interminables, derritiéndose como un cuadro de Dalí. Ella intentaba ocupar su mente con asuntos ajenos a Carlos, al peligro que acechaba y a la posibilidad de que nunca llegase a conocer a su hijo. Evitaba a toda costa bucear en esos pensamientos profundos y oscuros.

Su mano tendía a viajar por voluntad propia a su vientre. Era un gesto reflexivo, protector. El vacío que había dejado Carlos con su partida se había llenado de alguna forma con ese destello de vida tan inesperado. Era el vínculo que le daba fuerzas para no derrumbarse. Por muy abstracto que fuese era lo único que les unía en la incertidumbre y la distancia.

La última pesadilla había arrastrado a María de la cama al despertar el alba. Se levantó y se vistió mecánicamente, cogiendo las primeras prendas del cajón sin pensar. Era una mañana fresca para la época del año. La propiedad cubría un terreno enorme. Gran parte de la finca estaba cubierta de bosque, pero ubicada en la parte posterior de la casa había un jardín japonés impecablemente cuidado. Debían estar en un lugar bastante remoto porque no se oía a un alma. María había observado a Dempsey arrodillado bajo una pagoda. Tenía los ojos cerrados y parecía estar rezando. La luz de la aurora se reflejaba en un sereno estanque frente a él. Aún intrigada, no había querido molestarle. Se había acercado sigilosamente, y se iba a retirar de la misma manera cuando la voz de Dempsey la detuvo.

_ Hoy te has despertado temprano.

María no estaba muy segura de cómo había advertido su presencia. Habló sin siquiera abrir los ojos, sin mover un solo músculo.

_ A decir verdad no es que haya dormido mucho, _ respondió María clavada en el sitio. _ Siento haberte molestado.

Los labios de Dempsey se curvaron hacia arriba. _ Tu compañía nunca podría llegar a ser una molestia.

Y con un ágil movimiento se puso de pie y se dirigió hacia ella. _ He hecho café, ¿quieres una taza?

María siguió a Dempsey hasta la cocina. Su estómago llevaba toda la mañana bastante tranquilo, y aunque estaba dispuesta a cuidar su dieta, necesitaba esa taza de café para no dormirse por las esquinas. Por otro lado, eso de dormirse por las esquinas no sería una mala idea. Desde luego haría que el tiempo se le pasase un poco más rápido.

La mesa ya estaba puesta. Como de costumbre a Dempsey no se le había escapado ni un solo detalle. María miraba con admiración la bella orquídea que ponía el punto final a la decoración.

_ ¿Por qué Carlos y tú os llamáis por vuestros apellidos? _ preguntó sentándose junto a la ventana. _ ¿Por costumbre?

_ A mi todo el mundo me llama por mi apellido, _ contestó Dempsey sirviendo café en la taza de María y té en su propia taza. _ Espero no haberlo hecho demasiado fuerte. Se me da bastante mejor hacer té que café.

_ Pues te ha salido de miedo, _ respondió María tras saborear el primer sorbo. _ Pero, ¿por qué te llaman por tu apellido?

_ Porque “Leslie” fue una broma cruel que me gastaron mis padres cuando nací, _ dijo Dempsey haciendo una mueca de asco.

_ A mi me gusta.

Dempsey se llevó la mano al pecho como si acabase de recibir un flechazo. _ En ese caso, my lady, me puede llamar como usted desee.

María le dedicó una sonrisa apreciando todos los esfuerzos que estaba haciendo por animarla.

_ Gracias, _ dijo ella con suavidad. _ Gracias por todo lo que estás haciendo por nosotros.

Dempsey guiñó un ojo cariñosamente, arrancando otra tímida sonrisa de María.

_ Tienes una casa preciosa, _ dijo ella agarrando la taza de café para calentarse las manos. El calorcito radiaba por sus dedos y subía por los brazos, calentaba sus manos que tan inexplicablemente permanecían heladas desde que Carlos se fue. _ Deben pagaros muy bien en INTERPOL.

