
De pronto, algo cambió. Héctor se movió. Avanzó hacía ella. Cada vez más cerca, sus caras estaban una junto a la otra. María empezó a temblar, se tenía que apartar, no podía permitir que la besara, se acabaría todo en ese beso, volvería a caer y tenía que ser firme y consecuente con sus palabras, las palabras que tanto le habían costado decir, pero no hizo nada, no se apartó, en el fondo, en ese momento, deseaba sentirle más que nada en el mundo. Estaba segura que iba a haber ese beso...ese soñado beso.
Sintió los suaves labios de Héctor, cómo poco a poco se iban juntando con los suyos. No podía entender cómo un simple beso de una persona en concreto podía significar tantísimas cosas y sentir otras tantas. Toda María era temblor, no sabía ya dónde estaba ni quien era, no podía pensar. Sintió cómo la agarraba firmemente contra él y la besaba con pasión pero... todo era su imaginación que se había adelantado a un hecho que no iba a suceder porque, Héctor, como desfallecido, solo fue capaz de apoyar su cabeza en su hombro, junto a su cuello.
María pensaba que iba a perder el equilibrio. Las piernas le temblaban, no soportaban su liviano peso, estaba en una nube. Sintió cómo un leve escalofrío le recorría todo su cuerpo al sentir el calor corporal de Héctor en su cuello... No la había besado pero podía pasarse el resto de su vida así, en la entrada a aquella bisutería, junto a él. El simple contacto con su piel era suficiente, no podía haber más con él, no podía.
- ¡Tu coche!
- Joder..- Héctor echó a correr intentando llegar a tiempo antes que el policía le terminara de poner la multa. María aprovechó para irse sin que él se diera cuenta.- espera aquí, ahora vuelvo.
Cuando De la Vega se giró para buscar a María, ésta ya se había ido. Su cara de alivio tras conseguir evitar la multa se le cambió al instante. – Me evita- pensó. – ¿Cuál era el problema? Él la amaba con todas sus fuerzas, con tantas que se sentía débil ante ella, ella parecía quererle pero se negaba a aceptarlo o tenía miedo a ello.- como un hombre fracasado, se metió en su coche y arrancó en dirección a la rutina en el internado. ¿Qué podía hacer? Llevaba toda su vida buscando a su hermana, sin pensar en el verdadero amor de una mujer y ahora que lo había encontrado, no quería negarse a él y por mucho que María se resistiera, no tiraría la toalla, ésta vez, no.
Cuando María le dijo, minutos antes, que no podía estar con él, sintió un gran vacío en su interior jamás sentido antes, no supo qué decir, no tenía palabras, solo quiso abrazarla, estar con ella, sentirla sin más. Ahora no tenía muchas palabras más que decir, pero tenía que tenerlas, decírselas a María, hacerle ver que su amor no es pasajero, que le quiere entregar todo lo que posee a ella, darle todo lo que ha carecido en su mísera vida, al fin al cabo, no eran tan diferentes, María ha vivido vacía en busca de su hijo y él, vacío en busca de su hermana, la pregunta es.. ¿Él sería capaz de tener a su hermana delante y decirle que no es Héctor de la Vega, sino, el hermano que le falló, Samuel Espí?
Héctor entró por la puerta del centro, los alumnos más pequeños corrían por la entrada, felices, mientras en las escaleras, dos alumnos repasaban sus apuntes antes de un examen... ahí estaba ella, María. Iba directa a la cocina mientras se estiraba el uniforme y se abrochaba el último botón del escote de éste, tan bella, tan sencilla..., no podía dejar de observar cómo se contoneaba inocentemente, sin notar la presencia de él observando cada recoveco de su perfecto cuerpo. Seguro que si Héctor se mirara en un espejo, se reiría de sí mismo de la cara de adolescente que debía de tener, como un artista al acabar su obra. Admirando lo que tenía delante, lo que era suyo por el amor correspondido, pero un cuadro con vida propia que todavía no tenía… María alzó la mirada, cruzándola con Héctor, no se inmutó, intentó esquivarle, pero no pudo, se encontró con sus ojos sin poder evitarlo. -No parece enamorada, la miro y no muestra el mínimo afecto hacía mí ¿Por qué? ¿Tan mal me he portado contigo, María?- pensó- No puede ser que antes, al tocarte, notara cómo temblabas y que ahora mismo, ni me sonrías. María no me ha perdonado – Realmente, ni él mismo se había perdonado.
