6º día (Segunda Parte)
- ¿Hola…?- dijo asomando la cabeza por la puerta.
La habitación estaba en penumbra. En un primer momento no le localizó, pero solo necesitó unos segundos para encontrarle junto a la ventana, de pie. Con unos pantalones anchos grises y una camiseta de tirantes vieja. No se había inmutado ante el saludo de ella.
- Fermín, hola.
- Hola María, pasa- devolvió el saludo pero sin volverse, seguía allí, mirando el bosque a través de los cristales empañados de la ventana.
María pasó, se sentó en la cama. No sabía si había sido buena idea, después de lo de ese día, entrar como si nada.
Por fin, Fermín se volvió y se dirigió hacía ella.
- María, te quiero mucho, pero puede que sea el momento de hablar.
- ¿Habl….- Fermín le tapó la boca delicadamente. Gesto que María entendió que no era el momento de hablar, debía dejar que terminara.
- ¿María, tú me quieres?- nada más crear esa pregunta, se arrepintió, no era la manera de comenzar esa despedida. No sabía cómo empezar. Tantas veces se había imaginado ese momento a lo largo del día y ahora estaba en blanco. –No contestes. Ya sé la respuesta. María, no soy tonto, he contemplado todos tus escarceos con Héctor, vuestras miradas. Sé que ya no piensas en mí, que solo tienes ojos para él y creo que es el momento de que seas feliz, que empieces una nueva vida junto a él. - Muriéndose de miedo, arrojó la toalla de ese quiero pero no puedo
María no sabía qué contestar. No le podía contradecir. Tenía razón y realmente, en cierto modo, le agradecía que le pusiera las cosas tan fáciles.
- Fermín, yo te quiero mucho, nunca lo pongas en duda. Pero me he enamorado de Héctor.
- Siempre has estado enamorada de él. Y confundías el pleno cariño que me tienes con amor, pero no es así y creo que ahora te has dado cuenta. Siempre me vas a tener aquí para lo que quieras, pero creo que ahora mismo con quien deberías de estar, es con él. Vete. No pierdas tu oportunidad
- Gracias, Fermín. Tenía mucho miedo a tu reacción, no quiero perderte, te quiero un montón, eres mi mejor amigo, pero estos días me he dado cuenta que no puedo corresponderte como te mereces y repito, como te mereces, porque te mereces todo lo mejor que esta vida puede ofrecer.
Fermín le dio un suave beso en la frente. Cogió su cara entre sus manos. La observó en aquella oscura habitación un par de segundos y dijo- Venga, vete, corre que todavía estás a tiempo. Sé feliz, princesa.
María, entre lágrimas, se levantó caminando en dirección a la puerta.
-Espera un momento- dijo Fermín.
María se paró en seco. El cocinero se acercó a ella y secó las lágrimas que rodaban por las mejillas de la limpiadora.
- No llores, no mereces llorar más- la abrazó con todas sus fuerzas y la dejó marchar.
Fermín se sentó en su cama. Tenía el alma deshilachada por ella. Su gran fuerza desbravada. Las ganas desganadas por tantas frases desnudas. María le había cerrado sus puertas de par en par y ahora tan solo intentaba olvidar sus besos de dulce caramelo….de nubes de algodón. Se sentía un asesino sin cuartada, un niño perdido, sin ella. Pero estaba feliz por María, si ella estaba feliz, él también lo estaría.
La habitación estaba en penumbra. En un primer momento no le localizó, pero solo necesitó unos segundos para encontrarle junto a la ventana, de pie. Con unos pantalones anchos grises y una camiseta de tirantes vieja. No se había inmutado ante el saludo de ella.
- Fermín, hola.
- Hola María, pasa- devolvió el saludo pero sin volverse, seguía allí, mirando el bosque a través de los cristales empañados de la ventana.
María pasó, se sentó en la cama. No sabía si había sido buena idea, después de lo de ese día, entrar como si nada.
Por fin, Fermín se volvió y se dirigió hacía ella.
- María, te quiero mucho, pero puede que sea el momento de hablar.
- ¿Habl….- Fermín le tapó la boca delicadamente. Gesto que María entendió que no era el momento de hablar, debía dejar que terminara.
- ¿María, tú me quieres?- nada más crear esa pregunta, se arrepintió, no era la manera de comenzar esa despedida. No sabía cómo empezar. Tantas veces se había imaginado ese momento a lo largo del día y ahora estaba en blanco. –No contestes. Ya sé la respuesta. María, no soy tonto, he contemplado todos tus escarceos con Héctor, vuestras miradas. Sé que ya no piensas en mí, que solo tienes ojos para él y creo que es el momento de que seas feliz, que empieces una nueva vida junto a él. - Muriéndose de miedo, arrojó la toalla de ese quiero pero no puedo
María no sabía qué contestar. No le podía contradecir. Tenía razón y realmente, en cierto modo, le agradecía que le pusiera las cosas tan fáciles.
- Fermín, yo te quiero mucho, nunca lo pongas en duda. Pero me he enamorado de Héctor.
- Siempre has estado enamorada de él. Y confundías el pleno cariño que me tienes con amor, pero no es así y creo que ahora te has dado cuenta. Siempre me vas a tener aquí para lo que quieras, pero creo que ahora mismo con quien deberías de estar, es con él. Vete. No pierdas tu oportunidad
- Gracias, Fermín. Tenía mucho miedo a tu reacción, no quiero perderte, te quiero un montón, eres mi mejor amigo, pero estos días me he dado cuenta que no puedo corresponderte como te mereces y repito, como te mereces, porque te mereces todo lo mejor que esta vida puede ofrecer.
Fermín le dio un suave beso en la frente. Cogió su cara entre sus manos. La observó en aquella oscura habitación un par de segundos y dijo- Venga, vete, corre que todavía estás a tiempo. Sé feliz, princesa.
María, entre lágrimas, se levantó caminando en dirección a la puerta.
-Espera un momento- dijo Fermín.
María se paró en seco. El cocinero se acercó a ella y secó las lágrimas que rodaban por las mejillas de la limpiadora.
- No llores, no mereces llorar más- la abrazó con todas sus fuerzas y la dejó marchar.
Fermín se sentó en su cama. Tenía el alma deshilachada por ella. Su gran fuerza desbravada. Las ganas desganadas por tantas frases desnudas. María le había cerrado sus puertas de par en par y ahora tan solo intentaba olvidar sus besos de dulce caramelo….de nubes de algodón. Se sentía un asesino sin cuartada, un niño perdido, sin ella. Pero estaba feliz por María, si ella estaba feliz, él también lo estaría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario