¡Bienvenidos!

Bienvenidos a nuestro blog de fanfics acerca de "El Internado". Aquí podréis encontrar textos en todas las categorías posibles, desde los puramente románticos a aquellos que resuelven parte de la trama, pasando por los minifics o el humor.

El blog ha sido diseñado para haceros la navegación por él lo más sencilla posible. Por ello, en la columna de la derecha podéis encontrar todos los fics disponibles, con una breve sinopsis, la categoría o categorías a la que pertenece el texto y los personajes en los que se centra, además del autor del mismo.

Debajo podéis encontrar enlaces directos a todos los capítulos de la historia, de modo que podéis leer a vuestro ritmo y sin necesidad de buscar la entrada por donde os quedasteis, ya que se puede acceder a ella directamente. Así, cuando clickeis en un capítulo, ésa entrada aparecerá justo debajo de esta cabecera que estáis leyendo.

En cuanto a las categorías, vais a encontrar un código que os dirá de qué tipo es el texto que vais a leer. Dentro de estos diferentes tipos, encontraréis:

[ROM] Estos fanfics se centran en el desarrollo de una relación amorosa y los sentimientos de los personajes.

[ANGST] Fanfics para sufrir, para pasarlo mal con nuestros personajes favoritos.

[RES] El Proyecto Géminis y Ottox están más presentes que nunca en estos fics, centrados en resolver parte de la trama.

[HUM] Fanfics para reír.

Encontraréis también los tag [WIP] O [COMPLETO]. El primero hace referencia a "Work in Progress", es decir, que el fic está en fase de publicación, mientras que los fanfics con el segundo término ya se pueden leer enteros.

CONTACTO

Si tienes alguna duda o te apetece publicar tu fanfic en este blog, sólo tienes que ponerte en contacto con nosotras a través del Blog de Marta Torné o bien a través del Blog de Raúl Fernández, en las direcciones de correo que encontraréis en las mencionadas páginas.

Blog no oficial de Marta Torné

A Contrarreloj. Capítulo XVIII.


Los sótanos del edificio que albergaba a la Organización no respondían a lo que normalmente se asocia con el subsuelo. Estaban regados de luz artificial y pintados de un blanco nuclear que los hacia aún más luminosos. En el pasillo había placas, insignias, homenajes en papel, como en el pasillo de un colegio, las bondades de los que lo habitan.

Un hombre, diferente pero idéntico a los que se habían llevado a Hugo dos días antes, le condujo hasta una puerta igualmente blanca. Desechó la llave y descorrió el cerrojo.

- Estaré aquí afuera.
- No te preocupes, no me va a morder.

Carlos nunca había estado en la sede de la organización, mucho menos en las habitaciones de abajo, pero aunque lo hubiera estado, jamás habría imaginado lo que se iba a encontrar. El sitio era pequeño pero acogedor, un escritorio con una lámpara, una cama amplia, una puerta que debía conducir a un baño propio, un par de sillones, libros en una pequeña estantería, de Luther King a Lorca, parecían burlarse de su huésped.

Hugo recibió a Carlos de frente, sentado en un sillón, sonriendo en silencio.

- Muchos lujos para un nazi ¿no? Si lo llego a saber, te dejo en las calderas.

El tono burlón no pareció perturbar a su oponente, que seguía con la mirada fija en él.

- ¿Me necesitas, Carlos? ¿O vienes a matarme?
- Ni una cosa ni la otra, siento decepcionarte.

Fermín dio dos pasos más y se apoyó de pie delante de la mesa del escritorio, dejando que su mano se deslizara imperceptiblemente por debajo del tablero, colocando la cámara.

- Venía a saludarte. Y a decirte que voy a sacar a María del agujero donde la encerraste. Aunque lo más divertido de todo es que lo voy a hacer gracias a ti.

Hugo sonrió abiertamente, con ironía, y se puso de pie. Se giró y miró a su oponente a los ojos de cerca.

- ¿De verdad me ves tan asustado, Carlos?

Fermín moduló la voz para susurrar del mismo modo que lo hacía Hugo, burlándose de su intento de intimidación.

