-Pero María, ¿de dónde vienes?, ¿qué te ha pasado?
Aún estaba adaptándome a la luz, cuando escuché su voz, parecía como si me estuviera despertando de un sueño, y él estaba a mi lado, mi hijo me cogía de la mano.
-María, mírame ¿estás bien?-dijo Iván con tono de preocupación.
-Sí Iván, no te preocupes, tengo que irme.
-Pero María,…
Me dirigí rápidamente a la cocina, ya llegaba tarde al trabajo, Jacinta me echaría de nuevo la bronca, pero Iván me seguía, me volví para decirle que luego hablaría con él del asunto y de repente:
-María, mírame ¿estás bien?-dijo Iván con tono de preocupación.
-Sí Iván, no te preocupes, tengo que irme.
-Pero María,…
Me dirigí rápidamente a la cocina, ya llegaba tarde al trabajo, Jacinta me echaría de nuevo la bronca, pero Iván me seguía, me volví para decirle que luego hablaría con él del asunto y de repente:
-Buenos días
-Esto, buenos días-respondí titubeando.
Esa voz, me resultaba familiar, la había escuchado antes, intentaba recordar donde, y “zas”, sí, es verdad esa voz, era la misma voz que escuché en los pasadizos, ahora sí que me estaba empezando a asustar, ¿qué hacía Camilo en los pasadizos?
-¿Qué horas son estas de llegar?-dijo Jacinta un poco alterada.
-Lo siento Jacinta, de veras que lo siento, pero hoy no me encuentro bien.
-Pues si vaya pintas que tienes, he visto mejores caras en la fiesta de Halloween-dijo Jacinta de forma irónica. Bueno si estás mal puedes tomarte el día libre, el bueno de tu novio ha decidido echarte una mano en tus tareas, para que luego te quejes del chaval.
-Jacinta, no tengo novio -dije saliendo de la cocina sin esperar una respuesta por parte de mi jefa, ella se quedó helada, tratando de asumir mis palabras, por una vez no era testigo de cualquier cosa que pasaba en el Internado.
Me vendría bien echarme un rato, luego hablaría con Iván y con Héctor, ahora ellos estaban en clase, yo aprovecharía para descansar y poner mi cabeza en orden, que vaya días llevaba.
Entré en mi habitación y sin ni siquiera encender la luz me metí en la cama con la ropa, cuando estaba cogiendo la postura para echarme una buena siesta note como una mano se posaba en mi cintura, encendí la luz de la mesilla:
-Toni, que coño haces aquí, me has asustado sabes.
Toni estaba tumbado a mi lado, me miraba con cara de bobo y sonreía tontamente.
-Pitu, ya sabes si la montaña no viene a Mahoma,…
-Sal de aquí, necesito descansar.
-Nena no me seas arisca, yo necesito cariño.
-Pues que te lo de tu madre, sal de aquí ahora mismo.
-Bueno, pero que sepas que me encantas cuando te enfadas guapísima.
Por fin sola en mi cuarto, el pesado de Toni no se daba por vencido, no entendía que él sólo formaba parte de mi pasado, estaba pensando en cómo contarle a Iván lo de los pasadizos y me quedé profundamente dormida.
“Toc, toc,toc”
-María, ¿estás ahí?
Me desperté de repente y con un ojo medio cerrado abrí la puerta de mi habitación, era Héctor:
-Pasa Héctor.
-Como no te he visto le he preguntado a Jacinta y me ha dicho que estabas malilla, ¿qué te pasa?, ¿es por lo del beso verdad?, si es por eso lo siento, no intentaba incomodarte, tan sólo me deje llevar, deseaba hacerlo.
-No, no es por eso Héctor, lo del beso estuvo muy bien-dije sonrojándome. Tengo algo que contarte.
Me senté en la cama y él hizo lo mismo.
-Dime
-Anoche estuve en los pasadizos, no me preguntes como llegué allí porque no tiene importancia, la cuestión es que entré, y dando vueltas por ese laberinto subterráneo encontré una habitación, en esa habitación había una cama y una cuna.
-¿Una cama y una cuna en los pasadizos?
-Sí, y en ellas había grabados dos nombres uno era el de tu hermana Irene y en la cuna ponía Samuel.
-Pero, qué dices María, si eso es cierto, mi hermana Irene,…
-Sí tu hermana Irene ha estado encerrada allí, y eso no es todo Héctor, antes de salir escuché una voz allí abajo y esta mañana la he vuelto escuchar, la voz era de Camilo.
Héctor se quedó callado, blanco y paralizado, le dejé que pensara, que asimilara la noticia que le había dado, estuvo así unos diez minutos callado, de repente reaccionó se levantó, me agarró de las manos poniéndome de pie a su lado. Mientras una lágrima recorría su rostro me abrazó atrayendo mi cuerpo hacia el suyo, y me dijo al oído:
-María, gracias a ti aún tengo la esperanza de que mi hermana siga viva.
Notaba el cariño que desprendía ese abrazo furtivo, sabía que él me quería, que era amor verdadero, ya me lo había demostrado con aquel beso en la cocina, y ahora era yo la que necesitaba el sabor de sus labios, porque había pasado miedo, porque me encontraba sola, desconcertada, perdida.
Le miré a los ojos, aún brillantes por las lágrimas, puse mi mano en su rostro y acariciando sus labios con mis dedos, acerque mi boca a la suya, fundiendo mi lengua con la suya, en un dulce y emotivo beso.
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