¡Bienvenidos!

Bienvenidos a nuestro blog de fanfics acerca de "El Internado". Aquí podréis encontrar textos en todas las categorías posibles, desde los puramente románticos a aquellos que resuelven parte de la trama, pasando por los minifics o el humor.

El blog ha sido diseñado para haceros la navegación por él lo más sencilla posible. Por ello, en la columna de la derecha podéis encontrar todos los fics disponibles, con una breve sinopsis, la categoría o categorías a la que pertenece el texto y los personajes en los que se centra, además del autor del mismo.

Debajo podéis encontrar enlaces directos a todos los capítulos de la historia, de modo que podéis leer a vuestro ritmo y sin necesidad de buscar la entrada por donde os quedasteis, ya que se puede acceder a ella directamente. Así, cuando clickeis en un capítulo, ésa entrada aparecerá justo debajo de esta cabecera que estáis leyendo.

En cuanto a las categorías, vais a encontrar un código que os dirá de qué tipo es el texto que vais a leer. Dentro de estos diferentes tipos, encontraréis:

[ROM] Estos fanfics se centran en el desarrollo de una relación amorosa y los sentimientos de los personajes.

[ANGST] Fanfics para sufrir, para pasarlo mal con nuestros personajes favoritos.

[RES] El Proyecto Géminis y Ottox están más presentes que nunca en estos fics, centrados en resolver parte de la trama.

[HUM] Fanfics para reír.

Encontraréis también los tag [WIP] O [COMPLETO]. El primero hace referencia a "Work in Progress", es decir, que el fic está en fase de publicación, mientras que los fanfics con el segundo término ya se pueden leer enteros.

CONTACTO

Si tienes alguna duda o te apetece publicar tu fanfic en este blog, sólo tienes que ponerte en contacto con nosotras a través del Blog de Marta Torné o bien a través del Blog de Raúl Fernández, en las direcciones de correo que encontraréis en las mencionadas páginas.

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Amistades peligrosas (Capítulo X)



Cuando María abrió los ojos, se dio cuenta de que habían llegado a una gran ciudad. Parpadeó un par de veces, somnolienta, masajeándose el cuello para aliviar el rigor de la mala postura causada por el asiento del coche.

_ ¿Dónde estamos? _ murmuró todavía medio dormida.

_ Bienvenida a París, _ respondió Fermín con una sonrisa.

María se incorporó en el asiento, abriendo los ojos de inmediato. En efecto, a lo lejos, asomándose detrás de un puente, sobresalía ese símbolo tan inconfundible.

_ ¡La torre Eiffel! _ exclamó entusiasmada.

_ Ya casi estamos en el hotel, _ dijo Fermín haciendo una izquierda y conduciendo el todoterreno por una agitada avenida. María alcanzó a ver el nombre de la calle.

_ Avenue des Champs-Élysées, _ leyó en voz alta.

Su pronunciación debió ser atroz, porque Fermín la corrigió y no sonó nada como lo que ella acababa de decir.

_ Son sólo las doce, _ dijo maniobrando el todoterreno dentro de un aparcamiento subterráneo. _ ¿te apetece que dejemos las cosas en la habitación y demos un paseo por la ciudad?

¿Hablaba en serio? Uno de sus grandes deseos había sido visitar París algún día. Se había pasado noches enteras enumerando todos los lugares a donde le hubiese gustado viajar cuando reuniese el dinero necesario, y París siempre se encontraba en un lugar preferente de su lista.

El hotel era alucinante. María no encontraba otra palabra para describirlo. Amplio, con lámparas de fino cristal alumbrándolo todo y unas grandiosas escaleras a ambos lados de la recepción. Había un silencio sepulcral en el lobby. María se sintió un poco fuera de lugar, con sus pantalones Capris y camiseta de tirantes. Pero el personal del hotel era discreto, y cuando Fermín entregó la tarjeta de crédito e hizo los trámites, no hubo preguntas ni objeciones.

_ ¡Esto debe estar costando una fortuna! _ dijo María mirando por la ventana de su habitación. Las vistas daban al Sena.

_ Por eso no te preocupes, _ respondió Fermín, disfrutando abiertamente de su asombro._ ¿Estás lista? Quiero llevarte a un sitio muy especial.

