¡Bienvenidos!

Bienvenidos a nuestro blog de fanfics acerca de "El Internado". Aquí podréis encontrar textos en todas las categorías posibles, desde los puramente románticos a aquellos que resuelven parte de la trama, pasando por los minifics o el humor.

El blog ha sido diseñado para haceros la navegación por él lo más sencilla posible. Por ello, en la columna de la derecha podéis encontrar todos los fics disponibles, con una breve sinopsis, la categoría o categorías a la que pertenece el texto y los personajes en los que se centra, además del autor del mismo.

Debajo podéis encontrar enlaces directos a todos los capítulos de la historia, de modo que podéis leer a vuestro ritmo y sin necesidad de buscar la entrada por donde os quedasteis, ya que se puede acceder a ella directamente. Así, cuando clickeis en un capítulo, ésa entrada aparecerá justo debajo de esta cabecera que estáis leyendo.

En cuanto a las categorías, vais a encontrar un código que os dirá de qué tipo es el texto que vais a leer. Dentro de estos diferentes tipos, encontraréis:

[ROM] Estos fanfics se centran en el desarrollo de una relación amorosa y los sentimientos de los personajes.

[ANGST] Fanfics para sufrir, para pasarlo mal con nuestros personajes favoritos.

[RES] El Proyecto Géminis y Ottox están más presentes que nunca en estos fics, centrados en resolver parte de la trama.

[HUM] Fanfics para reír.

Encontraréis también los tag [WIP] O [COMPLETO]. El primero hace referencia a "Work in Progress", es decir, que el fic está en fase de publicación, mientras que los fanfics con el segundo término ya se pueden leer enteros.

CONTACTO

Si tienes alguna duda o te apetece publicar tu fanfic en este blog, sólo tienes que ponerte en contacto con nosotras a través del Blog de Marta Torné o bien a través del Blog de Raúl Fernández, en las direcciones de correo que encontraréis en las mencionadas páginas.

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Amistades peligrosas (Capítulo VI)



Como era de esperar, María volvió a pasar una mala noche. Esta vez sus sueños estaban pintados en sangre, la suya, la de Fermín. Visiones relámpago de hombres armados con pistolas, un látigo, risas, tos seca, más risas…

Se despertó sentada en la cama, empapada en sudor y jadeando. Fermín la sujetaba por la cintura, luchaba por arrástrala de vuelta al presente. Ella tardó unos segundos en dejar de forcejear. Sólo lo hizo cuando reconoció ese abrazo, esa voz, esa esencia tan inconfundible. Y entonces deseó caer de nuevo en sus inquietos sueños. Porque más difícil que nadar en sus pesadillas, era tenerle al lado y saber que en realidad estaba sola.

Cuando Fermín dejó de abrazarla y se levantó, María sólo pudo sentir alivio. Cuando regresó con un vaso de agua, ella lo aceptó con un “gracias” casi inaudible pero fue incapaz de mirarle a los ojos. No quería que viese el miedo que habitaba en ellos, ni el tormento del cual en parte era él responsable. Al apagar la luz, todo se hizo un poco más llevadero.

_ Tranquilízate, María. Estoy aquí. Estoy aquí…

Y eso era justamente el problema.

_ Intenta volver a dormir, _ dijo Fermín apartando el revoltoso pelo de su cara, aprovechando el gesto para acariciar su mejilla. María asintió en la oscuridad sin saber si él podía siquiera verla. Todo a su alrededor eran sombras desconocidas. Él era su única ancla. Un ancla que la arrastraba poco a poco hacia las profundidades de ese peligroso mundo al que pertenecía.

Recostándose de nuevo, cerró los ojos y puso todo su empeño en expulsar esas horribles imágenes de su mente. Las reemplazó con unas de Iván, riéndose con sus amigos en el internado. ¡Qué lejos le parecía ahora todo aquello!

María se había pasado la noche pretendiendo dormir, esperando ansiosa la llegada del alba. Y con ese anticipado regreso llegó su partida. Gloria se había despedido de ellos con lágrimas en los ojos. María vio vacío y soledad en su rostro, una expresión gemela a la que veía últimamente cuando se miraba al espejo.

