¡Bienvenidos!

Bienvenidos a nuestro blog de fanfics acerca de "El Internado". Aquí podréis encontrar textos en todas las categorías posibles, desde los puramente románticos a aquellos que resuelven parte de la trama, pasando por los minifics o el humor.

El blog ha sido diseñado para haceros la navegación por él lo más sencilla posible. Por ello, en la columna de la derecha podéis encontrar todos los fics disponibles, con una breve sinopsis, la categoría o categorías a la que pertenece el texto y los personajes en los que se centra, además del autor del mismo.

Debajo podéis encontrar enlaces directos a todos los capítulos de la historia, de modo que podéis leer a vuestro ritmo y sin necesidad de buscar la entrada por donde os quedasteis, ya que se puede acceder a ella directamente. Así, cuando clickeis en un capítulo, ésa entrada aparecerá justo debajo de esta cabecera que estáis leyendo.

En cuanto a las categorías, vais a encontrar un código que os dirá de qué tipo es el texto que vais a leer. Dentro de estos diferentes tipos, encontraréis:

[ROM] Estos fanfics se centran en el desarrollo de una relación amorosa y los sentimientos de los personajes.

[ANGST] Fanfics para sufrir, para pasarlo mal con nuestros personajes favoritos.

[RES] El Proyecto Géminis y Ottox están más presentes que nunca en estos fics, centrados en resolver parte de la trama.

[HUM] Fanfics para reír.

Encontraréis también los tag [WIP] O [COMPLETO]. El primero hace referencia a "Work in Progress", es decir, que el fic está en fase de publicación, mientras que los fanfics con el segundo término ya se pueden leer enteros.

CONTACTO

Si tienes alguna duda o te apetece publicar tu fanfic en este blog, sólo tienes que ponerte en contacto con nosotras a través del Blog de Marta Torné o bien a través del Blog de Raúl Fernández, en las direcciones de correo que encontraréis en las mencionadas páginas.

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Déjame que te cuente. Capítulo VII.

Trabajaba más por costumbre que por necesidad. Cada primer día de cada mes, en su cuenta bancaria aparecían como por ensalmo dos mil euros exactos, que ella no había pedido pero que tampoco había rechazado. Tener un hijo te enseña muchas cosas, y perder el orgullo es una de las más importantes. En realidad, no había tocado jamás ese dinero, ni pensaba hacerlo si no era estrictamente necesario. Pero no sabía si quizá, algún día, tendría que huir al otro lado del mundo. A ella no le importaba quedarse por el camino, pero si lo hacía, sería para que Carlos pudiese seguir adelante.

Aún así, seguía trabajando. Llevaba cuatro años llevando y trayendo cafés y haciendo fotocopias en una oficina del centro. Por supuesto, el trabajo también había llegado por cuenta ajena, de las mismas manos que la habían puesto en aquella casa y que engordaban su cuenta corriente a marchas forzadas.

Aquel día, cuando llegó a casa, lanzó el bolso sobre el sofá y fue directa a la habitación de su hijo. El cuadro de Van Gogh la saludó desde la pared de enfrente, pero ella le ignoró y se sentó en el escritorio. Carlos apenas lo usaba porque las piernas aún no le llegaban al suelo, pero a ella se le quedaba ya pequeño. Cogió la pila de papeles que había sobre él y los ojeó uno a uno.
En el primero, un dibujo: rayas azules, verdes, amarillas, sin orden ni concierto, sobre un fondo azul oscuro. La noche estrellada.
Tras él, otro dibujo. Un hombre vestido de blanco. En la misma postura que la única foto que su hijo había visto de su padre. Por un momento, le provocó una pena terrible que sólo pudiera recordarle así.
Después, una hoja. Muchos números, hechos con trazos sencillos, del uno al cincuenta y vuelta a empezar. Metódico, como su padre.
Repasó el resto de la pila sin encontrar lo que buscaba.
Al otro lado del escritorio, tres fotos. Una de su primer cumpleaños en el colegio, con sus amigos. Otra con su madre, sólo unos meses antes. Y otra con su hermano Iván, en un lugar desconocido para ella. Debajo, una libreta pequeña.

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Tuvo que agarrarse al borde de la mesa para no caerse. Un texto escrito por un niño de cinco años no debería jamás asemejarse a una bofetada, pero a ella, casi consigue derribarla. Se llevó una mano al pecho, tratando de calmar el dolor intermitente en forma de punzadas que le aguijoneaba justo en el centro. Porque ni Fermín, ni Carlos, ni el tiempo pasado iban a volver nunca por mucho que ellos lo desearan.

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