
Tardó media hora en llegar al pueblo. Era un lugar aparentemente deshabitado. Las dos únicas personas con las que se cruzó fueron dos mujeres mayores. Temía preguntarles a ellas, ya que se imaginó que serían las típicas mujeres de pueblo, cotillas y preguntonas. Pero tuvo que preguntarles. Bajó la ventanilla del coche y les llamó. Mostrando su mejor sonrisa:
- Perdonen. ¿Han visto ustedes por el pueblo a una chica joven, guapa … morena?
- Este está hablando de la sobrina de la Antonia - dijo la más mayor de las dos - la única chica que se ha atrevido a volver al pueblo después de tanto tiempo ¿sabes? Lleva aquí dos semanas más o menos, aunque no sale mucho. Es que este pueblo es muy pequeño y ya solo quedamos esta, yo. el marido de la …
- Y ¿saben dónde está? - Carlos les interrumpió, sintiendo que se molestasen.
- Hace un rato estaba en la tienda de la Martina. Pero ya ha tenido que volver a casa. Mira tu cruzas la esquina de la calle esta y luego otra a la derecha. En esa calle, la segunda a la derecha, esa es. Nosotras te acompañaríamos, pero es que hay misa de doce, hasta la una y nosotras con lo mayores que somos, ya tenemos que ir todos los días.
Carlos maldecía por lo bajo. Tenía que irse. No podía perder más tiempo o podría ser ya demasiado tarde.
- Vale, gracias señoras. Pues voy a ver si la encuentro. Hasta otro día.
Carlos se alejó y siguió la dirección que le habían indicado aquellas señoras. Aparcó que coche en la primera de las dos calles. Si había alguien por allí, prefería pillarle por sorpresa. Aunque no creía que esos tipos eligiesen un lugar tan pequeño y a plena luz del día para matar a alguien, pero tenía que ser precavido. Cuando se disponía a doblar la esquina, se fijó en un tío que había en un portal de una casa a la izquierda. El tipo tenía una pistola y se disponía a disparar contra alguien. Cuando Carlos giró la cabeza vio allí a María, buscando las llaves dentro de su bolso, para entrar en casa. Carlos tuvo el tiempo justo para sacar su pistola y pegarle un tiro antes de que él acabase con la vida de María.
No pudo pensar, lo hizo y ya está.
Lo único que se escuchó después fue un grito ahogado de María, que se volvió rápidamente al ver a Fermín y corrió hacia él.
Carlos se arrodilló en el suelo, llorando, se llevó las manos a la cabeza. No podía creer lo que acababa de hacer. Era un asesino. María se arrodilló junto a él, abrazándole e intentando calmarle, a pesar de que ella estaba tan nerviosa como él. Pero tenían que reaccionar, los vecinos habían oído el disparo y aunque, seguramente estarían la mayoría en misa, no tardarían en enterarse de lo que acababa de pasar.
- Fermín. Fermín mírame - Carlos apenas pudo mirarle - tenemos que ocultar el cuerpo, los vecinos se van a enterar.
La reacción de María parecía fría, pero todo se debía a su anterior experiencia, la navidad pasada, cuando Iván mató a un hombre que estaba a punto de matarla a ella. Entonces ella se tuvo que encargar de ocultar el cuerpo para que nadie descubriera lo sucedido, Sabía que no podían pensar, tenían que reaccionar cuanto antes.
Carlos se levantó y corrió hacia el cadáver de aquel hombre al que acababa de matar. Parecía que había reaccionado. María fue tras él.
- Ayúdame - Carlos cogió la pistola de ese tipo y ahora intentaba levantarle a él.
- ¿Qué vas a hacer con él?
- Ayúdame a llevarlo al coche. Rápido.
Entre los dos, lo metieron en el maletero del coche y Carlos entró en el asiento delantero. Cuando María se disponía a entrar en el asiento del copiloto Carlos se negó tajantemente.
- No. Espera aquí. En un rato vuelvo.
