3x09. La noche del fuego.
La lucha me agota.
Cada instante de mi vida es una batalla, a veces siento que salgo victoriosa, a veces siento que desfallezco, y que las fuerzas no darán para más.
Pero aquí sigo, armada hasta los dientes con todo lo que tengo a mi alcance: mi perseverancia, mi fuerza, curtida a base de palos; mis miedos, que a veces me hacen ser más fuerte…
Qué triste es esta incapacidad para expresar lo que siento. Quisiera gritarte, Iván, que eres toda mi vida, que eres la causa de que hoy esté aquí, no en este lugar, sino viva.
Mi lucha, la primera y principal, eres tú. Hay días que siento que la guerra está por terminar, porque te miro a los ojos, y veo esa mirada tan dura que sólo pretende disfrazar al niño que eres. Sé que en el fondo, te sientes muy solo y tienes mucho miedo, y me estremezco al pensar que, quizá algún día, yo sea capaz de curarte ese miedo, ese dolor que emana cada poro de la piel.
Aunque no sé cómo lo haría, teniendo en cuenta que yo, aquí donde me ves, también temo a la soledad, al dolor… Tanto o más que tú.
Iván, hijo mío, necesito contarte lo que siento, porque tú eres el único digno de recibir explicaciones, a pesar de que cada una de tus palabras para conmigo es un alfiler que se me va clavando. Soy una jodida muñeca de vudú en tus manos.
Tengo que contártelo porque no soportaré otra mirada de desprecio y otro gesto de odio porque me acuesto con un hombre. Me he enamorado Iván, y él me ha hecho también más fuerte. Traté de evitarlo desde que entré por esa puerta. Intenté acercarme a alguien que me ofrecía protección, que podría ser algún día, un gran padre para ti, si te decides a perdonarme. Pero por suerte o por desgracia, no lo conseguí. Él seguía ahí, día a día, a mi lado. Él me ayudó a encontrarte, me arropó, cuidó de mi y nunca me pidió nada a cambio.
Pero un día me di cuenta de que un frente abierto en mi vida era suficiente. Que mi lucha contigo ya me agotaba bastante y que hay guerras que están perdidas de antemano. No sé puede luchar contra el cuerpo y el alma propios. Y ellos me pedían lanzarme en sus brazos, pedirle que me besara, que me protegiera, que cuidara de ti y de mi.
Me equivoqué. Nunca debí enamorarme de un hombre así. Pero lo he hecho, y ya no hay marcha atrás. Sólo tú, solamente tú, podrías alejarme de él si me lo pidieras. Y aún así, me harías añicos.
Iván, una madre nunca debería decir según qué cosas a su hijo. Pero la situación lo requiere, y tu odio ya lo tengo, si acaso puedo ganarme un poco de comprensión por tu parte.
Me quedé embarazada con trece años, te arrancaron de mi lado y nunca volví a sentir nada en mi vida. Nunca. Me dejaron vacía y rota.
No volví a acercarme a un hombre hasta que llegué aquí. Y no volví a sentir nada hasta que me acerqué a él. Un día me besó y me di cuenta que jamás había sentido nada parecido. A veces, hasta tiemblo como una niña cuando se acerca a mi.
Hoy vino a la cocina, estaba tan dulce… Me dijo que había tenido mucha suerte de haberme encontrado, que me quería, me besó… Durante unos segundos, no había más nada en el mundo, NADA.
Quizá algún día, pueda contarte todo esto que pienso…
Cada instante de mi vida es una batalla, a veces siento que salgo victoriosa, a veces siento que desfallezco, y que las fuerzas no darán para más.
Pero aquí sigo, armada hasta los dientes con todo lo que tengo a mi alcance: mi perseverancia, mi fuerza, curtida a base de palos; mis miedos, que a veces me hacen ser más fuerte…
Qué triste es esta incapacidad para expresar lo que siento. Quisiera gritarte, Iván, que eres toda mi vida, que eres la causa de que hoy esté aquí, no en este lugar, sino viva.
Mi lucha, la primera y principal, eres tú. Hay días que siento que la guerra está por terminar, porque te miro a los ojos, y veo esa mirada tan dura que sólo pretende disfrazar al niño que eres. Sé que en el fondo, te sientes muy solo y tienes mucho miedo, y me estremezco al pensar que, quizá algún día, yo sea capaz de curarte ese miedo, ese dolor que emana cada poro de la piel.
Aunque no sé cómo lo haría, teniendo en cuenta que yo, aquí donde me ves, también temo a la soledad, al dolor… Tanto o más que tú.
Iván, hijo mío, necesito contarte lo que siento, porque tú eres el único digno de recibir explicaciones, a pesar de que cada una de tus palabras para conmigo es un alfiler que se me va clavando. Soy una jodida muñeca de vudú en tus manos.
Tengo que contártelo porque no soportaré otra mirada de desprecio y otro gesto de odio porque me acuesto con un hombre. Me he enamorado Iván, y él me ha hecho también más fuerte. Traté de evitarlo desde que entré por esa puerta. Intenté acercarme a alguien que me ofrecía protección, que podría ser algún día, un gran padre para ti, si te decides a perdonarme. Pero por suerte o por desgracia, no lo conseguí. Él seguía ahí, día a día, a mi lado. Él me ayudó a encontrarte, me arropó, cuidó de mi y nunca me pidió nada a cambio.
Pero un día me di cuenta de que un frente abierto en mi vida era suficiente. Que mi lucha contigo ya me agotaba bastante y que hay guerras que están perdidas de antemano. No sé puede luchar contra el cuerpo y el alma propios. Y ellos me pedían lanzarme en sus brazos, pedirle que me besara, que me protegiera, que cuidara de ti y de mi.
Me equivoqué. Nunca debí enamorarme de un hombre así. Pero lo he hecho, y ya no hay marcha atrás. Sólo tú, solamente tú, podrías alejarme de él si me lo pidieras. Y aún así, me harías añicos.
Iván, una madre nunca debería decir según qué cosas a su hijo. Pero la situación lo requiere, y tu odio ya lo tengo, si acaso puedo ganarme un poco de comprensión por tu parte.
Me quedé embarazada con trece años, te arrancaron de mi lado y nunca volví a sentir nada en mi vida. Nunca. Me dejaron vacía y rota.
No volví a acercarme a un hombre hasta que llegué aquí. Y no volví a sentir nada hasta que me acerqué a él. Un día me besó y me di cuenta que jamás había sentido nada parecido. A veces, hasta tiemblo como una niña cuando se acerca a mi.
Hoy vino a la cocina, estaba tan dulce… Me dijo que había tenido mucha suerte de haberme encontrado, que me quería, me besó… Durante unos segundos, no había más nada en el mundo, NADA.
Quizá algún día, pueda contarte todo esto que pienso…
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