tag:blogger.com,1999:blog-21199790251586363532024-02-19T00:15:42.016-08:00El Internado FanFicsUnknownnoreply@blogger.comBlogger184125tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-8028118529670289682010-11-14T11:44:00.000-08:002010-11-14T11:47:25.966-08:00El reconocimiento (Capítulo único)La calma era tensa, como si estuviese avisada de que allí podrían volver a encenderse odios pasados, planes latentes durante años. El olor a quemado se quedaría pegado a la esencia de los árboles durante mucho tiempo, pero él afortunadamente podría irse para no volver no como la indignación. Esta vivía dentro de la piel de Aurora Bernal, un mensaje cruel sin marcha atrás de esos que dejan la frialdad instalada en lo más hondo de nuestro ser.<br /><br />El esqueleto del edificio que se le presentó era el vacío de emociones que había sentido tras la noticia. El escalofrío que la recorría en ese momento por un futuro no escrito por la mano de Saúl. Odiaba y quería a la vez al viejo, por no confiar en ella, haber dado lo que fuese para amar como Carlos, porque no era justo marcharse cuando lo tienes todo y ella nada. Su chaqueta debería haberle cubierto a ella.<br />–Estas paredes me han robado tu compañía.- se dijo más a si misma que a su amigo. <br /><br />Cuando una muchacha llamada Julia se puso en contacto con ella supo que estaba preparada. Y también que esa disposición no le serviría de nada. Llevaba mucho tiempo esperando ese testamento. El de su infancia, el de lo más querido y lo más olvidado. Carlos corría delante de la vida, era su valentía, la mano que la levantaba de sus lloros enfocados a cosas insignificantes que eran un mundo para ella. Ella era el freno de él y él el que la impulsaba. Pensó que no sentiría nada cuando dejase de ver a su compañero tanto tiempo, pero se equivocó pues el silencio a veces le hablaba con sus palabras. Él, que siempre es testigo de lo que anhelamos y de a quien echamos de menos. Y es la goma que difumina lo que ha transcurrido. Ahora ese mutismo se había extendido sin fecha de caducidad y algún día se comería su voz. <br /><br />Ella no le tenía miedo a la muerte si no a la eternidad de su vacío. Los que sienten además son los que se quedan. Y esa certeza absoluta se equivocó con las sonrisas de los presentes que le sirvieron de salida para valorar más lo que había hecho su amigo. Porque él no habría estado contento si no les hubiese ayudado. Y su forma de ser le decía que así había sido. Era el camino que ella se obligaba a llevar hacia el verbo conformarse. Un hombre intentó salirle al paso pero lo esquivó con frialdad. La sensibilidad no hacía falta mostrarla, ya le salía por los temblores involuntarios de la mano a causa de los nervios. La gasolina que había encendido en su interior se consumió peligrosamente conforme se acercaba a su objetivo porque nada de lo que se hubiese podido imaginar le habría preparado para eso.<br /><br />Respeto sin embargo por sorpresa fue lo que sintió ante la imagen de aquel hombre tumbado, que había logrado un objetivo que para ella se encontraba ahora en las estrellas, cazar entre los brazos a la felicidad. Y así lo tradujeron sus dedos que se paralizaron antes de poder ni siquiera acariciarlo y sus dientes apretados que deberían disimular su dolor, o aprender al menos a hacerlo aunque resultase en vano por los que estaban allí y no podían contenerse. Pero también es verdad que deseó sacar su pena para prestársela a otros.<br />- Mira que te dije que te fueses. Que salieses de aquí.- y sonrió, pero dulcemente, llena como estaba de melancolía y de orgullo porque el sacrificio estaba presente delante de ella. Y en un mundo de egoísmo Carlos jamás necesitaría una copia. Porque él era único. Y le calmaba la seguridad de que algún día habría alguien más como él, diferente pero con sus cualidades y sus fallos. <br /><br />Aurora podría sentirse triste, podría decirle aunque ya no le escuchase que ella tenía la culpa por haber tirado aquel candelabro y haber cerrado torpemente la puerta. Pero había aprendido hace mucho que sentirse mal no servía de nada. Y quizás por eso estaba allí para darle esa lección a María, la que ella no había aprendido, que si ahora lloraba era porque había querido, porque había sido feliz y que habría muchas cosas que podría cambiar, todas menos Carlos. Afortunadamente. Decidió acercarse primero a una muchacha morena que estaba destrozada. Ya sabía quien era.<br />- Tienes que ayudarme. Yo ya no puedo hacerlo ni a él ni a mí misma.<br />Julia asintió y entre las dos levantaron a María y a su hijo sin apenas resistencia. Y esta vez los dedos de Aurora con permiso de los tres se despidieron. Los subió al coche para llevárselos de allí, físicamente pero no psicológicamente, siendo consciente de no ser parte de ellos pero estaría ahí para contarle a María si ella quería todo lo que sabía de él cuando no eran todavía dos, o para escucharla si ella creía que debía comentar algo de lo vivido y así él se haría más grande y más y más en su recuerdo. No al revés. Porque sí, había valido la pena.Aurorahttp://www.blogger.com/profile/15444126895922914184noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-72507853947613847452010-09-27T10:36:00.000-07:002010-09-27T10:39:08.335-07:00Las doce (Capítulo único)<span style="font-style: italic;">Ambientado en la última escena de María en el capítulo 7x12, "Hasta que la muerte nos separe". Después de que Fermín se marche con Rebeca para llevar a cabo su plan, María se queda sola en su noche de bodas. Mientras camina por el pasillo, oye como un reloj da la medianoche.</span><br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6icC4GrrOtnbFWC0ppqFd6u7KJ-Rh8XIJIretlaNIQJ7DdSzGbJwI0Dqv9uKNfLMEanMIM04HM_SqNMTBZD8nlhaxJ2SaQskuEFKohyMz839abl2aRpQFSsfX048kNT0lPSe0x0gZ7mzB/s1600/lasdoce2.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 220px; height: 53px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6icC4GrrOtnbFWC0ppqFd6u7KJ-Rh8XIJIretlaNIQJ7DdSzGbJwI0Dqv9uKNfLMEanMIM04HM_SqNMTBZD8nlhaxJ2SaQskuEFKohyMz839abl2aRpQFSsfX048kNT0lPSe0x0gZ7mzB/s400/lasdoce2.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5521649146378630306" border="0" /></a>Las doce. La mala hora. El sonido que te recuerda que ya deberías estar dormida para no vivir el acecho de las sombras, que se desprenden de sus rincones y reptan hacia tu cabeza. La hora en la que los cuentos de niños se tornan adultos, y Cenicienta ha de abandonar el baile y volver a casa, sin tiempo siquiera de despedirse.<br /><div style="text-align: justify;"><br />Me pregunto por qué parecen atemorizarla más las campanas que las ausencias, las minas y los virus. Y entiendo que ella sabe que suenan a muerte, que no es más que la ausencia eterna. Por eso se lleva una mano al vientre, como buscando el calor que se quedó debido, suspendido en el aire sin llegar nunca a su destino.<br /><br />Quiere darse la vuelta y tratar de recomponerse. Recoger su camisa blanca, que se quedó olvidada en un rincón del cuarto, buscar en el cuello las manchas de su propio carmín, intoxicarse con su olor y dejar que se nuble el yo consciente. Pasar el tiempo.<br /><br />Pero su mente juega a torturarla, y se imagina a sí misma echando a correr, saltando por la ventana que la ilumina desde el fondo del pasillo. Sabe, con férrea certeza, que de hacerlo, caería con suavidad en sus brazos, sin herirse, sin gritar, sin tiempo a sentir miedo. Porque él siempre está para protegerla, él le ha inculcado la negación del pánico, le ha enseñado que todo irá siempre bien.<br /><br />Y cuanto más lo piensa, más pequeña se va haciendo, instalada en la cómoda cobardía del que espera. Sin saber, como todos lo hacemos, que ella es la más valiente, porque no ha tenido miedo a lanzarse al vacío del que ama sin deber hacerlo. Ella sabe que podría haber elegido un amor de invernadero pero prefirió salir a la lluvia. Aún ahora, con el barro hasta el cuello, no es consciente de que fue aguerrida e inconsciente, no entiende su mérito porque se ha limitado, únicamente, a amar.<br /><br />Sabe que él no va a volver. Lo sabe. Sin más. Quiere imaginar que es su mente, el arma más mortífera que ella creó para destruirse a sí misma, quien intenta hacerle pensar así. Pero no es la cabeza quien se lo dice. Son las campanas. Las doce.<br /><br />Congelada en mitad del pasillo, llora sobre los pétalos de rosa que se han quedado olvidados sobre la tela blanca de su vestido, y aprieta fuerte el puño para sentir doce veces ese anillo entre sus dedos. Una voz que le habla desde muy lejos le pregunta si quiere que Fermín sea su marido, y mientras las lágrimas le cierran la garganta, murmura dos palabras, “mi marido”, que le sacuden las entrañas. Sonríe y musita, ruega a quien la escuche que vuelva. Por favor, que vuelva.<br /></div>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-25727620199607269592010-09-21T10:48:00.000-07:002010-09-21T10:49:11.462-07:00Escrito en las estrellas. Capítulo XIII (y último).<a href="http://es.tinypic.com?ref=2lvmeyb" target="_blank"><img src="http://i56.tinypic.com/2lvmeyb.jpg" border="0" alt="Image and video hosting by TinyPic" /></a><br />Llegaron a un restaurante, aparcaron el coche y entraron. María no hacía más que dirigirle sonrisas a y Fermín se las devolvía todas, algunas con un guiño de ojo incluido. Carlos se acercó a un camarero, mientras María le observaba, atenta. Habló con el camarero y este les dirigió a una mesa, apartada del resto. En el restaurante había pocas personas, la mayoría de ellas parejas. <br /><br />- ¿Qué le decías al cocinero? - María bromeó con Fermín cuando el cocinero se hubo marchado - no andarás con sobornos ¿no?<br /><br />- Qué poco te fías de mí.<br /><br />- Más de lo que debería.<br /><br />- Cómo te he dicho antes. Quería compensarte. Por no haber celebrado tu cumpleaños aquel día - cuando María iba a decir algo, Carlos se le adelantó - Bueno y porque quería pasar este rato contigo, que nunca hemos tenido una cena así, solos. <br /><br />- Gracias Fermín - el camarero le interrumpió. <br /><br />- Aquí tienen la carta del menú ¿qué desean tomar? <br /><br />Pidieron los dos un vino, a elección de Carlos, que entendía más que María del tema. La cena transcurrió tranquila entre miradas y sonrisas. Carlos le cogió la mano a María, que en ese momento la tenía sobre la mesa. <br /><br />- María, sabes que hasta ahora no hemos estado siempre tan bien cómo queríamos, pero a partir de ahora las cosas van a cambiar. Tú eres mi vida y no quiero perder todos los momentos que podemos vivir juntos - María escuchaba emocionada - Cómo todos esos momentos que ya hemos pasado. Porque desde que te conocí has sido mi mayor misterio. Porque confiaste en mí para contarme lo de tu hijo… aunque al principio te molestaba que te preguntase… - los dos rieron, reconcordando viejos tiempos en el internado. Pero aquel día entraste por mi ventana y me lo contaste todo. <br /><br />- Y tú me ayudaste, sin pedir nada a cambio - resaltó María - Y me has ayudado tanto desde entonces… <br /><br />- Por todo eso, quiero estar siempre a tu lado y, aunque, sé que - se sacó algo del bolsillo, era una cajita pequeña, cuadrada - no te gustan los compromisos… - . Se arrodilló en el suelo, junto a María y sacó un anillo precioso de aquella pequeña caja. Se lo colocó a María en el dedo, con suma delicadeza, mientras María lloraba, tremendamente emocionada. - ¿quieres casarte conmigo?Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-87936446971849686942010-09-21T10:46:00.000-07:002010-09-21T10:47:29.827-07:00Escrito en las estrellas. Capítulo XII.María se alejó por el hall, hasta las escaleras y subió al segundo piso. Directamente te dirigió a la <br />Habitación del fondo a la derecha. No tenía ganas de estar husmeando por la casa. Todo estaba cuidado al mínimo detalle. <br />Encima de un escritorio había un teléfono, así que aprovechó aquella ocasión para llamar a Iván. Estuvieron hablando un rato. Iván le dijo que estaba bien. María le notó especialmente cariñoso y amable, algo que su hijo no mostraba de forma habitual. <br /><br />Optó por no bajar al piso de abajo en toda la tarde. No quería convertirse en una molestia para Saúl, que a lo mejor estaba ocupado. Así que se pasó toda la tarde metida en aquella habitación. Estuvo mirando algunas revistas, y cuando las había revisado más de tres veces, se tumbó sobre la cama y el cansancio pudo con ella. Hasta que, a las ocho en punto, sonó el despertador de la mesilla. Era un despertador sencillo y gris. María hubiese jurado que aquel despertador no estaba allí antes. Se incorporó, frotándose los ojos y se fijó en una pequeña nota que había sobre la cómoda. Se levantó y la cogió. <br /><br /><span style="font-style:italic;">“Abre el armario y ponte lo que encuentres. <br />Te espero en la puerta del jardín, a las 22:00”</span><br /><br />Le faltó tiempo para abrir el armario. Su cara se llenó de sorpresa cuando vio un vestido beige, precioso, colgado de una percha. ¿Cómo podía ser que dos personas se conociesen tanto? Aquel vestido le gustaba un montón, no podía ir mejor con su personalidad. Al lado del vestido, en otro estante, había posados unos tacones a juego con el vestido. <br /><br />María estaba nerviosa por encontrarse con Fermín de nuevo. Estaba segura de que mientras ella dormía, se había colado en el dormitorio y lo había preparado todo. La ilusión había vuelto a su rostro. No sabía qué le tenía preparado Fermín, pero de lo que estaba segura era de que esta vez era de verdad. No iba a dejar que su relación se estropease por cualquier tontería o capricho de ninguno de los dos. Se querían y eso era lo importante. <br /><br />A las diez menos un minuto, María bajó las escaleras y recorrió el hall hasta llegar a la puerta del jardín. Allí estaba él, trajeado y más guapo que nunca. No dijeron nada. Simplemente te acercaron y se besaron. <br /><br />- Bueno, ¿me vas a decir a dónde vamos? <br /><br />- A resolver un asunto pendiente. Sube.<br /><br />Los dos subieron al coche . Carlos le guiñó un ojo y le sonrío. Estaba feliz, contento, la preocupación que durante todo aquel tiempo frenaba su relación con María, había desaparecido de su cara. <br /><br />- ¿ A qué hora has llegado?<br />- Mientras dormías. Respecto a eso… antes de que me preguntes: sabía que te quedarías dormida. Eres tan humilde que no ibas a bajar al piso de abajo, por el simple hecho de no molestar y en la habitación hay poco con lo que entretenerse…<br /><br />- Ah… cómo me conoces… - los dos soltaron una carcajada. <br /><br />- No lo sabes bien - se pasaron todo el camino entre risas.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-11716734155273595982010-09-21T10:44:00.000-07:002010-09-21T10:45:28.735-07:00Escrito en las estrellas. Capítulo XI.<a href="http://es.tinypic.com?ref=2lvmeyb" target="_blank"><img src="http://i56.tinypic.com/2lvmeyb.jpg" border="0" alt="Image and video hosting by TinyPic" /></a><br />Después de comer, salieron de la casa. María cogió su maleta y algunas fotos que había encontrado en la casa. Quería enseñarle a Iván fotografías de su familia. <br />Montaron en el coche, cuando Carlos se sentó en el asiento del conductor, un escalofrío le recorrió el cuerpo, recordando que la última vez que había subido al coche había sido para deshacerse del cadáver de aquel hombre al que él mismo había matado. María lo notó y le dio un beso en la mejilla. <br /><br />María creía que volvían al internado, pero Carlos se dirigió a un sitio muy distinto. Se dirigieron a un chalet, que María no conocía.<br /><br />- ¿Qué es este sitio? - preguntó María - ¿No íbamos al internado?<br /><br />- No voy a dejarte volver allí María.<br /><br />- ¿Qué? - María no podía creer lo que Fermín le estaba diciendo. En el internado estaba Iván y ella tenía que volver a su lado y asegurarse de que estaba bien, después de lo que habían intentado hacerle a ella ya no iba a volver a dejarlo solo. Las palabras de Fermín le dejaron indignada. <br /><br />- Confía en mí ¿vale? - aquí vas a estar a salvo, a demás vuelvo enseguida no te preocupes. - Sus palabras le transmitieron tranquilidad. <br /><br />- ¿Me lo prometes? - María tenía miedo. Miedo a que salga de allí y no vuelva. <br /><br />- Ey. Claro - Se acercó a ella y la besó - Ven, te voy a presentar a alguien, con él estarás a salvo. <br /><br />- ¿Con quién?<br /><br />Carlos le condujo hasta dentro de la casa. Cruzaron el jardín primero, desde luego, que sea quien sea el dueño de la casa, tenía bastante dinero, aquello estaba rodeado de lujo. Cuando entraron a la casa había un hombre mayor esperándoles. <br /><br />- Hola Saúl - después se dirigió a María - mira María, este es Saúl. Un viejo amigo. <br /><br />- Hola - Saludó Saúl, con una voz áspera y muy peculiar. María le sonrió a modo de saludo. Todavía estaba algo cabrada con Fermín. ¿le iba a dejar allí sola con ese hombre al que no conocía de nada? <br /><br />- Es de confianza y no te preocupes, antes de que te des cuenta estaré de vuelta - acto seguido le besó. <br /><br />Saúl les observaba en silencio, recordando viejos tiempos.<br /><br />- María, si quieres puedes ir a ver el piso de arriba y si te apetece descansar, puedes hacerlo en la habitación del fondo a la derecha. <br /><br />María pilló la indirecta, le estaba invitando a que les dejase a solas. Saúl debía de ser uno de los jefes de Fermín. Antes de subir al piso de arriba, miró a Fermín y le dijo:<br /><br />- Ten Cuidado.<br /><br />- Bah. Por Fermín no te preocupes, él sabe qué hacer en cada momento - parecía que Saúl le conocía muy bien.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-76035877118424548592010-09-21T10:42:00.000-07:002010-09-21T10:44:08.819-07:00Escrito en las estrellas. Capítulo X.<a href="http://es.tinypic.com?ref=2lvmeyb" target="_blank"><img src="http://i56.tinypic.com/2lvmeyb.jpg" border="0" alt="Image and video hosting by TinyPic" /></a><br />Carlos entró en la ducha. María, tumbada en la cama, lloraba, desconsolada. No quería saber qué era lo que había pasado entre Fermín y Rebeca. Él tenía derecho a hacerlo, a olvidarle a ella, pero aún así le dolía. Cuando escuchó la puerta del baño y el agua correr, se secó las lágrimas y se incorporó en la cama. Decidió olvidar el tema, no iba a ser más egoísta con él, era ella la que le dejó solo y lleno de dolor.<br /><br />Se levantó y se dirigió al baño. Tenía que coger la ropa de Fermín y echarla a lavar, debería haberlo echo la noche anterior, pero no se dio cuenta. Fermín no había traído más ropa que la puesta y no podrían comprar nada por allí ya que en aquel lugar no había tiendas de ropa. <br />Entró sin llamar. Fermín estaba metido en la ducha, tras la cortina. <br /><br /><br />- Fermín te cojo la ropa ¿vale?, la voy a meter en la lavadora. <br /><br />- y ¿qué me pongo?<br /><br />- Te dejo aquí encima un albornoz - María se fue sin decir nada más. Carlos se olió que hubiese escuchado la conversación con Rebeca. Anoche estuvo muy cariñosa con él y ahora de repente la notaba tajante y fría, lejos de él. <br /><br />María estaba calentando dos vasos de leche en el microondas de la cocina cuando entró Carlos. María se quedó mirándole. No quería reírse porque no estaba con mucho humor, pero no lo pudo evitar. <br /><br />- Perdona Fermín - dijo entre risas - pero es que no puedo evitar reírme.<br /><br />- Me podrías haber dado una toallita a lo Espartaco - dijo bromeando - esto me queda enorme, y no te rías que ya me siento lo suficientemente ridículo eh. <br /><br />Estuvieron allí desayunando entre risas un buen rato. Ese momento fue uno de los más felices desde su reencuentro después de lo que había pasado, no pensaban tener un momento así, juntos y poder olvidarse de todo, de cualquier problema. <br />La secadora hizo su habitual aviso y mientras Carlos se vistió, María se dirigió al dormitorio y se quedó mirando a Fermín, pensando qué les depararía el futuro. <br /><br />- Fermín ¿qué vamos a hacer ahora?<br /><br />- Deberíamos marcharnos antes de que se atrevan a mandar a más tíos como aquel - al ver la cara de María, la tranquilizó - eh. eh - se acercó a ella y le cogió la mano - nadie te va a hacer nada ¿me oyes? Además tal y cómo están las cosas en el internado no creo que pierdan el tiempo con esto. <br /><br />- En el internado ¿qué está pasando en el internado? - María se puso histérica - Fermín tenemos que ir. Iván está allí¡<br /><br />- No te preocupes. No está pasando nada. - le tranquilizó - Iván está a salvo. Olvida lo que te he dicho. Escúchame María, tengo que hablar de contigo - aprovechó a cambiar de tema. Ya era hora de contárselo. Carlos le pidió a María que se sentase en la cama - cuando te fuiste - le costaba decírselo. <br /><br />María tragó saliva. Sabía lo que le iba a contar y no sabía si quería escucharlo. Carlos bajó la cabeza y la pegó contra sus manos, tenía que encontrar la forma de decírselo. <br /><br />- Cuando te fuiste yo me quedé roto de dolor. No sabía cómo iba a superar no tenerte a mi lado una vez más. Tampoco quería buscarte, para no ponerte en peligro. Me tenía que alejar de ti y olvidarte y creí que la única forma de hacerlo sería si…<br /><br />María posó su mano sobre los labios de Carlos para que no siguiese hablando. No quería saber más. Fermín tenía sus razones y no quería hacerle sufrir más. <br /><br />- Fermín, no hace falta que digas nada. Tenías tus razones. Lo importante es que ahora estemos juntos y ya nada nos va a separar. <br /><br />- Nunca - Fermín, acabó la frase y se acercó a ella. Se miraron a los ojos y poco a poco acercaron sus caras hasta que se rozaron, su respiración se unió y sus labios se rozaron hasta convertirse en un beso. Un beso que selló todo lo pasado. Se saborearon durante un rato y al final María le abrazó. <br /><br />- No sabes cuanto te he echado de menos.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-61534946516084223162010-09-21T10:40:00.000-07:002010-09-21T10:41:33.055-07:00Escrito en las estrellas. Capítulo IX.<a href="http://es.tinypic.com?ref=2lvmeyb" target="_blank"><img src="http://i56.tinypic.com/2lvmeyb.jpg" border="0" alt="Image and video hosting by TinyPic" /></a><br />Carlos se despertó a las seis de la mañana. Aprovechó que María dormía para llamar a Rebeca. Tenía que hablar con ella y tenía que saber si habría avanzado algo en la investigación. El primer viaje comunicaba, pero volvió a intentarlo. Si no hablaba con ella en ese momento, no lo podría hacer luego delante de María. <br /><br />- ¿Si? - La voz de Rebeca, le dijo a Carlos que acababa de despertarle. Carlos avanzó unos pasos hasta llegar al pequeño salón, de menos de 10 metros cuadrados. No quería despertar a María. Lo que él no sabía es que ya la había despertado y estaba escuchando su conversación con Rebeca.<br /><br />- Rebeca.<br /><br />- Dime Carlos, ¿estás bien? Saúl me ha contado lo del tipo ese que quería matar a María. <br /><br />- Sí. - los dos se quedaron callados - tuve que hacerlo, estaba apuntándole y la iba a matar. - Rebeca notó cómo la voz de Fermín se iba a acelerando.<br /><br />- No te culpes. Tenías que hacerlo, no ibas a dejar que le haga nada. <br /><br />- Rebeca, quería habar contigo de lo de la otra noche.<br /><br />¿De lo de la otra noche? María escuchaba las palabras de Fermín desde el dormitorio. No entendía por qué había llamado a Rebeca, seguramente estaba relacionada con sus asuntos por el internado, ya que la había visto varias veces hablando con él por la biblioteca del internado y alguna otra vez que ella se había acercado a la cocina para comentarle, misteriosamente algo de la comida. Pero ¿lo de la otra noche? Qué había pasado la otra noche?<br /><br />- Carlos, los dos intentábamos olvidar a quienes queremos de verdad. No te preocupes, por mi parte está olvidado. No pasó nada. <br /><br />- Gracias Rebeca - Esas palabras y su comprensión tranquilizaron a Carlos - lo que no sé es cómo se lo va a tomar cuando se lo cuente. <br /><br />- Bueno, en ese momento no estabais juntos.