¡Bienvenidos!

Bienvenidos a nuestro blog de fanfics acerca de "El Internado". Aquí podréis encontrar textos en todas las categorías posibles, desde los puramente románticos a aquellos que resuelven parte de la trama, pasando por los minifics o el humor.

El blog ha sido diseñado para haceros la navegación por él lo más sencilla posible. Por ello, en la columna de la derecha podéis encontrar todos los fics disponibles, con una breve sinopsis, la categoría o categorías a la que pertenece el texto y los personajes en los que se centra, además del autor del mismo.

Debajo podéis encontrar enlaces directos a todos los capítulos de la historia, de modo que podéis leer a vuestro ritmo y sin necesidad de buscar la entrada por donde os quedasteis, ya que se puede acceder a ella directamente. Así, cuando clickeis en un capítulo, ésa entrada aparecerá justo debajo de esta cabecera que estáis leyendo.

En cuanto a las categorías, vais a encontrar un código que os dirá de qué tipo es el texto que vais a leer. Dentro de estos diferentes tipos, encontraréis:

[ROM] Estos fanfics se centran en el desarrollo de una relación amorosa y los sentimientos de los personajes.

[ANGST] Fanfics para sufrir, para pasarlo mal con nuestros personajes favoritos.

[RES] El Proyecto Géminis y Ottox están más presentes que nunca en estos fics, centrados en resolver parte de la trama.

[HUM] Fanfics para reír.

Encontraréis también los tag [WIP] O [COMPLETO]. El primero hace referencia a "Work in Progress", es decir, que el fic está en fase de publicación, mientras que los fanfics con el segundo término ya se pueden leer enteros.

CONTACTO

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Las Apariencias Engañan (PARTE XI)


La cosa se veía bastante cruda. Si Carlos seguía escaleras arriba, nunca llegarían a salir a la laguna antes de que se cerrase la trampilla. Si volvía hacia atrás, corría el riesgo de perderse por los pasadizos. El GPS no reconocía esta nueva zona de galerías, y tendría que guiarse a base de pura intuición. Tendría que encontrar otra salida antes de que los perros pudiesen rastrearles. También corrían el riesgo de toparse con alguno de los hombres, que indudablemente irían armados. Carlos hubiese optado por un encontronazo con alguien armado que con los perros. Al fin y al cabo, él también iba armado, pero con Paula en brazos iba a ser bastante complicado utilizar el revólver.

No tuvo mas remedio que bajar hacia los quirófanos de nuevo y empezar a correr por la galería hasta encontrar alguna bifurcación que les pudiese llevar a una salida. Carlos tenía un buen sentido de la orientación, sabia que se estaban dirigiendo hacia el Este, alejándose del internado y de la laguna. No tenia ni idea de dónde iría a parar ese corredor, pero mientras no escuchase a los perros sobre el estruendo de las sirenas, pensó que podrían salir de ese lugar con vida. Sólo esperaba que por lo menos Paula sí lo hiciese. Él era prescindible para esta gente. Ojala que Paula no lo fuera. Ojala que los perros estuviesen entrenados para poder hacer esa distinción.

Paula seguía dormida en sus brazos. El ajetreo de su carrera y el ruido de las sirenas no parecían poder romper su estado de letargia. Mejor así. Lo último que Carlos necesitaba era tener que intentar tranquilizar a la cría.

Carlos vio como el camino se dividía en dos galerías, y casi sin pensarlo se desvío por el camino de la derecha, siguiendo la dirección Este. Lo más seguro es que existiese un acceso a los pasadizos alejado del internado. Si hubiese seguido el camino de la izquierda hacia el internado, seguramente le hubiesen estado esperando a lo largo del camino. No. Esta parecía la ruta más segura.

El pasadizo que había elegido Carlos fue oscureciendo, las luces de emergencia no llegaban hasta tan lejos. También el estruendo de las sirenas fue disminuyendo, hasta hacerse inexistente. Fue entonces cuando Carlos paró de correr, jadeando, y encendió su linterna. Todavía no tenia tiempo que perder. Esta gente no les iba dejar escapar así como así, y estaba aun esperando los ladridos de los perros a distancia.

