¡Bienvenidos!

Bienvenidos a nuestro blog de fanfics acerca de "El Internado". Aquí podréis encontrar textos en todas las categorías posibles, desde los puramente románticos a aquellos que resuelven parte de la trama, pasando por los minifics o el humor.

El blog ha sido diseñado para haceros la navegación por él lo más sencilla posible. Por ello, en la columna de la derecha podéis encontrar todos los fics disponibles, con una breve sinopsis, la categoría o categorías a la que pertenece el texto y los personajes en los que se centra, además del autor del mismo.

Debajo podéis encontrar enlaces directos a todos los capítulos de la historia, de modo que podéis leer a vuestro ritmo y sin necesidad de buscar la entrada por donde os quedasteis, ya que se puede acceder a ella directamente. Así, cuando clickeis en un capítulo, ésa entrada aparecerá justo debajo de esta cabecera que estáis leyendo.

En cuanto a las categorías, vais a encontrar un código que os dirá de qué tipo es el texto que vais a leer. Dentro de estos diferentes tipos, encontraréis:

[ROM] Estos fanfics se centran en el desarrollo de una relación amorosa y los sentimientos de los personajes.

[ANGST] Fanfics para sufrir, para pasarlo mal con nuestros personajes favoritos.

[RES] El Proyecto Géminis y Ottox están más presentes que nunca en estos fics, centrados en resolver parte de la trama.

[HUM] Fanfics para reír.

Encontraréis también los tag [WIP] O [COMPLETO]. El primero hace referencia a "Work in Progress", es decir, que el fic está en fase de publicación, mientras que los fanfics con el segundo término ya se pueden leer enteros.

CONTACTO

Si tienes alguna duda o te apetece publicar tu fanfic en este blog, sólo tienes que ponerte en contacto con nosotras a través del Blog de Marta Torné o bien a través del Blog de Raúl Fernández, en las direcciones de correo que encontraréis en las mencionadas páginas.

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Las Apariencias Engañan (PARTE III)


Una vez Carlos terminó de relatar su historia, María se quedó sentada en silencio. Parecía estar procesando toda la información que acababa de escuchar con expresión de incredulidad. Carlos la miraba, algo aprensivo, esperando una reacción, cualquier tipo de reacción. ¿Qué pensaría de él ahora que sabía toda la verdad? ¿Había sido un error decírselo? A lo mejor hubiese sido más prudente no haberlo hecho. Por otro lado, María ya sabía demasiado, y hubiese sido más peligroso que empezase a indagar por su cuenta. De todas formas, era demasiada información de golpe.

Carlos le había contado todo a María, desde el asesinato de su padre, hasta su adolescencia en un centro de acogida cuando su madre no fue capaz de ocuparse de él, a la siniestra forma en que fue reclutado por una organización invisible del gobierno de la EU (en la cual no entro en muchos detalles por razones obvias). Le contó en cuanto a los intensivos entrenamientos a los que los agentes de esta agencia son sometidos, tanto física como mentalmente. Y, por supuesto, le confesó como al perseguir sus propios intereses intentando recuperar las riquezas de su familia, había terminado en la cárcel junto a Aurora, no su compañera sentimental, sino colega dentro de la misma organización que les dejó pudriéndose en ese sitio con tal de no revelar su existencia. Le contó también como había sido contactado por el viejo, omitiendo que en aquel momento hubiese vendido su alma al diablo con tal de salir de ese horrible lugar donde pasó más de siete meses metido. Explicó su posición en la organización y como había terminado infiltrado en el internado. Le comentó el significado de los símbolos y el descubrimiento de la sala del tesoro, observando como los ojos de María se abrían con intriga y sorpresa en el transcurso de su relato.

Si, Carlos le había contado todo a María con pelos y señales. Todo. . . Incluyendo ciertos detalles (no todos) del Proyecto Géminis. Carlos era consciente de que exponiéndola a esa información podría estar firmando su sentencia de muerte. Podría habérselo ocultado, haberla ahorrado un mal rato, pero ya que las cartas estaban sobre la mesa, ¿por qué decirle una verdad a medias? Eso ya lo había intentado en el pasado, y siempre le había salido el tiro por la culata.

María estaba sentada en el borde de la cama con la espalda erguida y tensa, observando sus propias manos en su regazo tan intensamente que parecía la primera vez que las veía. Por primera vez, Carlos fue incapaz de adivinar lo que se le podría estar pasando por la cabeza. Sentado a su lado en la cama, esperó pacientemente a que ella reaccionase. La respiración de María era entrecortada, señal o de miedo, o de excitación sexual. Carlos dudaba que fuese la segunda, y dado lo pálida que se la veía, dedujo que debería estar aterrada.

_ María, mírame_ dijo Carlos cuando ya no aguantaba otro segundo de silencio. Cuando ella ignoró su petición, él se arrodilló frente a ella guiando su cabeza suavemente con dos dedos para que le mirase a los ojos. _ ¿Estas bien?

_ Primero creía que eras el cocinero del internado, _ susurró María. _ Luego pensé que podrías ser un ladrón de guante blanco. Y ahora. . . _ después de un largo suspiro, dijo: _ ¿Por qué no me quisiste contar la verdad? ¿Acaso preferías que creyese que eres un delincuente?

_ No es eso, _ dijo él moviendo la cabeza de lado a lado. _ Ahora que sabes la verdad, no tengo por qué explicarte lo peligrosa que es la información que te acabo de dar. Era preferible dejarte creer que era un simple ladrón de cuadros a ponerte en peligro, _ Carlos se pasó la mano por el pelo, frustrado. _ Coño, pues como lo acabo hacer.

_ Pero, ¿hay algo más?

_ Joder, ¿te parece poco lo que te he contado? – dijo Carlos poniéndose de pie.

María echó la cabeza para atrás hasta poder mirarle a los ojos. _ ¿Por qué estuviste a punto de irte del internado? Nunca te he visto tan alterado como ayer. Algo gordo ha debido pasar para querer mandarlo todo al garete, ¿no?

Carlos decidió omitir ese detalle crítico de su relato. ¿Cómo le iba a decir a María que su padre era un asesino? Eso era algo que él mismo no había terminado de digerir, y en estos momentos, tampoco se sentía con ánimo para comentarlo con nadie. Ni siquiera con ella.

_ Fue todo un malentendido. Un. . . un problema con el precio previamente acordado, _ mintió.

_ Pero. . . ¿a ti te pagan por esto?

Carlos hizo una mueca. _ ¡Pues claro! Ya te dije que el trabajo de cocinero en este internado no daba ni para pipas. ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así?

_ Lo siento, lo siento. . . _ se disculpó María. _ Es que todavía no me puedo creer que seas un. . . un agente secreto.

Carlos dejó soltar una carcajada. _ ¿Eso es lo que crees que soy? ¿Un agente secreto?

María se encogió de hombros. Todavía se la veía algo aturdida.

_ Venga, métete en la cama, _ sugirió Carlos retirando las sábanas. _ Si aparecemos medio dormidos mañana Jacinta se va a pensar que llevamos toda la noche “haciendo las paces”.

María sonrío por primera vez esa noche. Una vez bajo el edredón, Carlos la abrazó por la cintura, presionando la espalda de ella contra su pecho. Ella se estremeció momentáneamente, pero se fue relajando poco a poco. Cuando ya estaban casi dormidos los dos, Carlos le susurró al oído.

_ Feliz cumpleaños, María.

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