<br /><br />- Ya, pero yo me siento culpable, siento que la he traicionado - Hubo dos segundos de silencio. Rebeca no supo qué decirle. Carlos, incómodo cambió de tema y le preguntó sobre la investigación.<br /><br />Rebeca le comunicó que ya iba avanzando y que de momento había conseguido sacar a los mendigos de los pasadizos. <br /><br />- Vale, seguramente a la tarde estaré allí.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-14339392396465922072010-09-21T10:37:00.000-07:002010-09-21T10:39:40.639-07:00Escrito en las estrellas. Capítulo VIII.<a href="http://es.tinypic.com?ref=2lvmeyb" target="_blank"><img src="http://i56.tinypic.com/2lvmeyb.jpg" border="0" alt="Image and video hosting by TinyPic" /></a><br />Cuando Carlos entró al cuarto de baño, María cogió la ropa sucia de Fermín y dobló sus pantalones, aún le valdrían hasta mañana, porque no tenía otros. Los dejó junto a su camiseta, que no pudo evitar olerla una vez más. Todas las noches que había pasado allí, había dormido abrazando aquella camiseta. Cogió la camiseta sucia de Fermín, que tenía una gran mancha de sangre y la metió en la lavadora. <br /><br />Mientras Carlos, en la ducha, no podía evitar sentirse culpable. Quería a María, le seguía queriendo como siempre, pero aquella noche en el internado, le había traicionado con Rebeca y no podía mirar a María a los ojos, sin contarle la verdad. Tenía que contárselo y tenía que hablar con Rebeca. <br /><br />Cuando Carlos terminó de vestirse, encontró a María en la cocina. Estaba sentada en una de las sillas que había junto a la ventana. Tenía la mirada triste y pensativa. Cuando se dio cuenta de la presencia de Fermín, se puso en pie.<br /><br />- Te he preparado algo de cenar. <br /><br />Carlos vio que encima de la mesa había una tortilla de patatas y un vaso de agua. Lo agradecía muchísimo, ya que su estómago estaba pidiendo algo a gritos desde hacía unas horas. <br /><br />- ¿Tú ya has cenado? - Carlos intentaba no estar mal delate de María, a pesar de cómo se sentía realmente.<br /><br />- No. No yo no tengo hambre - Carlos se sentó a cenar y María se sentó a su lado.<br /><br />- María - Pero ella se le adelantó.<br /><br />- Fermín. Yo quiero explicarte por qué me fui y porque no me despedí de ti ni te di ninguna explicación.<br /><br />- María no las merezco. Yo nunca te he dado ninguna explicación nunca. No hace falta que tú me las des a mí ahora. <br /><br />- Pero es que quiero dártelas.<br /><br />Eso no hizo más que Carlos se sintiese más culpable todavía. No se atrevía a contarle nada a María, mientras ella estaba siendo sincera con él. <br />María, entre sollozos, le contó cómo había tenido que huir porque Noiret le estaba buscando. Y la razón por la que no se había despedido de él, fue que no podía. Le dolía demasiado tener que decirle adiós, pero sabía que él tenía que quedarse allí a resolver sus cuentas pendientes. También se atrevió a darle las gracias por haberle sacado del psiquiátrico, que aquello había sido un infierno para ella, y él la había sacado de allí le cotase lo que le costase. <br /><br />Cuando María se hubo tranquilizado, entre palabras de disculpas y otras tantas cariñosas de Fermín, este le preguntó:<br /><br />- ¿Dónde voy a dormir? <br /><br />- Puedes dormir en la cama conmigo - propuso María - bueno, se que la cama es algo pequeña, pero es que el sillón es bastante más incómodo. <br /><br />Carlos aceptó, aunque intentaba no acercarse tanto a María hasta no haberle contado la verdad, pero estaba encantado con no tener que dormir en un sofá. Carlos se disponía a acostarse con los vaqueros puestos. Cuando María lo vio se quedó asombrada; vale que en ese momento no estaban juntos y tenían que hablar muchas cosas, pero ambos tenían la suficiente confianza como para dormir en ropa interior.<br /><br />- ¿No te los vas a quitar?<br /><br />Carlos no supo qué contestar, pero María se puso amable con él e intentó bromear:<br /><br />- Tu mismo. Estarás incomodísimo con esos pantalones tan ajustados que llevas, pero si prefieres dormir así…<br /><br />Carlos soltó su particular carcajada y se los quitó. La cama era demasiado estrecha, más incluso que la del dormitorio del internado. En un intento de darse la vuelta, Carlos casi se cae de la cama. María no pudo evitar reírse. <br /><br />- Nunca pensé que existiría una cama más estrecha que la de mi dormitorio. <br /><br />- Tendrás que abrazarte y pegarte bien a mí para no caerte - dijo María entre risas, que aprovechó la ocasión para sentir el calor de Fermín y sentirse arropada como tanto había añorado. Y Carlos se sintió su protector, por tenerla entre sus brazos. Al día siguiente se lo contaría todo y se disculparía con ella.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-40809818145559479682010-09-21T10:32:00.000-07:002010-09-21T10:36:35.330-07:00Escrito en las estrellas. Capítulo VII.<a href="http://es.tinypic.com?ref=2lvmeyb" target="_blank"><img src="http://i56.tinypic.com/2lvmeyb.jpg" border="0" alt="Image and video hosting by TinyPic" /></a><br />Tardó media hora en llegar al pueblo. Era un lugar aparentemente deshabitado. Las dos únicas personas con las que se cruzó fueron dos mujeres mayores. Temía preguntarles a ellas, ya que se imaginó que serían las típicas mujeres de pueblo, cotillas y preguntonas. Pero tuvo que preguntarles. Bajó la ventanilla del coche y les llamó. Mostrando su mejor sonrisa:<br /><br />- Perdonen. ¿Han visto ustedes por el pueblo a una chica joven, guapa … morena? <br /><br />- Este está hablando de la sobrina de la Antonia - dijo la más mayor de las dos - la única chica que se ha atrevido a volver al pueblo después de tanto tiempo ¿sabes? Lleva aquí dos semanas más o menos, aunque no sale mucho. Es que este pueblo es muy pequeño y ya solo quedamos esta, yo. el marido de la …<br /><br />- Y ¿saben dónde está? - Carlos les interrumpió, sintiendo que se molestasen. <br /><br />- Hace un rato estaba en la tienda de la Martina. Pero ya ha tenido que volver a casa. Mira tu cruzas la esquina de la calle esta y luego otra a la derecha. En esa calle, la segunda a la derecha, esa es. Nosotras te acompañaríamos, pero es que hay misa de doce, hasta la una y nosotras con lo mayores que somos, ya tenemos que ir todos los días.<br /><br />Carlos maldecía por lo bajo. Tenía que irse. No podía perder más tiempo o podría ser ya demasiado tarde. <br /><br />- Vale, gracias señoras. Pues voy a ver si la encuentro. Hasta otro día. <br /><br />Carlos se alejó y siguió la dirección que le habían indicado aquellas señoras. Aparcó que coche en la primera de las dos calles. Si había alguien por allí, prefería pillarle por sorpresa. Aunque no creía que esos tipos eligiesen un lugar tan pequeño y a plena luz del día para matar a alguien, pero tenía que ser precavido. Cuando se disponía a doblar la esquina, se fijó en un tío que había en un portal de una casa a la izquierda. El tipo tenía una pistola y se disponía a disparar contra alguien. Cuando Carlos giró la cabeza vio allí a María, buscando las llaves dentro de su bolso, para entrar en casa. Carlos tuvo el tiempo justo para sacar su pistola y pegarle un tiro antes de que él acabase con la vida de María. <br />No pudo pensar, lo hizo y ya está. <br /><br />Lo único que se escuchó después fue un grito ahogado de María, que se volvió rápidamente al ver a Fermín y corrió hacia él. <br />Carlos se arrodilló en el suelo, llorando, se llevó las manos a la cabeza. No podía creer lo que acababa de hacer. Era un asesino. María se arrodilló junto a él, abrazándole e intentando calmarle, a pesar de que ella estaba tan nerviosa como él. Pero tenían que reaccionar, los vecinos habían oído el disparo y aunque, seguramente estarían la mayoría en misa, no tardarían en enterarse de lo que acababa de pasar. <br /><br />- Fermín. Fermín mírame - Carlos apenas pudo mirarle - tenemos que ocultar el cuerpo, los vecinos se van a enterar. <br /><br />La reacción de María parecía fría, pero todo se debía a su anterior experiencia, la navidad pasada, cuando Iván mató a un hombre que estaba a punto de matarla a ella. Entonces ella se tuvo que encargar de ocultar el cuerpo para que nadie descubriera lo sucedido, Sabía que no podían pensar, tenían que reaccionar cuanto antes. <br />Carlos se levantó y corrió hacia el cadáver de aquel hombre al que acababa de matar. Parecía que había reaccionado. María fue tras él. <br /><br />- Ayúdame - Carlos cogió la pistola de ese tipo y ahora intentaba levantarle a él.<br /><br />- ¿Qué vas a hacer con él?<br /><br />- Ayúdame a llevarlo al coche. Rápido. <br /><br />Entre los dos, lo metieron en el maletero del coche y Carlos entró en el asiento delantero. Cuando María se disponía a entrar en el asiento del copiloto Carlos se negó tajantemente.<br /><br />- No. Espera aquí. En un rato vuelvo.<br /><br />María se limitó a hacerle caso y se quedó allí. Lo primero que hizo, fue limpiar la sangre con su chaqueta de algodón y con agua que cogió de las bolsas que había comprado minutos antes en la pequeña tienda del pueblo y había soltado allí de golpe al oír el disparo. Temió que los vecinos se estuvieran acercando ya hacia allí. Habían tenido suerte en que la iglesia estaba a las afueras del pequeño pueblo y con suerte, los vecinos no habrían oído ni el disparo. <br />Entró en la casa y se dirigió a la cocina. Metió su chaqueta, manchada de sangre, a la lavadora y se sentó en el sofá del salón a esperar a Fermín. <br /><br />No tenía ni idea de cómo le había encontrado, ni que hacía allí, quién era el tipo al que había matado por salvarle la vida a ella, una vez más. María se llenó de lágrimas desconsolada y sin saber qué pensar. Le temblaban las piernas. Tuvo que hacerse una tila. Antes de que Fermín volviese le dio tiempo a prepararle algo para cenar, aunque no sabía si tendría hambre (ella al menos, tenía el estómago cerrado), y a meter su chaqueta en la secadora. Estaba anocheciendo y Fermín no había regresado, María empezaba a ponerse más nerviosa, si cabía. <br /><br />A las doce y tres minutos de la noche, golpearon la puerta. María se acercó corriendo hasta la puerta y miró por la mirilla asegurándose que fuese él. <br />Cuando le abrió la puerta y entró, sus miradas se cruzaron y sin decir nada, se abrazaron. Los dos lo necesitaban y cada uno sentía que el otro necesitaba más comprensión y cariño en esos momentos. <br /><br />- Fermín ¿qué has hecho con él?<br /><br />- No preguntes, no quieras saberlo. Será mejor que te olvides de lo que ha pasado antes. Será lo mejor. <br /><br />- Pero… ¿cómo supiste que estaba aquí? - María sabía que tenía razón. Lo mejor era no saber quién era aquel tipo, no querer saber nada ni querer averiguar la verdad, e intentar pensar en otras cosas. <br /><br />- Ah, esto me recuerda que tienes que llamar a Iván. Ha sido él quien me ha avisado. Y estaba muy preocupado, no le has contestado al móvil.<br /><br />- Iván - María recordó que la noche anterior su móvil se le había caído y ahora no funcionaba. Fermín le prestó el suyo. <br /><br />- Pero ¿qué le digo? No puedo decirle que… no puedo contarle lo que ha pasado. <br /><br />Decidieron contarle a Iván que todo había sido una trampa de Noiret para que María regresase al internado y así tenerla controlada, pero que ahora ya estaba a salvo y estaba bien.<br />Carlos observaba a María hablar por teléfono con Iván. Le encantaba ver cómo hacía de madre protectora y cómo se preocupaba por él. <br /><br />- Y ¿Seguro que estás bien? ¿Noiret no te seguirá molestando verdad?