La noche era clara en el parque y a cada explosión de fuegos artificiales en el cielo David creía diluirse con ellos. Los sentía en sus oídos, y no le abandonaban al igual que su intranquilidad interior. Francisca le había preparado una manta para refugiarse del frío pero él solo sentía que camuflaba su tremenda soledad.
- Yo que he visitado el infierno ¿crees que mi cabeza me martilleará al defenderla a ella?- le había preguntado de improviso antes de salir, haciéndose adalid de proteger unos afectos que aún ni siquiera se había ganado. Ella sonrió como si el soñado arrepentimiento de su señor fuese a llegar a través de aquella anónima.
- No sé por qué piensa que le va a atacar, si es lo primero que me deja saber de ella, aunque ya le notaba yo raro. Y conociéndole, no tardará en ir a por lo que siente. Enséñele su interior antes de que sepa sus actos, David. Si no, nada tendrá que hacer. ¿Dónde la va a buscar?
- La encontraré sin querer. Así es como pasan las cosas bonitas, sin planearlas.- le respondió.
Su mente regresó al parque en el que se hallaba sentado. Y adivinó justo en ese momento cerca de una fuente alta a unos metros suyos su sombra oscura. Y pensó en el huevo, esa posesión que ya no tendría y se dijo a si mismo que aunque su primera intención era comprárselo a la señorita Errera su cabeza sabía de quien era, por algo sus labios abriéndose se confundieron nombrándola sin dejar oír su nombre delante de esta en la que para él sería, no dudaba, su última visita a aquella casa.
- ¿Qué hace aquí, David?- se acercó Sara con una naturalidad que hubiese querido agarrar para él.- ¿Ha venido a ver el espectáculo?- dijo mientras se arremangaba el vestido y metía los pies en el río.
- ¿Qué está…? Debería tener cuidado. Ese caudal tiene muchas enfermedades.
- ¿Se preocupa por mí?- rió.- Es mejor persona de lo que creía. Pero siempre está tan serio.
David carraspeó sin pronunciar palabra poniendo su mejor expresión irónica. Sara le lanzó agua con la mano sin medir las proporciones y lo empapó de arriba abajo. El cigarrillo que tenía en la comisura preparado para ser fumado cayó como una hoja lánguida provocando una risotada en ella.
- Muy bien, Sarita. Muchas gracias. Voy a ir derecho al hospital.- ¿Y si te dijese que tengo un regalo para ti?- y pensó de nuevo en el huevo de fa bergé.
- No quiero esa joya, porque iba dirigida a otra persona.- David no pudo disimular la sorpresa al adivinar ella tan pronto de lo que se trataba.- Además ya no es tuyo y la clínica la vas a visitar si no dejas el tabaco, no por un catarro.
- Tienes razón, te pertenece a ti, aunque no lo hayas tocado. Porque yo me he…- pero no dijo la palabra restante.-… En mis anhelos de futuro me comportaba en un momento así con orgullo, sin tropiezos, saboreando cada segundo, como los dedos de alguien que dobla la hoja de un cuento ansiando continuar para preguntarse qué se iba a encontrar, desconociendo que es lo próximo que llega.
- ¿Qué momento? ¿Estás borracho?- En esta ocasión fue él quien rió- Oh…, se me ha ido el pañuelo al agua.- pero David pudo contrastar que se había emocionado aunque lo intentara disimular y ya sabía a esas alturas que ella no era la típica mujer a la que le importase una tela.
De pronto se vio reflejado en el río y se puso serio.- No me gusta el agua.-
- A mí no me gustas tú.- dijo Sara con sorna simpática.- ¿Estás preocupado por haberlo perdido? El huevo digo.- David cabeceó.- No te preocupes.- le calmó ella.
- Cierra los ojos un instante.
- ¿Por qué?- preguntó con la mosca detrás de la oreja.
- ¡Tú cierralos! Que te he visto algo. A ver 3, 2…- y al besarla notó que Sara pegaba un pequeño salto hacia detrás sin llegar a retirarse. Eso sí cuando los abrió su ceja estaba enarcada.- ¿Lo ves como sí te gusto?
- Es usted un listo Almansa.- dijo brincando para recoger todo lo que había llevado volviendo al tratamiento formal.- Y un torpe, no sabe donde poner su nariz. A ver si ensaya.- y le hizo un guiño.
