
Las dos semanas siguientes transcurrieron tranquilos, sin ninguna novedad, excepto en la investigación, que avanzaba a pequeños pasos: de momento ya sabían que las personas que Rebeca había visto en su visión eran mendigos utilizados por Ottox, cobayas que la farmacéutica utilizaba para inyectarles un virus en el cuello. El brazo ejecutor: Lucía.
Respecto a María, Carlos empezaba a dejar de pensar en ella. Se había cruzado casi a diario con Iván, con quien ella seguro que mantenía llamadas para informarse de cómo estaba, pero él no le decía nada. Creía poder olvidarla fijándose en Rebeca, quien había decidido alejarse de Martín. Incluso aquel día sucedió algo que ninguno de los dos había previsto:
- Bueno, pues ahora no hay nada que hacer hasta que Saúl analice qué es exactamente ese virus - dijo Carlos, sentado sobre la cama de Rebeca.
-Si - Hubo medio minuto de un silencio, algo incómodo - Bueno y.. ¿qué tal llevas lo de María?
- Ni siquiera me ha llamado. Está claro que no quiere saber nada más de mí. Mejor así, no le volveré a poner en peligro - ¿y tú qué tal con Martín?
- Ya te dije que eso se ha acabado. No quiero saber nada más de él. Si no ha querido contarme nada.. no ha confiado en mí y ahora me evita.
- Yo a María tampoco le conté nada. Ni siquiera sabía quién era, a qué me dedicaba antes de esto… A veces quería poder acabar con todo, contárselo todo, que sepa a dónde iba todas las noches que no pasaba con ella y…
- A mí no tienes que ocultarme nada.
- ¿Qué? - Carlos no entendía qué quería decirle Rebeca. Pero no tardó en comprenderlo. Quería que empezaran una relación los dos juntos. Los dos conocían todo del otro, sin ningún secreto, nada que ocultarse.
Rebeca se abalanzó sobre él sin que pudiese decir nada. Le empezó a besar suavemente, acariciándole la cara a la vez. Pero ninguno de los dos paró y esa noche se fundieron entre las sábanas.
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