
6º día (Primera parte)
- Buenos días, mi vida!- dijo Fermín dándole un beso en los labios a María.
- Buenos días!- dijo con un bostezo y estirando los brazos como si pensara que alargándolos podría acariciar el cielo.- ¿Qué hora es?
- La hora de darnos una ducha y salir pitando a trabajar.
- No puedo con mi alma… déjame un ratito más por favor.
- Eso se lo tendrías que decir a Jacinta- dijo Fermín sonriendo mientras se metía en calzoncillos en el lavabo.- Venga, ¿a qué esperas?
- No puedo, Fermín, en serio, vete duchándote tú que después voy yo- la voz de María se iba apagando mientras lo decía durmiéndose.
- ¡Arriba!- dijo destapándole. Anoche no te oí llegar. Pensé que tampoco vendrías a dormir anoche. ¿ A qué hora llegaste?
- No lo sé, muy tarde- explicó todavía con los ojos cerrados, medio dormida.
- Y ¿dónde estuviste? Porque hasta esa hora no estarías en tu habitación porque Jacinta dormía.
- Estuve con Héctor. Dúchate ya que ahora voy yo.
A Fermín se le cambió la cara. “ Con Héctor. Otra vez con Héctor. Y hasta las tantas. No existe día que no le mencione en cualquiera de nuestras conversaciones. Está diferente desde que se ven tanto estos dos. La estoy perdiendo, seguro. Héctor me va a ganar la batalla y yo no voy a poder hacer nada para evitarlo. María siempre ha estado enamorada de él. Quizá muy en el fondo de su corazón, pero enamorada. Ha sido que él se pusiera las pilas, que fuera cariñoso con ella, solo eso ha bastado para arrebatármela. Y yo como un tonto pensando que podría existir amistad entre ellos. Evitando ser el típico hombre celoso ¿ y de qué me ha servido?- Fermín terminó de ducharse.
Cuando salió, María estaba ya esperando preparada para entrar.
-¿No me vas a dar un besito de buenos días?- preguntó juguetona María.
- En la habitación de Héctor creo que los regalan, ves a por uno.
María no se esperaba esa respuesta, entró directa en el aseo a ducharse. Se había quedado parada. Fermín estaba molesto, muy molesto y no le faltaba razón “ ¿A qué estoy jugando? Duermo con Fermín pero me paso el día pensando en Héctor. Beso a Fermín y me paso el día imaginándome dándoselos a Héctor. Tengo que hacer algo ya.” Su plan de seguir a sus instintos había dado resultado. Tenía que hablar con Fermín, pero, ¿Cómo?. O quizá sería mejor así, dejarlo estar. Después de haberse decidido en pensar en ella, ahora que era el momento de hacerlo, miraba su cara y no tenía el valor de decirle nada.
Durante sus jornadas de trabajo, María no se atrevía a dirigirle la palabra, de vez en cuando mandaba alguna mirada furtiva. Estaba muy serio, nunca le había visto así. En cambio Fermín, no estaba enfadado, solo estaba dolido. No tenía nada contra ella, confiaba plenamente en María, no le sería infiel, pero por ese motivo, debía dejarla libre, que fuera feliz junto a Héctor. A él solo le importaba verla feliz y sabía que era negar la evidencia decir que su relación nunca se iba a acabar. Tarde o temprano, acabaría, ya fuera por un disparo in fortuito que acabara con su vida o pero aún, con la de su amada. Puede que sea el momento de empezar a retirarse. De tirar la toalla.
María no aguantó más la tensión.
- Fermín, voy a servir el desayuno, ya es hora- dijo girándose.
Fermín no se giró, solo asintió.
El comedor estaba lleno, niños correteando, jóvenes riendo, sonidos de platos y vasos, un ruido ensordecedor. Pero María y Héctor, no oían nada, no veían a nadie. Estaban ellos dos solos en ese gran comedor. El resto del día no fue muy diferente. Aunque María era una caja de dudas, cada mirada de él, cada cruce por los pasillos le hacía mariposear su pequeño vientre. Héctor sonreía al observar las mejillas de María sonrojarse. Era como una chiquilla dulce.
Esa noche, María no dudó en ir a la habitación de Fermín. Esa noche no le hizo esperar. Aunque sus pensamientos estaban en el cuarto de Héctor, no quería comportarse como una irresponsable como días anteriores.
