¡Bienvenidos!

Bienvenidos a nuestro blog de fanfics acerca de "El Internado". Aquí podréis encontrar textos en todas las categorías posibles, desde los puramente románticos a aquellos que resuelven parte de la trama, pasando por los minifics o el humor.

El blog ha sido diseñado para haceros la navegación por él lo más sencilla posible. Por ello, en la columna de la derecha podéis encontrar todos los fics disponibles, con una breve sinopsis, la categoría o categorías a la que pertenece el texto y los personajes en los que se centra, además del autor del mismo.

Debajo podéis encontrar enlaces directos a todos los capítulos de la historia, de modo que podéis leer a vuestro ritmo y sin necesidad de buscar la entrada por donde os quedasteis, ya que se puede acceder a ella directamente. Así, cuando clickeis en un capítulo, ésa entrada aparecerá justo debajo de esta cabecera que estáis leyendo.

En cuanto a las categorías, vais a encontrar un código que os dirá de qué tipo es el texto que vais a leer. Dentro de estos diferentes tipos, encontraréis:

[ROM] Estos fanfics se centran en el desarrollo de una relación amorosa y los sentimientos de los personajes.

[ANGST] Fanfics para sufrir, para pasarlo mal con nuestros personajes favoritos.

[RES] El Proyecto Géminis y Ottox están más presentes que nunca en estos fics, centrados en resolver parte de la trama.

[HUM] Fanfics para reír.

Encontraréis también los tag [WIP] O [COMPLETO]. El primero hace referencia a "Work in Progress", es decir, que el fic está en fase de publicación, mientras que los fanfics con el segundo término ya se pueden leer enteros.

CONTACTO

Si tienes alguna duda o te apetece publicar tu fanfic en este blog, sólo tienes que ponerte en contacto con nosotras a través del Blog de Marta Torné o bien a través del Blog de Raúl Fernández, en las direcciones de correo que encontraréis en las mencionadas páginas.

Blog no oficial de Marta Torné

A Contrarreloj. Capítulo XXIV.

María se sentó sobre la cama y acarició sin darse cuenta la colcha verde con la palma abierta. Terminó de abrocharse el vestido negro y miró a Iván, de pie junto a la ventana, totalmente ajeno a ella. Aún no sabía cómo hablarle, qué decirle ni de qué forma podía acercarse a él. En el aparcamiento no habían cruzado ni una palabra siquiera. Rebeca la había obligado a subir a la moto rápidamente y su hijo había conducido a través del bosque sin volver la cabeza. Al llegar, le entregó su vestido y la abrazó brevemente. Luego, ella había entrado en la ducha y al salir, lo había encontrado ya en ésa postura. De vez en cuando, se volvía y le sonreía, pero enseguida, sus ojos volvían a la ventana. Sacando fuerzas de ninguna parte, se levantó y se acercó a él, dejando que su mano cayera con suavidad sobre su hombro.

- Iván…

Él no la miró. Levantó el brazo izquierdo y rodeó a su madre por los hombros, atrayéndola hacia sí

- Si les pasa algo, no me lo voy a perdonar nunca. No me voy a perdonar haberme quedado esperando en ése aparcamiento…

María guardó silencio. Ni siquiera alcanzaba a entender cómo Julia, Rebeca y el chico que estaba con ella junto al coche habían terminado involucrados en aquella historia.

- Iván, ¿qué ha pasado en estos días?

A su hijo se le encendió una luz interna, haciéndole comprender que su madre no sabía absolutamente nada de nazis, organizaciones y enfermedades, de niños que son encerrados en jaulas o de que el hombre que amaba era una especie de agente especial con ínfulas de justiciero.
La cogió de la mano y se la llevó hacia la cama. Se sentó junto a ella y trató de explicarle todo lo que había descubierto con orden, empezando por el principio, pero las horas que duró su enfermedad estaban plenamente sumidas en la neblina, y su capacidad de entendimiento, demasiado agotada. Sin embargo, su relato y los informes que había sobre la mesa, ayudaron a María a hacerse una idea de la magnitud de lo ocurrido.
Iván estaba contándole cómo Fermín y él habían visitado a Daniel por primera vez cuando la puerta se abrió de golpe. Cuando vio aparecer a Julia, saltó de la cama y la abrazó con todas sus fuerzas. Sorprendido por su propio impulso, se separó despacio de ella y la vio sonreír.

