¡Bienvenidos!

Bienvenidos a nuestro blog de fanfics acerca de "El Internado". Aquí podréis encontrar textos en todas las categorías posibles, desde los puramente románticos a aquellos que resuelven parte de la trama, pasando por los minifics o el humor.

El blog ha sido diseñado para haceros la navegación por él lo más sencilla posible. Por ello, en la columna de la derecha podéis encontrar todos los fics disponibles, con una breve sinopsis, la categoría o categorías a la que pertenece el texto y los personajes en los que se centra, además del autor del mismo.

Debajo podéis encontrar enlaces directos a todos los capítulos de la historia, de modo que podéis leer a vuestro ritmo y sin necesidad de buscar la entrada por donde os quedasteis, ya que se puede acceder a ella directamente. Así, cuando clickeis en un capítulo, ésa entrada aparecerá justo debajo de esta cabecera que estáis leyendo.

En cuanto a las categorías, vais a encontrar un código que os dirá de qué tipo es el texto que vais a leer. Dentro de estos diferentes tipos, encontraréis:

[ROM] Estos fanfics se centran en el desarrollo de una relación amorosa y los sentimientos de los personajes.

[ANGST] Fanfics para sufrir, para pasarlo mal con nuestros personajes favoritos.

[RES] El Proyecto Géminis y Ottox están más presentes que nunca en estos fics, centrados en resolver parte de la trama.

[HUM] Fanfics para reír.

Encontraréis también los tag [WIP] O [COMPLETO]. El primero hace referencia a "Work in Progress", es decir, que el fic está en fase de publicación, mientras que los fanfics con el segundo término ya se pueden leer enteros.

CONTACTO

Si tienes alguna duda o te apetece publicar tu fanfic en este blog, sólo tienes que ponerte en contacto con nosotras a través del Blog de Marta Torné o bien a través del Blog de Raúl Fernández, en las direcciones de correo que encontraréis en las mencionadas páginas.

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Amistades peligrosas (Capítulo IX)



El probador tenía espejos por todas partes. Su imagen la rodeaba. Una imagen que ya casi ni reconocía, ni se molestaba en observar. Los vaqueros que llevaba puestos eran cómodos. Su talla le quedaba algo justa, pero no era de extrañar con todo lo que estaba comiendo últimamente. ¡Maldita ansiedad!

Había cogido a ciegas una blusa de una de las estanterías. Obviamente las francesas tenían los pechos más pequeños, porque incluso la blusa le quedaba algo justa de busto. Pero tampoco se molestó en ver como la quedaba. De hecho, la única razón por la cual había entrado al probador era para poder cambiarse en la intimidad. El contacto de la ropa limpia hizo que se sintiese algo mejor. Cuando por fin salió, Fermín estaba sentado esperándola. Sus ojos escanearon a María de arriba abajo lentamente.

_ ¡Joder, María! _ dijo con una pícara sonrisa. _ ¡Te queda mejor a ti que al maniquí!

_ ¿Tu no vas a comprarte nada? _ preguntó María sintiendo como sus mejillas se sonrojaban. Y por mucho que intentase seguirle el juego, él sabía exactamente qué decir para romperla los esquemas por completo.

_ Tu tienes mejor ojo, _ dijo él descolgando una camisa de su percha. _ No sé. ¿Qué te parece ésta?

María tuvo que soltar una carcajada al ver el estampado de floripondios. El revoltoso brillo en la mirada de él indicaba que esa había sido precisamente su intención.

_ Anda trae, _ dijo María arrebatándole la estrafalaria camisa de las manos.

Diez minutos después Fermín salía del probador de caballeros con unos vaqueros extremadamente ajustados y una camiseta azul marino que se aferraba a él como una segunda piel.

_ Tú lo que no quieres es que yo tenga hijos en la vida, ¿no? _ se quejó sarcásticamente haciendo una mueca.

_ ¡Y con lo bien que te queda el estilo de los años setenta! _ se lamentó María con una sonrisa torcida llevándose la mano a la cintura y estudiando a Fermín detenidamente. _ Venga, vale. Pruébate estos.

Terminaron comprando dos pares de pantalones cada uno, varias camisetas y ropa interior.