- No. Asustado no. Te veo encerrado, que es como tienes que estar. Y me vas a ayudar, te guste o no.
- Pensaba que querías solucionar tus asuntos pendientes conmigo.
- Yo no soy un asesino… No lo olvides. Yo saldo las cuentas a mi manera.

No le dio la oportunidad de responder. Se giró y agarró el pomo de la puerta como si se agarrara a su cuello. Tiró de él y salió al pasillo. El guardia le acompañó hasta la salida. Saúl le estaba esperando en la planta de arriba, junto a la entrada. Carlos sacó un teléfono móvil del bolsillo y se lo entregó.

- Asegúrate de que tenga batería hasta al menos mañana por la noche y que permanezca cerca de la habitación de ése cabrón.

Saúl asintió.

- Nos la estamos jugando, Carlos.
- Cuando les entreguemos a Teodora Raüber, el protocolo les importará una mierda.

Hubo una pausa eterna, en la que ninguno de los dos supo qué decir. Carlos le dio una palmada suave a Saúl en el hombro, en un gesto familiar pero extraño entre ellos, y cruzó el umbral. A su espalda, le pareció oír un “Ten cuidado” con cierto aire paternal.

Cuando llegó al internado, el silencio pesaba en el aire. Con el edificio prácticamente vacío, a aquellas horas de la noche, nadie podría imaginarse, a simple vista, que en él se movían sin cuidado varios de los hombres más buscados del planeta.

Abrió la puerta del cuarto y lo encontró sumido en la oscuridad. Presionó el interruptor y la luz tenue hizo más evidente su soledad. Alguien había estirado la colcha de su cama antes de irse y había colocado los documentos apilados sobre la mesa. Encendió el portátil y se lo llevó a la cama, pero apenas podía atisbar la silueta de María sobre la cama en la oscuridad del cuarto donde se hallaba. El plasma de la pantalla, y con él el cuerpo de María, se hundió bajo su dedo índice, que se deslizó hasta la sábana, clavándose en ella. Trató de cerrar los ojos y pensar en ella de otra forma, en otro tiempo más cálido, pero alguien llamó suavemente a la puerta, interrumpiendo su mínima posibilidad de conciliar el sueño.

Se levantó de un salto y entreabrió la puerta. Rebeca se deslizó por la rendija y echó un rápido vistazo al cuarto para asegurarse de que estaban solos. Carlos pensó por un momento que ella vivía en una permanente e inquebrantable alerta.

- ¿Pasa algo?

Rebeca dudó un segundo, como si no supiera por dónde empezar. Se aproximó a la ventana, como si escondiéndose en la penumbra pudiera suavizar lo que quería decir.

- Carlos, hay algo que no te conté en el informe de María. Quería esperar para que pudiéramos hablar a solas.

A él se le puso la piel de gallina. Sabía perfectamente cómo sonaba el miedo en la voz de Rebeca. Se acercó a ella y los dos quedaron sumidos en las sombras que quedaban junto a la ventana.

- ¿Qué pasa?
- ¿María te dijo alguna vez que no podía tener hijos?

Carlos suspiró y relajó imperceptiblemente los músculos.

- Sí, sí. Me dijo que tras el parto de Iván, tuvo complicaciones y le tuvieron que extirpar el útero. Tampoco es que hablara mucho del tema pero…
- No es cierto.

La respuesta seca de Rebeca le congeló las venas.

- ¿Cómo que no es cierto? María no tenía la …
- María no tenía la regla porque tiene una alteración en la hipófisis que hace que tenga la prolactina por las nubes. Manipularon su ADN para provocárselo. Se lo hicieron ellos… Experimentaron con ella durante casi un año, pero es probable que ella apenas recuerde nada.

A través de la luz que se colaba por la ventana, Rebeca adivinó la devastación en el rostro de su compañero. Extendió la mano y la colocó suavemente sobre su brazo.

- Tiene tratamiento, Carlos. Es una enfermedad que se trata con medicación.
- Pero entonces…
- ¿Nunca te has preguntado porque la encerraron dos veces en San Antonio en vez de matarla?

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