Sintió los suaves labios de Héctor, cómo poco a poco se iban juntando con los suyos. No podía entender cómo un simple beso de una persona en concreto podía significar tantísimas cosas y sentir otras tantas. Toda María era temblor, no sabía ya dónde estaba ni quien era, no podía pensar. Sintió cómo la agarraba firmemente contra él y la besaba con pasión pero... todo era su imaginación que se había adelantado a un hecho que no iba a suceder porque, Héctor, como desfallecido, solo fue capaz de apoyar su cabeza en su hombro, junto a su cuello.
María pensaba que iba a perder el equilibrio. Las piernas le temblaban, no soportaban su liviano peso, estaba en una nube. Sintió cómo un leve escalofrío le recorría todo su cuerpo al sentir el calor corporal de Héctor en su cuello... No la había besado pero podía pasarse el resto de su vida así, en la entrada a aquella bisutería, junto a él. El simple contacto con su piel era suficiente, no podía haber más con él, no podía.
- ¡Tu coche!
- Joder..- Héctor echó a correr intentando llegar a tiempo antes que el policía le terminara de poner la multa. María aprovechó para irse sin que él se diera cuenta.- espera aquí, ahora vuelvo.
Cuando De la Vega se giró para buscar a María, ésta ya se había ido. Su cara de alivio tras conseguir evitar la multa se le cambió al instante. – Me evita- pensó. – ¿Cuál era el problema? Él la amaba con todas sus fuerzas, con tantas que se sentía débil ante ella, ella parecía quererle pero se negaba a aceptarlo o tenía miedo a ello.- como un hombre fracasado, se metió en su coche y arrancó en dirección a la rutina en el internado. ¿Qué podía hacer? Llevaba toda su vida buscando a su hermana, sin pensar en el verdadero amor de una mujer y ahora que lo había encontrado, no quería negarse a él y por mucho que María se resistiera, no tiraría la toalla, ésta vez, no.
Cuando María le dijo, minutos antes, que no podía estar con él, sintió un gran vacío en su interior jamás sentido antes, no supo qué decir, no tenía palabras, solo quiso abrazarla, estar con ella, sentirla sin más. Ahora no tenía muchas palabras más que decir, pero tenía que tenerlas, decírselas a María, hacerle ver que su amor no es pasajero, que le quiere entregar todo lo que posee a ella, darle todo lo que ha carecido en su mísera vida, al fin al cabo, no eran tan diferentes, María ha vivido vacía en busca de su hijo y él, vacío en busca de su hermana, la pregunta es.. ¿Él sería capaz de tener a su hermana delante y decirle que no es Héctor de la Vega, sino, el hermano que le falló, Samuel Espí?
Héctor entró por la puerta del centro, los alumnos más pequeños corrían por la entrada, felices, mientras en las escaleras, dos alumnos repasaban sus apuntes antes de un examen... ahí estaba ella, María. Iba directa a la cocina mientras se estiraba el uniforme y se abrochaba el último botón del escote de éste, tan bella, tan sencilla..., no podía dejar de observar cómo se contoneaba inocentemente, sin notar la presencia de él observando cada recoveco de su perfecto cuerpo. Seguro que si Héctor se mirara en un espejo, se reiría de sí mismo de la cara de adolescente que debía de tener, como un artista al acabar su obra. Admirando lo que tenía delante, lo que era suyo por el amor correspondido, pero un cuadro con vida propia que todavía no tenía… María alzó la mirada, cruzándola con Héctor, no se inmutó, intentó esquivarle, pero no pudo, se encontró con sus ojos sin poder evitarlo. -No parece enamorada, la miro y no muestra el mínimo afecto hacía mí ¿Por qué? ¿Tan mal me he portado contigo, María?- pensó- No puede ser que antes, al tocarte, notara cómo temblabas y que ahora mismo, ni me sonrías. María no me ha perdonado – Realmente, ni él mismo se había perdonado.
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