Las carcajadas de David se extendieron en el raso antes de volver a centrarse en las tinieblas de sus recuerdos.
- Yo que he visitado el infierno ¿crees que mi cabeza me martilleará al defenderla a ella?- le había preguntado de improviso antes de salir, haciéndose adalid de proteger unos afectos que aún ni siquiera se había ganado. Ella sonrió como si el soñado arrepentimiento de su señor fuese a llegar a través de aquella anónima.
- No sé por qué piensa que le va a atacar, si es lo primero que me deja saber de ella, aunque ya le notaba yo raro. Y conociéndole, no tardará en ir a por lo que siente. Enséñele su interior antes de que sepa sus actos, David. Si no, nada tendrá que hacer. ¿Dónde la va a buscar?
- La encontraré sin querer. Así es como pasan las cosas bonitas, sin planearlas.- le respondió.
Su mente regresó al parque en el que se hallaba sentado. Y adivinó justo en ese momento cerca de una fuente alta a unos metros suyos su sombra oscura. Y pensó en el huevo, esa posesión que ya no tendría y se dijo a si mismo que aunque su primera intención era comprárselo a la señorita Errera su cabeza sabía de quien era, por algo sus labios abriéndose se confundieron nombrándola sin dejar oír su nombre delante de esta en la que para él sería, no dudaba, su última visita a aquella casa.
- ¿Qué hace aquí, David?- se acercó Sara con una naturalidad que hubiese querido agarrar para él.- ¿Ha venido a ver el espectáculo?- dijo mientras se arremangaba el vestido y metía los pies en el río.
- ¿Qué está…? Debería tener cuidado. Ese caudal tiene muchas enfermedades.
- ¿Se preocupa por mí?- rió.- Es mejor persona de lo que creía. Pero siempre está tan serio.
David carraspeó sin pronunciar palabra poniendo su mejor expresión irónica. Sara le lanzó agua con la mano sin medir las proporciones y lo empapó de arriba abajo. El cigarrillo que tenía en la comisura preparado para ser fumado cayó como una hoja lánguida provocando una risotada en ella.
- Muy bien, Sarita. Muchas gracias. Voy a ir derecho al hospital.- ¿Y si te dijese que tengo un regalo para ti?- y pensó de nuevo en el huevo de fa bergé.
- No quiero esa joya, porque iba dirigida a otra persona.- David no pudo disimular la sorpresa al adivinar ella tan pronto de lo que se trataba.- Además ya no es tuyo y la clínica la vas a visitar si no dejas el tabaco, no por un catarro.
- Tienes razón, te pertenece a ti, aunque no lo hayas tocado. Porque yo me he…- pero no dijo la palabra restante.-… En mis anhelos de futuro me comportaba en un momento así con orgullo, sin tropiezos, saboreando cada segundo, como los dedos de alguien que dobla la hoja de un cuento ansiando continuar para preguntarse qué se iba a encontrar, desconociendo que es lo próximo que llega.
- ¿Qué momento? ¿Estás borracho?- En esta ocasión fue él quien rió- Oh…, se me ha ido el pañuelo al agua.- pero David pudo contrastar que se había emocionado aunque lo intentara disimular y ya sabía a esas alturas que ella no era la típica mujer a la que le importase una tela.
De pronto se vio reflejado en el río y se puso serio.- No me gusta el agua.-
- A mí no me gustas tú.- dijo Sara con sorna simpática.- ¿Estás preocupado por haberlo perdido? El huevo digo.- David cabeceó.- No te preocupes.- le calmó ella.
- Cierra los ojos un instante.
- ¿Por qué?- preguntó con la mosca detrás de la oreja.
- ¡Tú cierralos! Que te he visto algo. A ver 3, 2…- y al besarla notó que Sara pegaba un pequeño salto hacia detrás sin llegar a retirarse. Eso sí cuando los abrió su ceja estaba enarcada.- ¿Lo ves como sí te gusto?
- Es usted un listo Almansa.- dijo brincando para recoger todo lo que había llevado volviendo al tratamiento formal.- Y un torpe, no sabe donde poner su nariz. A ver si ensaya.- y le hizo un guiño.
Las carcajadas de David se extendieron en el raso antes de volver a centrarse en las tinieblas de sus recuerdos.
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