
Cuando Carlos entró al cuarto de baño, María cogió la ropa sucia de Fermín y dobló sus pantalones, aún le valdrían hasta mañana, porque no tenía otros. Los dejó junto a su camiseta, que no pudo evitar olerla una vez más. Todas las noches que había pasado allí, había dormido abrazando aquella camiseta. Cogió la camiseta sucia de Fermín, que tenía una gran mancha de sangre y la metió en la lavadora.
Mientras Carlos, en la ducha, no podía evitar sentirse culpable. Quería a María, le seguía queriendo como siempre, pero aquella noche en el internado, le había traicionado con Rebeca y no podía mirar a María a los ojos, sin contarle la verdad. Tenía que contárselo y tenía que hablar con Rebeca.
Cuando Carlos terminó de vestirse, encontró a María en la cocina. Estaba sentada en una de las sillas que había junto a la ventana. Tenía la mirada triste y pensativa. Cuando se dio cuenta de la presencia de Fermín, se puso en pie.
- Te he preparado algo de cenar.
Carlos vio que encima de la mesa había una tortilla de patatas y un vaso de agua. Lo agradecía muchísimo, ya que su estómago estaba pidiendo algo a gritos desde hacía unas horas.
- ¿Tú ya has cenado? - Carlos intentaba no estar mal delate de María, a pesar de cómo se sentía realmente.
- No. No yo no tengo hambre - Carlos se sentó a cenar y María se sentó a su lado.
- María - Pero ella se le adelantó.
- Fermín. Yo quiero explicarte por qué me fui y porque no me despedí de ti ni te di ninguna explicación.
- María no las merezco. Yo nunca te he dado ninguna explicación nunca. No hace falta que tú me las des a mí ahora.
- Pero es que quiero dártelas.
Eso no hizo más que Carlos se sintiese más culpable todavía. No se atrevía a contarle nada a María, mientras ella estaba siendo sincera con él.
María, entre sollozos, le contó cómo había tenido que huir porque Noiret le estaba buscando. Y la razón por la que no se había despedido de él, fue que no podía. Le dolía demasiado tener que decirle adiós, pero sabía que él tenía que quedarse allí a resolver sus cuentas pendientes. También se atrevió a darle las gracias por haberle sacado del psiquiátrico, que aquello había sido un infierno para ella, y él la había sacado de allí le cotase lo que le costase.
Cuando María se hubo tranquilizado, entre palabras de disculpas y otras tantas cariñosas de Fermín, este le preguntó:
- ¿Dónde voy a dormir?
- Puedes dormir en la cama conmigo - propuso María - bueno, se que la cama es algo pequeña, pero es que el sillón es bastante más incómodo.
Carlos aceptó, aunque intentaba no acercarse tanto a María hasta no haberle contado la verdad, pero estaba encantado con no tener que dormir en un sofá. Carlos se disponía a acostarse con los vaqueros puestos. Cuando María lo vio se quedó asombrada; vale que en ese momento no estaban juntos y tenían que hablar muchas cosas, pero ambos tenían la suficiente confianza como para dormir en ropa interior.
- ¿No te los vas a quitar?
Carlos no supo qué contestar, pero María se puso amable con él e intentó bromear:
- Tu mismo. Estarás incomodísimo con esos pantalones tan ajustados que llevas, pero si prefieres dormir así…
Carlos soltó su particular carcajada y se los quitó. La cama era demasiado estrecha, más incluso que la del dormitorio del internado. En un intento de darse la vuelta, Carlos casi se cae de la cama. María no pudo evitar reírse.
- Nunca pensé que existiría una cama más estrecha que la de mi dormitorio.
- Tendrás que abrazarte y pegarte bien a mí para no caerte - dijo María entre risas, que aprovechó la ocasión para sentir el calor de Fermín y sentirse arropada como tanto había añorado. Y Carlos se sintió su protector, por tenerla entre sus brazos. Al día siguiente se lo contaría todo y se disculparía con ella.
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