- Hola justiciera, me alegro de verte.

Carlos entró el último y sus ojos ya no vieron a nadie. Sólo a ella, vestida de negro, como si la María que había encontrado en el psiquiátrico, con su pelo enmarañado, sus ojos tristes, no hubiera existido nunca. Ella se puso de pie y miró a sus ojos cristalizados. Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para evadirse de ellos y esquivarlos, echando a andar hacia el lado opuesto del dormitorio. Él comprendió el gesto y decidió darle su tiempo. Se acercó al armario, cogió ropa y cerró de un portazo la puerta del baño.

- Mamá, nos vamos, te veo después ¿vale?

Le dio un beso en la mejilla y la abrazó. Julia repitió el gesto y juntos, salieron por la puerta. María se dio la vuelta y volvió a sentarse en la cama. El agua de la ducha cayendo fue el único sonido que permaneció en el cuarto. Daniel, sentado sobre la silla, guardaba silencio mientras Rebeca revisaba la docena de carpetas que había sobre la mesa. Un par de minutos más tarde, se levantó.

- Dani, tengo que ir a llevar todo esto a la sede, ¿quieres venir conmigo?

Daniel habló mirando de reojo a María.

- ¿Es que quieres dejarles solos?

Rebeca sonrió y desvió la mirada hacia ella, que seguía sentada sin hablar.

- Sí, creo que sí. Toma, - le entregó un par de carpetas a Daniel – ve echándolas al coche.
- Vale.

Cuando salio por la puerta, Rebeca avanzó hacia donde estaba María y se quedó de pie delante de ella.

- No seas tonta. La dignidad no te va a compensar si pierdes al hombre que amas.

Viendo que no obtendría ninguna respuesta, se volvió hacia la mesa y terminó de recoger los folios que seguían esparcidos sobre la mesa. Ya había renunciado cuando la oyó hablar en voz baja.

- ¿Y qué va a pasar la próxima vez? ¿Qué pasará si le necesito pero tenéis otro nazi que cazar?

Rebeca se volvió sin un atisbo de sonrisa en el rostro.

- No lo sé, María. Pero creo que tú sí, conoces mejor que yo su sentido de la justicia. Pero eso no impide que te quiera por encima de todo.
- Ya…
- ¿Sabes qué? – Se acercó a ella y se puso en cuclillas, para poder mirarla a los ojos. – Una vez le dije a Carlos que no podía hacerte feliz. Pero me equivocaba, me equivocaba totalmente. Si alguien puede hacerte feliz, es él. Pero tú tienes que entender muchas cosas antes, María.
- Ni siquiera le llamo por su verdadero nombre…
- Eso es lo primero que tienes que entender. Fermín no existe, no ha existido nunca. Ahora tienes que plantearte de quién te enamoraste tú, y si estás dispuesta a aceptar quién es.

Se levantó y cerró la puerta tras de sí con su quietud innata. María se quedó sola, recorriendo el cuarto con los ojos. Se detuvo en el rodapié del piso, en ése pequeño trozo de madera que sobresalía tras el cual había reposado el tríptico. El que él había tenido que quemar para que ella le creyera. Un poco más allá, el piso donde había caído el cuerpo del contacto, asesinado por su hijo. El mismo hijo al que él le había salvado la vida. La puerta tras la que él le esperaba y le tendía su mano. La misma por la que le había obligado a salir una vez. Reparó en la colcha, donde tantas noches le había esperado, donde tantas veces había sentido que no se podía amar más.

Se echó de lado despacio sobre la cama. El agua ya no resonaba al caer sobre la bañera. Pero los recuerdos, mezclados con tantos días en los que lo medicamentos apenas la dejaban permanecer despierta, hicieron que se quedara dormida. Sabiendo que estaba, por fin, en casa.

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