(…) sí. Sí todo ha sido un susto (…) cuídate. Te quiero (…) y ten cuidado con Noiret. No te metas en más líos (…) Un beso. <br /><br />En cuanto María terminó su conversación telefónica con Iván, se volvió hacia Fermín. Se le notaba más tranquila. <br /><br />- Dice que está bien y que Noiret no le ha dicho nada - María se sentía mal por todo lo que había pasado. Su voz estaba triste y apagada. Todo lo que había pasado había sido por su culpa, por haber querido alejarse del peligro y de los problemas, cuando los problemas estaban destinados a encontrarla a ella. Si no se habría ido, las cosas, tal vez, hubiesen sido mejor. <br />Carlos esbozó una sonrisa. <br /><br />- ¿Quieres darte una ducha? Te sentará bien - Carlos asintió, en realidad lo estaba deseando. Necesitaba darse una ducha y estar un rato a solas. <br /><br />María le mostró dónde estaba el baño y le sacó una toalla limpia del armario. <br /><br />- Luego … no voy a tener nada limpio que ponerme <br /><br />- No, espera un momento - María se dirigió al armario de su habitación. Carlos esperaba que no le sacara una camiseta suya, porque con el tipazo que tenía María, le quedaría más bien ajustada. Pero lo que María sacó fue una camiseta suya, de Carlos. <br /><br />María le dio la respuesta de porqué tenía una camiseta suya, a modo de disculpa:<br /><br />- Me la llevé. Cuando me marché del internado. Necesitaba tener algo tuyo Fermín y la camiseta además huele a ti… <br /><br />Carlos, sorprendido, no pudo evitar darle una de sus mejores sonrisas, pero se sintió culpable.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-72873073376764931282010-09-21T10:30:00.000-07:002010-09-21T10:32:05.660-07:00Escrito en las estrellas. Capítulo VI.<a href="http://es.tinypic.com?ref=2lvmeyb" target="_blank"><img src="http://i56.tinypic.com/2lvmeyb.jpg" border="0" alt="Image and video hosting by TinyPic" /></a><br />Carlos salió con el coche de allí. Tenía que encontrarla y ponerla a salvo. Como no llegase a tiempo no se lo perdonaría en la vida. <br />Pero iba sin rumbo fijo. ¿Dónde estaba María? Tuvo que parar el coche un momento a un lado del viejo camino que salía del internado. Necesitaba pensar, recordar. Los dos habían hablado millones de veces de irse de allí, en algún momento le habría dicho algo. Recordó un momento en especial...<br /><br /><span style="font-style:italic;">Estaban los dos tumbados en la cama, desnudos. Mientras él le acariciaba el pelo, ella tocaba sus manos y hablaba de un futuro. Un futuro en el que los dos estarían fuera del internado. <br /><br />- Y tú me cocinarías para mí. Sólo para mí. Encenderías el fuego de la cocina, abrirías el armario de la esquina para coger el salero del tercer estante y echarle a mi comida esa pequeña pizca de sal. <br /><br />- Parece cómo si pensases en una cocina en concreto. ¿A dónde te gustaría ir?<br /><br />- Uy, por mí, a una casa en la playa - no pudo evitar soltar una carcajada - pero supongo que el sueldo de una limpiadora y un cocinero no dan para tanto. No? <br /><br />- Hum … No. Me da que no. Y los treinta millones ya no los tenemos … - los dos volvieron a reír. <br /><br />- No. Pensaba en una casita que tenía mi tía en un pueblo. A las afueras de Madrid, en un pueblito muy pequeño. Moncal. Es un pueblo poco conocido y muy tranquilo. Mis padres me mandaban allí en verano, con mi tía. </span>Hasta que murió. Ese lugar es de los pocos que recuerdo con ilusión de mi infancia. <br /><br />Tenía que probar suerte allí. María recordaba ese sitio con nostalgia y probablemente había ido a ese lugar. <br />No sabía exactamente dónde estaba Moncal, así que lo tuvo que localizar en el GPS. Iba lo más rápido que podía, en ese momento no podía controlar la velocidad, no tenía tiempo que perder. Si esos cabrones la localizaban, no dudarían en matarle.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-78818829087554300592010-09-21T10:29:00.000-07:002010-09-21T10:30:21.343-07:00Escrito en las estrellas. Capítulo V.<a href="http://es.tinypic.com?ref=2lvmeyb" target="_blank"><img src="http://i56.tinypic.com/2lvmeyb.jpg" border="0" alt="Image and video hosting by TinyPic" /></a><br />Carlos no daba crédito a lo que acababa de escuchar. María estaba en peligro. Pensaba que al haberse alejado de él dejaría de correr peligro continuamente. Se apartó con Iván a una esquina:<br /><br />- ¿Cómo que está en peligro? ¿Qué ha pasado?<br /><br />- Es mi padre. Me ha dicho que mandado a un tío para que se la cargue. Fermín mi<br />madre ya no les interesa, se la van a cargar - Iván estaba desesperado, incluso<br />se le escapaba alguna lágrima. Carlos nunca lo había visto así. - Yo, yo no puedo ir <br />porque mi padre me tiene controlado, pero tú sí. <br /><br />- ¿Le has dicho algo a ella? ¿le has llamado? - preguntaba Carlos a Iván mientras, ya en su habitación, recogía su mochila para ir a buscarla.<br /><br />- Apagado o fuera de cobertura.<br />- Joder … - Carlos cargó su pistola, mientras Iván le miraba atónito y asustado. Nunca le había visto con un arma y aunque sabía que no era el cocinero por el que se hacía pasar, no se lo imaginaba agarrando una pistola . Y ¿dónde está? - preguntó Carlos.<br /><br />- No lo sé. Yo solo le di algo de dinero y … - recordó algo que le había dicho - me dijo que iría al único sitio donde podría descansar ¿te sirve eso? ¿te dice algo?<br /><br />Carlos negó con la cabeza y salió de allí.<br /><br />- Fermín<br /><br />Carlos se detuvo a escuchar a Iván.<br /><br />- Llámame con lo que sea. Por favor.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-11263794975934394022010-09-21T10:27:00.000-07:002010-09-21T10:28:51.188-07:00Escrito en las estrellas. Capítulo IV.<a href="http://es.tinypic.com?ref=2lvmeyb" target="_blank"><img src="http://i56.tinypic.com/2lvmeyb.jpg" border="0" alt="Image and video hosting by TinyPic" /></a><br />Tras preparar el desayuno para los alumnos del internado, Carlos se dirigió a su habitación. Necesitaba estar a solas. Pensar en lo que acababa de hacer. Por un lado sentía haber traicionado a María, sintió haberla traicionado como nunca lo había hecho, pero a su vez, sentía la necesidad de olvidarla y Rebeca y él podrían llegar a quererse algún día. María había decidido alejarse de él y de todos los peligros que la rodeaban cuando estaba con él. Lo iba a intentar, intentaría empezar algo con Rebeca. <br />Cuando bajaba al comedor a recoger el desayuno, se encontró con Rebeca:<br /><br /> - Fermín.<br /><br />- ¿Ahora me llamas Fermín?<br /><br />- En lugares públicos es mejor que lo haga ¿no?<br /><br />-Hem… sí supongo. - Rebeca soltó una carcajada. <br /><br />- ¿Nos vemos luego? <br /><br /><br /><br /><br />Carlos simplemente le guiñó un ojo y se quedó mirando cómo se alejaba hacia el aula de cuarto. <br /><br />- ¿Qué pasa? ¿Ya te has olvidado de mi madre?<br /><br />A Carlos, aquello le sentó como una puñalada. Cuando se volvió, allí estaba Iván, mirándole sarcásticamente, nada nuevo.<br /><br />- Iván ¿qué dices?- Carlos no le iba a pasar ni una más. No estaba dispuesto a que le tratase mal. Él había estado todo el verano luchando por sacar a María del psiquiátrico y cuando lo consiguió, fue ella la que se marchó sin darle explicaciones. <br /><br />- No por el buen rollito ¿no? Con Rebeca digo.<br /><br />Cuando Carlos iba a contestarle, Iván se le adelantó, pero esa vez en un tono más serio, preocupado: <br /><br />- Bueno, no he venido para decirte eso. Necesito que me ayudes. Es mi madre: está en peligro.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-56589618926872657012010-09-21T10:23:00.000-07:002010-09-21T10:24:42.678-07:00Escrito en las estrellas. Capítulo III.<a href="http://es.tinypic.com?ref=2lvmeyb" target="_blank"><img src="http://i56.tinypic.com/2lvmeyb.jpg" border="0" alt="Image and video hosting by TinyPic" /></a><br />Las dos semanas siguientes transcurrieron tranquilos, sin ninguna novedad, excepto en la investigación, que avanzaba a pequeños pasos: de momento ya sabían que las personas que Rebeca había visto en su visión eran mendigos utilizados por Ottox, cobayas que la farmacéutica utilizaba para inyectarles un virus en el cuello. El brazo ejecutor: Lucía. <br />Respecto a María, Carlos empezaba a dejar de pensar en ella. Se había cruzado casi a diario con Iván, con quien ella seguro que mantenía llamadas para informarse de cómo estaba, pero él no le decía nada. Creía poder olvidarla fijándose en Rebeca, quien había decidido alejarse de Martín. Incluso aquel día sucedió algo que ninguno de los dos había previsto:<br /><br />- Bueno, pues ahora no hay nada que hacer hasta que Saúl analice qué es exactamente ese virus - dijo Carlos, sentado sobre la cama de Rebeca.<br /><br />-Si - Hubo medio minuto de un silencio, algo incómodo - Bueno y.. ¿qué tal llevas lo de María?<br /><br />- Ni siquiera me ha llamado. Está claro que no quiere saber nada más de mí. Mejor así, no le volveré a poner en peligro - ¿y tú qué tal con Martín?<br /><br />- Ya te dije que eso se ha acabado. No quiero saber nada más de él. Si no ha querido contarme nada.. no ha confiado en mí y ahora me evita.<br /><br />- Yo a María tampoco le conté nada. Ni siquiera sabía quién era, a qué me dedicaba antes de esto… A veces quería poder acabar con todo, contárselo todo, que sepa a dónde iba todas las noches que no pasaba con ella y…<br /><br />- A mí no tienes que ocultarme nada.<br /><br />- ¿Qué? - Carlos no entendía qué quería decirle Rebeca. Pero no tardó en comprenderlo. Quería que empezaran una relación los dos juntos. Los dos conocían todo del otro, sin ningún secreto, nada que ocultarse. <br /><br />Rebeca se abalanzó sobre él sin que pudiese decir nada. Le empezó a besar suavemente, acariciándole la cara a la vez. Pero ninguno de los dos paró y esa noche se fundieron entre las sábanas.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-14589171948772957232010-09-21T10:21:00.000-07:002010-09-21T10:23:16.655-07:00Escrito en las estrellas. Capítulo II.<a href="http://es.tinypic.com?ref=2lvmeyb" target="_blank"><img src="http://i56.tinypic.com/2lvmeyb.jpg" border="0" alt="Image and video hosting by TinyPic" /></a><br />Tomó nota de la dirección que le dio Saúl y cerró la tapa del móvil. Cogió unos pantalones negros y una camiseta que tenía sobre la silla y se vistió. Fue al baño a lavarse la cara. Cuando se miró al espejo se vio peor que nunca, tenía los ojos hinchados y unas ojeras enormes. Una vez se hubo lavado la cara, cogió su chaqueta y se dirigió a la habitación de Rebeca. Tenía ganas de ponerse en marcha. Por fin algo que le tuviese distraído. <br />Cuando llegó a su puerta pegó con los nudillos varias veces. Temió que Rebeca estuviese con Martín allí, aunque lo descartó enseguida: Martín llevaba días sin querer acercarse a Rebeca.<br />Como nadie contestaba, Carlos se atrevió a entrar. Rebeca estaba allí, durmiendo. Envidió tener el sueño tan profundo como el de ella. <br /><br />- Rebeca. Rebeca - Fermín la zarandeó para despertarla, intentando no ser brusco.<br /><br />Ella abrió los ojos y se asustó al ver allí a Carlos.<br /><br />- ¿Qué ha pasado?<br /><br />- Saúl ha llamado y me ha dado más datos sobre el hombre que se <br />Llevó Lucía. Tenemos que ponernos en marcha. <br /><br />- ¿A dónde?¿Qué hora es? Y..¿qué te ha dicho? <br /><br />- No hay tiempo, te lo explico por el camino. <br /><br />Rebeca, todavía medio dormida, se levantó y se dirigió al baño. No llevaba pijama, ni camisón. Simplemente iba en ropa interior. Carlos, al verla, se quedó sorprendido. No esperaba tanta confianza en él como para salir en ropa interior de su cama, estando él delante. <br /><br />- Si quieres… espero fuera.<br /><br />- No. No me cuesta nada vestirme.<br /><br />Rebeca salió del baño, todavía en ropa interior y se dirigió al armario. Carlos no pudo evitar echarle un vistazo de arriba abajo mientras ella elegía su ropa. Nunca se había fijado en el gran atractivo físico de Rebeca. Tal vez ella podría… No. Era una decisión absurda. Aunque a ella no le tendría que ocultar nada como lo había estado haciendo con María. Y no solo no tendría que ocultarle sus constantes excursiones sino que además, ella le acompañaba en todas. A parte de esto, tal vez ella también quería olvidarse de Martín. <br />Rebeca salió, ya vestida, del cuarto de baño:<br /><br />- ¿Vamos o qué? - Carlos se había quedado hipnotizado y pensativo mirándola.<br /><br />- Sí. Si.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-35127794090542640772010-09-21T10:18:00.001-07:002010-09-21T10:20:58.974-07:00Escrito en las estrellas. Capítulo I.