No mucho después, tras un breve viaje en metro, se encontraban frente a un edificio junto a una enorme pirámide de cristal. María observaba sus alrededores con atónita curiosidad. La gente iba y venia con panfletos y mapas, absortos dentro de sus pequeños grupos.

_ No podemos pasar por París sin entrar en el Louvre, _ dijo Fermín cogiéndola de la mano y tirando de ella. _ ¡Vamos!

_ ¿De dónde saca la gente esos mapas? _ preguntó María.

_ No vamos a necesitar mapa.

_ Pero—

_ María, _ dijo él sonriendo. _ Conozco este lugar como la palma de mi mano, ¿vale?

Y no estaba bromeando. Empezaron a recorrer sala tras sala mientras Fermín le iba explicando minuciosos detalles sobre algunas de las obras. María le escuchaba fascinada, descubriendo la importancia de la luz, el color, la perspectiva. Algunos de los cuadros que María reconocía de libros o revistas cobraron vida. Obras que ella había considerado aburridas o sin gracia ahora las veía con ojos completamente diferentes. El entusiasmo de Fermín era contagioso.

Un grupo de gente se aglomeraba frente a una de las paredes, y a María le picó la curiosidad.

_ ¿Qué están mirando?

Cuando el grupo se dispersó, se pudo ver la solitaria obra de arte colgada en la pared detrás de una caja transparente.

_ Es la Gioconda, _ explicó Fermín.

María le miró de reojo haciendo una mueca. _ A mí no me la das, _ dijo riendo. _ Ésa la conozco. ¡Es la Mona Lisa!

Y cuando se acercó muy decidida para mostrarle el nombre, cual sería su sorpresa al ver en la placa adjunta la palabra “Gioconda”.

_ Pero. . . _ se quedó confusa y pensativa.

_ Llámala como quieras, _ dijo Fermín con una media sonrisa. _ Pero tienes que reconocer que es una obra interesante.

Había transcurrido ya media tarde cuando salieron del Louvre al ajetreo de la calle. María nunca había estado en un museo de arte. Bueno, su colegio la llevó al Museo del Prado cuando era pequeña, pero casi no se acordaba de esa excursión. A lo mejor si su guía hubiese sido la mitad de carismático que Fermín, se hubiera acordado de algo.

La temperatura era deliciosa, y todavía quedaban varias horas de luz.

_ Bueno, ¿Qué quieres hacer ahora? _ preguntó Fermín.

María no dudó un segundo en contestar a esa pregunta. Tras un bonito paseo por la ciudad, y al cruzar uno de los puentes hacia el otro lado del Sena, uno de sus sueños se hizo realidad. Apoyada sobre la barandilla, estudiaba París a vista de pájaro desde lo alto de la torre Eiffel.

_ Un día tenemos que traer a Iván aquí, _ dijo risueña.

_ ¡Uy sí! Es el sueño de todos los tíos. Que su mami le lleve a una de las ciudades más románticas del mundo, _ bromeó Fermín. María le otorgó un codazo juguetón y una sonrisa de oreja a oreja. Dejando las bromas a un lado, y en un tono algo más serio, añadió: _ Me alegro que estés disfrutando.

_ ¡Todavía no me puedo creer estar aquí! _ dijo ella siguiendo con la mirada a uno de los ferrys que se desplazaba sobre el Sena. _ Nunca creí. . . Es como si el día de hoy le hubiese pertenecido a otra persona, no a mí. Es difícil de explicar.

_ ¿Por qué dices eso?

_ No sé. Cuando llegué al internado pensé que la cosa no podría durar, que la policía me encontraría tarde o temprano. Y casi un año después, aquí me tienes.

Fermín la observaba con su espalda apoyada contra la barandilla y las manos en los bolsillos. Una leve brisa alborotaba su pelo y los rayos de sol resaltaban el tono castaño, daban a sus ojos un tono verdoso.

_ ¿Por qué te ingresaron en ese hospital? _ preguntó suavemente.

Y ella sabía que le debía una explicación. Era lo justo. Él ya se las había dado a ella. Lo mas gracioso era que de todas las formas que había imaginado el momento de sincerarse con él, nunca podría haber pensado que sería en este sitio.

_ Las cosas con Toni no iban muy bien, _ comenzó a decir en voz baja, íntima. _ Él me había jurado miles de veces que iba a dejar ese negocio chungo de la droga. Pero siempre terminaba metiéndose en líos y debiendo un montón de dinero a gente que terminaba viniendo a recaudarlo.

