El mecanismo de la linterna dudó hasta que se vio zarandeada. La mujer no parecía muy dispuesta a querer investigar lo sucedido y David no quiso animarla a ello.
- Voy a llamar a su padre.
- No, no… Déjeme a mí.
- ¿Está seguro? He creído ver un color como un fogonazo.
David le hizo un gesto para que se apartara con impaciencia. Sacó la pistola y como una ola de mar consiguió que se retirasen hacia atrás.
Delante un agujero excavado daba a un titánico tubo en el que cualquiera cabía de pie. El silencio martilleaba a David más allá de lo razonable. Ya no podía más. Agotó la última oportunidad en un intento desesperado.
- ¡¿Sara?!- Una eternidad transcurrió. David se dio cuenta que el asesino frío estaba a punto de derrumbarse por la presión más allá de importarle sus espectadores. -
- ¡¡¡¿Saraaaa?!!!- repitió sintiendo que sus cuerdas vocales eran como lijas. Harto arrancó con el terror de haberse malgastado en aquellas exclamaciones y buenamente como pudo se lanzó a la búsqueda sin fin.
- Aquí, estoy aquí.-
Las lágrimas quisieron salir a borbotones de David al oír su enunciación, pero las mantuvo no fuera a ser que le arrasaran después sin piedad al comprobar lo sucedido. Derrapó al verla tumbada cual era larga en el sucio acero. Peor espectáculo ofrecían sus ropajes embarrados desde el cuello hasta los calcetines. A David se le creyó parar la circulación hasta que escuchó su voz de nuevo.
- Se creía que me iba a coger. Menuda soy yo corriendo. Tuve que escalar, tirarme dos o tres veces, aterrizar, y eso que esta vez no robé.- habló con respiración entrecortada.
El pecho de David Almansa empezó a subir y bajar a un ritmo acelerado.
- ¿Qué haces? ¿Sonríes o lloras? – le preguntó.
- Las dos cosas.- dijo David precipitándose a ella literalmente. - ¿Te ha hecho…?- Sara negó firme y segura.
La abrazó con tal fuerza extraída de su alivio atrayéndola hacia él que tuvo miedo por si estuviese delicada. Pero ella que en tantas ocasiones le había anhelado en sus ilusiones se lo facilitó, no teniendo ya aprensión por los métodos de él. Y aún teniendo la alarma encendida por si acaso alguien reaparecía se buscaron sus labios hacia un electrizante fin.
David se encontró de golpe con un palmetazo mientras seguía posado en su piel.
- ¡¿Qué?! – preguntó con la alarma planeándole.
- Todavía no sabes donde poner la nariz.
David se puso a reír sin parar. Como no lo había hecho en muchísimo tiempo.
- ¡¿Almansa?!- sonó una voz del exterior.- ¿Y la niña? ¿Cómo se encuentra?
- ¡¡Bien!¡¡Está bien!!!... Demasiado bien está.- se dijo para ellos en voz baja. De golpe la vulnerabilidad de ella apareció y deseando que los demás le diesen espacio se dedicó a rozarla de todas las maneras posibles, con la frente, con las uñas, siendo respondido con una sonrisa cansada. Sara de pronto lo aplacó y agarró el anillo que llevaba en su mano.
David no siempre daba palabras atinadas, aunque aquella no fue de esas ocasiones.
- Primero me lo puse, quería tener algo que me recordase a ti, luego pensé otra cosa porque creerías que te había borrado de mi memoria pero se me olvidó quitármelo cuando fui a verte a la tienda y el resto ya lo conoces. Soy un patoso.
- ¿Dónde está el mío?- le preguntó. David lució la más amplia de las sonrisas. Saúl había tenido mucha razón, no todos los días uno conocía a alguien como Sara. Pero aún se sorprendió más la siguiente vez que puso su nombre en la boca de ella.
- David…está junto a mí.- y abriendo un bolsillo de la camisa sacó el idéntico para facilitárselo a su futuro marido. La persona que sorprendida irradiaba felicidad gracias a ella, como si fuera un novato en su propio historial.- El hombre de ese establecimiento es mi padrino, y después de discutir tú y yo, me contó lo que habías hecho, así que yo me quedé con la otra parte de la pareja. Creo que ahora que te conozco un poquito más mi amor por ti es el doble de grande.- Y sin dudarlo le regaló su aproximación para tener su contacto.
Los demás acabaron de llegar con el padre de Sara al inicio de la comitiva con cara de circunstancias.
- Anda, que te ha salido poco lanzada la chiquilla.- le dijo uno de los vecinos.- ¿Es que ya los tienes casados?
E invisibles como se hicieron así se perdió David sin prisa en cada centímetro de ella, porque por una vez todo había salido inmejorable. Porque por primera vez alguien había decidido quedarse a su lado después de saber quien era.