<a href="http://es.tinypic.com?ref=2lvmeyb" target="_blank"><img src="http://i56.tinypic.com/2lvmeyb.jpg" border="0" alt="Image and video hosting by TinyPic" /></a><br />El agua resbalaba por su nuca, se agarró el pelo, la cabeza, intentando asumir lo que había sucedido. Llevaba allí más de una hora; ya no sentía ni la temperatura del agua. Sus palabras resonaban una y otra vez en su mente. <br /><br /><span style="font-style:italic;">“Tengo que irme. Empezar de nuevo. <br />No quiero decirte adiós, porque me duele demasiado.<br />Me has salvado tantas veces <br />y ni siquiera lo sabes. <br />Te quiero y nunca te olvidaré”</span><br /><br />Habían hablado tantas veces de ello, de irse de ese lugar, empezar una nueva vida. Juntos. Carlos creyó que a pesar de lo mal que habían estado las cosas antes del verano, ahora que le había sacado de allí volverían a intentarlo. Todas sus intenciones de mantenerla a salvo, a su lado y quererle más que nunca se habían desvanecido con la marcha de María. Pero ya estaba todo decidido: se había marchado, sin él, para empezar una nueva vida, sola y lejos de él.<br />Ahora él sabía que tenía que centrarse en la investigación. Salió del cuarto de baño colocándose una toalla en la cintura, cuando de repente te quedó aturdido:<br /><br />- Joder Rebeca. !Te he dicho mil veces que llames antes de entrar, que esta vez me has pillado en pelotas¡.<br /><br />- Sí, lo siento .. Es que habías dicho que vendrías a mi habitación a las nueve, para seguir con la investigación.<br /><br />Fermín miró el reloj, las 22:18 minutos<br /><br />- Dios... perdona no había reparado en la hora.<br /><br />Rebeca vio sus ojos colorados, hinchados y empapados en lágrimas. Se imaginó que Carlos habría estado llorando desde que se marchó a su habitación. Le vio tan agobiado que le ofreció la posibilidad de que esa noche dejasen aparcada la investigación. Así, ella también tendría tiempo para pensar en su relación con Martín. Era un asesino y tenía que tomar la decisión de enfrentarse a ello o olvidarse de él.<br /><br />- No. No quiero hacerlo. Prefiero centrarme en la investigación. <br /><br />- Carlos - parecía más una súplica - ¿Te has mirado al espejo? Necesitas descansar. Asimilar que María se ha marchado no es fácil y necesitas pensar. Déjalo. Y mañana seguimos con esto. Además, Saúl nos dijo que llamaría en cuanto averiguase más de ese tío y a dónde lo ha llevado Lucía. Hasta que no llame y nos dé más datos no hay mucho más que hacer.<br /><br />Pareció convencerles con sus palabras, así que le dejó solo y Rebeca se marchó a su habitación. <br />Carlos se acostó, en aquella cama que creyó que esa noche sería de los dos. La añoraba tanto que no sabía cómo iba a superar aquello. Si habría alguna forma de olvidarla, de centrarse en otra cosa o en otra mujer … no sería fácil, pero sería la única forma de olvidarla.<br />Eran las cuatro de la mañana cuando el sueño se apoderó de él y pudo conciliar el sueño. Pero no por mucho tiempo. Quince minutos más tarde el móvil de Carlos empezó a vibrar en la mesilla. Todavía soñoliento, abrió la tapa se su móvil y contestó:<br /><br />- Dime Saúl - su voz todavía sonaba áspera - ¿habéis averiguado algo más?<br /><br />- El tipo ese ingresó cadáver hace unas horas en el hospital.<br /><br />-¿Qué? ¿Estás seguro? Si había alguien que podía contarnos lo que están haciendo o darnos algún dato, era él. ¿Qué vamos a hacer ahora?<br />- Confío en vosotros.<br /><br />Carlos se quedó pensando unos segundos. Vivo o muerto ese tío les tenía que dar la información. <br /><br />- Dame la dirección del hospital ese en el que ingresó.<br /><br />- Que no os vea nadie y que no sospechen, el hospital pertenece a Ottox.<br /><br />- Descuida.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-25802737226946772992009-12-28T07:24:00.000-08:002010-01-19T07:01:56.789-08:00El pasado. Epílogo<div style="text-align: justify;">El agua volvió a escucharse fuera como si algo más grande se rindiese. Hacía mucho que David había dejado de tenerle miedo igual que a Joaquín Fernández. Este podía reencarnarse no solo en él, si no en muchas otras cosas. El contraste es que ahora se enfrentaba a un hombre adulto rodeado de cariño, que se convertía en toda su fuerza. Pero sus debilidades eran dos. Una de ellas su mujer, la otra su hijo.<br />Curiosa fuerza el sentir, como una flor que nace fuerte y hay que cuidarla para que no se debilite lanzando sus pétalos a las raíces para tener que volver a plantar, esa que se debería aprovechar más al tener fecha de caducidad, pero quizás no se hace por ser esta desconocida.<br />Él que siempre quiso más fue recompensado al no hacerlo siendo él mismo. Y repitiendo la fórmula allí estaba él para formar tres con Sara, para no dejarle desfallecer a cambio de preocupaciones y alegrías juntas. Que siempre eran mejores que a solas.<br />David se sentó en la oscuridad y agarró la labor que ella llevaba a medias donde se dibujaba una incipiente c. Nunca había querido ser padre, pero fue sorprendido por una criatura fuerte, sana, imparable a pesar de ser un bebé cuando ya no lo esperaban que daba razón a cada una de sus acciones correctas y compresión y perdón a las que no . Y cuando el niño le miraba como ahora pataleando sabía que eso era lo bueno que había venido a hacer.<br />Sara detrás se había levantado acudiendo por el ruido y ambos se miraron…<br /><br />… Ambos nos miramos y en un mudo silencio sellamos el pacto de no contarle nada de lo sucedido, no para mentir si no para no deslucir una infancia. Y así luchamos contra lo inevitable, que alguien crezca, se separe de ti y se enfrente a lo que le espera. La imagen que queremos proyectar no es siempre la que se conserva de ti.<br />-¡Carlos!<br />Un fogonazo de memoria acudió de pronto a él al ser llamado. “¡Carlos! Así que tu nombre es Carlos.”<br />- ¡Almansa! Es la hora. Tienes alguien esperándote afuera.<br />Carlos recogió el diario de David que el viejo le había facilitado. Había llegado la hora de salir de de aquellos barrotes. Y no encontró a Saúl, que ya no estaba y había reconocido haber malgastado su tiempo en una lucha útil para la historia pero infructuosa para si, ni aquel coche millonario de lunas tintadas, y por primera vez desde la muerte de su padre y al llegar a comprenderle supo que era libre y que se daría a si mismo el derecho a ser feliz si es que aún lo merecía.<br />Mas no tendría hijos, la historia del hombre “malo” no se repetiría. Los niños no estaban hechos para él, sí en momentos puntuales pero no como se concebía la infancia y la familia ahora, aceleración, trabajo, estrés, apretadas agendas que eran asfixiadas premeditadamente por seguir el mismo estilo de vida, antes incluso de probarse a si mismo para ello. Y él existía para segundos de sentimiento, quizás de melancolía, de observar como alguien respira plácidamente mientras duerme inundado en los cabellos y en sus sueños.<br />El vacío de no dejar rastro más allá de él sin embargo le llenaba de amargura. Nadie se repetiría a través del tiempo en su risa, su mirada, en la manera de rascarse la cara y el universo así le parecía de una largura tan infinita que parecía querer engullirle hacia el abismo. En eso no obstante residía la belleza de estar en el mundo, arriesgarse, tener miedo, que las cosas salieran mal para saber valorar las victorias.<br /><br />Su mañana empezaba hoy tal como lo había concebido David, en forma de lección tardía por no estar con él. El ser amado por alguien en la esperanza de convertirte con ello en lo que eres reflejándote en otros para bien. Por fin era libre, a través de lo más hermoso que uno pueda alcanzar.</div>Aurorahttp://www.blogger.com/profile/15444126895922914184noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-81335943873333822852009-12-28T07:23:00.001-08:002010-01-19T07:02:40.470-08:00El pasado. Capitulo XXV<div style="text-align: justify;">El mecanismo de la linterna dudó hasta que se vio zarandeada. La mujer no parecía muy dispuesta a querer investigar lo sucedido y David no quiso animarla a ello.<br /><br />- Voy a llamar a su padre.<br />- No, no… Déjeme a mí.<br />- ¿Está seguro? He creído ver un color como un fogonazo.<br /><br />David le hizo un gesto para que se apartara con impaciencia. Sacó la pistola y como una ola de mar consiguió que se retirasen hacia atrás.<br />Delante un agujero excavado daba a un titánico tubo en el que cualquiera cabía de pie. El silencio martilleaba a David más allá de lo razonable. Ya no podía más. Agotó la última oportunidad en un intento desesperado.<br /><br />- ¡¿Sara?!- Una eternidad transcurrió. David se dio cuenta que el asesino frío estaba a punto de derrumbarse por la presión más allá de importarle sus espectadores. -<br />- ¡¡¡¿Saraaaa?!!!- repitió sintiendo que sus cuerdas vocales eran como lijas. Harto arrancó con el terror de haberse malgastado en aquellas exclamaciones y buenamente como pudo se lanzó a la búsqueda sin fin.<br />- Aquí, estoy aquí.-<br /><br />Las lágrimas quisieron salir a borbotones de David al oír su enunciación, pero las mantuvo no fuera a ser que le arrasaran después sin piedad al comprobar lo sucedido. Derrapó al verla tumbada cual era larga en el sucio acero. Peor espectáculo ofrecían sus ropajes embarrados desde el cuello hasta los calcetines. A David se le creyó parar la circulación hasta que escuchó su voz de nuevo.<br /><br />- Se creía que me iba a coger. Menuda soy yo corriendo. Tuve que escalar, tirarme dos o tres veces, aterrizar, y eso que esta vez no robé.- habló con respiración entrecortada.<br />El pecho de David Almansa empezó a subir y bajar a un ritmo acelerado.<br />- ¿Qué haces? ¿Sonríes o lloras? – le preguntó.<br />- Las dos cosas.- dijo David precipitándose a ella literalmente. - ¿Te ha hecho…?- Sara negó firme y segura.<br /><br />La abrazó con tal fuerza extraída de su alivio atrayéndola hacia él que tuvo miedo por si estuviese delicada. Pero ella que en tantas ocasiones le había anhelado en sus ilusiones se lo facilitó, no teniendo ya aprensión por los métodos de él. Y aún teniendo la alarma encendida por si acaso alguien reaparecía se buscaron sus labios hacia un electrizante fin.<br />David se encontró de golpe con un palmetazo mientras seguía posado en su piel.<br /><br />- ¡¿Qué?! – preguntó con la alarma planeándole.<br />- Todavía no sabes donde poner la nariz.<br />David se puso a reír sin parar. Como no lo había hecho en muchísimo tiempo.<br />- ¡¿Almansa?!- sonó una voz del exterior.- ¿Y la niña? ¿Cómo se encuentra?<br />- ¡¡Bien!¡¡Está bien!!!... Demasiado bien está.- se dijo para ellos en voz baja. De golpe la vulnerabilidad de ella apareció y deseando que los demás le diesen espacio se dedicó a rozarla de todas las maneras posibles, con la frente, con las uñas, siendo respondido con una sonrisa cansada. Sara de pronto lo aplacó y agarró el anillo que llevaba en su mano.<br />David no siempre daba palabras atinadas, aunque aquella no fue de esas ocasiones.<br /><br />- Primero me lo puse, quería tener algo que me recordase a ti, luego pensé otra cosa porque creerías que te había borrado de mi memoria pero se me olvidó quitármelo cuando fui a verte a la tienda y el resto ya lo conoces. Soy un patoso.<br />- ¿Dónde está el mío?- le preguntó. David lució la más amplia de las sonrisas. Saúl había tenido mucha razón, no todos los días uno conocía a alguien como Sara. Pero aún se sorprendió más la siguiente vez que puso su nombre en la boca de ella.<br />- David…está junto a mí.- y abriendo un bolsillo de la camisa sacó el idéntico para facilitárselo a su futuro marido. La persona que sorprendida irradiaba felicidad gracias a ella, como si fuera un novato en su propio historial.- El hombre de ese establecimiento es mi padrino, y después de discutir tú y yo, me contó lo que habías hecho, así que yo me quedé con la otra parte de la pareja. Creo que ahora que te conozco un poquito más mi amor por ti es el doble de grande.