¡Bienvenidos!

Bienvenidos a nuestro blog de fanfics acerca de "El Internado". Aquí podréis encontrar textos en todas las categorías posibles, desde los puramente románticos a aquellos que resuelven parte de la trama, pasando por los minifics o el humor.

El blog ha sido diseñado para haceros la navegación por él lo más sencilla posible. Por ello, en la columna de la derecha podéis encontrar todos los fics disponibles, con una breve sinopsis, la categoría o categorías a la que pertenece el texto y los personajes en los que se centra, además del autor del mismo.

Debajo podéis encontrar enlaces directos a todos los capítulos de la historia, de modo que podéis leer a vuestro ritmo y sin necesidad de buscar la entrada por donde os quedasteis, ya que se puede acceder a ella directamente. Así, cuando clickeis en un capítulo, ésa entrada aparecerá justo debajo de esta cabecera que estáis leyendo.

En cuanto a las categorías, vais a encontrar un código que os dirá de qué tipo es el texto que vais a leer. Dentro de estos diferentes tipos, encontraréis:

[ROM] Estos fanfics se centran en el desarrollo de una relación amorosa y los sentimientos de los personajes.

[ANGST] Fanfics para sufrir, para pasarlo mal con nuestros personajes favoritos.

[RES] El Proyecto Géminis y Ottox están más presentes que nunca en estos fics, centrados en resolver parte de la trama.

[HUM] Fanfics para reír.

Encontraréis también los tag [WIP] O [COMPLETO]. El primero hace referencia a "Work in Progress", es decir, que el fic está en fase de publicación, mientras que los fanfics con el segundo término ya se pueden leer enteros.

CONTACTO

Si tienes alguna duda o te apetece publicar tu fanfic en este blog, sólo tienes que ponerte en contacto con nosotras a través del Blog de Marta Torné o bien a través del Blog de Raúl Fernández, en las direcciones de correo que encontraréis en las mencionadas páginas.

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Amistades peligrosas (Capítulo XXIII)



María entró en la habitación de Fermín pasada la medianoche. Estaba agotada tanto física como mentalmente y tenía un dolor de pies que casi no podía con él. Encontró a Carlos sentado en el escritorio frente al ordenador portátil. Todavía tenía el pelo mojado, y aunque se duchaban juntos con frecuencia, Carlos probablemente supuso que María se pasaría mucho más rato hablando con su hijo después de haberlos dejado solos de tal manera en la cocina.

La conversación, de hecho, no había ido del todo mal. Iván era demasiado testarudo para admitirlo, pero a María no se le había escapado la chispa de emoción, de. . . alegría incluso, en su cara cuando le dijo lo de su embarazo. Fue una reacción totalmente inesperada, totalmente relámpago. Y como era de esperar Iván torció el gesto para aparentar ser duro, y soltó un par de comentarios sarcásticos aunque con la mitad de veneno que de costumbre. Antes de irse a su habitación, se dio media vuelta para mirarla, y sus palabras, aunque dichas tersamente, consiguieron derretir a María.

_ ¿Y cuándo dices que vas a tener a mi hermana?

Al ver esa sonrisa bobalicona en la cara de María, los labios de Carlos se curvaron hacia arriba. Se dirigió a ella con esos pantalones de pijama que dejaban tan poco a la imaginación y con el torso desnudo.

_ ¿Y esa sonrisa?

_ Iván ha llamado al bebé “su hermana”, _ dijo María, prácticamente flotando de júbilo. _ ¡Su hermana! ¿Te lo puedes creer?

_ ¡Vaya! Parece que el chaval se va ablandando.

Los ojos de Carlos se veían casi negros bajo la tenue luz de la habitación. A María le fascinaba la forma en que esos ojos almendrados cambiaban de color bajo distinta luz, o conforme al humor en que él se encontrase. A la luz del día podían llegar a ser de un color verde oliva, a no ser que se enfadase, y entonces oscurecían, se volvían increíblemente intensos. Similares a cuando hacían el amor y Carlos se entregaba casi por completo y la miraba de esa manera imposible de describir.

María bajó la mirada hacia su pecho, estudiando cada centímetro de su piel. Todavía no se podía creer que no hubiese quedado ni rastro de esos cortes tan horribles que habían esculpido su pecho y su espalda a principios de verano. Esa sonrisa que había iluminado su cara cuando entró por la puerta se fue evaporando.

_ ¿Crees que soy un bicho raro? _ preguntó Carlos, como si la hubiese leído el pensamiento.

_ Sí, _ dijo ella con fingida seriedad poniéndose de puntillas para darle un rápido beso en los labios. _ Pero eres mi bicho raro.

Carlos la ofreció una media sonrisa que no le llegó a los ojos. _ ¿Crees que soy un egoísta de mierda?

María se sorprendió al oír sus palabras. Dio un paso atrás para observarle detenidamente. Su mirada era un signo de interrogación abierto.

