- ¿Señorita Alicia? Ha llegado otro paquete.- le anunció un muchacho con prevención. Y no era para menos. Alicia Campos había despachado a cuatro empleados en solo una semana, pero afortunadamente para los que llegaron después que él se lo pensó mejor por las restricciones de Joaquín viendo como se le iba de las manos sujetar a su caprichosa prometida.
- ¿Uno más? Todavía no ha habido boda y no paro de coleccionarlos, ¿te lo puedes creer?- le dijo a su hermana que se encontraba aburrida de tanta parafernalia. - Seguro que ha sido él. Si alguien vuelve a llamar no me importunes, déjalos en la alacena. Pero este tráemelo. Y este tiempo… - y suspiró sin ganas.- Mi madre se casó con lluvia, aunque dicen que son novias afortunadas ¿qué más tendré que heredar?- quizás si hubiese sabido la respuesta no lo habría dicho de manera tan despectiva.
El chico volvió con un cajetín que podría haber sido huésped de un museo de miniaturas.
- Es para usted, señorita… Solo para usted. No del señor- Esto último lo dijo en voz más descendente. Alicia dejó la labor que se llevaba entre manos y se dobló los puños de la camisa con pericia matemática.
- ¿Quién lo ha enviado? ¿Es conocido?... Cuanta intriga. No entiendo tanta tontería.- dijo cogiéndolo como si le fuera a pegar una extraña dolencia.- ¿Ha llegado ya el caballito de madera? Y la manía de Joaquín de querer encargar y gastar dinero sin ser necesario. Si ni siquiera estoy esperando un hijo, ¡ni casada! Como lo hayan visto los vecinos. Que ganas de perder el tiempo.
- Sí, señorita. Lo hemos dejado en su habitación.
- Bien, muchas gracias. Primero abriré esto.- Si el papel rojo hubiese podido manifestarse se habría quejado. Dentro se encontraba una caja del mismo color con un roto extraño en un lateral.- ¿Te has fijado Teresa? Que descuido. Mi Joaquín no haría eso nunca, él es tan atento… ¿Pero esto qué es? Un soldadito… ¡¿Pero qué insulto es este?!- y lo lanzó con toda su rabia.- ¿Dónde está la dignidad de la gente?
- Alicia…- comenzó su hermana.- ¡¿Qué pasa, Teresa?!- chilló ella como una niña malcriada cansada de que no le diesen la razón. Cuando alzó la cabeza se encontró a unos pasos a Joaquín completamente rígido observando la figura que le había rebotado en el atuendo.- Disculpa, querido. No sabía que estabas ahí.
- ¿Quién ha traído esto?- contestó él con una nota de angustia en la voz.
- He sido yo.- y desde la sombra como en un baile de máscaras apareció David blandiendo un arma señalando a Joaquín.- Me he cansado de esperar que vengas a mi encuentro. Hoy vamos a saldar cuentas.
- ¡Estás loco! ¡No sé cual es tu causa!- A la vez que Joaquín había mentido las dos damas se habían levantado dejando sus costuras rodar por los cantos del patio donde se hallaban por el estupor del atraco. David blandía con firmeza el arma apuntándole únicamente a él mientras las venas de sus ojos parecían disolverse. – Las damas pueden entrar en la casa. No les pasará nada, sin ruidos y sin gritos.- dijo sin perder de vista su móvil mientras atropelladamente y entre los sollozos de Teresa Alicia la aleccionaba de una manera zafia a desaparecer del escenario.- Yo no soy de la misma calaña que tú. Tú ordenas matar a inocentes y no te manchas de sangre y yo solo mato a quien se lo merece.
Joaquín parecía flaquear en la apostura pero no en las intenciones.
- Estás cavando tu propia tumba, Almansa. Solo tendrás una oportunidad así que aprovéchala.
El dedo se escurrió a medio camino del gatillo y la fragancia de la pólvora se vio entorpecida por el retumbar de una llamada.
- ¿Uno más? Todavía no ha habido boda y no paro de coleccionarlos, ¿te lo puedes creer?- le dijo a su hermana que se encontraba aburrida de tanta parafernalia. - Seguro que ha sido él. Si alguien vuelve a llamar no me importunes, déjalos en la alacena. Pero este tráemelo. Y este tiempo… - y suspiró sin ganas.- Mi madre se casó con lluvia, aunque dicen que son novias afortunadas ¿qué más tendré que heredar?- quizás si hubiese sabido la respuesta no lo habría dicho de manera tan despectiva.
El chico volvió con un cajetín que podría haber sido huésped de un museo de miniaturas.
- Es para usted, señorita… Solo para usted. No del señor- Esto último lo dijo en voz más descendente. Alicia dejó la labor que se llevaba entre manos y se dobló los puños de la camisa con pericia matemática.
- ¿Quién lo ha enviado? ¿Es conocido?... Cuanta intriga. No entiendo tanta tontería.- dijo cogiéndolo como si le fuera a pegar una extraña dolencia.- ¿Ha llegado ya el caballito de madera? Y la manía de Joaquín de querer encargar y gastar dinero sin ser necesario. Si ni siquiera estoy esperando un hijo, ¡ni casada! Como lo hayan visto los vecinos. Que ganas de perder el tiempo.
- Sí, señorita. Lo hemos dejado en su habitación.
- Bien, muchas gracias. Primero abriré esto.- Si el papel rojo hubiese podido manifestarse se habría quejado. Dentro se encontraba una caja del mismo color con un roto extraño en un lateral.- ¿Te has fijado Teresa? Que descuido. Mi Joaquín no haría eso nunca, él es tan atento… ¿Pero esto qué es? Un soldadito… ¡¿Pero qué insulto es este?!- y lo lanzó con toda su rabia.- ¿Dónde está la dignidad de la gente?
- Alicia…- comenzó su hermana.- ¡¿Qué pasa, Teresa?!- chilló ella como una niña malcriada cansada de que no le diesen la razón. Cuando alzó la cabeza se encontró a unos pasos a Joaquín completamente rígido observando la figura que le había rebotado en el atuendo.- Disculpa, querido. No sabía que estabas ahí.
- ¿Quién ha traído esto?- contestó él con una nota de angustia en la voz.
- He sido yo.- y desde la sombra como en un baile de máscaras apareció David blandiendo un arma señalando a Joaquín.- Me he cansado de esperar que vengas a mi encuentro. Hoy vamos a saldar cuentas.
- ¡Estás loco! ¡No sé cual es tu causa!- A la vez que Joaquín había mentido las dos damas se habían levantado dejando sus costuras rodar por los cantos del patio donde se hallaban por el estupor del atraco. David blandía con firmeza el arma apuntándole únicamente a él mientras las venas de sus ojos parecían disolverse. – Las damas pueden entrar en la casa. No les pasará nada, sin ruidos y sin gritos.- dijo sin perder de vista su móvil mientras atropelladamente y entre los sollozos de Teresa Alicia la aleccionaba de una manera zafia a desaparecer del escenario.- Yo no soy de la misma calaña que tú. Tú ordenas matar a inocentes y no te manchas de sangre y yo solo mato a quien se lo merece.
Joaquín parecía flaquear en la apostura pero no en las intenciones.
- Estás cavando tu propia tumba, Almansa. Solo tendrás una oportunidad así que aprovéchala.
El dedo se escurrió a medio camino del gatillo y la fragancia de la pólvora se vio entorpecida por el retumbar de una llamada.
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