- Y sin dudarlo le regaló su aproximación para tener su contacto.<br /><br />Los demás acabaron de llegar con el padre de Sara al inicio de la comitiva con cara de circunstancias.<br /><br />- Anda, que te ha salido poco lanzada la chiquilla.- le dijo uno de los vecinos.- ¿Es que ya los tienes casados?<br /><br />E invisibles como se hicieron así se perdió David sin prisa en cada centímetro de ella, porque por una vez todo había salido inmejorable. Porque por primera vez alguien había decidido quedarse a su lado después de saber quien era.</div>Aurorahttp://www.blogger.com/profile/15444126895922914184noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-50349779166732569522009-12-28T07:21:00.000-08:002010-01-19T07:03:02.213-08:00El pasado. Capitulo XXIV<div style="text-align: justify;">- ¡¿Cómo que no la…?!¡¿Dónde está?! ¿A qué vivienda tenía que ir?- preguntó angustiado.<br />- Que yo sepa a ninguna. Pensé que estaría aquí con usted, como últimamente la visitaba tanto.<br />David anduvo deseando serenarse. Si había algo que se le diese peor era esencialmente eso y pareció idear un procedimiento como una locomotora.<br />- ¿Cuánta gente hay en el pueblo?<br />- Unos doscientos<br />- ¡¿De confianza?!<br />- No sé decirle, David.<br />- No podemos entretenernos. ¿Desde cuando no la ve?- inquiría atolondradamente mientras ante la incredulidad del otro levantaba unas tablas y sacaba un arma preparada rellenándola de proyectiles en tres pestañeos suyos.<br />El hombre pareció avergonzarse antes de contestar.<br />- ¡No piense más! ¡Tenemos que movernos! Hay que llamar a todos los que se pueda y rastrear de arriba abajo.<br />- Tres horas.- dijo como si no se lo acabara de creer. David se quedó helado. Cualquier tipo de barbarie podría haber sido llevada a cabo ya. Se exigió no dejarse vencer.<br />- Además hemos llamado a la policía…- y movió negativamente la cabeza. David se preparó para lo peor. Como podía haber sido tan torpe de exponerla sola, sin protección a sicarios de postín que no se rendían.<br />- Vale, vale, vale… ¡Calma! Toque llamador a llamador en la parte oeste, a todos los hombres que pueda reunir. Yo iré al otro lado haciendo lo mismo y buscándola mientras. No se preocupe, la encontraremos a tiempo, esta vez sí.- Pero se dio cuenta de que se trataba más de auto convencimiento para mitigar su propio terror.<br />- ¡¿No tiene más de esas?!- David negó.<br />- Créame, no le gustaría tener que depender de una.- contestó con el resuello echado ya y preparándose para la última parada.<br /><br />Un bastonazo seco, zancadas que se apresuraban, instrumentos que se agarraban. Gente querida dejada atrás procurándoles no regalarles preocupaciones. Codos que le daban sin pretenderlo en las costillas, tobillos que decidían virar para otro sitio sin preparación previa porque no había tiempo para anticipaciones. En un suspiro David vio sombras pasar como relámpagos golpeándole como un sonido raspante y como en una caza o una batalla el ansia era el motor que a él engranaba. Sus ganas habían cogido el testigo de sus piernas, mientras algo luminoso se abría en las profundidades del infinito. Y de pronto una sustancia poderosamente fría empezó a formar parte de su yo. Otra vez la lluvia.<br /><br />- ¡¡¡ No...!!! ¡¡¡Hoy no!!! ¡¡¡ Con ella no! – chilló desesperado.<br />- Hemos visto algo. – dijo una voz femenina para sorpresa de todos porque pocas mujeres habían querido exponerse a la furia del enemigo de alguien que podía hoy convertirse en el suyo. David localizó al padre de Sara lejos y supo que le correspondería a él examinarse al demonio de su mayor miedo y comprobar si saldría vencedor o derrotado a perpetuidad.</div>Aurorahttp://www.blogger.com/profile/15444126895922914184noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-30947625024521625032009-12-15T08:47:00.000-08:002010-01-19T07:03:15.604-08:00El pasado. Capítulo XXIII<div style="text-align: justify;">Mientras David aprovechaba la calma que le había sido proporcionada por un corto período decidió retornar para darse una ducha y seguir esperando a que Sara se decidiera. Un arbusto se agitó despertando su suspicacia y como caballo desbandado al galope sin una herradura se encerró no sin antes comprobar que su seguridad de metal se hallaba bajo la tablilla más desapercibida de su morada.<br /><br />- Sigues siendo igual de imprudente e insensato. La pistola bien escondida como de costumbre, eso sí. Excepto para aquellos de los que has ganado su confidencia.<br />- Saúl, ¡¡¡te voy a matar!!! No enciendas la luz. Hay alguien fuera, estoy seguro.<br />- Tendrás que acostumbrarte al recelo de que reaparezca. Desde luego con esas voces, no tardará mucho. Sois como una antítesis para el de enfrente. El día que uno muera, el otro respirará tranquilo. Pero cálmate, hoy no será tu final. Hoy solo he venido yo a ponerte los puntos sobre las ies, porque yo también sé ponerme irascible.<br />- ¿A qué has venido? A ser el buen samaritano, o a robarme a Sara, porque no lo tengo claro.<br />- ¡He venido a ayudar a mi amigo!<br />- Bonita forma de hacerlo. Haciéndola desgraciada. No te bastaba con ser su conocido, tenías que intentar pedirla en matrimonio y si caía la ocasión a los demás que nos diesen.<br />- ¡¡¡Lo sé!!! . ¿Qué quieres? Oí que ya no estabais juntos y me acerqué a ver como estaba. ¿Y por qué le dijiste que te habías casado hace seis meses?<br />- ¿Te lo cuenta todo?<br />- Fue su padre.- Ante la respuesta David rió irónicamente.- Y ese anillo ¿Te divierte hacer daño a quien le importas?<br /><br />- ¡¡Era una metáfora!! ¡¡Era el día que la conocí!!El anillo es suyo, lo compré pensando en ella, y solo compré uno porque estoy endeudado. Mi famosa fama aquí solo era una fachada. Sí, otra de las numerosas meteduras de pata de David Almansa. Igual lo hice con prisa, y debí darle el primero a ella, pero siempre he pensado que no va a haber otra como ella, porque me iba a recordar a ella ¿te enteras? Era mi maldita y dichosa manía de hablar, tener bulliciosas las ideas y que luego de golpe salga algo que no debía salir de mi boca. Y lo de la diversión ni se te ocurra pasártelo por la cabeza…- Saúl se quedó sentado y ni se le ocurrió interrumpirlo porque sabía que tenía que desahogarse.- Sara lo es todo, ¿no lo entiendes? Antes no tenía nada, después no tengo nada. Tú sí, podías tener a la mujer que quisieras, heredas dinero, tienes padres nuevos, ¡tienes cariño! ¿Tú sabes lo que me ha costado encontrar a alguien que se enamore de mí y que entienda lo que soy? ¡¿Tienes una ligera idea?! ¡¿Cómo la vas a tener!? Tú que fuiste a parar a una casa que te acogió como si fueras suyo y ¡yo solo tengo mi tremenda soledad! No podía gustarte otra, tenía que ser ella. No quiero saber nada más de ti. No quiero volver a verte. Lárgate de aquí, ya no lo eres, ya no eres mi amigo.<br /><br />- ¡¿Te has quedado a gusto?! Te equivocas David. Lo seré siempre. Quizás así te haya hecho darte cuenta de lo que es importante para ti. Quiero saber que la vas a hacer feliz. Ella se merece algo mejor que la vida que nos ha tocado pasar.<br />- ¡Nadie te ha dado vela en este entierro! ¿Quién eres tú para decirle a la mujer que yo he elegido y me ha elegido si yo merezco la pena o no? Eso es cusa suya, es su decisión. Si la hago dichosa o no será mi meta, pero uno no sabe si fracasa o gana si no lo intenta. Ya no quiero huir más. Quería vibrar, quería sentir, con algo positivo, cambié de opinión, si no me habría casado con Eva Errera, y de pronto tengo la oportunidad.<br />- No se puede vivir así, tan al límite. Tienes que tomarte las cosas de otra manera. Nunca aprenderás ¿verdad, David? Sí, quiero a Sara. Y no soy imbécil, y ella te ama a ti. Si nos enemistamos tendrás que pagar la protección de la organización, aquello que me preguntaste. Y si no tienes pasta ya sabes lo que hay.<br />- ¿Qué es lo que hay? Estás aquí gracias a mí. Si no habrías muerto en Belzec.<br />Saúl preparó la respuesta a bocajarro.<br />- Esa es la única cosa que has hecho bien. Esa y conseguir que una mujer como ella sea para ti.<br /><br />David ni siquiera replicó. Saúl se dio cuenta de que en esta ocasión había llegado demasiado lejos. Y eso que el otro tampoco se había mordido la lengua. Pero en su último razonamiento David había dicho una verdad como un templo. Saúl Pérez Sabán no habría salido de Belzec sin él. No sería lo que era sin él. Únicamente cogió sus cosas y se marchó porque sabía que estando una mujer de por medio la relación nunca se desarrollaría igual. No volvió a verlo nunca más, ese fue su hasta siempre.<br />A su hijo lo conoció en un careo carcelario, adivinando que tendría la misma relación estrecha y de tensión que con su padre, y no se equivocó.<br /><br />No habían pasado cinco minutos cuando el padre de Sara apareció rompiéndole de nuevo los esquemas.<br />- ¡Señor Almansa! La niña, que no la encuentro.</div>Aurorahttp://www.blogger.com/profile/15444126895922914184noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-23106482207012060112009-11-20T07:37:00.001-08:002010-01-19T07:03:28.058-08:00El pasado. Capítulo XXII<div style="text-align: justify;">La campanilla sonó al contacto. Sara sonreía doblando prenda tras prenda. La propietaria parecía haber hecho un chiste que había sido bien acogido por su nueva aprendiz. Al levantarse y ver al hombre consumido y enjuto volvió el cuello con amabilidad pero enseguida reaccionó con furia al reconocer a David Almansa.<br />- ¡¿Qué hace usted aquí?! ¡¿No sabe que tiene prohibido pasar a cualquier establecimiento y lugar público de la ciudad!? Y ha…<br />- Mi castigo ya ha vencido. Justo hoy. Solo venía a hablar con la señorita, si ella quiere.<br />- Pues ya ve que no.<br />- ¡Cállate, Soledad!- gritó Sara que no había descuidado el enfoque un momento de la tarima. Una aguja se había quedado enganchada en la lana y estiró de ella con viveza. Su compañera se marchó al descansillo a apilar unas cajas.<br /><br />David se acercó a Sara y con los nudillos transitó por el hoyuelo de ella que se eternizaba en enfocar su atención en él. La réplica separándoselo no se hizo rogar. Y entonces lo vio. Un anillo idéntico al de las prometidas reposaba en uno de los dedos de Sara, muy parecido al que él ocultaba en el otro bolsillo. Se deshizo por dentro pero ni siquiera alguien lo averiguó.<br /><br />- ¿Qué? ¿Te has casado? - preguntó agriamente.<br />- Tú sí te desposaste, ¿no?- dijo con ironía punzante.- Como tienes la mano en el ... Todo el pueblo te ha visto con alianza. Yo solo soy prometida. ¿Qué vas a querer?<br />- Desde hace seis meses. Venía a despedirme.- pero ella no se dio cuenta de la categoría que le quiso imprimir a la fecha.<br />- Pues yo no he visto la ceremonia… ¿Cómo es que te vas?- respondió olvidándose de todo.<br />- Nunca me he quedado demasiado en ningún lado. – Sin embargo la impotencia que le había dado al hecho en su esquema corporal al acabar de hablar se le quedó grabado a David muy adentro.<br /><br />- Oye, disculpa, hoy es catorce, tienes que llevar el encargo a la calle paloma.- le avisó Soledad. Sara levantó atónita la cara. Aquel número nunca se le había olvidado hasta entonces. El catorce fue la fiesta de fuegos artificiales. La trascendencia de todo se le vino encima.<br />- Lo siento. Me han obligado. Además no debo importarte ¿no te vas? Un hombre se hizo asiduo de mi casa y me pidió en matrimonio y mis padres… le han dicho que sí. Sin contar conmigo. Esta vez tú has llegado tarde. Poca prisa has tenido por luchar o por buscarme. Nunca he tenido recuerdos de quien consideré especial y si te vas me olvidaré de ti, pero es lo mejor.<br />- Ya. ¿Y tú qué? Me devolvías todo, te cruzabas de calle, ¿tan malo ha sido para querer enterrarlo?- y David se mordió el labio.- ¿Por qué lo has hecho, Sara? ¡Podías haber hecho algo!¡Podrías haber dicho que no! ¡Podías haberme llamado! Ayudarte a salir de ese compromiso.- expresó alterado.<br />- También podía preguntarte yo por qué me apuntaste con una pistola. ¡Y por qué no me has hablado casi estos meses! Casi me matas, y… ya has matado a más.