Dempsey soltó una carcajada. _ No pagan tan bien. Tuve la desgracia de nacer en una cuna aristocrática. Ya sabes, dinero viejo atado a un título vacío _. De sus palabras emanaba una evidente amargura. Era como si resintiese pertenecer a la clase alta.

_ Cuéntame algo sobre Carlos, _ pidió María. Porque necesitaba conocerle más a fondo. Porque sabía reconocer una oportunidad cuando la tenía enfrente.

_ ¿Qué es lo que quieres saber exactamente?

_ No sé, _ dijo María considerando brevemente la pregunta. _ ¿Qué tipo de agente era? ¿Ha cambiado mucho desde entonces? ¿Cómo llegasteis a trabajar juntos? ¿Cuándo—?

_ ¡Espera, espera, espera! _ la frenó Dempsey levantando su mano. _ Vamos por partes. ¿Qué tipo de agente era, dices? _ Tras reflexionar sobre la pregunta un par de segundos, preguntó: _ ¿Has oído hablar alguna vez de la estrategia del poli malo/poli bueno?

María asintió con la cabeza con los ojos como platos.

_ Pues adivina quien hacia de “poli malo”.

_ ¿Carlos? _ preguntó María incrédula. Y al ver la sonrisa de Dempsey, tuvo que confirmar. _ Carlos. . . ¿En serio?

_ El cabrón bordaba el papel, _ respondió él con una carcajada. _ En el fondo era un pedazo de pan, pero cuando entrábamos en la sala de interrogatorios hasta yo le tenía miedo.

A María se le hacia difícil imaginar a Fermín, su Fermín, capaz de aterrorizar a nadie. Cierto que a veces podía ser impulsivo. Incluso Iván le había acusado una vez de haberle intimidado de una forma bastante agresiva, pero María no había terminado de creérselo.

_ Con todo y con eso, odiaba tener que ir armado, _ continuó Dempsey perdido en su propia memoria. _ Nunca lo admitió, por supuesto, pero llegó a ser obvio después de algún tiempo.

_ ¿Y ahora para quién trabaja?

Dempsey inclinó la cabeza con un gesto de duda. _ Créeme María. Eso prefiero no preguntárselo. Cuanto menos sepamos de esa organización, mejor. De todas formas, Carlos siempre ha sido una persona muy reservada. No es fácil llegar a conocerle.

_ Tú pareces conocerle muy bien.

_ Fuimos compañeros en la agencia durante varios años. Cientos de horas de vigilancias nocturnas dan para muchos temas de conversación. Llegué a conocerle mejor que muchos, y aun así Carlos nunca dejó de ser un misterio.

Dempsey miró a María con suspicacia. _ Me da que no te ha contado mucho sobre él.

_ Pues no, a decir verdad no me ha contado gran cosa. Lo justo.

_ Ya, _ dijo Dempsey asintiendo lentamente. _ Claro que no me sorprende.

_ ¿Qué quieres decir?

_ A Carlos nunca le han faltado pretendientas, _ comentó Dempsey con un vaivén de su mano. _ Yo personalmente no sé que veis en él las mujeres. El caso es que siempre ha sabido exactamente qué decir y cómo actuar para conquistar a cualquier falda del departamento.

_ Si estás intentando hacerme sentir aún peor—

_ No, María. No lo entiendes, _ susurró el inglés en voz baja, íntima. _ Le conozco desde hace mucho tiempo y nunca pensé. . . Es la primera vez que le veo realmente enamorado de alguien.

María sintió una familiar punzada en el pecho. La misma que había sentido aquella vez que Fermín confesó que la quería más que nada en el mundo. La misma que cuando quemó treinta millones de euros para probar su devoción. La misma que le humedecía los ojos con cada acto inesperado, con cada palabra confesada.