La galería cada vez se iba haciendo mas estrecha, hasta que finalmente llegó a su fin. Carlos miró la pared de piedra en frente suyo. Era un callejón sin salida.

¡Mierda! ¡Piensa, Carlos, piensa!

Enfocando la luz de la linterna desesperadamente sobre la pared, Carlos buscaba algún indicio de una trampilla o de una salida. Iluminó la pared de la derecha, la de la izquierda, en frente. . . Nada. Elevando la luz hacia el techo, descubrió finalmente lo que parecía una ranura, y a su lado, la forma rectangular de una trampilla.

Sería algo difícil encaramarse por la roca con Paula en brazos, pero Carlos, en su desesperación, estaba seguro que se las podría apañar. Sin pensárselo dos veces, echó a Paula sobre su hombro izquierdo, agarró la linterna con la boca y empezó a trepar por la pared utilizando los recovecos de la piedra como apoyo. Ahora ya sabia por qué los ejercicios de escalada de la agencia habían sido tan rigurosos, y se alegraba de haber sido entrenado tan intensamente. Aun así, le costó su esfuerzo llegar hasta la cumbre. Sobre todo porque su antebrazo derecho protestaba ardientemente con cada movimiento.

A lo lejos, ya escuchaba a la jauría de perros acercarse. Por fortuna, los animales nunca serían capaces de trepar hasta la salida. Utilizando los músculos de las piernas al máximo para equilibrar su peso y el de Paula, Carlos palpó la ranura con las manos hasta encontrar la palanca oculta. La trampilla se abrió sin problemas.

Una vez fuera de los pasadizos Carlos miró a su alrededor y reconoció el lugar donde habían ido a parar de inmediato. Se había levantado una niebla espesa, casi impenetrable, pero no había duda de dónde se encontraban. Era la vieja ermita ubicada unos pocos kilómetros del internado. Habían estado viajando hacia el Noreste. Pero encontrar el camino de vuelta al internado con tanta niebla iba a ser un verdadero reto. Sin poder ver las estrellas, o apenas sus alrededores, Carlos no estaba seguro de poder llegar sin perderse en el bosque.

_ ¿Esto es todavía un sueño?

La frágil voz de Paula emergió del rebuño de anorak que llevaba en sus brazos. La niña estaba mirando a Carlos con esos enormes ojos azules llenos de inocencia. La sonrisa de Carlos, aunque poco convincente, pretendía tranquilizarla.

_ No, Paulita, _ dijo Carlos, abrazándola mas fuerte. _ Esto no es un sueño. Pero no te preocupes. Estas a salvo. No te va a pasar nada.

_ ¿Me vas a llevar con mis papas?

Carlos, comenzó a caminar, según sus cálculos, en dirección al internado.

_ Pronto, preciosa. Pronto estarás con ellos.

Hubo unos minutos de silencio en los cuales Carlos pensó que la cría se había vuelto a dormir. Paula, sin embargo, continuó hablando.

_ Yo no quiero que te mueras.

Haciendo una mueca, Carlos dijo: _ ¡Pero qué idea! ¿De dónde sale eso?

Por lo menos si mantenía entretenida a Paula, la niña no se sentiría tan asustada. Aunque el tema de conversación era algo macabro.

_ Es que Lucas tuvo un sueño de los que se cumplen.

_ Si, ya me lo contaron tus amiguitos. Pero no te preocupes, porque los sueños no se suelen cumplir. Son sólo sueños.

Paula le miró muy detenidamente, con cara de susto.

_ Los de Lucas si que se cumplen. Y en su sueño una chica de pelo largo y oscuro te mataba. Sus manos estaban llenas de sangre, y era tuya.

_ Oye, tu y tus amigos tenéis unos temas de conversación bastante morbosos, ¿no? _ dijo Carlos, parándose un momento para determinar por dónde seguir caminando. Hacía bastante frío para una noche de primavera, y su aliento salía en una hilera de humo.