- susurró.- ¿Cómo sé que no va a volver a pasar? ¡Y por qué llevabas alianza! Tan enrevesado todo ¿Cómo iba a saber yo que era mía? ¿Tengo que ser adivina?<br />- ¿Por qué me tienes que recordar eso? No va a volver a pasar. Es tu confianza. Tú no quieres a un asesino sino a un hombre arrepentido de su ineptitud… y cada vez que me daba cuenta de tu sacrificio te quería aún más.- paró de hablar y como un pez fuera del agua buscó su última salida.- Te necesito y sé que este encontronazo es el último resquicio que me queda para llevarte conmigo.<br /><br />- ¿Me necesitas? Que gracia, ¿no? Yo también te he necesitado, ¿Dónde has estado? ¿Qué vienes? ¿A darme el huevo? ¿A hacer negocios? ¡¡Pues llévatelo!! No lo quiero ni a…- se defendió Sara por última vez intentando evitar una mentira.<br /><br />David cazó al vuelo aquella interrupción. Si ella aún le deseaba lo demás sería fácil.<br /><br />- ¿Con quien te casas? Crees que me importa eso, me importas tú y yo de aquí no me voy hasta que vea que eres feliz conmigo o sin mí. ¿Por qué entonces tengo a una mujer que me ama así enfrente?<br />- Con alguien respetable. ¿Crees que voy a decirte quien es? Si lo hago, te lo cargarás. Márchate por favor, David.<br />- ¿Qué pasa? ¡¿Qué yo no tengo derecho a lo que siento por haber sido sinvergüenza?! Me da igual quien sea. Es mi competencia. ¿Te ha besado? ¿Lo quieres como a mí? Ese objeto no lo ambicionas por su importancia, lo posees porque te recuerda a mí- y quiso propinar un golpe apoyando las manos levantando todos los objetos de la mesa pero Soledad asistió asustada.<br /><br />- Márchate de aquí. No me gusta la gente violenta.- dijo la dueña de la tienda.<br />David quedó destrozado. Si hubiese podido habría saltado los obstáculos que le separaban y se la habría robado a sus padres, a Soledad, a su pueblo y a su prometido. Y así expulsado por su conducta esperó en la penumbra a que ella saliera al final de la jornada.<br />- Soy su amigo. Saúl no se casará contigo. – La asaltó nada más salir.- ¿Creías que no sabría que era él? Si ha estado loco por ti desde que te vio. Lo voy a arreglar. Este anillo es tuyo. Y como prueba de tu confianza solo tendré mis días venideros.<br />- No soy una causa, David.- expresó Sara desesperada acariciándole el entrecejo.<br />- No, eres lo que más he esperado. Quiero hacerme merecedor de ti.- y se marchó callejón abajo dejándola aún más confundida.</div>Aurorahttp://www.blogger.com/profile/15444126895922914184noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-56734666276123251412009-11-20T07:31:00.000-08:002010-01-19T07:03:43.265-08:00El pasado. Capítulo XXI<div style="text-align: justify;">Pasaron muchas jornadas y las posturas se serenaron. David Almansa fue nombrado inocente por un jurado popular por inexistencia de pruebas de los asesinatos que le habían imputado. Lo que no sabía es que aún se cometería otro, el de Daniel Ugarte que no tendría nada que ver con él. Los jaleos públicos se solucionaron con una multa económica. Joaquín Fernández agraviado decidió marcharse de allí a su hogar de siempre donde vería nacer a su primera hija que ya venía en camino, el otro para él no existiría porque al fin y al cabo él nunca entendió que la perfección y la ternura no van de la mano.<br /><br />Pero a David le dio igual, ya estaba encerrado en la misma prisión de siempre, donde dormía intranquilo aferrado a la almohada que le regalaba los rostros de aquellos a quienes había ejecutado, la de su madre sufriendo confundiendo el pelo mutándolo al rubio de Sara rememorando las gotas de lluvia que se convertían en realidad al abrir los párpados y por qué no la desconfianza de los demás a perpetuidad.<br /><br />Una tarde que iba andando quedó hipnotizado por una visión. Dos anillos simples de oro estaban en la cristalera de una joyería. Descansaban delante de una foto de una muchacha rubia con aparatos dentales cuya pose era radiante. David sabía que esa era la misma postal que Sara había reflejado en su ínfima compañía, ingenuidad no repetida del primer latido, del afortunado robo de color de sus mejillas y de ser secuestrador visual de su dicha compartida todos los días, excepto el último. Todos los albas al despertar ya eran esclavos de Sara para él.<br />- Era mi hija. Se iba a casar, pero no pudo hacerlo. No consigo venderlos. Es una historia de mala suerte.- habló un hombre que mascaba tabaco húmedo.<br />- Yo tampoco tengo fortuna. Si me pasa algo bueno es porque luché por ello y si es algo malo no creo que sea por el azar. ¿Cómo era su hija?<br />- Le daba más importancia a los sentimientos que a la razón.<br />- Es suficiente. Igual a mí.- y sonrió.- No soy supersticioso ¿Podría venderme uno? ¿O tiene que ser la pareja? La prometida todavía no sabe que mi amor por ella es para toda la vida.<br />- Me da miedo la gente que habla así. - le contestó.-Todo nace y muere, hasta lo que queremos alargar hasta el infinito. Pero usted es joven y nosotros andamos mal de dinero últimamente y los judíos siempre hacen buenos negocios. Le guardaré el otro para cuando decida recogerlo.<br /><br />David Almansa aceptó y salió satisfecho con la alianza ajustada en su dedo anular. Aquello le daría fuerzas para ir a visitar a Sara pues le podía la fama de solitario, raro y extravagante. Desde la última vez había intentado contactar con ella inútilmente en repetidas ocasiones. Tres portazos en su casa de alguien indirecto a la muchacha o varios desvíos intencionados esta vez sí suyos hasta perderle la vista en sus paseos se lo habían impedido, incluso su nuevo empleo, y todo era más complicado. Sara había conseguido un puesto en una tienda de ropa y a David le hacía gracia verla volverse loca en la distancia entre mandiles, patucos, uniformes o trajes de gala. Hasta que esas observaciones mutaban en algo que podía controlar a duras penas. Pero la noche le devolvía como un espejo el pesimismo de que el futuro no es fácil de construir.<br />El único nexo de unión entre ellos fue el huevo. David pensó que le sería devuelto en un suspiro pero tardó en llegar a las manos de su dueño. Aquella mínima tardanza solo podía significar que ella aún le seguía queriendo, o quizás se quisiese aferrar a una última esperanza moribunda. David se lo volvió a enviar porque a él a cabezota no le ganaba nadie. Cuando el presente le fue restituido de nuevo no le sentó tan bien, pero extrañamente reafirmó su amor por Sara aún más.<br /><br />Aún así, de pronto no encontrando aquello normal y asustado por primera vez por si no hubiese sido tan grande la pasión como creyó para ella enfriándola el termómetro del tiempo decidió presentarse con la joya en la tienda . Cuando observó a través del cristal ahumado a Saúl su desconsuelo no tuvo límite, pero aún así al cruzarse fuera le invitó a que más tarde se pasara por su casa porque el niño que había pasado tanto con él se merecía poder dar una explicación. Saúl aceptó encantado y de buen talante, a pesar de leer en el esquema corporal de su amigo que la furia le golpearía más tarde sin compasión.</div>Aurorahttp://www.blogger.com/profile/15444126895922914184noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-42161916248417580682009-11-20T07:18:00.000-08:002010-01-19T07:04:00.742-08:00El pasado. Capítulo XX<div style="text-align: justify;">Parapetado en un ángulo entre el tabique y la cortina que daba a la recepción David esperaba sin dejar desmayar sus extremidades. La pistola que continuaba empuñando era una extensión más allá de su organismo. Reflejado por su peligro Joaquín había recibido con agrado que el reclamo llegase de la zona de servicio.<br />- Pase. Mi prometida le está esperando. – dijo con voz suave.<br />Algo iba mal. Él nunca sería tan considerado. David torció sin descuidar la vista a la ranura entre los goznes. Su espíritu se rindió al localizar a Sara allí. Zarandeó la pistola en la dirección de Joaquín silenciosamente para que la alejase de allí.<br />- ¡He dicho que entre!- le llevó la contraria.<br />- Sí, es que he traído unos platos que la señorita Alicia me…- Al pasar y ver lo que mantenía el escondido y de quien se trataba, Sara dejó escaparlos y yacieron hechos añicos a sus pies. El duro trabajo se había perdido en polvo desperdigado. Dirigió a David un gesto de aflicción porque habían sido realizados por ella minuciosamente con su propia voluntad durante semanas. Él creyó deshacerse por dentro, y Joaquín lo aprovechó propinándole un sonoro puñetazo en el estómago que le hizo desestabilizarse.<br />Lo que no se esperaba este último es que una fuerza descomunal le agarrase del cabello hacia atrás.<br />- ¡Suéltele!- chillaba Sara conteniéndole mientras David tanteaba para recuperar el artefacto con tan mala fortuna que una bala escapó de ella al haber perdido en el forcejeo el seguro agujereando la pared a tan solo unos centímetros de Sara.<br /><br />Más adentro los pasos precipitados se escuchaban al tener la única salida de la mansión taponada por los otros tres individuos enzarzados.<br />- ¡Ya viene la policía! ¡Ya llega!- se oía gritar a Alicia Campos entre el nerviosismo reinante. Sara, mientras, sollozaba asustada por el impacto teniendo los brazos de Fernández rodeados a ella.- ¡Déjala en paz!- chillaba fuera de si David de nuevo preparado sin creer la desgracia que había estado a punto de cometer- ¡¿Yo?!- se burló Joaquín.- ¡¿Quién es el peligro aquí?!<br />- ¡Te descerrajaré si no la sueltas!<br />- Ella no me interesa, eres tú. ¡Asesino! Me tienes harto. Pero pagarás por ello, toda la vida en la cárcel y si no ya me ocuparé yo.<br />- ¡¡Que la dejes!!¡¡He dicho que la liberes!!¡¡Esto es entre tú y yo!! ¿Qué eres tú entonces?- Decía alejando el cañón de ella siempre que Joaquín se exigía en enfocarla a él.<br />- ¡No, no, no! Has venido a mi casa, a por mi prometida. Esto es lo que más te importa, ¿no?- dijo mirando a Sara.- Una carta por la otra. Pero voy a darte todo tu rencor devuelto, esto no ha terminado aquí después de que la justicia se haga cargo de ti. No te entra en la cabeza no querer rematarme, pues ya ajustaremos cuentas. Pero toma tu primer regalo, a ver como reacciona ella.- y lanzó a Sara a sus brazos a la vez que el sonido de la autoridad empezaba a hacer presencia en una manzana vecina. Al contacto del cuerpo de él Sara lo rehuyó comenzando a correr saliendo de allí y pisoteando sus propios trabajos seguida de David a duras penas por su cojera mientras Joaquín daba unas palmadas reuniendo a la gente y calmándola. Ese sería el penúltimo enfrentamiento de uno y otro.<br /><br />- ¡¡Sara!!¡¡Sara!!¡¡Sara!!- gritaba él.<br />Se la encontró en medio del camino con la actitud más furibunda que nunca le conocería.<br />- ¿Qué haces? Yo no te haría daño. No sabía como manejar esto. Te tenía cogida y tenía miedo a perderte.- se explicaba David.<br />- Yo no… yo no esta…ría segura de nada. No te vuelvas a acercar a mí, por favor.- dijo ella sin saber que su hijo pronunciaría exactamente lo mismo muchos años después. La diferencia es que a ella le hicieron caso.<br />Cuando por fin los guardias llegaron David no opuso ninguna resistencia enfrentado al horizonte como si le fuese a devolver lo que había perdido. Su bien más preciado, su razón de ser, había desaparecido.</div>Aurorahttp://www.blogger.com/profile/15444126895922914184noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-46156546676015764362009-11-19T11:25:00.001-08:002009-11-19T11:34:42.870-08:00Volver a casa<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjrBjTkZ1uMsi3kqXOH5ZrCun9KY9WZ1zqRAEwxd6lcj-PfGFx-hO3bd9M0a6b6KurNBYzspLCuXyFK0llfLGxKPaQQbBCOUuDc6YpeMt4YJH-Ekw6Pv6QpvOrOPVBuLOT7_ckbXhmM3zK8/s1600/b_volver+a+casa.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 223px; height: 53px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjrBjTkZ1uMsi3kqXOH5ZrCun9KY9WZ1zqRAEwxd6lcj-PfGFx-hO3bd9M0a6b6KurNBYzspLCuXyFK0llfLGxKPaQQbBCOUuDc6YpeMt4YJH-Ekw6Pv6QpvOrOPVBuLOT7_ckbXhmM3zK8/s320/b_volver+a+casa.