¡Bienvenidos!

Bienvenidos a nuestro blog de fanfics acerca de "El Internado". Aquí podréis encontrar textos en todas las categorías posibles, desde los puramente románticos a aquellos que resuelven parte de la trama, pasando por los minifics o el humor.

El blog ha sido diseñado para haceros la navegación por él lo más sencilla posible. Por ello, en la columna de la derecha podéis encontrar todos los fics disponibles, con una breve sinopsis, la categoría o categorías a la que pertenece el texto y los personajes en los que se centra, además del autor del mismo.

Debajo podéis encontrar enlaces directos a todos los capítulos de la historia, de modo que podéis leer a vuestro ritmo y sin necesidad de buscar la entrada por donde os quedasteis, ya que se puede acceder a ella directamente. Así, cuando clickeis en un capítulo, ésa entrada aparecerá justo debajo de esta cabecera que estáis leyendo.

En cuanto a las categorías, vais a encontrar un código que os dirá de qué tipo es el texto que vais a leer. Dentro de estos diferentes tipos, encontraréis:

[ROM] Estos fanfics se centran en el desarrollo de una relación amorosa y los sentimientos de los personajes.

[ANGST] Fanfics para sufrir, para pasarlo mal con nuestros personajes favoritos.

[RES] El Proyecto Géminis y Ottox están más presentes que nunca en estos fics, centrados en resolver parte de la trama.

[HUM] Fanfics para reír.

Encontraréis también los tag [WIP] O [COMPLETO]. El primero hace referencia a "Work in Progress", es decir, que el fic está en fase de publicación, mientras que los fanfics con el segundo término ya se pueden leer enteros.

CONTACTO

Si tienes alguna duda o te apetece publicar tu fanfic en este blog, sólo tienes que ponerte en contacto con nosotras a través del Blog de Marta Torné o bien a través del Blog de Raúl Fernández, en las direcciones de correo que encontraréis en las mencionadas páginas.

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A Contrarreloj. Capítulo XXI.

Agarrada a su mano, esperó a que él se asegurara de que el pasillo estaba vacío antes de salir. Echaron a andar y le oyó hablar, pero no entendió a quién ni adonde se dirigía.

- Julia, tráela.
- (…)
- Dani, nos vemos en el aparcamiento.
- Fermín, ¿con quién…?

No terminó la frase. Quizá a la última persona que esperaba encontrar allí era precisamente ella. Mucho menos encañonando a dos mujeres. Rebeca apenas la miró un segundo.

- Me alegro de verte, María.

Antes de que su cerebro pudiese procesar lo que estaba pasando, Fermín la agarró con suavidad por los hombros y le puso la palma abierta en la mejilla, en un gesto cálidamente típico.

- Escúchame María, Rebeca va a acompañarte hasta el aparcamiento. Iván está esperándote. Súbete con él a la moto y vuelve al internado. Cuando lleguéis, quiero que te encierres en mi habitación hasta que yo llegue, ¿entendido?

Ella negó con la cabeza, primero lentamente, luego con vehemencia.

- ¿Vas a dejarme otra vez?
- María, tienes que irte. Yo tengo que encargarme de esto…
- No lo hagas…

Unos tacones que se acercaban con firmeza les hicieron volverse a todos al mismo tiempo. María reconoció a la doctora que la visitaba casi a diario, pero sus ojos se centraron sólo en Julia. Se volvió hacia Fermín, sin poder creerlo.

- ¿Les habéis metido aquí dentro? ¿A Julia? ¿A mi hijo?

Se zafó bruscamente del brazo de Carlos, que seguía posado con suavidad alrededor del suyo, y le miró con los ojos anegados en unas lágrimas que ya no eran de emoción.

- ¿Cómo has podido?

Teodora Raüber, fría en la apariencia y en el fondo, cortó la conversación.

- ¿Qué es lo que está pasando?

Carlos tuvo que abstraerse del odio lacerante en los ojos de María para volverse hacia la mujer, en cuya voz no se atisbaba ni un ápice de nerviosismo.

- Pasa que vas a coger ése teléfono… – Señaló con la cabeza el aparato blanco que había sobre el mostrador. – Y vas a decirle a todo el mundo que vayan hacia el lado opuesto al aparcamiento para que nosotros podamos salir tranquilamente.

La mujer le escuchó con atención y luego se echó a reír con sequedad.

- Y luego ¿qué? ¿Me vas a pegar un tiro? ¿Habéis montado todo esto por ésa desgraciada?

No pudo ni quiso resistirse. Se lanzó sobre ella y la agarró con violencia por el brazo, empujándola hacia el mueble.

- ¡Llama!
- Y si no quiero ¿qué? No vais a salir vivos de aquí. Ninguno. Mátame si quieres ya, no me aburras…

Carlos relajó la presión sobre el brazo y sonrió.

- Vamos a ver si esto te divierte más.

Se metió la mano libre en el bolsillo trasero de los pantalones y sacó un teléfono móvil de última generación.

- Toma Julia.

Se lo lanzó y ella pulsó rápidamente un par de botones.

- Listo.

A Carlos le pareció percibir un leve temblor en las manos de Teodora Raüber y pensó que eso aumentaba considerablemente sus opciones.

- Enséñaselo a la doctora Raüber.

El temblor aumentó, esta vez de forma visible, al oír su verdadero apellido.
Julia dio dos pasos y le colocó la pantalla frente al rostro. La mujer abrió los ojos con estupefacción, primero mirando al teléfono, luego mirando a Carlos, que la vio tragar saliva y permanecer en silencio.

- Lo que le apunta a la cabeza es una Walther99 que no entiende de tíos invencibles. Le va a hacer el cerebro astillas si en menos de dos minutos no estás conmigo en el aparcamiento. ¿Te diviertes más ahora, Teodora?

No contestó, se limitó a coger el teléfono y a hablar sin rastro de su común tono soberbio.

- Soy Lourdes. Todo el mundo al patio norte. Alguien ha visto a Emma en esa zona.

En la pantalla, vio como la mano que sujetaba el arma retiraba el seguro. Los ojos se le llenaron de lágrimas.

- ¡Rápido!

De repente, Carlos recordó que María y Rebeca estaban tras él, observándolo todo.

- María, vete.

No pudo volverse a mirarla. La oyó sollozar con suavidad y volvió a convivir conscientemente con esa sensación, tan familiar, de sentirse infame, incapaz de hacerla feliz. Esa sensación que le forzaba a ser seco, desagradable, tajante.

- ¡Vete!

A su espalda, resonó la voz de Rebeca, suave, amable.

- Vamos María, nos tenemos que ir.

Cuando las oyó salir, aumentó la presión del arma sobre el vientre de Teodora Raüber.

- Ahora tú, vamos.

Al llegar al aparcamiento, encontró vacío el hueco que había ocupado la moto de Iván. Junto a él, Rebeca y Daniel ya ocupaban los puestos delanteros del coche que les llevaría a su destino. Julia, Teodora y Carlos subieron detrás.

En la sede de la Organización, alguien se ajustó el nudo de la corbata y se encaminó, convencido, sin rastro de miedo, hacia la muerte deseada.

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