María exhaló, se armó de valor para seguir con su relato.

_ Una noche uno de estos tipos se presentó en casa pidiendo no sé cuantos miles de Euros. Yo sabía que Toni no tenía el dinero. No tenía ni idea de cómo se había metido en ese lío, pero estaba segura que de esta le iba a ser imposible salir. _ María tragó con dificultad. _ Esa noche insinuó que podíamos salir del paso como lo hicimos la última vez. Podríamos engendrar otro bebé y venderlo en el mercado negro. Yo le dije que estaba loco, que cómo se le ocurría pensar una cosa así. Pero él estaba desesperado, drogado. . . Dijo que no descansaría hasta que no me quedase otra vez embarazada, que no se me ocurriese utilizar ningún tipo de anticonceptivo y. . . y se abalanzó sobre mí.

_ Hijo de puta. . .

Estaba claro que Fermín estaba sufriendo tanto casi como ella con el relato, pero María ignoró su comentario y continuó hablando. Tenía que quitarse ese peso de encima.

_ Yo no podía pasar por aquello otra vez. No podía perder otro hijo. Prefería morir. _ Cerrando los ojos, pudo ver la escena en su mente como si hubiese pasado ayer. _ Cuando vi las tijeras encima de la mesa, lo hice sin pensar. Se las clavé en el costado y salí corriendo. Él no dudó en denunciarme a la policía. Yo no tenía donde ir. Dieron conmigo en cuestión de horas. Les dije que no estaba loca, les conté los planes de Toni, lo que pretendía hacer para pagar el dinero que debía. Pero nadie me creyó. Prefirieron pensar que estaba loca.

Fermín puso su brazo sobre los hombros de María, la arrimó contra su cuerpo, indicando sin palabras que no tenía por qué continuar, que lo entendía todo.

_ No estoy loca, _ dijo María con furiosa convicción.

_ Eso siempre lo he sabido, _ susurró Fermín en su oído. _ Aunque mucho juicio no debes tener. Primero te lías con un tío como Toni y luego vas y te lías conmigo, _ bromeó recogiendo con el pulgar una revoltosa lágrima de la mejilla de María. _ Te buscas unas amistades bastante peligrosas ¿sabes?

Ella soltó una húmeda carcajada y echó una última mirada a la espectacular vista que les rodeaba.

_ Mira, ahí abajo hay un carnaval, _ dijo Fermín divisando el gentío a distancia a las orillas del río. _ ¿Echamos un vistazo?

Ya estaba cayendo el sol cuando se unieron al tumulto de gente. La juerga no había hecho más que comenzar, pero ya se oía la música en vivo y la gente caminaba con vinos y refrescos y comida. María y Fermín aprovecharon para picotear algo, probaron un par de vinos de la región, se unieron a la fiesta y empujaron a un lado sus pasados y sus problemas. Cuando el grupo comenzó a tocar una lenta balada, la gente se dispersó cediendo la pista a las parejas más atrevidas, y después a las más románticas.

_ ¿Me concedes este baile, preciosa? _ ronroneó Fermín.

Incapaz de resistir tan pasional petición, María se aferró a él y los dos comenzaron a moverse despacio, al son de la música. No hablaron mucho, entre ellos sobraban las palabras. María reposó su cabeza contra el pecho de Fermín y cerró los ojos. En ese momento los cientos de personas a su alrededor desaparecieron. A María le hubiese gustado poder parar el tiempo. En ese momento sólo existían ella y Fermín.

_ María. . .

Su nombre, tanto oración como suplica, la hizo levantar la cabeza para mirarle. Sus labios, a pocos centímetros de los de él, deseaban recorrer esa corta distancia, poder saborear la cálida profundidad de su boca una vez más.

El estruendo de aplausos a su alrededor les transportó súbitamente al presente. Se separaron una distancia prudente, indignados con el espacio que acaba de abrirse entre ellos.

La mirada de Fermín se desplazó hacia la izquierda, aterrizó a unos cuantos metros sobre el hombro de María. Tenso de repente, la agarró de la mano fuertemente.

_ Tenemos que salir de aquí.

María miró en la dirección que había viajado la mirada de Fermín segundos antes, pero tardaron un instante en escabullirse entre la masa de gente, y nunca vio a los dos hombres que con gran frustración intentaron abrirse paso entre el gentío, intentando en vano perseguir a sus presas.

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