- ¿Me vas a matar delante de mi hijo? Pensaba que tenías más clase, Fermín…
Por primera vez, Iván habló. Ya no le temblaba la voz, ya no había silencios entre palabras. Ya no había nada. Si acaso algo que se había roto por dentro, que ya no se arreglaría jamás.
- Tú no eres mi padre, cabrón. No eres mi padre.
- No seas desagradecido Iván. Si no fuera tu padre, habrías sido tú en vez de tu amigo Cayetano. Recuerda que también andabas solo por el bosque aquella noche, te salvé la vida.
- Hijo de puta…
Le vio abalanzarse sobre él y se interpuso en su camino. Ahora sabía que no la odiaba. Todas las palabras que habían salido de él para hacerle daño no concentraban ni una cuarta parte de la rabia que emanaban ahora. El día que le dijo que era su madre, le dijo cosas que pensó que no podría soportar. Pero no, nada que ver con aquello. Hacia ella había dolor. El odio era esto.
Le agarró por los hombros y le miró, le suplicó, que no se expusiera más.
Estaba tan concentrada en la cara de su hijo que fue la última en ver a la persona que se había unido a la fiesta a última hora. Definitivamente, no lo había visto todo. Cada descubrimiento, siempre, superaba al anterior. Una identidad nueva para Héctor, unos pasadizos, Camilo, Noiret. Y ahora ella, la dulce Amelia. Quiso frotarse los ojos, cerrarlos para que al abrirlos hubiera desaparecido. Pero supo que no se iría.
- Suelta la pistola.
Quizá fue en ese momento cuando Fermín, y con él Carlos, comprendió que no iba a salir con vida de allí. El arma de Amelia le apuntaba al mismo sitio que la suya propia a Noiret. El segundo ganado antes era ya inservible. Ahora la prioridad era que María, Iván, Samuel y su propio hijo salieran vivos de allí. Bajó el arma y se limpió el sudor de la frente con el dorso de la mano.
- Oye, Héctor y yo nos quedaremos, haced lo que queráis. Pero dejad que María se vaya…
Noiret se dio la vuelta y le miró de frente. Apoyó su frente en la de él y le miró como un animal a su presa, a ésa presa que lleva tanto tiempo buscando. Desvió un segundo la vista hacia Amelia y con un gesto de cabeza, le indicó que se dirigiera hacia donde estaban María, Iván y Héctor.
- ¿Sabes lo que vamos a hacer, Fermín? Te voy a matar, pero antes, la voy a matar a ella. No quiero que te pierdas el espectáculo.
Sólo pensó durante un segundo. Y supo lo que tenía que hacer. Sabía que Amelia jamás dispararía contra María. Sabía que Noiret lo haría sin titubeos. En el tiempo que duró ese instante, recordó las veces que ella había sufrido por su culpa. Sus escapadas, sus mentiras, sus propios miedos. Este es el precio a pagar, y estaba dispuesto a hacerlo. En un movimiento casi imperceptible, asió con fuerza el arma que aún tenía en la mano.
Noiret seguía hablando, había cogido a María por una muñeca mientras Héctor e Iván seguían inmóviles bajo el peso del objetivo que les apuntaba. Calculó el tiempo, la distancia y el ángulo perfecto, apretó el arma con todas sus fuerzas, la levantó y disparó.
Algo le desgarró el centro del estómago, y justo entonces comprendió que el segundo sonido que había oído no era el eco del primero. Era otro disparo, idéntico y diferente, disparado desde otro lugar.
Antes de doblar las piernas, tuvo tiempo de ver a Noiret caer. En su rostro, sólo vio sorpresa y muerte. Le pareció oír a alguien correr, y rezó porque fuese María.
La ilusión se desvaneció cuando la vio aparecer ante sus ojos…
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