Una vez mas, María desconocía cual terminaría siendo su paradero. Seguro que si se lo preguntaba a Fermín se lo diría. No tenía sentido ocultarle este tipo de cosas a estas alturas, pero él no ofrecía la información y ella ya ni se molestaba en preguntar. Esta vez, sin embargo, tenía una ligera idea. Había escuchado parte de la conversación de Fermín la noche anterior cuando recibió la llamada en el móvil.

_ No te lo puedo decir, _ había dicho en voz baja. _ No por teléfono.

María escuchaba atentamente, llenando los vacíos de la conversación en su mente.

_ Tenemos que salir del país cuanto antes.

(Silencio)

_ Veinticuatro horas a ser posible.

(Silencio)

_ ¡Pues haz un milagro!

(Silencio)

_ No, necesito dos. Ya tienes toda la información que necesitas.

(Silencio)

_ Prefiero tratar contigo.

(Silencio)

_ Sí… Sí, ¡joder! ¡Ya lo sé!

(Silencio)

_ Te lo entrego en el punto de encuentro.


Estaba claro que Fermín pretendía cruzar la frontera. De nuevo se dirigían hacia el norte. Alrededor del mediodía llegaron a un viejo hostal de carretera. El Renault aparcó al lado de un todoterreno blanco contra el cual un hombre alto y mayor estaba apoyado.

_ Más vale que lo que tengas merezca la pena, _ dijo en tono despectivo. _ No acostumbro a hacer de niño de los recados, ya lo sabes.

A María le sonaba muchísimo su cara, pero por mas que lo intentaba no se acordaba de dónde. Fermín hizo caso omiso de la amenaza del viejo.

_ ¿Has traído los documentos que te pedí?

_ Antes que nada, creo que tienes algo para mí.

Fermín extrajo un papel de su bolsillo. Parecía el mapa de un laberinto con distintas recámaras. María no pudo verlo bien, pero juraría que en una de ellas estaba escrita la palabra “tesoro”.

Con una mirada severa, el hombre dobló el papel que le había entregado Fermín y se lo guardó en el bolsillo trasero de su pantalón.

_ Los documentos, _ pidió Fermín.

_ ¿Cómo sé que no me estas tomando el pelo?

_ No lo sabes, _ respondió Fermín secamente. _ Vas a tener que fiarte de mi.

Los ojos fulminantes del viejo parecían querer atravesarle. En el asiento del pasajero había un gran sobre. Con un giro de la muñeca, el viejo se lo arrojó a Fermín, quien lo cogió al vuelo y comenzó a revisar su contenido. María sólo alcanzó a ver un fajo de Euros y un par de pasaportes.

_ No se te ocurra volver a llamarme. No pienso ir a tu encuentro.

Con esas palabras el viejo se metió en el Renault y desapareció carretera abajo dejando el todoterreno a su disposición.

Tardaron relativamente poco en cruzar los Pirineos y la frontera. Estaba anocheciendo cuando llegaron a la posada de un diminuto pueblo llamado Mondozil. El vestíbulo del lugar era auténticamente encantador—pequeño, con vigas de roble expuestas decorando el techo y un ambiente provincial. Detrás del mostrador un joven no mucho mayor que Iván dijo algo que María no pudo entender. Y para su gran asombro, Fermín respondió en francés con tal naturalidad que la dejó de piedra.

Otra muñeca dentro de otra muñeca. . .

_ No sabía que hablaras francés, _ dijo María entrando en la habitación tras él. Al igual que el vestíbulo, era un ambiente acogedor con cortinas y colcha con un estampado que podría ser estrambótico en cualquier otro sitio, pero que encajaba en ese lugar a la perfección.

_ Algo tenía que hacer para impresionar a las chicas del cole, _ respondió Fermín con un guiño.

