
Carlos salió con el coche de allí. Tenía que encontrarla y ponerla a salvo. Como no llegase a tiempo no se lo perdonaría en la vida.
Pero iba sin rumbo fijo. ¿Dónde estaba María? Tuvo que parar el coche un momento a un lado del viejo camino que salía del internado. Necesitaba pensar, recordar. Los dos habían hablado millones de veces de irse de allí, en algún momento le habría dicho algo. Recordó un momento en especial...
Estaban los dos tumbados en la cama, desnudos. Mientras él le acariciaba el pelo, ella tocaba sus manos y hablaba de un futuro. Un futuro en el que los dos estarían fuera del internado.
- Y tú me cocinarías para mí. Sólo para mí. Encenderías el fuego de la cocina, abrirías el armario de la esquina para coger el salero del tercer estante y echarle a mi comida esa pequeña pizca de sal.
- Parece cómo si pensases en una cocina en concreto. ¿A dónde te gustaría ir?
- Uy, por mí, a una casa en la playa - no pudo evitar soltar una carcajada - pero supongo que el sueldo de una limpiadora y un cocinero no dan para tanto. No?
- Hum … No. Me da que no. Y los treinta millones ya no los tenemos … - los dos volvieron a reír.
- No. Pensaba en una casita que tenía mi tía en un pueblo. A las afueras de Madrid, en un pueblito muy pequeño. Moncal. Es un pueblo poco conocido y muy tranquilo. Mis padres me mandaban allí en verano, con mi tía. Hasta que murió. Ese lugar es de los pocos que recuerdo con ilusión de mi infancia.
Tenía que probar suerte allí. María recordaba ese sitio con nostalgia y probablemente había ido a ese lugar.
No sabía exactamente dónde estaba Moncal, así que lo tuvo que localizar en el GPS. Iba lo más rápido que podía, en ese momento no podía controlar la velocidad, no tenía tiempo que perder. Si esos cabrones la localizaban, no dudarían en matarle.
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