No sabía muy bien como acercarse. No sabía siquiera si debería hacerlo. No, de hecho estaba convencida de que romper esa barrera profesional sería un gran error. Y sin embargo no pudo evitar cruzar esa corta distancia que les separaba, ni sentarse cuidadosamente sobre el viejo colchón a su lado. Él no dijo nada. Se limitó a mirar un punto indefinido del suelo. Sumergido en su propio mundo, oscurecido por un profundo odio a esas circunstancias que les habían salpicado a ambos y marcado de por vida. Ella sabía perfectamente cuanto había sacrificado, lo que le quedaba por sacrificar. No era justo.
_ ¿Carlos?
Sorprendida por el temblor en su propia voz arrastró la mirada hasta sus ojos y no necesitó de sus poderes para sentir el impacto, ese dolor desgarrador que habitaba en ellos. Pero sólo duro una fracción de segundo. La transformación fue casi inmediata.
_ Me parece a mí que la cocina se me da bastante mejor que las mujeres.
Una sonrisa torcida se abrió camino en su rostro. Habían pasado apenas tres días desde que se conocieron, y ya reconocía esa expresión como la palma de su mano. Era la máscara que mostraba al mundo cuando no quería despertar a esa bestia que hibernaba en su interior. El salvavidas que le mantenía a flote para no ahogarse en sus propios recuerdos. En el instinto que le había llevado a un acto imperdonable hacía apenas seis años.
Rebeca no había visto más que un destello durante aquel apretón de manos—una sala grande, fría… un marco dorado… "La Grenouillère"… Orsay…
Hay gente que lleva al diablo como segunda piel, rozando la superficie. Otros lo entierran en un lugar remoto de su alma. Carlos era uno de ellos. Rebeca sólo pudo asomarse al precipicio, permanecer sobre tierra firme y luchar contra el impulso de caer al vacío.
Pero cuando su mano se posó suavemente sobre la de él, ese abismo se abrió una vez más, y esta vez no hubo marcha atrás.
_ ¿Carlos?
Sorprendida por el temblor en su propia voz arrastró la mirada hasta sus ojos y no necesitó de sus poderes para sentir el impacto, ese dolor desgarrador que habitaba en ellos. Pero sólo duro una fracción de segundo. La transformación fue casi inmediata.
_ Me parece a mí que la cocina se me da bastante mejor que las mujeres.
Una sonrisa torcida se abrió camino en su rostro. Habían pasado apenas tres días desde que se conocieron, y ya reconocía esa expresión como la palma de su mano. Era la máscara que mostraba al mundo cuando no quería despertar a esa bestia que hibernaba en su interior. El salvavidas que le mantenía a flote para no ahogarse en sus propios recuerdos. En el instinto que le había llevado a un acto imperdonable hacía apenas seis años.
Rebeca no había visto más que un destello durante aquel apretón de manos—una sala grande, fría… un marco dorado… "La Grenouillère"… Orsay…
Hay gente que lleva al diablo como segunda piel, rozando la superficie. Otros lo entierran en un lugar remoto de su alma. Carlos era uno de ellos. Rebeca sólo pudo asomarse al precipicio, permanecer sobre tierra firme y luchar contra el impulso de caer al vacío.
Pero cuando su mano se posó suavemente sobre la de él, ese abismo se abrió una vez más, y esta vez no hubo marcha atrás.
1 comentario:
ahh,asi que se va comentando por capitulos!
la escena del museo de orsay pedia un fanfic a gritos!!!
a por el siguiente capitulo que voy!
Publicar un comentario