María se limitó a hacerle caso y se quedó allí. Lo primero que hizo, fue limpiar la sangre con su chaqueta de algodón y con agua que cogió de las bolsas que había comprado minutos antes en la pequeña tienda del pueblo y había soltado allí de golpe al oír el disparo. Temió que los vecinos se estuvieran acercando ya hacia allí. Habían tenido suerte en que la iglesia estaba a las afueras del pequeño pueblo y con suerte, los vecinos no habrían oído ni el disparo.
Entró en la casa y se dirigió a la cocina. Metió su chaqueta, manchada de sangre, a la lavadora y se sentó en el sofá del salón a esperar a Fermín.
No tenía ni idea de cómo le había encontrado, ni que hacía allí, quién era el tipo al que había matado por salvarle la vida a ella, una vez más. María se llenó de lágrimas desconsolada y sin saber qué pensar. Le temblaban las piernas. Tuvo que hacerse una tila. Antes de que Fermín volviese le dio tiempo a prepararle algo para cenar, aunque no sabía si tendría hambre (ella al menos, tenía el estómago cerrado), y a meter su chaqueta en la secadora. Estaba anocheciendo y Fermín no había regresado, María empezaba a ponerse más nerviosa, si cabía.
A las doce y tres minutos de la noche, golpearon la puerta. María se acercó corriendo hasta la puerta y miró por la mirilla asegurándose que fuese él.
Cuando le abrió la puerta y entró, sus miradas se cruzaron y sin decir nada, se abrazaron. Los dos lo necesitaban y cada uno sentía que el otro necesitaba más comprensión y cariño en esos momentos.
- Fermín ¿qué has hecho con él?
- No preguntes, no quieras saberlo. Será mejor que te olvides de lo que ha pasado antes. Será lo mejor.
- Pero… ¿cómo supiste que estaba aquí? - María sabía que tenía razón. Lo mejor era no saber quién era aquel tipo, no querer saber nada ni querer averiguar la verdad, e intentar pensar en otras cosas.
- Ah, esto me recuerda que tienes que llamar a Iván. Ha sido él quien me ha avisado. Y estaba muy preocupado, no le has contestado al móvil.
- Iván - María recordó que la noche anterior su móvil se le había caído y ahora no funcionaba. Fermín le prestó el suyo.
- Pero ¿qué le digo? No puedo decirle que… no puedo contarle lo que ha pasado.
Decidieron contarle a Iván que todo había sido una trampa de Noiret para que María regresase al internado y así tenerla controlada, pero que ahora ya estaba a salvo y estaba bien.
Carlos observaba a María hablar por teléfono con Iván. Le encantaba ver cómo hacía de madre protectora y cómo se preocupaba por él.
- Y ¿Seguro que estás bien? ¿Noiret no te seguirá molestando verdad?(…) sí. Sí todo ha sido un susto (…) cuídate. Te quiero (…) y ten cuidado con Noiret. No te metas en más líos (…) Un beso.
En cuanto María terminó su conversación telefónica con Iván, se volvió hacia Fermín. Se le notaba más tranquila.
- Dice que está bien y que Noiret no le ha dicho nada - María se sentía mal por todo lo que había pasado. Su voz estaba triste y apagada. Todo lo que había pasado había sido por su culpa, por haber querido alejarse del peligro y de los problemas, cuando los problemas estaban destinados a encontrarla a ella. Si no se habría ido, las cosas, tal vez, hubiesen sido mejor.
Carlos esbozó una sonrisa.
- ¿Quieres darte una ducha? Te sentará bien - Carlos asintió, en realidad lo estaba deseando. Necesitaba darse una ducha y estar un rato a solas.
María le mostró dónde estaba el baño y le sacó una toalla limpia del armario.
- Luego … no voy a tener nada limpio que ponerme
- No, espera un momento - María se dirigió al armario de su habitación. Carlos esperaba que no le sacara una camiseta suya, porque con el tipazo que tenía María, le quedaría más bien ajustada. Pero lo que María sacó fue una camiseta suya, de Carlos.
María le dio la respuesta de porqué tenía una camiseta suya, a modo de disculpa:
- Me la llevé. Cuando me marché del internado. Necesitaba tener algo tuyo Fermín y la camiseta además huele a ti…
Carlos, sorprendido, no pudo evitar darle una de sus mejores sonrisas, pero se sintió culpable.
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