Mondozil era el típico pueblo del sur de Francia. Uno de esos que tendía a obsesionar a los pintores impresionistas con sus vivos colores y curiosa arquitectura. María estaba cautivada por su hermosura. Sus temores se habían escabullido a un lugar remoto de su mente, al menos durante unas horas. Ella y Fermín se habían pasado la tarde tonteando y bromeando como en los viejos tiempos, como cuando vivían en el internado.

De vez en cuando, María le pillaba mirando a su alrededor con ojos suspicaces. Por muy relajado que pareciese, Carlos siempre estaba alerta, su presencia nunca dejaba descansar a Fermín.

_ ¿Por qué no te tranquilizas? _ dijo María advirtiendo su inquietud una vez más. Estaban en la plaza del pueblo, sentados en una terraza tomando un café. El sol comenzaba a pintar de rosa las calles y los edificios. _ ¿Crees de verdad que seguimos en peligro?

Fermín la ofreció una breve sonrisa. _ Nunca se sabe, _ dijo, la sombra de Carlos siempre presente—un “Mr. Jeckyll” detrás de su “Dr. Hyde”.

María le observaba detenidamente. Le hubiese gustado meterse en su cabeza, aliviar sus inquietudes, obligar a su mente a un merecido descanso. Era como si llevase el peso de la culpabilidad sobre los hombros continuamente. Y aun así él se esforzaba por ayudarla a olvidar.

_ Gracias, _ dijo María con voz suave.

_ ¿Gracias? ¿Por qué?

_ Por intentar hacer esta situación un poco más llevadera. Sé que sigues preocupado y que llevas todo el día asegurándote de que no nos vayan siguiendo. No tienes por qué disimular. Te conozco, Fermín. Aunque tú no lo creas.

Fermín se quedó pensativo durante varios segundos.

_ Nos van a encontrar, _ dijo al final, su voz grave. _ Tarde o temprano darán con nosotros.

_ ¿Cómo lo sabes?

_ Tienen ojos por todas partes, María. Sabemos demasiado. Nos hemos convertido en un inconveniente para ellos.

_ Entonces vamos a la policía y se lo cont—

_ ¡Con qué pruebas! _ rugió él con la desesperación que llevaba todo el día tratando de reprimir.

María se quedó callada, ligeramente intimidada por el súbito regreso de Carlos.

_ A ti te creerían, _ dijo tímidamente. _ Tú eras uno de ellos, ¿no?

_ María, _ dijo Fermín restregando sus sienes con los dedos y cerrando los ojos con un gesto de incalculable paciencia. Fijando su mirada en ella nuevamente, respondió: _ Dejé de ser uno de ellos en el momento en que me arrestaron.

Era difícil de creer que sus compañeros le hubiesen dado de lado de esa forma. ¿No podían entender lo importante que era para él recuperar esas obras de arte? La mente de María intentó dar vida a la figura de Aurora.

_ Siempre creí que tú y Aurora—

_ Ya te he dicho varias veces que—

_ ¡Ya lo sé! ¡Ya lo sé! _ exclamó María a la defensiva. _ Es sólo que en el artículo decía. . .

_ ¡Olvídate del artículo!

Fermín parecía estar molesto con dicho artículo. Al parecer el periodista no sabía ni la mitad de la historia cuando decidió publicarlo. María le observaba, avergonzada de sus propias inseguridades.

_ ¿Cuánto le queda a ella de cárcel?

_ ¿Legalmente? Unos tres años, _ respondió él, su voz y mirada distantes. _ Hace unos cuantos meses podía haber hecho un trato que hubiese garantizado su libertad inmediata, pero. . .

_ ¿Pero, qué?

_ Nada, _ dijo él negando con la cabeza. _ Ya da igual.

_ Fermín _. La voz de María tenía un rastro de reproche. _ Creía que ya no ibas a ocultarme nada. Me lo prometiste.

Fermín apretó la mandíbula, se negaba a mirarla a los ojos.

_ No llegué a entregarles lo que me pidieron. De haberlo hecho, ella ya estaría fuera.

_ Pero ¿Qué es lo que te pidieron?

El rostro de Fermín ensombreció. Tragó un par de veces en seco, su mirada fija en un punto indefinido de la plaza.

_ El Tríptico de la Epifanía.

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