Echando la cabeza para atrás y cerrando los ojos, María se relajó en la bañera. El viaje la había agotado casi tanto como la conversación durante la cena. Llevaba tanto tiempo especulando sobre el pasado de Fermín, que ahora que había averiguado la verdad le estaba costando un esfuerzo increíble asimilarla.
Aun así, emocionalmente, Fermín parecía bastante distante. A María le hubiese gustado acercarse mas a él, servirle de apoyo. Pero, ¿cómo iba a ser ella el apoyo de nadie, si ni siquiera podía mantener su propio equilibrio emocional? Por muy entera que pareciese, por dentro estaba hecha añicos.
El agua tibia de la bañera iba derritiendo sus inquietudes lentamente, la ayudaba a olvidar el dolor de no poder ver a Iván a diario, de la soledad que la invadía cada vez que se acostaba junto a Fermín, de la añoranza por aquellos momentos felices en el internado que ya sólo eran borrones en su memoria.
Su cuerpo estaba completamente relajado cuando sintió como una delicada mano le acariciaba el hombro. No le había oído entrar en el baño. Con un suspiro, ella reposó la cabeza sobre el antebrazo que se deslizaba por su cuello, dejó que la mano siguiese su rumbo hacia el sur, coqueteando, explorando. María se mordió el labio inferior disfrutando de cada roce, sintiendo como su pulso y su respiración se aceleraban.
_ Fermín. . . _ exhaló, arqueando su espalda contra sus caricias.
_ ¿Me echabas de menos?
Era como si la sangre se le hubiese congelado en las venas. El grito de terror se quedó trabado en las profundidades de su garganta al ver la cara de Noiret asomarse por su hombro con ojos delirantes y sonrisa perversa.
María se despertó chapoteando en el agua ya fría de la bañera. Se aferró a la porcelana como si de un salvavidas se tratase. Su corazón latía con fuerza dentro de su pecho, como buscando escapatoria. Intentó en vano controlar su respiración, superficial y rápida.
_ ¿María? _ se oyó desde el otro lado de la puerta. _ María, ¿Estas bien?
Con voz temblorosa, ella intentó disimular su espanto.
_ S—sí, sí… ¡E—estoy bien!
Y con esa mentira se abrazó las rodillas y comenzó a sollozar en silencio.
Aun así, emocionalmente, Fermín parecía bastante distante. A María le hubiese gustado acercarse mas a él, servirle de apoyo. Pero, ¿cómo iba a ser ella el apoyo de nadie, si ni siquiera podía mantener su propio equilibrio emocional? Por muy entera que pareciese, por dentro estaba hecha añicos.
El agua tibia de la bañera iba derritiendo sus inquietudes lentamente, la ayudaba a olvidar el dolor de no poder ver a Iván a diario, de la soledad que la invadía cada vez que se acostaba junto a Fermín, de la añoranza por aquellos momentos felices en el internado que ya sólo eran borrones en su memoria.
Su cuerpo estaba completamente relajado cuando sintió como una delicada mano le acariciaba el hombro. No le había oído entrar en el baño. Con un suspiro, ella reposó la cabeza sobre el antebrazo que se deslizaba por su cuello, dejó que la mano siguiese su rumbo hacia el sur, coqueteando, explorando. María se mordió el labio inferior disfrutando de cada roce, sintiendo como su pulso y su respiración se aceleraban.
_ Fermín. . . _ exhaló, arqueando su espalda contra sus caricias.
_ ¿Me echabas de menos?
Era como si la sangre se le hubiese congelado en las venas. El grito de terror se quedó trabado en las profundidades de su garganta al ver la cara de Noiret asomarse por su hombro con ojos delirantes y sonrisa perversa.
María se despertó chapoteando en el agua ya fría de la bañera. Se aferró a la porcelana como si de un salvavidas se tratase. Su corazón latía con fuerza dentro de su pecho, como buscando escapatoria. Intentó en vano controlar su respiración, superficial y rápida.
_ ¿María? _ se oyó desde el otro lado de la puerta. _ María, ¿Estas bien?
Con voz temblorosa, ella intentó disimular su espanto.
_ S—sí, sí… ¡E—estoy bien!
Y con esa mentira se abrazó las rodillas y comenzó a sollozar en silencio.
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