La campanilla sonó al contacto. Sara sonreía doblando prenda tras prenda. La propietaria parecía haber hecho un chiste que había sido bien acogido por su nueva aprendiz. Al levantarse y ver al hombre consumido y enjuto volvió el cuello con amabilidad pero enseguida reaccionó con furia al reconocer a David Almansa.
- ¡¿Qué hace usted aquí?! ¡¿No sabe que tiene prohibido pasar a cualquier establecimiento y lugar público de la ciudad!? Y ha…
- Mi castigo ya ha vencido. Justo hoy. Solo venía a hablar con la señorita, si ella quiere.
- Pues ya ve que no.
- ¡Cállate, Soledad!- gritó Sara que no había descuidado el enfoque un momento de la tarima. Una aguja se había quedado enganchada en la lana y estiró de ella con viveza. Su compañera se marchó al descansillo a apilar unas cajas.
David se acercó a Sara y con los nudillos transitó por el hoyuelo de ella que se eternizaba en enfocar su atención en él. La réplica separándoselo no se hizo rogar. Y entonces lo vio. Un anillo idéntico al de las prometidas reposaba en uno de los dedos de Sara, muy parecido al que él ocultaba en el otro bolsillo. Se deshizo por dentro pero ni siquiera alguien lo averiguó.
- ¿Qué? ¿Te has casado? - preguntó agriamente.
- Tú sí te desposaste, ¿no?- dijo con ironía punzante.- Como tienes la mano en el ... Todo el pueblo te ha visto con alianza. Yo solo soy prometida. ¿Qué vas a querer?
- Desde hace seis meses. Venía a despedirme.- pero ella no se dio cuenta de la categoría que le quiso imprimir a la fecha.
- Pues yo no he visto la ceremonia… ¿Cómo es que te vas?- respondió olvidándose de todo.
- Nunca me he quedado demasiado en ningún lado. – Sin embargo la impotencia que le había dado al hecho en su esquema corporal al acabar de hablar se le quedó grabado a David muy adentro.
- Oye, disculpa, hoy es catorce, tienes que llevar el encargo a la calle paloma.- le avisó Soledad. Sara levantó atónita la cara. Aquel número nunca se le había olvidado hasta entonces. El catorce fue la fiesta de fuegos artificiales. La trascendencia de todo se le vino encima.
- Lo siento. Me han obligado. Además no debo importarte ¿no te vas? Un hombre se hizo asiduo de mi casa y me pidió en matrimonio y mis padres… le han dicho que sí. Sin contar conmigo. Esta vez tú has llegado tarde. Poca prisa has tenido por luchar o por buscarme. Nunca he tenido recuerdos de quien consideré especial y si te vas me olvidaré de ti, pero es lo mejor.
- Ya. ¿Y tú qué? Me devolvías todo, te cruzabas de calle, ¿tan malo ha sido para querer enterrarlo?- y David se mordió el labio.- ¿Por qué lo has hecho, Sara? ¡Podías haber hecho algo!¡Podrías haber dicho que no! ¡Podías haberme llamado! Ayudarte a salir de ese compromiso.- expresó alterado.
- También podía preguntarte yo por qué me apuntaste con una pistola. ¡Y por qué no me has hablado casi estos meses! Casi me matas, y… ya has matado a más.- susurró.- ¿Cómo sé que no va a volver a pasar? ¡Y por qué llevabas alianza! Tan enrevesado todo ¿Cómo iba a saber yo que era mía? ¿Tengo que ser adivina?
- ¿Por qué me tienes que recordar eso? No va a volver a pasar. Es tu confianza. Tú no quieres a un asesino sino a un hombre arrepentido de su ineptitud… y cada vez que me daba cuenta de tu sacrificio te quería aún más.- paró de hablar y como un pez fuera del agua buscó su última salida.- Te necesito y sé que este encontronazo es el último resquicio que me queda para llevarte conmigo.
- ¿Me necesitas? Que gracia, ¿no? Yo también te he necesitado, ¿Dónde has estado? ¿Qué vienes? ¿A darme el huevo? ¿A hacer negocios? ¡¡Pues llévatelo!! No lo quiero ni a…- se defendió Sara por última vez intentando evitar una mentira.
David cazó al vuelo aquella interrupción. Si ella aún le deseaba lo demás sería fácil.
- ¿Con quien te casas? Crees que me importa eso, me importas tú y yo de aquí no me voy hasta que vea que eres feliz conmigo o sin mí. ¿Por qué entonces tengo a una mujer que me ama así enfrente?
- Con alguien respetable. ¿Crees que voy a decirte quien es? Si lo hago, te lo cargarás. Márchate por favor, David.
- ¿Qué pasa? ¡¿Qué yo no tengo derecho a lo que siento por haber sido sinvergüenza?! Me da igual quien sea. Es mi competencia. ¿Te ha besado? ¿Lo quieres como a mí? Ese objeto no lo ambicionas por su importancia, lo posees porque te recuerda a mí- y quiso propinar un golpe apoyando las manos levantando todos los objetos de la mesa pero Soledad asistió asustada.
- Márchate de aquí. No me gusta la gente violenta.- dijo la dueña de la tienda.
David quedó destrozado. Si hubiese podido habría saltado los obstáculos que le separaban y se la habría robado a sus padres, a Soledad, a su pueblo y a su prometido. Y así expulsado por su conducta esperó en la penumbra a que ella saliera al final de la jornada.
- Soy su amigo. Saúl no se casará contigo. – La asaltó nada más salir.- ¿Creías que no sabría que era él? Si ha estado loco por ti desde que te vio. Lo voy a arreglar. Este anillo es tuyo. Y como prueba de tu confianza solo tendré mis días venideros.
- No soy una causa, David.- expresó Sara desesperada acariciándole el entrecejo.