_ ¿Qué quiere decir morboso?

_ Morbosos son los sueños de tu amiguito Lucas, _ contestó Carlos, su mente más preocupada en encontrar el camino de vuelta que en la conversación con Paula.

_ ¡Mira Fermín! _ exclamó Paula con una sonrisa. _ ¡Es búho! ¡Síguele, síguele! Él sabe llegar al colegio.

Sin saber exactamente por qué, o a lo mejor por falta de opciones, Carlos comenzó a seguir al búho en cuanto éste se echó a volar. El ave volaba bajo, posándose de rama en rama como si supiese que alguien le estaba siguiendo. Ya llevaban un buen camino atravesando la niebla, cuando Carlos escuchó pasos en la distancia y paró en seco. El búho salió volando y desapareció de su vista.

_ ¿Qué p— ?

_ Shhh. . . _ susurró Carlos, tapando la boca de la niña suavemente con su mano. Colocando a Paula en el suelo cerca del tronco de un árbol, Carlos echó mano de su pistola, empuñándola sin llegar a sacarla de la funda, y escuchó atentamente.

Los pasos se acercaban cada vez más, ahora totalmente reconocibles. De la niebla, emergió la figura de un hombre que se dirigía hacia ellos lentamente. Obviamente tanto él como Paula habían pasado desapercibidos. Carlos le apuntó con la pistola.

_ No des un paso mas, _ advirtió Carlos cuando la figura estaba a apenas tres metros. _ Tengo un revolver de .22 apuntado directamente a tu cabeza.

_ ¿Fermín?

Carlos bajó el arma de inmediato.

_ ¡Marcos! _ exclamó Paula con gran excitación abalanzándose en los brazos de su hermano.

_ ¡Paula! ¿Estás bien? Pero ¿Dónde te habías metido? Te he estado buscando por todas partes. No vuelvas a salir del internado sin decírmelo, ¿me oyes?

_ Es que Camilo vino a buscarme.

_ ¿Camilo? _ dijo Marcos mirando a Carlos inquisitivamente.

Carlos enfundó de nuevo la pistola.

_ Es una larga historia. Vamos.

_ Yo es que llevo dando vueltas desde hace casi una hora, _ dijo Marcos. _ Con la niebla no he podido encontrar el camino de vuelta.

_ Nosotros hemos ido siguiendo al búho, _ dijo Paula, en brazos de su hermano.

_ ¿Qué búho?

Carlos miro hacia arriba, vio dos ojos nocturnos observándoles desde la alta rama de un pino.

_ Ese búho.

En menos de veinte minutos, el búho les había guiado de vuelta a las puertas del internado. La puerta principal estaba ya cerrada a estas horas de la noche. El único acceso era por la puerta de servicio. Y dentro, sentados alrededor de la mesa de la cocina, estaban Carolina, Vicky y el muchacho bajito, Roque, esperándoles.

Cuando Carolina les vio aparecer por la puerta, se levantó y fue directamente a abrazar a Marcos, quien dejó a Paula en el suelo para poder abrazar a la chica. Sin ningún tipo de pudor ella le beso los labios, ignorando las miradas de Carlos y sus compañeros. Marcos la apretó contra su pecho, profundizando el beso como si llevase meses sin verla.

_ ¿Dónde os habíais metido? _ preguntó Vicky.

_ ¿Y Julia e Iván? _ preguntó Carlos ignorando la pregunta de la chica.

_ Cuando vieron que no llegabais, se preocuparon, _ dijo Roque. _ Han salido al bosque a buscaros.

Lívido, Carlos se pasó la mano por el pelo.

_ ¿Qué han hecho qué?

Vicky y Roque se miraron suspicaces.

_ María también esta ahí fuera, _ dijo finalmente Vicky en voz baja. _ Cuando se enteró de que Iván había salido al bosque a estas horas se fue tras él.

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