Les faltó tiempo para bajar a comer algo. El restaurante estaba desierto, aunque no era de extrañar. Se encontraban en un lugar remoto del sur de Francia y por muy pintoresco que fuese, no tenía mucha pinta de vivir del turismo. Su mesa estaba ubicada junto a una gran chimenea de piedra. La ironía no paso desapercibida por María. Vale que siendo verano estuviese apagada y que ellos llevaran puesta la misma ropa de hacía dos días, pero la coincidencia fue categórica.

María miraba al menú con el ceño fruncido.

_ ¿Qué te apetece? _ preguntó Fermín ojeando el suyo. _ ¿Carne? ¿Pescado?

A decir verdad, María podría haber pedido carne y pescado y todo lo que la trajesen. Llevaba un hambre perra desde media tarde, y en su prisa por salir de España no habían parado ni para comer. Viendo la abierta indecisión impresa en la cara de María, los labios de Fermín se curvaron en una media sonrisa y cuando la camarera vino a su mesa no dudó en pedir por ella.

_ ¿Qué te pasa? _ preguntó. _ No te habrá molestado que pida por ti.

_ No, no es eso, _ dijo María soltando una suave carcajada. _ Es que se me acaba de conceder un deseo de cumpleaños de la forma más peculiar. Pero eso ya no importa.

_ María, en cuanto a tu cumpleaños—

_ Es igual, _ interrumpió ella. _ No tienes por que decir nada.

_ Lo siento, _ susurró el. _ Nunca quise hacerte daño. Lo sabes, ¿verdad?

_ Ya, _ respondió ella, asintiendo lentamente. _ Pero lo estas haciendo.

_ Esto tampoco es fácil para mí. Estoy intentando hacer lo correcto.

_ Y arrastrarme a través de dos países alejándome de mi hijo es lo correcto, ¿no?

El dolor que María vio en su mirada en ese momento hizo que se arrepintiera de la acusación de inmediato.

_ Perdona, no quería—

_ No. Tienes razón. No es justo. Y si tu vida no estuviese en peligro, jamás te hubiese alejado de Iván.

_ Lo menos que puedes hacer es ser sincero conmigo, Fermín, _ dijo ella con ojos suplicantes. _ Me debes por lo menos eso.

Los dedos de Fermín jugaban con la copa que tenía en frente. Parecía estar absorto en sus pensamientos, en sus dudas.

_ ¿Por qué te volviste tan terco conmigo de un día para otro? _ insistió María. _ ¿Por qué te ibas a ir del internado sin decirme nada?

Después de una larga pausa.

_ ¿Fermín?

_ Averigüé que mi padre había matado a tres personas, _ dijo él sin levantar la mirada de la copa.

Los ojos de María engrandecieron. Parecía como si él no fuese a decir nada más, pero ella temía meter baza por miedo a que se volviese a cobijar bajo ese maldito caparazón.

_ Esos cabrones. . . _ continuó Fermín casi sin aliento. _ Esos cabrones convirtieron a mi padre en un asesino.

María no sabía que decir. Le hubiese gustado abrazarle, conectar con el físicamente, darle fuerzas. Fermín apoyó los codos sobre la mesa y entrelazó los dedos. Su cara había perdido algo de color. Después de considerar sus palabras durante largos segundos, exhaló profundamente.

_ Llevo investigando a esta gente desde hace bastante tiempo, mucho antes de entrar en el internado. Me he pasado la vida buscando. . . Tenía que encontrar ciertas piezas únicas. Obras de arte que han sido robadas y vendidas en el mercado negro. Muchos las han dado por perdidas, pero yo estaba seguro de que algún día las encontraría. La mejor forma de hacerlo fue incorporándome a la policía. Eso me proporcionó los recursos a los que no hubiese podido acceder de otra forma. Por lo visto tengo un talento especial para analizar la mente criminal, y un reclutador de INTERPOL me hizo una oferta que no pude rechazar.

María levantó la cabeza, sus ojos clavados en Fermín. No podía creer lo que estaba escuchando. Era algo insólito.

Fermín le estaba contando la verdad sobre su pasado.

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