_ Si me entregase, a lo mejor podrían descubrir la cura de Dios sabe cuántas enfermedades, _ dijo él pausadamente, su voz un ronco susurro. _ Gente como Héctor podría salir adelante, vivir una vida normal. . .

_ ¡No, Fermín! Esos. . . monstruos son unos cabrones torturadores de niños que sólo piensan en la pasta, _ dijo María indignada. _ ¿Quién sabe lo que te harían a ti? El fin jamás justificaría los medios.

Pero Carlos no parecía muy convencido. María le sujetó la barbilla entre el índice y el pulgar, obligándole a mirarla como lo había hecho él con ella otras veces. _ Además, si tú te entregases, ¿Cuánto tiempo crees que tardarían en encontrar a tu hija?

Ese razonamiento le hizo asentir con la cabeza de forma casi imperceptible. María le abrazó, sintió como el cuerpo de él se relajaba lentamente contra el suyo.

_ Quiero que se llame Sara, _ dijo María rompiendo un largo silencio.

Carlos se sorprendió al oírlo, pero su expresión no tardó en transformarse en agradecimiento, honesto y silencioso. Se le veía cansado. Había sido un día muy largo. El internado abría sus puertas en menos de una semana y todavía quedaba mucho por hacer. Y no pasaban dos minutos sin que Jacinta se lo recordase a todo el personal de servicio y parte del profesorado.

María se deshizo rápidamente de su uniforme y se dejó caer en la cama exhausta junto a él.

_ Jo, lo que daría en estos momentos por. . .

No había terminado de decir la frase cuando Carlos ya estaba sujetando un cuadradito de chocolate con caramelo por dentro entre sus dedos.

_ ¿Decías algo? _ dijo él, y con una sonrisa diabólica se metió el dulce en la boca.

María le miró con ojos enormes, boquiabierta. No podía haber sido así de cruel. ¿Acaso creía que estaba engordando demasiado? Estaba intentando cuidar su dieta lo más posible, pero el chocolate de por las noches era algo imposible de resistir. Tras la breve indignación, vino la furia.

Pero antes de que pudiese decir nada, Carlos la besó profundamente, empujando el chocolate dentro de su boca para que ella también pudiese saborearlo. Las entrañas de María comenzaron a derretirse al ritmo del chocolate en la caldera de su aliento. Ella otorgó acceso a esa lengua que acariciaba la suya con suma delicadeza, con una sensualidad que siempre la dejaba temblando. Un arroyo de placer líquido serpenteó por su cuerpo hasta llegar a su vientre, y con un suspiro áspero de sorpresa rompió el beso y se llevó la mano a la tripa.

_ ¿Estás bien? _ preguntó Carlos con el ceño fruncido, obviamente preocupado.

Una lenta sonrisa se formó en el rostro de María. _ ¡Se ha movido!

Carlos arrastró la mirada hacia su vientre, abarcándolo casi por completo con la palma de su mano.

_ Tu no vas a poder sentir sus pataditas hasta dentro de un par de meses, papá, _ dijo María con una mueca burlona.

_ ¿Se ha movido? _ dijo él, visiblemente emocionado.

María nunca había visto semejante ternura en su rostro. Tal fue la emoción al ver la cara de Carlos—por no mencionar el remolino de hormonas que se desplazaban libremente por su cuerpo—que se vio forzada a morderse el labio inferior para no romper a sollozar como una imbécil. A Carlos le entró la risa al ver su reacción, y ella no supo si abrazarle o darle un bofetón. Al final optó por soltar una aguada carcajada y secarse las lágrimas de cocodrilo que estaban a punto de desbordarse.

_ ¡Vaya cinco meses que me esperan! _ dijo él con cariño mientras lamía suavemente los restos de chocolate que dibujaban la boca de María.

Ella cerró los ojos, perdiendo control de su respiración a medida que el chocolate iba desapareciendo de su piel y la necesidad de sentirle en su interior crecía.

_ Carlos. . .

Fue un suspiro sofocado, una suplica disfrazada en una palabra prohibida.

_ María, _ advirtió él negando con la cabeza. _ Estamos en el internado. Aquí soy Fermín.

_ Puede que ahí fuera seas Fermín, _ dijo ella en voz baja, deslizando su mano por el vello de su pecho hasta la goma del pantalón, no dejando que la prenda le sirviese de obstáculo. _ Pero aquí sigues siendo Carlos. Carlos, _ dijo de nuevo de forma tan sensual que arrancó un ronco gemido de él.

La noche no tardó en encontrarles sumidos en su pequeño y privado mundo, donde dos sombras se convierten en una, y cada palabra suspirada da paso a una nueva caricia. Donde no hay nombres verdaderos ni identidades falsas. Donde la amenaza de ese mundo oscuro y peligroso se ve obligada a esperar detrás de la puerta.

FIN

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