_ Pues razón de más para que confíe en mí, ¿no?

_ Sí, bueno, lo que le pasa a Carlos es que no soporta encontrarse en una posición tan vulnerable. De pronto se ha topado con el panorama de tener que dar más de si mismo de lo que nunca ha estado dispuesto a compartir, y eso le aterra. No te lo tomes a mal.

Sí. Estaba claro que Dempsey le conocía mejor que nadie.

_ ¿Y tú? _ preguntó Dempsey. _ ¿Le quieres?

La pregunta la transportó de pronto a la despensa del internado. Héctor la había hecho esa misma pregunta. Ella contestó una vez más como lo había hecho aquella vez, en esa vida tan lejana. Con un susurro casi inaudible.

_ Sí.

Y no es que no estuviese segura de cuánto le quería. No es que no le quisiera lo suficiente. Era que, como él, estaba aterrorizada. Por lo menos él la había dicho varias veces que la quería. En voz alta. Sin tapaderas. Ella todavía no había tenido las agallas. Y eso que se había enamorado de él cuando todavía ni siquiera conocía la existencia de Carlos.

_ ¿Y Carlos sabe lo del bebé? _ preguntó Dempsey suavemente.

Los ojos de María delataron su asombro. Obviamente el embarazo había sido inesperado, pero había sido una grata sorpresa. De lo que estaba absolutamente segura era que no encajaba para nada en los planes de Carlos. ¿Cómo se lo iba a decir? ¿Y cómo coño lo sabía Dempsey?

_ No me mires así, _ dijo él. _ Soy bastante observador, y tú no has podido ocultarlo demasiado bien.

María titubeó un segundo. _ No tuve la oportunidad de decírselo. Y dadas las circunstancias no sé ni cómo se lo va a tomar.

Dempsey no dijo nada, lo cual inquietó a María aún más. Durante el resto del día la conversación no volvió a centrase en Carlos. Dempsey consiguió distraerla lo suficiente como para aliviar esa angustia que amenazaba con poseerla constantemente. La mostró los jardines con sus estanques y plantas exóticas, la habló de la fauna del lugar, incluso tuvieron la suerte de ver un zorro mientras caminaban por el bosque.

Adyacente a la casa había un espacio cubierto para aparcar varios coches. Al parecer Dempsey coleccionaba clásicos, entre ellos un Bentley y un BMW Z1. María también vio un par de motos en estado impecable. Estaba claro que su anfitrión sentía una indiscutible pasión por esos vehículos. María no entendía nada sobre motores ni carburadores. Dempsey podría haber estado hablando en inglés por lo mucho que se estaba enterando del tema. Pero por lo menos era una distracción. Y cualquier distracción, dadas las circunstancias, era bienvenida.

Una vieja puerta de madera verde daba paso a un cobertizo. Estaba lleno de trastos y olía a gasolina y a polvo. Contra la pared del fondo había un enorme generador que suministraba energía a toda la finca, y una pequeña ventana desde la cual se podía ver la entrada a la casa.

_ Te estoy aburriendo, _ dijo Dempsey de pronto.

Había estado explicándole el funcionamiento del generador, y la había pillado en medio de un amplio bostezo.

_ No, no. Es muy interesante, _ mintió María.

Dempsey la miró con cara escéptica.

_ Es que me gustaría poder salir a la calle, _ dijo ella a la defensiva. _ Llevo ya tres días aquí metida. Estoy que me subo por las paredes.

_ Ojalá pudiese llevarte a algún sitio, pero le prometí a Carlos que no saldrías de aquí hasta que no tuviésemos noticias suyas.

María entendía los riesgos, pero estaba convencida de que un paseo por el pueblo, ver gente, impediría que se volviese loca en este lugar. Dempsey debió ver la cara de decepción que se le puso porque soltó un largo suspiro.

_ Está bien. Un paseo rápido y volvemos enseguida.

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