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5405898197728362754" border="0" /></a>Se inclinó sobre la cama y sintió como el cuerpo de ella caía desmadejado sobre la colcha. Permaneció sentada, las manos cruzadas, una sobre la otra, inerte. Como un cadáver que se enfría con los ojos abiertos, sus ojos sordos parecían incapaces de ver, su piel estúpida, incapaz de sentir, sus oídos ciegos, ajenos a la voz que la había llamado insistentemente. Él, ahora resignado, había permanecido en silencio todo el camino, a través de los pasillos a oscuras, tratando de moverse entre las sombras mientras transportaba en los brazos su propia vida, rota y ajada.<br /><div style="text-align: justify;"><br />Volvió a intentarlo, sin demasiada convicción, tratando de no mostrarse impaciente, de no escupir su miedo envuelto en su nombre…<br /><br />- María…<br /><br />Le cogió la cara entre las manos, con suavidad, con anhelo. Sin respuesta.<br /><br />Desabrochó la cremallera de su propia chaqueta, ahora envolviendo el cuerpo de ella, y se la sacó despacio por los brazos. El pijama azul era un insulto, un recuerdo de su incapacidad, infectado por el olor a hospital y a enfermedad, a medicinas. A Dios sabe qué.<br /><br />Meneó la cabeza, tratando de desechar las ideas que pasaban por su mente a la velocidad del rayo, envenenándole. No era el momento de pensar qué le habían hecho a María en aquel infierno. Ahora, lo importante era traerla de vuelta.<br /><br />Desabrochó con presteza los botones de la camisa y al deslizarla por sus hombros, detuvo por un instante las yemas de los dedos sobre la clavícula, más pronunciada que nunca, tan acogedora como siempre. Dedicó sólo unos segundos a preguntarse si volvería a pasar por allí haciéndole cosquillas, si su aliento podría despertarla.<br /><br />Tiró del nudo de los pantalones y los dejó caer por sus piernas. María no protestaba, no le miraba. Sólo se dejaba hacer, indefensa y maltrecha como nunca se la imaginó.<br /><br />Extendió el brazo y bajo la almohada, encontró inmediatamente lo que buscaba. Llevaba allí muchas noches, a solas con él. Le pasó el camisón blanco por la cabeza y la tumbó de lado sobre la cama, cubriéndola con las mantas, como ya había hecho una vez, tiempo atrás, cuando pensó que nunca había conocido a nadie que le necesitara más.<br /><br />Se dejó caer junto a ella, tratando de encontrar su mirada perdida, y le pasó una mano por el pelo enmarañado y áspero.<br /><br />- María…<br /><br />Ahora ya no esperaba una respuesta. Sólo la llamaba por necesidad.<br />La peinó con los dedos, deshaciendo pacientemente cada nudo, llamándola en voz baja de vez en cuando, esperándola. Había perdido la noción del tiempo cuando los ojos de ella se entornaron sin querer, pero se sintió irremediablemente aliviado contemplándola mientras dormía. Porque su respiración, cadenciosa y lenta, seguía siendo la misma de siempre, la que habría identificado entre mil millones, porque así respiraban sus noches, su cama, su habitación.<br /><br />Pensó que no había dormido en toda la noche, pero lo cierto es que el sol le despertó al salir, ya inquieto, inconscientemente turbado por la sensación de volver a amanecer junto a su cuerpo. María apenas se había movido y él, durante un instante egoísta, deseó que se quedara así para siempre. Pero el parpadeo brusco que acompaña al despertar llegó un momento después, y al mirarla a los ojos, olvidó el terror que le provocaba volver a encontrarse con su mirada desenfocada y lejana. Porque María le miró y Carlos se sintió infantil y pequeño, como cuando le robaba besos en el pasillo a media mañana. Quiso hablar, pero no supo qué decir.<br /><br />- Fermín…<br /><br />Sonrió, pero no contestó. Sólo se acercó a ella y la estrechó contra su pecho, volviendo a enredarle el pelo que había ido destejiendo durante la noche.<br /><br />- Ya estás en casa, María…<br />- No te vayas.<br />- No me voy a ir.<br /><br />No había nada más que decir. Los dos entendieron que no era una petición puntual sino un pacto hecho en voz baja pero firme.<br /><br />Se estrechó un poco más contra él y volvió a dormirse.</div>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-85591903454649291772009-11-11T14:41:00.000-08:002010-01-19T07:04:15.190-08:00El pasado. Capítulo XIX<div style="text-align: justify;">- ¿Señorita Alicia? Ha llegado otro paquete.- le anunció un muchacho con prevención. Y no era para menos. Alicia Campos había despachado a cuatro empleados en solo una semana, pero afortunadamente para los que llegaron después que él se lo pensó mejor por las restricciones de Joaquín viendo como se le iba de las manos sujetar a su caprichosa prometida.<br />- ¿Uno más? Todavía no ha habido boda y no paro de coleccionarlos, ¿te lo puedes creer?- le dijo a su hermana que se encontraba aburrida de tanta parafernalia. - Seguro que ha sido él. Si alguien vuelve a llamar no me importunes, déjalos en la alacena. Pero este tráemelo. Y este tiempo… - y suspiró sin ganas.- Mi madre se casó con lluvia, aunque dicen que son novias afortunadas ¿qué más tendré que heredar?- quizás si hubiese sabido la respuesta no lo habría dicho de manera tan despectiva.<br />El chico volvió con un cajetín que podría haber sido huésped de un museo de miniaturas.<br />- Es para usted, señorita… Solo para usted. No del señor- Esto último lo dijo en voz más descendente. Alicia dejó la labor que se llevaba entre manos y se dobló los puños de la camisa con pericia matemática.<br />- ¿Quién lo ha enviado? ¿Es conocido?... Cuanta intriga. No entiendo tanta tontería.- dijo cogiéndolo como si le fuera a pegar una extraña dolencia.- ¿Ha llegado ya el caballito de madera? Y la manía de Joaquín de querer encargar y gastar dinero sin ser necesario. Si ni siquiera estoy esperando un hijo, ¡ni casada! Como lo hayan visto los vecinos. Que ganas de perder el tiempo.<br />- Sí, señorita. Lo hemos dejado en su habitación.<br />- Bien, muchas gracias. Primero abriré esto.- Si el papel rojo hubiese podido manifestarse se habría quejado. Dentro se encontraba una caja del mismo color con un roto extraño en un lateral.- ¿Te has fijado Teresa? Que descuido. Mi Joaquín no haría eso nunca, él es tan atento… ¿Pero esto qué es? Un soldadito… ¡¿Pero qué insulto es este?!- y lo lanzó con toda su rabia.- ¿Dónde está la dignidad de la gente?<br />- Alicia…- comenzó su hermana.- ¡¿Qué pasa, Teresa?!- chilló ella como una niña malcriada cansada de que no le diesen la razón. Cuando alzó la cabeza se encontró a unos pasos a Joaquín completamente rígido observando la figura que le había rebotado en el atuendo.- Disculpa, querido. No sabía que estabas ahí.<br />- ¿Quién ha traído esto?- contestó él con una nota de angustia en la voz.<br />- He sido yo.- y desde la sombra como en un baile de máscaras apareció David blandiendo un arma señalando a Joaquín.- Me he cansado de esperar que vengas a mi encuentro. Hoy vamos a saldar cuentas.<br />- ¡Estás loco! ¡No sé cual es tu causa!- A la vez que Joaquín había mentido las dos damas se habían levantado dejando sus costuras rodar por los cantos del patio donde se hallaban por el estupor del atraco. David blandía con firmeza el arma apuntándole únicamente a él mientras las venas de sus ojos parecían disolverse. – Las damas pueden entrar en la casa. No les pasará nada, sin ruidos y sin gritos.- dijo sin perder de vista su móvil mientras atropelladamente y entre los sollozos de Teresa Alicia la aleccionaba de una manera zafia a desaparecer del escenario.- Yo no soy de la misma calaña que tú. Tú ordenas matar a inocentes y no te manchas de sangre y yo solo mato a quien se lo merece.<br />Joaquín parecía flaquear en la apostura pero no en las intenciones.<br />- Estás cavando tu propia tumba, Almansa. Solo tendrás una oportunidad así que aprovéchala.<br />El dedo se escurrió a medio camino del gatillo y la fragancia de la pólvora se vio entorpecida por el retumbar de una llamada.</div>Aurorahttp://www.blogger.com/profile/15444126895922914184noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2119979025158636353.post-80488666042265452962009-11-06T12:05:00.000-08:002010-01-19T07:04:30.126-08:00El pasado. Capítulo XVIII<div style="text-align: justify;">- ¿Cuánto tiempo llevas así, contemplándome?- preguntó Sara.<br />- Una eternidad maravillosa.- contestó David.<br />- Deja de hablar en verso.- le regañó quitándole una pestaña que yacía vencida igual que todo lo que pertenecía a su dueño.<br />- No, no. Es prosa romántica.- y se rió.- ¿Qué haces, cirujana?<br />- ¿Cómo está la pierna?<br />- La pierna no lo sé, el resto mejor que nunca. Pero dejemos eso. Solo quiero hablar del hoy y estirar tu sonrisa hasta el infinito pero sé que se trata de un imposible.<br />- Pero que cursi eres.- David le dedicó una carcajada llena de despreocupación. Acarició el pómulo de ella y como en un deja vu creyó haberlo hecho cientos de veces sintiendo la misma conmoción.<br />- David, cuéntame cosas de ti. De tus raíces, de donde vienes.- indagó Sara.<br />- No es digno de este momento. Confía en mí, ya habrá un después.- Y ella dejó que su nariz descansara en su frente cansada. De pronto pareció albergar la idea de separarse mínimamente y observó el pequeño objeto que había estirado de él la noche anterior.- No debería estar aquí. No quiero obtener miedo por culpa de él a que te pase algo. El desconsuelo de no tener nada no se podría comparar con el de tenerte y perderte.<br />Sara se mofó en un intento de quitar hierro al asunto. Su risa se oyó cristalina traspasando los recovecos más escondidos de David.<br />- No seas tan exagerado. Fue la primera vez que probé el robar sin saber que los hurtos verdaderos son otros. ¿No quieres competir en poesía? Yo te ganaría.- pero David ya se había aproximado para robarle el beso consciente que estaba deseando tomarle prestado. Se acercó al mueble donde se encontraba el huevo y lo cogió con tal suavidad que parecía que le tuviese miedo.<br />- Ven, Sara. Te voy a contar la historia.- dijo plantando los deslavazados pantalones en el suelo con ayuda.- Ella se sentó al lado y apoyó la cabeza en el hombro mientras miraba extrañada el objeto acurrucado en la palma pensando que importancia podría tener.- En Rusia la Pascua tiene una categoría mucho mayor que aquí. El zar Alejandro III estaba casado con una mujer de ascendencia danesa de una belleza inigualable, bueno este tipo de cosas las adornaré yo porque para mí no te ganaría- y comprobó satisfecho que ella se reía.- y el soberano decidió hacerle un regalo que le recordase a sus raíces. Así pues, le encargó a un joyero que cada año para esa festividad diseñara uno para la zarina como regalo. Con una condición, que cada uno fuese único en su diseño y contuviese una sorpresa. Su hijo continuó con la tradición pero al ser el último zar esta se vio abruptamente finiquitada… se dice que fabergé hizo 69 pero hoy en día solo quedan 61, entre ellos el que tú tienes entre las manos. Me temo que no podré darte uno cada año.- y sonrió.- pero este es el símbolo de mi amor, más allá de anillos.<br />- Me gustan más tus palabras que el huevo. Pero cuando lo vea me acordaré de ellas y de ti.- La expresión serena de David se lo confirmó.- ¿Por qué llegó eso a tu casa?<br />- Oh, no fue la mía. A la de mi abuelo, él tenía mucho dinero y por qué no decirlo era en exceso sentimental. Así que se lo regaló a mi abuela como prueba de su pasión pero desconozco cómo se hizo con él. Y eso es como fue y por eso yo te lo doy a ti. ¡¿Y tú?! ¡¿Me vas a decir como te colaste en la casa de los Errera?! Ladrona- jamás una palabra tan fea fue dicha con más socarronería. Pero el temor apareció en el iris de Almansa por si ella contraatacaba con la información que ya había recibido con anterioridad.<br />- Ahora no.- susurró Sara.- Va a haber mucho por delante.<br />David descansó sobre el colchón de la confianza de ella que le era ofrecida por primera vez. Y volvió al paraíso para no alejarse de él.</div>Aurorahttp://www.blogger.com/profile/15444126895922914184noreply@blogger.com0