¡Bienvenidos!

Bienvenidos a nuestro blog de fanfics acerca de "El Internado". Aquí podréis encontrar textos en todas las categorías posibles, desde los puramente románticos a aquellos que resuelven parte de la trama, pasando por los minifics o el humor.

El blog ha sido diseñado para haceros la navegación por él lo más sencilla posible. Por ello, en la columna de la derecha podéis encontrar todos los fics disponibles, con una breve sinopsis, la categoría o categorías a la que pertenece el texto y los personajes en los que se centra, además del autor del mismo.

Debajo podéis encontrar enlaces directos a todos los capítulos de la historia, de modo que podéis leer a vuestro ritmo y sin necesidad de buscar la entrada por donde os quedasteis, ya que se puede acceder a ella directamente. Así, cuando clickeis en un capítulo, ésa entrada aparecerá justo debajo de esta cabecera que estáis leyendo.

En cuanto a las categorías, vais a encontrar un código que os dirá de qué tipo es el texto que vais a leer. Dentro de estos diferentes tipos, encontraréis:

[ROM] Estos fanfics se centran en el desarrollo de una relación amorosa y los sentimientos de los personajes.

[ANGST] Fanfics para sufrir, para pasarlo mal con nuestros personajes favoritos.

[RES] El Proyecto Géminis y Ottox están más presentes que nunca en estos fics, centrados en resolver parte de la trama.

[HUM] Fanfics para reír.

Encontraréis también los tag [WIP] O [COMPLETO]. El primero hace referencia a "Work in Progress", es decir, que el fic está en fase de publicación, mientras que los fanfics con el segundo término ya se pueden leer enteros.

CONTACTO

Si tienes alguna duda o te apetece publicar tu fanfic en este blog, sólo tienes que ponerte en contacto con nosotras a través del Blog de Marta Torné o bien a través del Blog de Raúl Fernández, en las direcciones de correo que encontraréis en las mencionadas páginas.

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Déjame que te cuente. Capítulo XIII.

No alcanzó a entender, ni siquiera en ese momento, parado delante de la chimenea de la biblioteca, por qué había borrado conscientemente tantas cosas de su mente. Se llevó una mano al centro del estómago, sólo para intentar tomar conciencia de que ya no tenía diez años, de que su cuerpo había cambiado y pertenecía al hombre adulto, ordenado y sereno que había sido en los últimos tiempos. Pero hay cosas que no se pueden cambiar por mucho que uno quiera, y él, Samuel Espí, tampoco quería dejar de ser quien era.
Con decisión, alzó la mano y presionó en el lugar correcto, sin necesidad de pararse a pensarlo.

Cuando la entrada cedió, ella tuvo la sensación de que estaba dentro de una película, y que ella no era más que una mera espectadora que ve pasar cada fotograma ante sus ojos con impasibilidad. Hasta que Héctor no le tendió la mano desde dentro, ni siquiera se movió.

Caminaron por los pasadizos durante más de veinte minutos, asegurando cada paso, tratando de abstraerse del sonido aterrador de sus propio caminar. Sus pies, en cada roce con el suelo, sonaban a miedo, a humedad, a abandono, a desolación.
Le costaba imaginar que en aquel inframundo pudiese existir la vida, y por un momento, pensó que estaba en una especie de infierno habitado por demonios, de los de cuernos y rabo, que pueden emerger de cualquier esquina y llevarte con ellos.

Se hallaba sumida en su propio terror cuando Héctor la agarró con fuerza por la muñeca y tiró de ella hacia atrás. Una enorme bifurcación se abría ante sus ojos y al final del pasillo de la izquierda, un pequeño resplandor blanco les avisó de que habían llegado.
Se intuyeron con la mirada bajo la luz de la pequeña antorcha y no tuvieron que decirse nada. Caminaron despacio hacia ella mientras las voces de dentro se iban haciendo más nítidas.

- Tenía tantas ganas de encontrarme cara a cara contigo, Carlos... No te lo imaginas.

Habría podido jurar que a Héctor se le había helado la sangre. La voz que rompía aquel silencio era terriblemente familiar, y hasta ése día, ella sólo la asociaba con amables peticiones de arroz blanco. Dio un paso y se colocó delante de Héctor, mientras en los ojos le ardían las lágrimas que querían asomar antes siquiera de ver nada. Acopló su cuerpo a la abertura de la puerta y miró hacia adentro. Ante ella, el hombre que hace sólo unas horas la abrazaba en la cama con infinita ternura, encañonaba un arma como el que lo ha hecho toda la vida. El cuerpo recto, el brazo extendido, el gesto frío.

- Te voy a matar, Camilo. Te voy a matar con la misma sangre fría que mataste a mi padre.

Como única respuesta, recibió una carcajada sonora, vibrante, pesada. Le atravesó los oídos y se instaló en su cerebro, con exactitud, para que pudiera recordarla siempre.

- Yo no maté a tu padre, imbécil. Aunque me alegré de ello, no te lo voy a negar.

Fermín permanecía inmóvil en el centro de la sala. Camilo aparecía y desaparecía de su campo de visión, como si diera vueltas en círculos. Un leve movimiento hacia la izquierda le permitió ver alrededor de qué giraba. De su propio hijo, sentado en una silla, con las manos atadas atrás y el gesto descompuesto. Se lanzó hacia la puerta, pero Héctor la sujetó por los hombros y le impidió que se suicidara estúpidamente.

- Tu padre era un idealista de ésos capaces de morir por sus principios. Las obras de arte acumulaban polvo en aquella tienda, sin que nadie reparara en ellas. No era justo, Carlos, y tú lo sabes. Creo que entiendes bastante de arte, ¿no?
- Eres un puto cabrón, y te voy a matar…

Dejó caer el dedo índice sobre el gatillo y aumentó la presión sobre él.

- ¿De verdad crees que vas a salir vivo de aquí? ¿Qué vas a hacer cuando me mates? ¿Crees que te van a dejar salir de aquí con el chico? No te compliques, Fermín.

El sarcasmo de su voz sólo pretendía hacer daño, como si de verdad estuviera pidiéndole que apretara el gatillo.

- Si nos traes a Samuel, coges el chico y te lo llevas, te vas con la chacha y a ser feliz. Sin rencores…

Miró a su hijo, sentado en la silla. El ángulo de la puerta apenas le permitía distinguir sus labios apretados, sus piernas agitándose sin control. El ruido de pasos le hizo volver la mirada. Fermín había cruzado la habitación y ahora, sostenía el arma sobre la frente de Camilo, que apenas podía moverse, aprisionado contra la pared.

- ¿Sabes qué? Lo único que siento es no tener el tiempo suficiente para concederte una agonía justa. Créeme, disfrutaría viendo como te mueres durante las mismas horas que yo pasé llorando junto al cuerpo de mi padre. Es una pena que tenga que ser así…

El disparo hizo añicos el mundo y se confundió con el grito de Iván, un grito desgarrado que le hizo pensar que se había roto la garganta para siempre.

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