- No, eres lo que más he esperado. Quiero hacerme merecedor de ti.- y se marchó callejón abajo dejándola aún más confundida.
- ¡¿Qué hace usted aquí?! ¡¿No sabe que tiene prohibido pasar a cualquier establecimiento y lugar público de la ciudad!? Y ha…
- Mi castigo ya ha vencido. Justo hoy. Solo venía a hablar con la señorita, si ella quiere.
- Pues ya ve que no.
- ¡Cállate, Soledad!- gritó Sara que no había descuidado el enfoque un momento de la tarima. Una aguja se había quedado enganchada en la lana y estiró de ella con viveza. Su compañera se marchó al descansillo a apilar unas cajas.
David se acercó a Sara y con los nudillos transitó por el hoyuelo de ella que se eternizaba en enfocar su atención en él. La réplica separándoselo no se hizo rogar. Y entonces lo vio. Un anillo idéntico al de las prometidas reposaba en uno de los dedos de Sara, muy parecido al que él ocultaba en el otro bolsillo. Se deshizo por dentro pero ni siquiera alguien lo averiguó.
- ¿Qué? ¿Te has casado? - preguntó agriamente.
- Tú sí te desposaste, ¿no?- dijo con ironía punzante.- Como tienes la mano en el ... Todo el pueblo te ha visto con alianza. Yo solo soy prometida. ¿Qué vas a querer?
- Desde hace seis meses. Venía a despedirme.- pero ella no se dio cuenta de la categoría que le quiso imprimir a la fecha.
- Pues yo no he visto la ceremonia… ¿Cómo es que te vas?- respondió olvidándose de todo.
- Nunca me he quedado demasiado en ningún lado. – Sin embargo la impotencia que le había dado al hecho en su esquema corporal al acabar de hablar se le quedó grabado a David muy adentro.
- Oye, disculpa, hoy es catorce, tienes que llevar el encargo a la calle paloma.- le avisó Soledad. Sara levantó atónita la cara. Aquel número nunca se le había olvidado hasta entonces. El catorce fue la fiesta de fuegos artificiales. La trascendencia de todo se le vino encima.
- Lo siento. Me han obligado. Además no debo importarte ¿no te vas? Un hombre se hizo asiduo de mi casa y me pidió en matrimonio y mis padres… le han dicho que sí. Sin contar conmigo. Esta vez tú has llegado tarde. Poca prisa has tenido por luchar o por buscarme. Nunca he tenido recuerdos de quien consideré especial y si te vas me olvidaré de ti, pero es lo mejor.
- Ya. ¿Y tú qué? Me devolvías todo, te cruzabas de calle, ¿tan malo ha sido para querer enterrarlo?- y David se mordió el labio.- ¿Por qué lo has hecho, Sara? ¡Podías haber hecho algo!¡Podrías haber dicho que no! ¡Podías haberme llamado! Ayudarte a salir de ese compromiso.- expresó alterado.
- También podía preguntarte yo por qué me apuntaste con una pistola. ¡Y por qué no me has hablado casi estos meses! Casi me matas, y… ya has matado a más.- susurró.- ¿Cómo sé que no va a volver a pasar? ¡Y por qué llevabas alianza! Tan enrevesado todo ¿Cómo iba a saber yo que era mía? ¿Tengo que ser adivina?
- ¿Por qué me tienes que recordar eso? No va a volver a pasar. Es tu confianza. Tú no quieres a un asesino sino a un hombre arrepentido de su ineptitud… y cada vez que me daba cuenta de tu sacrificio te quería aún más.- paró de hablar y como un pez fuera del agua buscó su última salida.- Te necesito y sé que este encontronazo es el último resquicio que me queda para llevarte conmigo.
- ¿Me necesitas? Que gracia, ¿no? Yo también te he necesitado, ¿Dónde has estado? ¿Qué vienes? ¿A darme el huevo? ¿A hacer negocios? ¡¡Pues llévatelo!! No lo quiero ni a…- se defendió Sara por última vez intentando evitar una mentira.
David cazó al vuelo aquella interrupción. Si ella aún le deseaba lo demás sería fácil.
- ¿Con quien te casas? Crees que me importa eso, me importas tú y yo de aquí no me voy hasta que vea que eres feliz conmigo o sin mí. ¿Por qué entonces tengo a una mujer que me ama así enfrente?
- Con alguien respetable. ¿Crees que voy a decirte quien es? Si lo hago, te lo cargarás. Márchate por favor, David.
- ¿Qué pasa? ¡¿Qué yo no tengo derecho a lo que siento por haber sido sinvergüenza?! Me da igual quien sea. Es mi competencia. ¿Te ha besado? ¿Lo quieres como a mí? Ese objeto no lo ambicionas por su importancia, lo posees porque te recuerda a mí- y quiso propinar un golpe apoyando las manos levantando todos los objetos de la mesa pero Soledad asistió asustada.
- Márchate de aquí. No me gusta la gente violenta.- dijo la dueña de la tienda.
David quedó destrozado. Si hubiese podido habría saltado los obstáculos que le separaban y se la habría robado a sus padres, a Soledad, a su pueblo y a su prometido. Y así expulsado por su conducta esperó en la penumbra a que ella saliera al final de la jornada.
- Soy su amigo. Saúl no se casará contigo. – La asaltó nada más salir.- ¿Creías que no sabría que era él? Si ha estado loco por ti desde que te vio. Lo voy a arreglar. Este anillo es tuyo. Y como prueba de tu confianza solo tendré mis días venideros.
- No soy una causa, David.- expresó Sara desesperada acariciándole el entrecejo.
- No, eres lo que más he esperado. Quiero hacerme merecedor de ti.- y se marchó callejón abajo dejándola aún más confundida.
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