- Voy a llamar a su padre.
- No, no… Déjeme a mí.
- ¿Está seguro? He creído ver un color como un fogonazo.
David le hizo un gesto para que se apartara con impaciencia. Sacó la pistola y como una ola de mar consiguió que se retirasen hacia atrás.
Delante un agujero excavado daba a un titánico tubo en el que cualquiera cabía de pie. El silencio martilleaba a David más allá de lo razonable. Ya no podía más. Agotó la última oportunidad en un intento desesperado.
- ¡¿Sara?!- Una eternidad transcurrió. David se dio cuenta que el asesino frío estaba a punto de derrumbarse por la presión más allá de importarle sus espectadores. -
- ¡¡¡¿Saraaaa?!!!- repitió sintiendo que sus cuerdas vocales eran como lijas. Harto arrancó con el terror de haberse malgastado en aquellas exclamaciones y buenamente como pudo se lanzó a la búsqueda sin fin.
- Aquí, estoy aquí.-
Las lágrimas quisieron salir a borbotones de David al oír su enunciación, pero las mantuvo no fuera a ser que le arrasaran después sin piedad al comprobar lo sucedido. Derrapó al verla tumbada cual era larga en el sucio acero. Peor espectáculo ofrecían sus ropajes embarrados desde el cuello hasta los calcetines. A David se le creyó parar la circulación hasta que escuchó su voz de nuevo.
- Se creía que me iba a coger. Menuda soy yo corriendo. Tuve que escalar, tirarme dos o tres veces, aterrizar, y eso que esta vez no robé.- habló con respiración entrecortada.
El pecho de David Almansa empezó a subir y bajar a un ritmo acelerado.
- ¿Qué haces? ¿Sonríes o lloras? – le preguntó.
- Las dos cosas.- dijo David precipitándose a ella literalmente. - ¿Te ha hecho…?- Sara negó firme y segura.
La abrazó con tal fuerza extraída de su alivio atrayéndola hacia él que tuvo miedo por si estuviese delicada. Pero ella que en tantas ocasiones le había anhelado en sus ilusiones se lo facilitó, no teniendo ya aprensión por los métodos de él. Y aún teniendo la alarma encendida por si acaso alguien reaparecía se buscaron sus labios hacia un electrizante fin.
David se encontró de golpe con un palmetazo mientras seguía posado en su piel.
- ¡¿Qué?! – preguntó con la alarma planeándole.
- Todavía no sabes donde poner la nariz.
David se puso a reír sin parar. Como no lo había hecho en muchísimo tiempo.
- ¡¿Almansa?!- sonó una voz del exterior.- ¿Y la niña? ¿Cómo se encuentra?
- ¡¡Bien!¡¡Está bien!!!... Demasiado bien está.- se dijo para ellos en voz baja. De golpe la vulnerabilidad de ella apareció y deseando que los demás le diesen espacio se dedicó a rozarla de todas las maneras posibles, con la frente, con las uñas, siendo respondido con una sonrisa cansada. Sara de pronto lo aplacó y agarró el anillo que llevaba en su mano.
David no siempre daba palabras atinadas, aunque aquella no fue de esas ocasiones.
- Primero me lo puse, quería tener algo que me recordase a ti, luego pensé otra cosa porque creerías que te había borrado de mi memoria pero se me olvidó quitármelo cuando fui a verte a la tienda y el resto ya lo conoces. Soy un patoso.
- ¿Dónde está el mío?- le preguntó. David lució la más amplia de las sonrisas. Saúl había tenido mucha razón, no todos los días uno conocía a alguien como Sara. Pero aún se sorprendió más la siguiente vez que puso su nombre en la boca de ella.
- David…está junto a mí.- y abriendo un bolsillo de la camisa sacó el idéntico para facilitárselo a su futuro marido. La persona que sorprendida irradiaba felicidad gracias a ella, como si fuera un novato en su propio historial.- El hombre de ese establecimiento es mi padrino, y después de discutir tú y yo, me contó lo que habías hecho, así que yo me quedé con la otra parte de la pareja. Creo que ahora que te conozco un poquito más mi amor por ti es el doble de grande.- Y sin dudarlo le regaló su aproximación para tener su contacto.
Los demás acabaron de llegar con el padre de Sara al inicio de la comitiva con cara de circunstancias.
- Anda, que te ha salido poco lanzada la chiquilla.- le dijo uno de los vecinos.- ¿Es que ya los tienes casados?
E invisibles como se hicieron así se perdió David sin prisa en cada centímetro de ella, porque por una vez todo había salido inmejorable. Porque por primera vez alguien había decidido quedarse a su lado después de saber quien era.
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