Cuando Julia y Rebeca volvieron, encontraron a Iván y a Carlos sentados sobre la cama, el primero con los ojos fijos en la pantalla del ordenador, el segundo con la mirada perdida en los datos del informe falso, tratando de encontrar algo que le pusiera en el buen camino.
- Carlos, no te vas a creer lo que hemos encontrado…
Rebeca lanzó una carpeta marrón sobre la mesa, la misma que dos noches antes, Hugo había escondido bajo el colchón cuando Julia llamó a su puerta.
- Hugo lo guardaba en su habitación. Es el informe de María.
Carlos abrió los ojos de par en par y se abalanzó sobre los papeles. Desparramó el contenido de la carpeta sobre la cama y trató de escudriñarlos todos a la vez, sin éxito. Las palabras le salieron a borbotones.
- ¿Has visto algo raro? ¿Algo que no sepamos?
Rebeca permaneció en silencio. Julia trató de contestar, pero se quedó congelada ante la pantalla del ordenador, incrédula. Quizá en el fondo de su ser, ella tampoco creyó nunca que Daniel fuera una buena baza. Sólo un nombre y su apellido, desde la boca de Fermín, consiguieron sacarla de su estupefacción un segundo después.
- También lo firma Lourdes Álvarez. Creo que vamos a tener que hacerle una visita…
A Julia se le rompió algo por dentro al oír aquel nombre. Sintió que iba a vomitar y tuvo que agarrarse al respaldo de la silla. A Iván no le pasó desapercibido el gesto y tardó medio segundo en plantarse a su lado, agarrándola por un brazo con suavidad. Se acercó a su oído y le habló despacio.
- ¿Qué te pasa? ¿Estás…? ¿Has visto algo?
Ella negó con la cabeza y reprimió otra nausea con sabor a antigua. Volvió a su garganta el sabor metálico de los medicamentos, de su garganta incapaz de soportar otro espasmo.
- La conozco…
Apenas fue un balbuceo, comprensible sólo para sí misma. Volvió a repetirlo, más fuerte.
- La conozco.
Rebeca se acercó a ellos y le puso una mano a Julia sobre el hombro.
- Julia, ¿qué pasa?
- Sé quién es esa mujer…
Iván giró la silla en la que Julia se apoyaba y la obligó a sentarse. Carlos intuyó que pasaba algo y se colocó delante de ella.
- Esa mujer fue mi médico en San Antonio…
Iván esbozó una sonrisa imposible.
- ¿Qué dices, Julia?
Un minuto después, consiguió narrarles cómo la habían ingresado en el psiquiátrico tras la muerte de su padre, obviando los detalles acerca de cómo había descubierto que había sido asesinado. Les relató cómo la doctora Álvarez firmó su ingreso y la visitó ocasionalmente, recordándole siempre que debía apartar aquellas fantasías de su mente si quería salir de allí. Sólo les habló por encima de cómo la obligó a tragar las cápsulas que la dejaban adormecida durante horas o de cómo la martirizaba con comentarios sobre su padre.
Cuando terminó de hablar, se dio cuenta de que ya no lloraba. Ni siquiera contándolo. Y también entendió que, por fin, había llegado el momento de volver a verla.
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