- Buenos días!- dijo con un bostezo y estirando los brazos como si pensara que alargándolos podría acariciar el cielo.- ¿Qué hora es?
- La hora de darnos una ducha y salir pitando a trabajar.
- No puedo con mi alma… déjame un ratito más por favor.
- Eso se lo tendrías que decir a Jacinta- dijo Fermín sonriendo mientras se metía en calzoncillos en el lavabo.- Venga, ¿a qué esperas?
- No puedo, Fermín, en serio, vete duchándote tú que después voy yo- la voz de María se iba apagando mientras lo decía durmiéndose.
- ¡Arriba!- dijo destapándole. Anoche no te oí llegar. Pensé que tampoco vendrías a dormir anoche. ¿ A qué hora llegaste?
- No lo sé, muy tarde- explicó todavía con los ojos cerrados, medio dormida.
- Y ¿dónde estuviste? Porque hasta esa hora no estarías en tu habitación porque Jacinta dormía.
- Estuve con Héctor. Dúchate ya que ahora voy yo.
A Fermín se le cambió la cara. “ Con Héctor. Otra vez con Héctor. Y hasta las tantas. No existe día que no le mencione en cualquiera de nuestras conversaciones. Está diferente desde que se ven tanto estos dos. La estoy perdiendo, seguro. Héctor me va a ganar la batalla y yo no voy a poder hacer nada para evitarlo. María siempre ha estado enamorada de él. Quizá muy en el fondo de su corazón, pero enamorada. Ha sido que él se pusiera las pilas, que fuera cariñoso con ella, solo eso ha bastado para arrebatármela. Y yo como un tonto pensando que podría existir amistad entre ellos. Evitando ser el típico hombre celoso ¿ y de qué me ha servido?- Fermín terminó de ducharse.
Cuando salió, María estaba ya esperando preparada para entrar.
-¿No me vas a dar un besito de buenos días?- preguntó juguetona María.
- En la habitación de Héctor creo que los regalan, ves a por uno.
María no se esperaba esa respuesta, entró directa en el aseo a ducharse. Se había quedado parada. Fermín estaba molesto, muy molesto y no le faltaba razón “ ¿A qué estoy jugando? Duermo con Fermín pero me paso el día pensando en Héctor. Beso a Fermín y me paso el día imaginándome dándoselos a Héctor. Tengo que hacer algo ya.” Su plan de seguir a sus instintos había dado resultado. Tenía que hablar con Fermín, pero, ¿Cómo?. O quizá sería mejor así, dejarlo estar. Después de haberse decidido en pensar en ella, ahora que era el momento de hacerlo, miraba su cara y no tenía el valor de decirle nada.
Durante sus jornadas de trabajo, María no se atrevía a dirigirle la palabra, de vez en cuando mandaba alguna mirada furtiva. Estaba muy serio, nunca le había visto así. En cambio Fermín, no estaba enfadado, solo estaba dolido. No tenía nada contra ella, confiaba plenamente en María, no le sería infiel, pero por ese motivo, debía dejarla libre, que fuera feliz junto a Héctor. A él solo le importaba verla feliz y sabía que era negar la evidencia decir que su relación nunca se iba a acabar. Tarde o temprano, acabaría, ya fuera por un disparo in fortuito que acabara con su vida o pero aún, con la de su amada. Puede que sea el momento de empezar a retirarse. De tirar la toalla.
María no aguantó más la tensión.
- Fermín, voy a servir el desayuno, ya es hora- dijo girándose.
Fermín no se giró, solo asintió.
El comedor estaba lleno, niños correteando, jóvenes riendo, sonidos de platos y vasos, un ruido ensordecedor. Pero María y Héctor, no oían nada, no veían a nadie. Estaban ellos dos solos en ese gran comedor. El resto del día no fue muy diferente. Aunque María era una caja de dudas, cada mirada de él, cada cruce por los pasillos le hacía mariposear su pequeño vientre. Héctor sonreía al observar las mejillas de María sonrojarse. Era como una chiquilla dulce.
Esa noche, María no dudó en ir a la habitación de Fermín. Esa noche no le hizo esperar. Aunque sus pensamientos estaban en el cuarto de Héctor, no quería comportarse como una irresponsable como días anteriores.
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